Katherine

KATHERINE

¡El concurso!

Katherine se alistó presurosa.  El vestido le quedaba precioso.  Su madre peinó con cariño su cabello y le colocó la peineta.  Estaba realmente emocionada.

Ese día en Chiclayo hacía más calor de lo habitual.  El sol radiante se lucía sobre el cielo de color azul profundo.  Al llegar vieron a lo lejos a las parejas que ya bailaban.  Se encontró con su pareja y sonrió.  Sería un gran día, y lo sabía.

Al acercarse a la pista pudo ver la expresión en el rostro de las bailarinas...¡ya no podían más!  La pista de baile era de cemento áspero como lija, y el sol la había calentado, inclemente, al punto de ser insoportable para los pies desnudos de las bailarinas que, a pesar de ello, soportaban estoicas el horrible calor que les freía las plantas de los pies.

Kathy miró primero a su pareja, y luego a su mamá, buscando una respuesta, una solución...

-Hija, no se puede hacer nada, sal y disfruta.  Así te duela, no lo reflejes en tu cara- le dijo su madre.

Sin pensarlo dos veces, Katherine se quitó las sandalias y caminando al lado de su pareja posó su delicado pie desnudo sobre el cemento ardiente.

La música empezó y con ella el baile.  Era una verdadera tortura, un tormento al que, de manera voluntaria, sometía a sus pobres pies.  Ya estaba acostumbrada, siempre bailaba descalza y sus plantas se habían curtido, se habían encallecido hasta convertirse en una especie de cuero, pero sus pies seguían siendo hermosos, de formas delicadas y arcos pronunciados.  La dureza de sus plantas no hacía sino aumentar la belleza de sus pies.

Continuó bailando. Los pañuelos al aire volaban cual mariposas, ella sonreía coqueta mientas el cruel piso de cemento torturaba sus pies.  A la mitad de la música empezó a sentir que sus pies estaban en llamas, que ardían... pero eso no la detuvo, la marinera era su pasión, su verdadero amor.  Sus pies ya no importaban, los sacrificaba voluntariamente por su marinera, ofrecía su dolor, inmolándolos, por la danza que tanto amaba.

Finalmente la música terminó. Los bailarines se acercaron y entrelazaron los pañuelos.  La ejecución había sido impecable, y el público estalló en aplausos.  Un par de señores corrieron hacia la muchacha, la levantaron con cuidado y pusieron pañuelos con hielo en sus pies.  ¡Eso fue tan reconfortante, se sentía tan bien!  Era delicioso el alivio del hielo en sus plantas abrasadas.  Pero era sólo un alivio temporal, al cabo de algunas horas aparecieron ampollas grandes, hinchadas de agua.  Con sumo cuidado su madre las pinchó con una aguja, haciendo un agujerito pequeño para permitir que el líquido saliera, pero sin recortarle la piel. ¡Ah, la sabiduría de mamá!

El tormento no había terminado.  Sus pobres pies enfrentarían un desafío mas:  el concurso continuaba, y había clasificado. Al día siguiente bailó nuevamente.  Su madre trató de ponerle venditas pero ella no lo aceptó, no era lo mismo, no estaba bien..."La marinera se baila sin zapatos" le dijo a su madre, antes de salir a la pista nuevamente.  En medio de intenso dolor, en medio del sufrimiento de sus pies, bailó, bailó y bailó... Nada borraba la sonrisa de su rostro al bailar, se entregó en cuerpo y alma a la música, al baile, a su marinera.

Esfuerzo, dolor, sacrificio, tesón, perseverancia, entrega...son algunos de los atributos que caracterizan a una campeona, a una verdadera bailarina de Marinera Norteña.  Katherine los tenía entonces y los mantiene aún.  ¿Su recompensa? 

¡Ganó!

Para Katherine Adrianzén, una verdadera reina, soberana descalza de nuestra Marinera Norteña

Agosto 2012