Tatiana

Esta historia está basada en hechos reales que una buena amiga me contó... ella baila Marinera desde pequeña y es su pasión, pasión que es casi como un cuento, y este cuento es algo que ella está haciendo realidad.

Para Tatiana, con cariño, por su amor a la Marinera Norteña.

TATIANA

Tatiana sintió las miradas penetrantes, pero no le importó.  Continuó caminando de vuelta a casa, descalza, como siempre que regresaba de la universidad.  Sus pies desnudos acariciaban el cemento caliente de la vereda áspera.  Le gustaba sentir el suelo bajo sus pies libres, mientras iba absorta en sus pensamientos, en el examen de la próxima semana, en el trabajo grupal por terminar.

Sus amigas le decían "Te vas a resfriar" pero ella sólo reía y no les hacía caso.  Se sentía cómoda caminando en el piso liso y fresco de la universidad, se sentía ligera, como un ave, al caminar sin zapatos en la calle.

Sabía que la observaban... y reía, recordando lo que le habían dicho hacía poco.  ¡Era cierto!  Cierto al 100%. Un amigo le había dicho que una chica bonita se veía más atractiva cuando caminaba sin zapatos.  Ella se rió al principio, pero no descartó la idea. Hizo la prueba...¡Y lo había comprobado!  Sí, algunos se reían o la fastidiaban...pero realmente los chicos la miraban más cuando caminaba sin zapatos.  Veía cómo se les iban los ojos, como si sus pies descalzos fuesen un imán de miradas masculinas.  Era increíble, pero cierto. 

Ninguno lo aceptaba: le decían que les daba risa verla así, que se le veía graciosa o rara sin zapatos, que se iba a cortar con algún vidrio... mil excusas diversas, pero la verdad es que no dejaban de verla... y una chica sabe cuando un chico la mira y la admira.

Hacía un par de semanas que había cogido la costumbre de regresar a casa sin zapatos.  Empezó casi como una broma, un reto que le puso un amigo suyo.  Ella le dijo simplemente "sí, lo haré, te lo prometo" y había cumplido.  Y le había gustado, al punto de que desde entonces, todas las tardes, volvía a casa caminando descalza.  No le era difícil.  Sus pies de aspecto delicado y grácil eran sorprendentemente resistentes.  Años de bailar Marinera los habían fortalecido.  Eran bonitos, de arcos normales y dedos medianos.  La piel de su planta era algo gruesa y dura, pero flexible.  Y sus plantas eran musculosas, fuertes, resistentes. 

Caminar en la calle sin zapatos todas las tardes, pensó, no era nada comparado a lo que estos piececitos suyos estaban acostumbrados a soportar.  Horas y horas de ensayos, las más de las veces en pisos de cemento sin pulir, ásperos y calientes, los habían preparado para esto y más.  Presentaciones en colegios y eventos bajo el sol del Norte al medio día, inclemente, que calentaba el suelo como si fuese una sartén... y ella descalza, bailando sobre el piso caliente, sintiendo cómo sus plantas indefensas absorbían el calor intenso y cómo este pasaba por su espina dorsal hasta su cerebro, punzante como aguja... pero ella seguía bailando.   Hacía caso omiso del dolor que sus pies sentían y seguía bailando, bailando y bailando, con una sonrisa en los labios, los ojos abiertos, batiendo el pañuelo y la falda, moviéndose al compás de la música en esta danza de enamoramiento llamada Marinera.

Mientras seguía caminando, recordó también el pasacalle del año pasado... había estado dos horas ¿o serían tres? caminando y bailando en la pista caliente y áspera. Sus plantas ya se habían curtido.  Sentía el calor, le dolía un poco, pero seguía bailando y caminando.  Ya rara vez se le ampollaban.

Su mente voló aún más atrás.  sonrió al recordar cuándo recién empezaba a aprender el baile, la Marinera, cuando su hermanito le pisaba los pies todo el tiempo.  ¡Cómo le molestaba eso!  Pero seguía bailando, ya al llegar a casa lo perseguía por no ser cuidadoso.  Recordó cuando ya estaba en categoría Juvenil y le tocaba a cada rato bailar en pisos de cascajo caliente, muy caliente...¡cómo dolía al principio!  Se le ampollaban las plantas de los pies...pero luego, ¡a seguir bailando!  No le importaba, a ella no le gustaba que le pusieran esas cintas feas de esparadrapo.

  Recordó también lo que le dijo a un amigo suyo, cuando tenía quince años, su primer enamorado: "Si eres bailarina y estás en concurso ni modo, así queme debes hacer lo que hace la costumbre y la tradición de la Marinera, tienes que bailar descalza" le había dicho al muchacho absorto, que se había quedado embobado al verla bailar sin zapatos en el piso de cascajo caliente.

Ese mismo año, para un concurso especialmente difícil, su profesor le había recomendado forrarse los dedos.  Decidida, Tatiana le había respondido

"Cuando te sientes identificada con el baile, como es mi caso, se tiene que bailar totalmente descalza Profe.  Es mi opinion y decision no bailar con los pies forrados porque no me importa que queme el suelo sino bailar como es debido sin zapatos y con ganas y no andar en mi opinión con delicadezas de andarse forrando los dedos"

Le causó gracia el atrevimiento y desparpajo que había tenido entonces al hablarle al profesor así, casi insolente, orgullosa...pero recordó que el profesor le sonrió y le dijo "Lo harás bien, confío en tí"  Y había tenido razón... había terminado con las plantas de los pies quemadas, totalmente enrojecidas...pero también con el trofeo de campeona de su categoría...y había valido la pena.

"Una se olvida de la delicadeza y cuidado o el pedicure de los pies por amor al baile, por ser fiel a la forma como se baila la marinera" 

Recordó que le había dicho a su enamorado, en otra ocasión. 

"Terminando el concurso te vas a tu casa tratando de dar pasos como sea y si todo eso te llevó a disfrutar de participar, ver que la gente te aplaude, y que ganes o no ganes te digan 'liiiiinda, has bailado hermoso, yo también quiero q mis hijas bailen y quieran su baile como tú lo has demostrado, no te va importar el maltrato de tus pies por la marinera" 

El muchacho, al escucharla así, entusiasta, apasionada, no había sino atinado a abrazarla y besarla... y en un arrebato de entusiasmo le había cogido los tobillos y le había besado las plantas de los pies, ante la sorpresa y deleite de Tatiana.

-¡Jesús, otra vez sin zapatos!

-¡Hola tía!  Sí, me encanta andar sin zapatos

-¡Qué va a decir la gente hijita!

-¡Que digan lo que quieran!  Mis amigos ya se acostumbraron a verme así. Los demás...hablarán doble.  Desde mañana no sólo regresaré descalza, también iré así a la universidad. ¡Toma! 

Dijo Tatiana traviesa a su tía, entregándole sus zapatillas, junto con un chocolate que le había comprado en el camino. 

-"Mañana las dejo en casa, iré a clases sin zapatos, Rosa me apostó una gaseosa a que no lo hacía"  "Que descanses tía, hasta mañana" le dijo mientras le daba un beso tierno en la frente.

-¡Esta muchacha!  Dijo la tía sonriendo, viendo a Tatiana alejarse hacia su cuarto, caminando esbelta, grácil, sin hacer ruido.  Verla así le recordó cuando ella también había sido joven, y cómo le gustaba caminar descalza en la chacra de Casa Grande, sentir la tierra húmeda bajo sus pies. 

Movió la cabeza y, sonriendo, se fue a la cocina a prepararle algo a Tatiana antes de que se quedara dormida.

FIN