El baile más largo de su vida

EL BAILE MAS LARGO DE SU VIDA

(Una historia inspirada en hechos reales)

El sol estaba en su máximo esplendor, en lo alto del cielo.  La pista áspera parecía arder bajo el inclemente sol, poco faltaba para que se derritiese. Y en eso la magia empezó.  La gente se sorprendió al ver llegar a una pareja de marinera.  La joven era hermosa.  Caminaba con gracia, con los pies desnudos sobre el asfalto abrasador, sin quejarse, sin demostrar el intenso dolor que sentía en las plantas de sus pies...al contrario, sonreía...se notaba que disfrutaba cada paso que daba en la pista caliente.

***

Liz sonrió.  Había llegado el momento.  El sol estaba en lo más alto, era medio día.  Sabía lo que le esperaba, y lo deseaba.  Miró al cielo y se encomendó a Él, ofreciéndole su dolor, su sacrificio.

Vio la pista.  Estaba tan caliente que el aire parecía ondularse sobre ella.  Se quemaría las plantas de los pies, lo sabía... le arderían y dolerían tremendamente...lo deseaba...

Decidida, se quitó las sandalias rápidamente, desnudando sus pies.  Eran hermosos... arcos pronunciados, dedos fuertes y bien formados, pies torneados, elegantes, estilizados... pies de princesa, pies de guerrera, listos para afrontar las pruebas más terribles por la marinera norteña que tanto amaba.   Bien decían que la Marinera Norteña es la forma más hermosa de torturar los pies de una mujer....¡Cuánta razón había en esas palabras!  El pavimento caliente parecía freírle las plantas de los pies, abrasarlas... era una tortura, sí, pero una tortura voluntaria a la que sometía sus pies, una, cien, mil veces, por la marinera.  El dolor de sus plantas era intenso, le recorrió la espalda y la hizo temblar de dolor y placer al mismo tiempo...era la emoción de la marinera.  Miró coqueta a su pareja y le sonrió.  El sabía que el suelo quemaba, él sabía que a ella le dolían tremendamente los pies, y aún así la veía sonreirle, coquetearle, desafiarlo. 

-¿Te quema demasiado?

-¡Horrible!  Pero no puedo bailar en el aire ¿no?

Y diciendo eso le guiñó el ojo y le sonrió, susurrándole despacito antes de empezar a bailar "Quema... y me gusta"

La música comenzó, y con ella la magia... las plantas de los pies le dolían, le ardían...pero ella lo interiorizó.  Liz no se dejó dominar por el dolor, al contrario... ¡Lo dominaba!  Tenía el don de convertir el ardor, el dolor de las plantas de sus pies en placer, en arte, en danza...¡en marinera!

El público sabía que esta hermosa muchacha se estaba quemando los pies, y miraba extasiado cómo ella sonreía y gozaba, cómo lo disfrutaba, cómo dibujaba filigranas con sus hermosos pies desnudos, como iba y venía, escapando del chalán para luego volver a coquetearlo, a provocarlo, a retarlo con los pies descalzos... cómo la joven vencía al bailarín de zapatos de charol con sus pies descalzos.  La alegría de la marinera, los cepillados y caballitos, el pañuelo, los requiebres, las sonrisas, los guiños de ojos... era todo un coqueteo, un cortejo, una conquista que se repetía una y otra vez en cada baile, a lo largo y ancho del país.

El baile había terminado.  Sentía cómo las plantas de los pies le palpitaban de dolor...levantó un pie brevemente y miró su planta enrojecida, de intenso color carmesí...sólo su arco se mantenía blanco, ajeno a la tortura del suelo ardiente. 

"¡No hay primera sin segunda!"  se escuchó, y la banda empezó otra marinera más... ella sonrió, la tortura que tanto amaba continuaba.

Sentía como el suelo abrasador se empeñaba en derrotarla, el dolor en sus plantas desnudas era aún más intenso... ¡tal como le gustaba!  Disfrutaba esos retos, esos desafíos, llevar sus pies y su espíritu al límite...estaba como en trance.  La música fluía, Liz se dejaba llevar y gozaba cada momento.  Era el baile más largo de su vida, jamás había sentido tanto dolor en las plantas de sus pies, ni tanto placer a la vez.  "La marinera es la forma más hermosa de torturar los pies de una mujer"  "La marinera es la forma más hermosa de torturar los pies de una mujer"  "La marinera es la forma más hermosa de torturar los pies de una mujer" se repetía mentalmente.  Sí, era una tortura.  Sí, era hermoso. Sí, lo disfrutaba.  ¡Era una bailarina de marinera, nada la podía detener!

¡Tan tan!

La música había terminado.  Estaba exhausta, física y mentalmente.  Había usado toda su concentración para dominar una vez más al dolor y transformarlo en placer, y lo había logrado.      Se había olvidado del dolor, de lo ardiente de la pista, por amor a lo que hacía, por su pasión por la marinera norteña.

Lentamente, saboreando cada paso sobre la pista caliente, sintiendo como si caminara sobre carbones encendidos, sobre brasas, se retiró de la pista de baile.  La conexión con su pareja de baile había sido perfecta, tal como la apasionaba, y era eso lo que la motivaba a seguir, una y otra vez. 

"¡Fue increíble!  ¿Cómo aguantas tanto?"  le dijo una chica, casi de su edad 

"Cuando hay conexión con tu pareja te dejas llevar por el compás y la sonoridad de la música. Es único, inexplicable"

"¿Puedo ver?"  le dijo la joven, señalando sus pies

Liz no contestó.  Se arrodilló en el suelo para que la chica pudiese verle las plantas de los pies.  Estaban enrojecidas, sólo sus arcos seguían blancos.  La chica las tocó ¡Estaban calientes, quemaban!

"¿No te duelen?"

"¡Claro, y mucho, arden!  Pero, aunque no lo creas, disfruto quemarme las plantas de los pies bailando marinera"

"¿Nunca has pisado vidrios descalza?"

"¡Muchas veces! Vidrios filosos. Duelen mucho, no tienes idea. ¿Pero qué podría hacer? es parte de la marinera...

"¿No te da miedo ver la pista con vidrios rotos antes de bailar, lo volverías a hacer?"

"Si se da y la pista está así, con astillas, con vidrios rotos...ni modo, yo bailo..."

Y luego le dijo bajito al oído "Si tuviera que bailar descalza en vidrios rotos, por la pasión que tengo, lo haría"

La chica abrió los ojazos y le dijo "¿Bromeas, lo dices en serio?"

"Es en serio"

Y diciendo esto, se levantó, se despidió de la curiosa y sorprendida joven con un beso, y, sin ponerse las sandalias nuevamente, se alejó caminando descalza rumbo a casa.

FIN

20161211