Edita

EDITA

Miró sus pies.  Sonrió:  eran hermosos y le gustaban.  Sanos, fuertes, bien definidos.  Tocó sus plantas:  estaban duras, fuertes, flexibles pero suaves al tacto.  Eran como almohadillas, como cuero.  No sólo la piel estaba dura, eran los músculos también.  Era agradable sentir sus plantas así, saber que la llevarían con seguridad a donde fuera.

Era muy temprano.  Salio y empezó su trote, descalza como siempre.  Pronto llegó al camino.  El suelo agreste dio la bienvenida a sus pies desnudos.  Las piedras, las rocas, la arena, la grava, el barro... sentía toda una sinfonía bajo sus plantas, era como tener un nuevo sentido.  Sus pies percibían el entorno, así como su rostro sentía el viento y sus ojos admiraban la belleza del paisaje arequipeño.  Sí, a veces le dolían los pies...muchas veces.  Los guijarros desafiaban sus plantas y muchas veces era doloroso... pero era sólo eso, dolor.  Una sensación más, parte de la vida.  Le dolían los pies, pero sabía que no se hacían daño, que no se lastimaban, que sus plantas resistían eso y más.  Estaba entrenando, y el dolor en los pies la volvía cada vez más fuerte, la hacía sentirse más viva, más en contacto con la naturaleza.

El reto más grande sería el próximo año.  La Maratón de Santiago, en Chile.  42 kilómetros que correría descalza, con los pies desnudos por el Perú, dejando en alto el nombre del país y demostrando que una mujer peruana no necesita zapatos para vencer, para ser grande.

Ocho kilómetros.  Su recorrido de lunes a viernes, y 19 los sábados... descalza en suelos agrestes, para curtir las plantas de sus pies y templar su espíritu.  Ese era su entrenamiento, esa era su pasión.  Correr no sólo le había cambiado la vida, la había hecho vivir, le daba sentido a todo, la llenaba de energía que ella compartía y desbordaba con todos los que tenía a su alrededor y en las redes sociales. 

Llegó a casa.  Se preparó un desayuno saludable, se alistó para tomar una ducha y hacer su vida. Carpe Diem, como decían los antiguos romanos, a aprovechar el día, a vivirlo uno a la vez.  La meta estaba allí, y ella se preparaba para lograrlo.  42 kilómetros descalza...

FIN

20180128