Huapalcalco

HUAPALCALCO

El lugar era impresionante, una armonía entre Dios, la naturaleza y la piedra de la construcción prehispánica.  Las nubes en el cielo azul parecían de algodón.  Miró a su alrededor:  le gustó lo que miraba.  El panorama llenaba su mente de paz.  

Empezó a caminar.  Los guijarros del suelo se empeñaban en herir las plantas de sus pies desnudos.  Pero era como un masaje.  Era admirable cómo en pocos meses sus pies se habían fortalecido, se habían adaptado, creando su propia protección.  Las plantas de sus pies empezaban ya a lucir y a sentirse como cuero, los músculos de sus pies se habían hecho fuertes y ágiles.  Caminar descalza le había abierto una nueva percepción, era como si un nuevo sentido hubiese despertado en ella.  Miró sus pies y sonrió:  eran bonitos, bien formados, femeninos y delicados en apariencia, pero fuertes y resistentes.

Había dejado de usar zapatos por amor.  Había encontrado el amor, esta vez de verdad y para siempre.  Había conocido al hombre ideal:  César era un hombre bueno, correcto, justo, sabio a su manera, humilde y valiente, inteligente y despierto, que sabía lo que quería y que la amaba tremendamente.  El no la había convencido de nada, fue ella quien por curiosidad había empezado a caminar descalza, para saber qué sentía él, por qué era tan feliz...y para su sorpresa le había gustado.  Ir descalza a su lado la hacía sentirse segura, amada, comprendida.  Eran dos, eran una pareja, eran uno.  Arlen disfrutaba caminando descalza, sabía que hacerlo la hacía feliz no solo a ella, sino también a él.  Celebraban juntos sus progresos, el ver como semana a semana las plantas de sus pies se hacían más fuertes, más resistentes, cómo ahora era capaz de montar bicicleta descalza, de caminar con los pies desnudos sobre gravilla.  A ella le gustaba sorprenderlo:  Adornaba sus pies con tobilleras, les ponía retos cada vez más duros a sus bonitos pies, iba por el pavimento caliente sintiendo cómo el calor, el ardor en sus plantas la hacía sentirse más viva, más amada y deseada.

Sonrió otra vez, recordando todo esto, mientras empezaba a explorar la zona arqueológica.  Las piedras talladas y pulidas se sentían bien bajo sus pies desnudos.  Trepar por los lugares rocosos y agrestes era un reto, un desafío que le agradaba vencer, la hacía sentirse poderosa, fuerte, valiente...única.  Sus pies se adaptaban a las piedras, al entorno, le daban más tracción, le hacían más fácil la subida, la caminata, la escalada.  Sabía que a él le encantaba la textura de las plantas de sus pies, sentirlas duras y ásperas cuando se las acariciaba por las tardes... y a ella le gustaba sentir sus manos fuertes en sus pies descalzos, cómo sus dedos recorrían la áspera piel de su sus plantas...sentirl las mariposas que revoloteaban en su estómago cuando él besaba delicada y apasionadamente las plantas de sus pies...

Jamás volvería a usar zapatos.  Viviría siempre descalza, como cuando llegó al mundo, ahora que había descubierto un mundo nuevo que quería explorar con él, su amado, su esposo.

¿Fin?  No, es sólo el comienzo...

20200725