Un complemento perfecto

UN COMPLEMENTO PERFECTO

Karim observó la lavadora...faltaban aún 3 minutos para que terminara el ciclo de lavado.  El ruido rítmico del aparato y el calor intenso del medio día la adormeció y le trajo recuerdos, por oleadas...  La salida del día de ayer, la playa El Chaco, el ruido de las olas, la arena bajo sus pies, la conversación de horas con su amiga de toda la vida.    Los delfines que tanto amaba, y que a veces tenía la suerte de ver a lo lejos, en el horizonte.

Recordó los momentos más hermosos de su infancia, jugando descalza en la calle.  No habían pistas ni veredas, solo arena.  Eran tantas sus ganas de jugar con primos y amigos que nada más le importaba.  La arena ardiente bajo el sol de verano de su Pisco natal le freía las plantas de sus pies, pero eso no la detenía.  Le encantaba ir a comprar descalza por la calle, sentir cómo el suelo le quemaba las plantas de los pies.  Se sentía especial, única, fuerte, valiente...le gustaba saber que podía soportar eso y mucho más.

Otro flashback.  Música de marinera norteña, ensayos.  Sus pies adoloridos, las ampollas cuando recién hacía sus pininos en el baile, las rajaduras en los dedos.  Pero era rico...sentir ese dolor en sus pies le recordaba su infancia, y le decía que lo estaba haciendo bien, que estaba progresando y que de verdad amaba la marinera.  Si ya antes disfrutaba quemándose las plantas de los pies en la arena, en la calle, ahora lo disfrutaba aún más.

Einstein dice que el tiempo y el espacio son relativos.  Y por lo visto era cierto.  Los tres minutos se le habían hecho eternos.  La lavadora había terminado.  Con cuidado sacó las prendas y las sacudió, colocándolas en la batea, estiradas, listas para colgarlas.  Buscó los ganchos de ropa y sonrío... El sol estaba en el cénit y brillaba hermoso, radiante.  El patio donde estaban los cordeles deslumbraba con tanta luz.  Sabía lo que venía, y le gustaba anticiparlo.  Cogiendo la batea con la ropa, colocó delicadamente su pie desnudo sobre el suelo de cemento áspero y ardiente.  Quemaba como una plancha.  El calor era intenso, sentía cómo la planta de su pie lo absorbía.  Colocó el otro pie.  Su cuerpo tembló de dolor, ¡quemaba demasiado!  Sentía como si estuviese posada sobre brasas ardientes.  Era un dolor, un ardor intenso que iba desde las plantas de sus pies y por toda la espalda.  Y lo disfrutaba.  Le gustaba.  Le resultaba placentero.  Así era ella.  Sentir ese dolor rico en las plantas de sus pies la hacía sentirse viva, especial, única...como cuando jugaba en la arena caliente de pequeña.  Sonriendo, atravesó el patio lentamente, saboreando cada paso con los pies desnudos.  Despacio, sin prisa, empezó a colgar las prendas en los cordeles.  Las gotas de agua que caían al suelo se evaporaban de inmediato, y eso le gustaba. Sabía que el suelo quemaba terriblemente.  Levantó un pie para ver su planta.  Le gustó.  Buscó un trapo para arrodillarse en el suelo sin quemarse y así poder ver ambas plantas juntas... le complacía mirarlas así... enrojecidas, ardientes...sólo sus arcos pronunciados se mantenían blancos, virginales, ajenos a la tortura voluntaria a la que una y otra vez sometía a las plantas de sus pies... "Para hacerlas más fuertes, mamá" decía siempre que su madre le preguntaba "¿No te quemas hijita?", pero también por el placer que quemarse los pies le brindaba. 

Terminó de colgar la ropa y fue al comedor.  Abrió la laptop y se puso a revisar sus correos, sus mensajes, el trabajo pendiente que tenía que avanzar.  Miró a través del vidrio de la mesa sus pies, sus uñas pintadas de carmesí... eran bonitos, se lo habían dicho una y otra vez.  Eran el complemento perfecto para la marinera que tanto amaba y tanto la apasionaba.

"Ya vuelvo, voy a comprar"  avisó a su mamá.  Descalza, se fue a la tienda.  Sabía que sus pies desnudos y hermosos atraían miradas, y eso le gustaba.  Disfrutó sentir las distintas texturas del suelo bajo sus pies desnudos.  Y fue entonces cuando lo decidió, como en una epifanía.  Sería barefooter.  No viviría descalza, no era práctico ni posible... el trabajo, la vida cotidiana...pero sí caminaría descalza en su tiempo libre, sólo usaría zapatos cuando realmente fuese indispensable, inevitable.  Se imaginó en Lima, paseando descalza por Larco.  De compras en el Jockey Plaza, sin zapatos, buscando vestidos, sintiendo el suelo fresco del centro comercial.

La vida está hecha de momentos, así que a disfrutarlos, se dijo... Caminar descalza se sentía bien.  Sólo se vive una vez, así que no se privaría de este placer de ir descalza por la vida, con los pies libres, feliz.

La marinera era su vida, su complemento perfecto.

FIN

Para Karim, una verdadera Princesa Descalza

Diciembre 2015