Paula

PAULA

(Inspirado en hechos reales)

Estaba lista.  La emoción la recorría de la cabeza a los pies, como siempre.  Cada vez era lo mismo.  Cada vez era distinta, única.  Cada baile era como enamorarse nuevamente.  Miró a la multitud, expectante.  Miró a la banda, terminando los últimos ajustes.  Miró al cielo, de ese azul intenso, profundo, que sólo se aprecia en Arequipa, su tierra natal.  Miró al sol de medio día, radiante, esplendoroso.  Miró al piso, de cemento roto, áspero, ardiente y amenazador, calcinado por el intenso sol.  Quemaba.  Muchísimo.  Pero no le daba miedo.  Miró a sus pies desnudos, indefensos, listos para el sacrificio.  Eran bonitos.  Se lo habían dicho una y muchas veces.  Sabía que se quemaría los pies, una vez más.  Que las plantas le arderían tremendamente, que le quedarían rojas, pero que ya no se ampollaban más, porque ya eran fuertes, porque estaban preparadas, porque estaban acostumbradas a esto y a mucho más.  ¡Los suelos terribles en los que había bailado!  Pistas ásperas y calientes, las peores...tierra llena de piedras.  Cascajo.  Pero nada detenía a sus bonitos pies cuando la marinera norteña, su pasión, empezaba a sonar.  Entraba en trance, era como volar, era como magia.

Recordó las caricias en sus pies, sentir esas manos cálidas que tanto amaba seguir las curvas de sus plantas duras.  Recordó su voz, mientras le decía que sus pies eran hermosos, que sus plantas fuertes y a prueba de todo eran de una belleza sin igual.  Sonrió, hasta que la música la sacó de su ensueño, de sus recuerdos, hasta que el suelo caliente hizo que el ardor intenso que sentían las plantas de sus pies le recorriera la espalda y la hiciera temblar con gusto, con pasión, dándole ánimos, como siempre.  Todo empezó una vez más.  La música comenzó, su pareja se acercó, elegante y caballeroso, buscando conquistarla.  El suelo ardiente le abrasaba las plantas de los pies, cuya silueta dibujaba el polvo del camino.  Sus plantas se apreciaban negras de polvo, sólo sus arcos pronunciados y aún delicados se mantenían blancos, impolutos, virginales.  El público comenzó a aplaudir, la Tri Campeona estaba nuevamente en la pista, encantando, conquistando con su gracia y su belleza, con picardía y talento, haciendo esos pasitos de puntitas, rapiditos, que la caracterizaban, sonriendo, con esa sonrisa auténtica de chica buena.  Su público, su pueblo la quería, por su sencillez, por su carisma, por ser como era.  La música, el baile y Paula se hicieron uno una vez más.  Sin coreografías afectadas, sin pasos estrambóticos ni artificiales, con autenticidad y naturalidad ella se desplazaba, coqueta, feliz, elegante por la pista, yendo y viniendo, respondiendo al chalán, coqueteándole y alejándose, conquistando y dejándose conquistar, porque eso es la marinera norteña, un baile de pareja, de a dos, el el que un hombre y una mujer se dejan llevar por el amor y por la música.

Perú, Julio 2016.  Para Paula Galdós, con respeto y admiración, en reconocimiento por su impecable trayectoria y auténtico don de gente. 

20160719