Miluska:  Pasión por la Marinera

Basada en una historia real

 

MILUSKA:  PASÓN POR LA MARINERA

 

Amaba la marinera norteña con pasión.  Esta hermosa muchacha nacida en el sur, en la soleada Arequipa, y que vivía y estudiaba en Lima, había quedado prendada del baile norteño.  Era su pasión y su vida.

 

Y un día le llegó la oportunidad de demostrarlo.  Se enteró de un evento que animaba a las bailarinas de marinera norteña a vivir descalzas una semana, a fin de llamar la atención sobre sí y poder tener la oportunidad de explicar a los curiosos sobre el baile, su verdadera esencia, sentir y significado, que, lamentablemente y con el abuso de las coreografías, los vestidos exagerados y las maniobras acrobáticas de algunos bailarines se viene perdiendo.

 

No lo pensó dos veces y se apuntó al evento. Lo haría.  Sería difícil.  Estaba acostumbrada a bailar descalza, sus pies bonitos eran fuertes, de plantas resistentes, y en casa rara vez usaba zapatos... pero esto sería distinto.   Tendría que salir a la calle sin zapatos, con los pies descalzos.  Asistir así a clases, enfrentar las miradas, los comentarios...pero eso era justo lo que quería, que pregunten, que comenten, para poder responder. 

 

Llegó el día.  Vistiendo una blusa y una bonita falda, salió de casa a tomar el taxi.  Sus pies iban desnudos, indefensos.  Sintió el cemento áspero de la pista bajo sus plantas.  No le importó y siguió caminando hasta el paradero.

 

-Señorita, ¿y sus zapatos?

-Hoy voy descalza

-Y eso por qué, ¿no duele?

-Sí, un poco, pero es por la marinera norteña...¿sabe? Yo bailo, y...

 

Y empezó a explicarle al taxista de qué se trataba.  Su nerviosismo se fue disipando mientras las palabras le salían del corazón.  Al bajar del taxi estaba completamente segura de sí.  Hoy no usaría zapatos.

Se encaminó a la puerta de la Universidad.  El vigilante la miró, observó sus pies desnudos pero no dijo nada.  Entró y caminó por los pasillos, entre los jardines y las flores, hasta llegar a su pabellón. Sus amigas la miraron y al acercarse para saludarla se quedaron de una pieza

 

-¿Oye, y tus zapatos?

-¿Te has venido descalza a la universidad ,estás loca?

 

Era justo lo que quería.  Empezó a explicarles, mientras ellas le hacían fotos, levantándole los pies para poder enfocar mejor sus plantas. El polvo adherido a ellas no hacía sino dibujar las gráciles curvas de sus bonitos pies.

 

La profesora entró y al ver a todas sentadas no se dio cuenta... hasta que, caminando mientras dictaba su clase, observó los piecesitos de ella asomarse bajo la carpeta

 

-¿Y sus zapatos, señorita Guillén? 

 

Nuevamente, otra oportunidad de oro para explicarle... la profesora se quedó mirándola, asintiendo a ratos.

 

-¿Y se ha venido sin zapatos desde casa?

-Sí, en taxi

-¿No ha traído zapatos consigo?

-Tengo mis ballerinas en la mochila, pero sóloo por si acaso, y no pienso usarlas.

-OK, mejor no pregunto más, sigamos con la clase

 

Las muchachas rieron y continuaron con la clase.  La figura se repitió a lo largo del día, conforme las profesoras entraban y salían.  Las monjitas que pasaban miraban a la muchacha descalza y sonreían, ya se había corrido la voz por toda la universidad de lo que estaba ocurriendo, de una revolución silenciosa  empezada por un par de pies inocentes.

 

Al terminar las clases, acompañada por sus amigas, salió de la universidad y enrumbó al paradero.  El piso quemaba, calentado bajo los últimos rayos de sol del verano.  Dolía, pero no le importó. Aguantó estoica el suelo caliente y siguió caminando, sin dejar que sus amigas notaran su incomodidad.  El cemento de la vereda se empeñaba en quemar las plantas de sus pies, pero ella no le hizo caso, no se dejaría vencer.  Cinco, diez minutos esperó de pie, en silencio sobre el suelo caliente hasta que por fin consiguió el taxi que la llevaría de vuelta a su casa.

 

Finalmente llegó y abrió la puerta.  Su mamá la vio entrar.

 

-¿Y tus zapatos?

-En la mochila  - fue todo lo que dijo

-Ay, muchacha, muchacha...

 

Miluska sonrió y su mamá le devolvió la sonrisa.   Enrumbó a su habitación y encendió la computadora.  Sus amigas pronto empezarían a subir las fotos y a etiquetarla.  Estaba fatigada y los pies le dolían un poco, el suelo había estado más caliente de lo que ella hubiese pensado, y las piedrecitas del camino habían sido particularmente crueles con sus pies...pero había sobrevivido a su aventura.  Había logrado su objetivo. Miró sus pies descalzos.  Eran bonitos.  Revisó sus plantas, estaban negrísimas, con sólo sus arcos blancos, limpios... el polvo dibujaba la silueta de sus pies.  Sonrió, le gustó lo que veía. 

 

Mañana sería otro día...tenía toda la semana por delante... Sabía que podía lograrlo, y quería hacerlo.

 

"Yo voy descalza por mi Marinera Norteña" escribió en su Facebook, sonriendo, antes de apagar la computadora e irse a dormir.

 

FIN

 

Para Miluska Guillén, en agradecimiento por su dedicación y amor a nuestra Marinera Norteña