Pasión por la Marinera

PASIÓN POR LA MARINERA

Midory amaba la marinera...era su pasión, al extremo de hacer cualquier cosa con tal de bailar.

"Nada impedirá que baile" decía siempre. Era su lema. Y lo complía, con convicción, con amor. Nada haría que dejara de bailar Marinera.

Su mamá la había animado a aprender y a practicar, desde pequeña. Y le había hecho descubrir una pasión que duraría toda la vida.

Los ensayos eran duros. Sus profesores y profesoras era estrictos y exigentes. En ocasiones le había tocado bailar en piso recubierto con tapizón... el zapateo constante, la fricción hacían que se quemara las plantas de los pies, al grado de ampollárselas. Decidió usar unas zapatillas ligeras, parecidas a las de ballet.

-Quítatelas

-Pero duele...¡quema!

-Que te las quites. La marinera se baila sin zapatos muchacha, si no puedes, vete a bailar salsa.

Su profesora no bromeaba. Lo decía en serio. Midory aceptó y siguió practicando.

Con los zapateos los deditos empezaron a sangrarle... dolían, pero ella no se detenía.

-Eso quería ver, se nota que estás aprendiendo

Y estaba aprendiendo. A costa de esfuerzo y sufrimiento, su técnica iba mejorando. Nunca más volvió a ponerse zapatos para bailar, ni siquiera esparadrapo, como hacían las chicas de otras academias y que, dicho sea de paso, se veía horrible.

En varias ocasiones iban al estacionamiento a ensayar. El piso era áspero, rugoso, parecía lija gruesa. Las plantas de sus pies poco a poco se fueron curtiendo, endureciendo, poniendo más ásperas. A veces extrañaba tenerlas como antes, suaves y tiernas, como las de sus amigas de la universidad, pero como ella decía siempre "es el precio que hay que pagar"... ¡Y vaya precio! su mamá la acompañaba a clases y realmente se conmovía cuando los dedos de sus pies sangraban. Pero nada detenía a Midory, nada haría que dejara de bailar.

Los pies de Midory eran bonitos, se lo habían dicho varias veces. Esbeltos y delicados, deditos alargados de nudillos algo duros, arcos normales, incluso un tanto pronunciados. Pies gráciles, pies de bailarina. Delicados en apariencia...¡pero todo lo que eran capaces de soportar! Las plantas de sus pies eran gruesas pero flexibles, ásperas, duras, de tinte ligeramente amarillento. "Las suelas de tus pies" le decía su novio, bromeando, mientras le daba masajes luego de bailar.

-Mis pies son feos

-No. Son hermosos. Le dijo él, mientras le cogía los tobillos, levantaba suavemente sus pies y los acercaba hacia sus labios, para luego besar sus plantas tiernamente y morder sus deditos suavemente. Era casi como besar papel de lija, pero igual a él le encantaban sus pies...

-Son feos, es el amor que te hace verlos bonitos

-Toda tú eres linda, y me encantas le decía él, mientras la abrazaba y besaba, sintiendo el suave aroma de su cabello recién lavado.

El iba todos los jueves a tomar lonche con ella a casa de sus papás

-Ese chico te quiere un montón. Le decía la mamá

-Y me cae bien. Le decía su papá.

-Es lindo, ¿no? Respondía ella. Sus ojos grandes y bellos se iluminaban, mientras su rostro se llenaba con una bella sonrisa, sincera, de chica buena.

En casa no usaba zapatos. Le gustaba así, se sentía libre y feliz. A su novio le encantaba tener sus pies descalzos entre sus manos, y darles masajes, para aliviar en algo el dolor que sentía siempre luego de una sesión de ensayos especialmente intensa. Ya hasta se había acostumbrado a ver sus deditos sangrar, pero eso igual le molestaba -Entrenas demasiado, tus profesores son abusivos- decía el. Ella lo fastidiaba a veces, al regresar de ensayar

-Mira como quedan mis pies le decía ella a él, mostrándole las plantas negras de polvo, con sólo sus arcos perfectos y limpios.

-Están bellos. Me encantan tus pies respondía siempre él, y tú lo sabes.

Ella pensaba que no era cierto, pero igual, le gustaba oirlo.

El suelo caliente era su Waterloo. En varias ocasiones le había tocado bailar en la pista caliente al medio día... ¡era terrible! Se dejaba llevar por la música, el baile, se olvidaba del dolor...Pero nunca se había acostumbrado. Y en el momento menos pensado, el dolor la traicionaba... la hacía perder el paso. Tenía que hacer algo.

"Todo está en el poder de la mente...todo está en el poder de la mente...todo está en el poder de la mente"

-Profesor

-Dime Midory

-Otra vez...

-Sí, lo sé...

-Es que está caliente

-Sí, bastante...no llegas a acostumbrarte, ¿no? Nunca has podido muchacha...

-Pero tengo una idea

-¡Vaya!

-Necesito entrenar mis pies para soportar el calor

-QUé novedad... es lo que has tratado de hacer en años, desde que empezaste la universidad

-Sí, pero todo está en el poder de la mente. Se me ocurrio anoche, luego del concurso

-¿Y qué tienes en mente?

-Calor. Tengo que acostumbrarme.

-¿Y qué vas a hacer?

-Quiero que apague cigarrillos en las plantas de mis pies

-¿Qué?

-Que apague cigarrillos en las plantas de mis pies

-¡Estás loca muchacha! ¡Eso te va a doler!

-¡Me tengo que acostumbrar! Ademas, ¿acaso cree que ensayar no duele? Dijo ella, mostrándole las plantas enrojecidas tras haber ensayado un par de horas en el piso áspero del estacionamiento

-Estás loca

-¡Por favor!

-No

-Si no me ayuda, dejaré de bailar

-¿Cómo?

-Como lo oye. Si no me ayuda dejaré de bailar

No estoy de acuerdo, piénsalo y mañana hablaremos, cuando estés cuerda

***

"Yo Midory autorizo a los profesores de la Academia de Marinera a apagar cigarrillos encendidos en las plantas de mis pies, diariamente durante quince minutos, para entrenarme"

-Sigo pensando que estás loca muchacha . Dijo el profesor mirando el papel firmado.

-Ayúdeme

-¡Está bien, ya cállate! Vamos

Midory lo siguió. Se tendió boca abajo en el piso, apoyando los pies en un banquito, con las plantas mirando hacia el cielo. Le había dado una cajetilla de cigarrillos al profesor, y un encendedor.

Las chicas de la clase no creían lo que veían.

-Yo se lo pedí Les dijo Midory.

El profesor encendió el primer cigarrillo, le dio una pitada y luego lo apagó lentamente en el talón del pie derecho de Midory.

-¡Auch! Dijo ella

-Listo. Fin. Terminó el entrenamiento

-¡No! Por favor, no. Quince minutos. No estaba preparada. ¡Por favor!

Sus ojazos suplicantes lo convencieron. Encendió otro cigarrillo, y lo apagó en el talón del otro pie. El pie de Midory tembló un poco. Pero ella no dijo nada. "Autocontrol. Todo está en la mente. Esto es para seguir bailando" se decía. Otro cigarrillo. La mente de Midory volaba. Pensaba en helado. En los besos que su novio le daba frente al mar, en la playa. Pensaba en la maratón del otro día, en la sensación del viento en su rostro. Otro cigarrillo, en el otro pie... Chocolate... su comida favorita.

-Lo hiciste bien. Terminamos

Habían transcurrido 15 minutos. La cajetilla se había terminado. Revisó las plantas de sus pies. Estaban cubiertas de puntos rojos pero nada más. La piel era fuerte y resistente, sólo tenía que controlarse, dominar su mente, dominar su cuerpo. Y lo había logrado.

-Mañana seguimos

-Como quieras dijo él. Sigo pensando que estás loca, pero quizás funcione.

Un mes, sin fallar ni un solo día, ni siquiera los fines de semana, Midory se había sometido a este entrenamiento. Dolía intensamente, sí, pero había aprendido a dominar ese dolor. Pensar en cosas bonitas eraa la clave.

-¿Qué te pasó? ¡Qué es esto! Le dijo su novio

-Estoy entrenando

-¿Entrenando?

-Sí, para soportar el calor, el piso caliente.... el otro mes es el concurso...

-¿Y qué son estas marcas? dijo él, mientras le revisaba las plantas de sus pies, cubiertas de puntitos rojos

-Cigarrillos. Marcas de cigarrillos

-¿Te estás quemando las plantas de los pies con cigarrillos?

-Sí. Y funciona, he aprendido a dominar el dolor.

-¡Estás loca!

-Quizás

-Pero igual te amo. No entiendo, hablamos mañana. Le dijo él, saliendo, pensativo.

Volvió al día siguiente. "Si es lo que tú quieres" le había dicho. Ella lo abrazó y lo besó. Lo amaba, y él a ella.

Salía a correr todos los días. Era su otra pasión. Hasta había participado en una maratón y había llegado a la final.

Fue entonces que se le ocurrió. Había visto algunos artículos en Internet y eso le había abierto los ojos. Empezó a correr sin zapatos. Todos los días. Al principio sólo un par de kilómetros. Sus pies eran fuertes, y pronto se adaptaron a la nueva forma de correr. Ya no ponía el talón primero, como cuando usaba zapatillas. Ahora corría casi en puntas, poniendo la parte delantera del pie primero. El arco del pie absorbía el impacto, y al correr descalza no llevaba peso extra. Le encantó. Se sentía ligera y libre. Las plantas de sus pies reaccionaron notablemente. Se habían fortalecido aún más que con sólo bailar. Se habían convertido en cuero, realmente era "suelas" ya, como decía su novio. Pero lucían hermosas. Naturales. Bellas.

Faltaba sólo una semana para el concurso. Hacía calor ya, mucho calor. El piso quemaría tremendamente. Estaba preparada, lo sabía. Pero debía asegurarse.

Llegó a casa luego de correr. Se metió en su cuarto y se duchó. Se secó el cabello. Se arrodilló en la cama y observó las plantas de sus pies.

-¡Eso es! se dijo

Sin pensarlo más, acercó la secadora a sus plantas. Se sintió tibio al principio. Pero el calor empezó a acumularse. El aire caliente comenzó a enrojecerle las plantas de sus pies frente a sus ojos. Dolía. Mucho. Se concentró. "Cosas bonitas, cosas bonitas, cosas bonitas" pensó. Pensó en él, en sus besos, en sus caricias, en lo bien que se sentía pasear a su lado, tomados de la mano.

Funcionó.

Toda la semana, sin parar, lo hizo. Luego de correr descalza los 7 km que acostumbraba hacer diariamente, llegaba a casa y, antes de ducharse, se "freía" los pies, como gustaba de pensar, con la secadora de pelo, luego de haberse aceitado las plantas un poquito con aceite para bebé.

Llegó el día. El concurso. Las parejas. La música empezó. Lo más duro fue al medio día, cuando el calor freía las plantas de los pies de las muchachas. Soportaban, sí, pero a ratos fallaban en los pasos.

Ella siguió escalando posiciones. Sus pies estaban listos, se había preparado para esto, a conciencia. Sus manos movían grácilmente el pañuelo, sus ojos seguían los de su pareja, la sonrisa hermosa en sus labios mientras movía la falda. Sus pies desnudos dibujaban filigranas en el pavimento hirviente.

Dos de la tarde. A pleno sol, Midory acababa de coronarse Campeona.

Lo había logrado. Miró sus pies, levantó la mirada y sonrió mientras sus ojos enormes se clavaban en su novio, que venía corriendo hacia ella para felicitarla.

La levantó en vilo y cubriéndola de besos le dijo, simplemente

-Te amo. ¿Quieres casarte conmigo?

FIN

Para Midory, quien es capaz de cualquier cosa con tal de seguir bailando Marinera Norteña, su pasión de toda la vida.