Yo como siempre descalza

YO COMO SIEMPRE DESCALZA

(Basada en una historia real)

Los músicos la miraban sorprendidos, ¿de verdad bailaría sin zapatos?

Ella ya los conocía, no era la primera vez que pasaban por su calle. De hecho iban por allí adrede: sabían que ella los apoyaría, no sólo artísticamente, sino también con algo de dinero.  "Hoy por ti, mañana por mí".  Era un apoyo, un reconocimiento de una artista a otro, una forma de compartir y apoyar el arte, algo que tanta falta hace en nuestro país. Y por otra parte ella era feliz haciéndolo, le era grato verlos de nuevo.

El calor de verano era terrible, intenso... Era medio día en la soleada Tacna y el sol calcinaba la pista irregular y agreste hasta calentarla tanto como una sartén... realmente se podría freír un huevo allí... Y esta hermosa y alegre chica, sonriendo, estaba de pie allí, sin zapatos, con los pies desnudos, esperando a que la música comenzara de nuevo.  Había zapateado con tantas ganas que las sandalias se le salieron... y pues, simplemente decidió bailar descalza.

Katia sentía como si se estuviese friendo las plantas de sus pies.  El calor del suelo era fuertísimo, tremendamente intenso, ardiente.  Las plantas de sus pies le ardían, le dolían, pero eso le daba aún más fuerzas para empezar a bailar.  Le encantaba ponerle retos durísimos a sus pies, desafiar sus plantas una y otra vez, sentir su corazón palpitar a mil por hora y su pecho agitarse, mientras su mente dominaba el dolor, lo domesticaba y lo convertía en pasión, en inspiración.  Sí, todo estaba en su mente, y ella lo sabía, lo tenía claro.  Las plantas de sus pies eran fuertes, curtidas como cuero, sabía que a pesar del dolor, del ardor, no se lastimarían... era sólo cuestión de concentración, la mente sobre la materia, y eso le gustaba...dominar a su cuerpo, dominar a sus pies a voluntad, para dejarse llevar por la música, para empezar a volar con los pies desnudos sobre el pavimento abrasador y gozar de la marinera norteña que tanto la apasionaba, que era realmente su vida...

La banda se guareció bajo la poca sombra que había en la vereda. Estaban bien pegados a la pared para protegerse del sol, preparando sus instrumentos para tocar mientras miraban entre sorprendidos y atónitos a la hermosa joven que sonreía frente a ellos mientras se quemaba las plantas de los pies.

La música empezó, vivaz, alegre...eran buenos, tocaban con ganas, con el corazón.  Katia empezó a bailar y a zapatear con fuerza sobre el suelo ardiente y áspero.  La pista era irregular y llena de guijarros, de piedrecillas puntiagudas y filosas y de arena gruesa que se empeñaban en arañarle las plantas encallecidas de sus hermosos pies descalzos.  Era una tortura por partida doble:  al bailar sus plantas se quemaban y raspaban una y otra vez, y ese ardor, ese dolor era la motivación que necesitaba, buscaba y deseaba para bailar cada vez mejor, con más ganas, con más coqueterío y sensualidad, con más garbo y femineidad...sí, era extremadamente femenina y lo sabía, era agraciada y atractiva, no sólo físicamente sino en especial por su forma de ser, amable, atenta, siempre alegre y dispuesta, amiguera, inteligente y decidida.  

Sentía como le palpitaban las plantas de los pies a cada paso.  El suelo ardiente se las quemaba sin piedad.  El ardor era intenso...sí, le dolían, no era de fierro.  El dolor era intenso y le atravesaba toda la espalda, pero era ese ardor, ese dolor en las plantas de sus pies lo que le daba más ganas de bailar, lo que la hacía dar todo de sí.  El baile en general, y en especial la marinera norteña eran su pasión, eran su vida, y ella era capaz de soportar de todo, lo que sea en las plantas de sus pies con tal de bailar, una y otra vez, mil veces, por el resto de sus días.  Sólo le importaba bailar, era en lo único en lo que se concentraba.

Su pelo largo y lacio, negro y hermoso adornaba su rostro.  El vestir un sencillo polo y un short blanco en lugar del tradicional atuendo de marinera hacía que sus pasos se lucieran más.  Su cuerpo se movía con agilidad y gracia, con ritmo y garbo siguiendo la música, zapateando y dando giros.  Lo disfrutaba, gozaba con el baile, se sentía inspirada, en comunión consigo misma, en una auténtica felicidad. 

Luego de un rato la música terminó.  ¡Estaba muerta!  El sol intenso, los nervios...Las plantas de sus pies sucias de polvo y ella totalmente transpirada, "brillando" como le gustaba decir.  Era parte de ser artista.

Los músicos le agradecieron y ella a ellos, habían disfrutado todos de un gran momento, habían gozado de su arte, que era lo que les daba vida aún en estos momentos difíciles y de gran tristeza.  Sí, volverían, eso era seguro y le daba alegría a Katia.

Entró a su casa.  Su mamá la vio al entrar

-¡Bailaste precioso!

Katia respondió con una sonrisa, diciendo

-Ya sabes mami, yo, como siempre descalza

Mientras le mostraba sus plantas polvorientas, exhausta pero feliz, renovada, lista para sus clases virtuales y para los deberes de la casa.  Bailar no era sólo su pasión, era lo que le daba vida.

FIN

20210318