Karly

KARLY

Una historia real

Ella miró los vidrios rotos en el suelo, brillaban como joyas bajo el intenso sol del medio día.  El astro rey estaba en el cenit, sus rayos caían a plomo sobre la pista áspera, calentándola sin clemencia.  Sí, el suelo quemaba...mucho...y a esto se le sumaban los vidrios rotos.  Suspiró, resignada... la vida no era fácil, era lo que le había tocado esta vez.  Y de repente, sin darse cuenta, se descubrió a sí misma sonriendo.  Era un buen reto, un gran desafío, y eso la emocionaba.  Su corazón palpitaba cada vez más rápido...deseaba hacerlo... tendría algo más que contarle a sus amigas.  Sus pies se movían inquietos, traviesos, sus plantas desnudas absorbían el intenso calor del pavimento.  Quemaba.  Le ardían.  Levantó un pie para mirar su planta...estaba roja, muy roja... le gustó lo que vió, sólo su arco se destacaba, blanco, impoluto, delicado.

La música empezó.  Su corazón latía al ritmo del redoble, su respiración se agitaba al ritmo de la trompeta.  Salerosa, se acercó al su pareja, que la miraba sorprendido, al ver como no le importaba pisar las astillas de vidrios, los trozos de las botellas de la noche anterior.

-¡Estás loca, esto está lleno de vidrios!

-Sí, estoy loca...loca por la marinera...¿Qué esperas? ¡Baila!

La gente, atónita, solo atinaba a aplaudir.  Era increíble ver cómo esta hermosa joven bailaba descalza sobre la pista ardiente y llena de vidrios rotos, sin importarle nada más que la música, nada más que la marinera.   Ella estaba como en trance, parecía poseída por una fuerza superior a ella, que se apoderaba de su cuerpo y de su alma y la hacía moverse con gracia infinita y fortaleza y audacia sobre la pista.   Miraba coqueta y desafiante a los ojos de su pareja, se acercaba y cuando él la seguía se alejaba provocadora.  Sus pies desnudos zapateaban con fuerza.  En eso lo sintió...una punzada intensa, precisa... uno de los vidrios se le acababa de enterrar en la planta del pie, enviandole una oleada de dolor que fue desde su planta herida, por su pierna y atravesándole la espalda llegó al cerebro....¡Dolía, pero era rico!  Esta sensación combinada de dolor y placer no hizo sino avivare el paso, darle más ganas de bailar, de coquetear, de conquistar a su chalán.

Sonrió, mientras recordaba a su médico decirle:

-Señorita, no haga mucho esfuerzo, no debe bailar

-Doctor, conozco mi cuerpo, el límite lo pone una misma...

Había pasado por muchas cosas para seguir bailando marinera....esto no la iba a detener...¡Jamás!

-Señorita, ¡El suelo está lleno de vidrios, baile con zapatos!  Recordó nuevamente

No le había importado...la marinera se baila sin zapatos. Recordó el Credo de la bailarina de marinera norteña:  "Debo bailar siempre descalza, en los peores suelos, en pistas calientes como brasas ardientes y ásperas como lija gruesa".  Se lo sabía de memoria, lo recitaba cada noche al acostarse y cada mañana al levantarse, como una oración, como si de una letanía se tratase.   "Pero no habla nada de vidrios" pensó...."¿Habrá que incluirlo?"  pensó sonriendo.

La música había terminado, la conquista se había dado una vez más.  El público aplaudió a rabiar, admirado.   Algunas gotitas de sangre perlaban el pavimento, pero se secaron de inmediato al contacto con el suelo tremendamente caliente.

-¡Ponte los zapatos, ponte los zapatos, tienes que bailar de nuevo!  le dijo alguien

-¡No! respondió

La música empezó otra vez. Ella empezó de nuevo, la conquista, el coqueteo, el zapateo.   A cada golpe sentía como el vidrio se le iba enterrando cada vez más profundamente.  Su corazón palpitaba a mil, el dolor y la música, el placer de bailar, se fusionaban en uno solo, se hacían un solo sentimiento.

La marinera se había adueñado de ella, una vez más.

FIN

20170723