LA PRIMERA PIEDRA

LA PRIMERA PIEDRA

(Inspirada en una historia real)

Llegó el día del evento, la inauguración del club provincial al que habían sido invitados. El decidió vestir de sport elegante, y ella de blusa y falda, con unos bonitos tacos altos. Llegaron al local donde ya había gente reunida. Se percibía la algarabía, el gozo, la alegría de poder contar al fin con un local propio. Buena comida, buena música con banda. Era un terreno grande, y tendrían salón de reuniones, zonas deportivas, y todo lo necesario para integrar a la comunidad.

Se acercaron a donde se colocaría la primera piedra. El sacerdote hizo una bendición mientras todos guardaban respetuoso silencio. El sol ya estaba alto sobre sus cabezas. El terreno había sido despejado en algo, pero continuaba lleno de desmonte y cascajo, como toda construcción que recién se inicia.  Al término de la ceremonia estallaron los aplausos y la alegría general, mientras la banda comenzaba los acordes de una bonita marinera norteña

-¿Me haces los honores Marita, bailamos?

Ella sonrió y miró a su esposo, como pidiendo aprobación

El le sonrió, pero luego quedó sorprendido al ver que ella comenzaba a descalzarse

-¡Baila con zapatos mujer! ¿No has visto cómo está el suelo?

Ella observó el lugar a donde la invitaban a bailar. Era un terreno agreste, lleno de desmonte y piedras filudas, de esas de construcción. Bajo el sol del medio día se veían incluso brillar algunos pedacitos de vidrio y cascotes de ladrillos rotos. Pero no había forma, negarse a bailar sería hacer un desaire, y con los tacos le sería imposible hacerlo, menos aún en un terreno como ese.

-¡Con estos tacos jamás podría bailar!

dijo ella a su esposo. El caballero que gentilmente la había invitado asintió, aunque algo triste. Sin embargo cuál sería su sorpresa, y la de todos, al ver que la dama simplemente terminó de desnudar sus pies y liberarlos de los tacones, para luego, tomándole de la mano, llevarlo a él al centro de la "pista"

Mientras posaba delicadamente su pie desnudo sobre el cascajo ardiente sintió las piedrecitas clavándosele en las plantas de los pies. Años de ensayos y bailes le habían fortalecido las plantas, volviéndolas duras y ásperas, lo que no hacía sino aumentar la belleza de sus pies de arcos pronunciados.

Mientra caminaba sintió cómo el agreste terreno le abrasaba los pies...pero esto, en lugar de desanimarla, no hizo sinó darle más fuerzas e ímpetu para bailar.

La música empezó y con ella la danza, el cortejo eterno del pañuelo y el sombrero, del chalán y la campesina. Sin importarle lo agreste y caliente del suelo Marita empezó a bailar, sonriendo, extasiada por la danza que la apasionaba.

El intenso dolor de sus pies no le importó, sino que la animaba a dar lo mejor de sí, al ritmo de la música. Cepillaba los pies desnudos con fuerza en el suelo áspero como lija, zapateaba sobre las piedras que sin piedad golpeaban sus plantas desnudas, pero ella seguía sonriendo, conquistando figurativamente al chalán. El público miraba sorprendido a la bella dama de los pies descalzos, que desafiaba el terreno en construcción en donde le había tocado bailar. Con la emoción de la primera piedra nadie se había preocupado de limpiar el terreno, de prepararlo para los pies descalzos de una dama. ¿O quizás esta elección había sido intencional, cosa del destino? ¿Quizás había que pagar a la tierra, a la Pachamamama, como en los rituales antiguos, entregándole en sacrificio los pies y el sufrimiento de la bailarina descalza?

La música continuaba, pero ya llegaba a su fin. Los últimos acordes sellaron la conquista de la dama a su pareja, el hacendado caía rendido ante ella, una vez más. El público aplaudió a rabiar, embelesado por la destreza y gracia de la pareja, y en reconocimiento al sacrificio de Marita, al haber bailado descalza en aquel terrible lugar.  Ella sonrió y agradeció, y elegantemente se retiró despidiéndose con un beso en la mejilla del caballero que había sido su pareja de baile. Caminó lentamente, saboreando el ardiente suelo que seguía empeñado en freírle las plantas de los pies, hasta sentarse nuevamente al lado de su esposo.

-No sabía que bailaría hoy

le dijo ella a él, sonriendo, coqueta

-¿Y para qué crees que te han invitado a este almuerzo? Respondió él, entre enojado y divertido. Bueno, ponte los zapatos.

-No, respondió Marita. Me quedaré descalza, y me pasearé así por todo el terreno, sobre las piedras. Y tras ello le guiñó el ojo.

-¡Estás loca! le dijo él, con una media sonrisa

-Sé que te gusta que camine sin zapatos, así que hoy me la pasaré descalza hasta que me lleves a casa.

Y diciendo esto le estampó un beso en los labios que lo hizo sonreír.

FIN

Agosto 2014

Para Marita Palomino, gran artista y dama de nuestra Marinera Norteña.