PROMESA DE AMOR

PROMESA DE AMOR

Con motivo del concurso de Marinera, el canal estatal emitía un programa llamado "Heroínas de la Marinera", en el cual relataba la vida y hechos de bailarinas que habían destacado por algún motivo en particular.  Así Lucero supo de Ingrid, la guapa trujillana que había llegado a bailar descalza sobre brea caliente, de Madeleine, quien se había pasado un año viviendo descalza tras haber hecho la promesa de no volver a usar zapatos hasta ganar el concurso, de Mari, la muchacha que ensayaba dos horas al día, bailando en una habitación cuyo piso, aún sin terminar, era de cemento áspero como lija, de Polina, la hermosa joven rusa que, mientras vivía en Barcelona, aprendió a bailar Marinera y que había viajado hasta Trujillo para poder concursar.

A Lucero le encantaba este programa, no se perdía ni un capítulo.  Le encantaba bailar marinera norteña.  Vivía para eso.  Joven, esbelta, agraciada, era perfecta para el baile.  El vestido, un sencillo anaco, realzaba su figura.  Su rostro grácil y delicado, de grandes ojos, negros como su cabello largo.  Sus manos finas que parecían aves mientras movía el pañuelo con salero y coquetería. Sus piernas largas y torneadas, y sus pies delgados, de arcos pronunciados y plantas flexibles y resistentes que dibujaban filigranas al bailar, mientras coqueteaban a su pareja que, irremediablemente, caía rendida ante su embrujo.  Bailaba con tal naturalidad y pasión que se deslizaba con la misma gracia al bailar en un pulido piso de parquet o en el cemento áspero del patio de un colegio.

Pero no le bastaba.  Tenía que hacer algo especial.  Al día siguiente, al llegar a la academia de marinera, sus amigas la miraron sorprendidas

-¿Y tus zapatos?

-Los dejé en casa

-¿Estás loca?

-Creo que sí

Dijo sonriendo.  Iba y venía caminando de su casa a la academia, y ese día y desde entonces recorrería las 20 cuadras del camino descalza.  La ida no era tan complicada, la vereda era lisa, la pista algo áspera e irregular, pero podía manejarla sin problemas.  El regreso, al medio día, era otra cosa... el sol inclemente calcinaba el pavimento.  Pero estaba acostumbrada, y caminando a paso algo más apresurado el calor intenso no se sentía tanto.  Lo hacía para entrenar tanto sus pies como su voluntad.  Las bailarinas de marinera realmente se enorgullecían de tener pies fuertes y resistentes, de poder bailar descalzas en cualquier clase de suelo, de tener plantas fuertes, duras y flexibles, curtidas como cuero.  Esta caminata diaria la ayudaba a mantener sus pies en forma, siempre listos para bailar, y también a mantenerse concentrada, a ignorar la incomodidad de caminar en superficies ásperas, agrestes o calientes.  Cuando el calor era especialmente intenso aprendió a enfocar su mente en otra cosa, para olvidarlo, para ignorarlo... le gustaba pensar en el mar, en la playa, en el rostro del muchacho que le gustaba... el calor que sentían las plantas de sus pies pasaba a segundo plano, su mente lo ignoraba al pensar sólo en cosas agradables.

-Este sábado bailaré en el malecón

-¿Y?

-Lo haré descalza, al medio día

-¿Qué?

-Sí.  Bailaré sin zapatos media hora en el piso de cemento caliente.

-¿Estás loca?

Ya estaba acostumbrada a que le dijeran loca. Sonrió

-Para nada, ya verás.  Buscaré un lugar especialmente áspero, tengo que probar mis pies, acostumbrarme.

-¿Y por qué?

-Para bailar mejor

 

Y tras decir esto, cogió su mochila en donde guardaba su falda y su blusa, y se enrumbó nuevamente a casa.

Sintió el cemento caliente bajo sus pies desnudos.  Sonrió.  Ya podía soportarlo, no era tan difícil.  La gente, en especial los muchachos, veían a la guapa chica que caminaba en la calle, vistiendo un short de jean, una camiseta blanca y sin llevar nada en sus bonitos pies.  Se le veía especialmente linda con su trenza.  Era gracioso verla caminar sin zapatos en la calle.  El polvo que se adhería tercamente a sus plantas no hacía sino dibujar la forma de sus pies, sus curvas, dejando sólo sus arcos pronunciados blancos y limpios, que los chicos se quedaban mirando embelesados.

Al llegar a casa encendió la computadora, entró a su grupo de Marinera en Facebook, y escribió:

"Este sábado bailaré marinera en Huanchaco durante media hora, descalza en la pista caliente"

Era oficial. NO podía echarse para atrás, ni quería hacerlo.

Y así llegó el fin de semana.  Metió su traje en su mochila y un pequeño reproductor de CD's y enrumbó al paradero.   No se preocupó en ponerse zapatos, ¿para qué?  La gente la miraba entre sorprendida y curiosa.  subió a la combi y se bajó 20 minutos después.  Eran las 11:45.  El verano estaba fuerte.  Su corazón latió acelerado... sería difícil... Al bajar de la combi lo sintió:  la pista, áspera como lija, le quemó las plantas de los pies.   Una cosa era caminar descalza en la ciudad, otra distinta a la orilla del mar... el calor, por algún motivo, era más intenso.  Respiró hondo y siguió.  Podía soportarlo. La gente la miraba.   Caminó unas diez cuadras hasta encontrar un lugar ideal.  

El suelo quemaba, faltaba poco para el medio día.  Se colocó la falda sobre el short que llevaba puesto, la blusa sobre el polo, y puso el reproductor en el piso.  Sacó el trípode y acomodó su cámara fotográfica.  La puso en disparador automático y se tomó varias fotos, sonriendo frente a la cámara.  Enfocó también sus pies sobre el cemento áspero y, contorsionándose un poco, logró tomar varias buenas fotos de sus plantas.  Lucían negras por el polvo, pero también algo enrojecidas por el calor.   Nuevamente aseguró la cámara en el trípode, encendió la música y empezó a filmarse.

Comenzó a bailar.  La gente, curiosa, empezó a acercarse al sentir la música.  La marinera era así, convocaba a la gente, gustaba, atraía, seducía.   Curiosos miraban a esta bella muchacha que bailaba y bailaba sola.  La gente cuchicheaba, sorprendida al verla bailar descalza, zapateando con fuerza, restregando las plantas de sus pies en el pavimento áspero y caliente, como desafiándolo, como retándolo.

Durante media hora Lucero bailó y bailó. Estaba como en trance.  Estaba enamorada de la marinera, era su pasión, su vida, su razón de ser.  "El verano no podrá conmigo" había dicho a una amiga, el día anterior en la academia, cuando le dijo que el verano estaba fuerte y que el suelo quemaría un montón.  Entre vuelta y vuelta reconoció algunos rostros:  algunas de las muchachas de la academia habían ido a verla bailar, a verla cumplir su promesa....y no podían creer lo que veían sus ojos.

Al terminar, una salva de aplausos la saludó.  Alrededor de cincuenta personas la rodeaban y le sonreían, gratamente impresionados por el espectáculo que habían presenciado, por la belleza de su baile y por la valentía de esta guapa muchacha.  "Tus pies, tus pies" decían algunos, "pobrecitos tus pies"

-No pasa nada, estoy acostumbrada. Soy bailarina de marinera norteña

Dijo esto último con orgullo, mientras levantaba un pie para que la gente pueda ver su planta.  Enrojecida, pero intacta, sin una sola ampolla.  Le dolían las plantas de los pies tremendamente, las sentía arder, pero habían resistido bien.

 

Sus amigas se acercaron, la abrazaron y besaron

 

-No creí que lo hicieras  Dijo una

-¿Cómo lo lograste? Agregó la otra

-¡Tus pobres pies! Dijo una más.  Lucero se sentó un momento en un murito a descansar. Sus amigas, entre alegres y curiosas, le levantaron los pies para examinarle las plantas.  Estaban sucias de polvo gris, bajo el cual se notaba la piel, bastante enrojecida, pero intacta.

 

-¿No te duele?

-¡Claro que sí!  ¿Qué crees, que soy de fierro? Dijo Lucero, riendo.

-Vamos agregó otra de sus amigas. Te ayudamos a llevar todo. Lo has hecho bien.  Ahora sólo falta que salgas en "Heroínas de la Marinera" dijo y todas rieron.

Las muchachas guardaron la cámara y el trípode. Lucero se quitó la blusa y la falda y metió todo en la mochila.  El grupo de chicas bullangueras enrumbó hacia el paradero de la combi.  Lucero seguía descalza como vino. El suelo caliente trataba inútilmente de vencerla.

Había cumplido su promesa

FIN

Título original:  La promesa

20120131