Pañuelos de Plata

PAÑUELOS DE PLATA

Faltaba poco para el concurso de coreografías. La competencia sería feroz, todos los participantes darían el todo por el todo...y ellos también, tenían que dejar en alto el honor del Ejército Peruano, de su Brigada.

El sol de medio día caía vertical sobre las cabezas de los bailarines, que a pesar del intenso calor continuaban ensayando.  Era un lujo poder ensayar con la mismísima banda que tocaría en el concurso, tenía sus ventajas estar en el Ejército. 

Las parejas se movían al ritmo de la música, siguiendo las indicaciones del profesor Terrones.  Con disciplina y precisión milimétrica, como si se tratase de una operación de asalto, los jóvenes soldados y las guapas muchachas se movían de aquí y allá, bailando, memorizando sus posiciones, escuchando el momento exacto en el que debían hacer tal o cual figura o desplazamiento.

La losa de cemento, calentada bajo el sol inclemente, cruel, quemaba terriblemente...tanto que desde las once de la mañana las bailarinas no tenían más remedio que usar sandalias para poder soportar el intenso calor.

Todas, menos una.

Ingrid era la única que seguía ensayando descalza a esa hora, en pleno medio día, cuando las demás, derrotadas por el sol, se veían obligadas a bailar con sandalias.

Su pareja insistía en que se pusiera las sandalias

-Ingrid, por favor, ¡póntelas!  te vas a lastimar

-¡No quiero!  Prefiero quemarme, esas sandalias me han costado caras y no quiero romperlas.

-¡Pero Ingrid!

-Ya te lo dije Julián, prefiero quemarme mis pies antes de que se rompan mis sandalias

La música empezó de nuevo, tenían que continuar.  El soldado, derrotado por la muchacha, movió la cabeza y empezó a bailar nuevamente, mirando fijamente los pies desnudos de Ingrid que se movían con gracia sobre el áspero y ardiente pavimento.  Quemaba mucho, él lo sabía...¿cómo hacía esta muchacha para soportarlo? ¿Qué la llevaba a aguantar eso?  No era solo por cuidar sus sandalias, tenía que haber algo más. 

Ingrid bailaba, girando, moviendo el pañuelo con gracia, sonriendo coqueta, yendo y viniendo, alejándose con femenina dulzura cuando él se acercaba...eso era la Marinera, un baile de conquista, de cortejo, en el que el varón se acercaba a la dama, tratando de conquistarla, mientras ella respondía para, en el último momento y con una sonrisa escapársele de entre las manos. 

Los pies de Ingrid le coqueteaban, lo provocaban, desafiantes.  Eran bonitos.  Largos y esbeltos, delgados, bien torneados.  Sus deditos largos y sus arcos pronunciados los hacían aún más elegantes.  Quién diría que esos piececitos tan femeninos y aparentemente delicados e indefensos eran en realidad tan fuertes y resistentes.  Las plantas de los pies de la guapa muchacha lucían grises del polvo del suelo, pero bajo esa capa gris se adivinaban bastante enrojecidas por el tremendo calor.

-Ponte tus sandalias

Ordenó el Teniente Suárez al acerarse a Ingrid en la siguiente pausa

-Ponte tus sandalias, te vas a quemar

-No se preocupe mi Teniente

-Pero muchacha, este sol está terrible, ni mis soldados aguantarían hacer planchas aquí, el suelo quema demasiado

-Gracias señor, no me pasará nada, ayer quemaba más y no me hice nada

-Bueno, allá tú.  El concurso es el fin de semana, no vayas a fallarnos.

-¡Jamás!

Al terminar el ensayo los pies le empezaron a arder... parecía como si hubiese estado caminando sobre brasas, sobre carbones encendidos.  Ingrid se fue corriendo a la sombra a refrescarse, para tratar de encontrar algún alivio para sus castigados pies.  Se sentó en el suelo para revisar sus plantas. La piel gruesa, curtida, lucía enrojecida.  Sin embargo no habían ampollas, gracias a Dios.  Sus nobles pies le eran fieles, sin importar los abusos a los que su dueña voluntariamente los sometía todo el tiempo ellos siempre le respondían. 

Años de bailar Marinera no habían hecho sino que lucieran más bonitos.  Ya se lo habían dicho varias veces, "tienes bonitos pies" "¡qué bonitos tus pies".  En la playa, o sus parejas durante los ensayos y concursos.  Su anterior enamorado incluso había llegado a besarle los pies durante un día de playa, entre risas.  Había sido una sensación nueva, una emoción extraña que le causó mariposas en el estómago... sentir los labios de él besando tiernamente sus deditos, sus plantas duras, sus empeines, sus talones... "¡Déjame!" le había dicho entre risas y casi pateándolo en la nariz.  Pero le había gustado... era algo que jamás había imaginado... él ya no estaba, se había ido a trabajar al extranjero, se habían despedido jurándose amor eterno y volver a verse pronto...pero la distancia, el tiempo había enfriado la relación...seguían siendo amigos, pero ya nada más, aunque sus pies de cuando en cuando aún recordaban y anhelaban esos besos y caricias...

-¡Vámonos, ya es tarde!

La voz de Magaly la sacó de su ensueño... la muchacha, aún con el traje de Marinera pero con sandalias, observaba a Ingrid

-¿Cómo lo haces?

-¿Qué?

-¿Cómo puedes bailar sin zapatos en tremendo calor, no te duele?

-Ya estoy acostumbrada...

-¿En serio no te duele?

-Bueno, sí, algo....está bien, si duele... arde...pero no demasiado

-¿Y por qué no usas tus sandalias?

-Es que...

-Sí, ya sé, "me han costado caras"... es lo que dices siempre...pero nunca traes unas más baratas

-¡Je je je!  Bueno... no puedo bailar con zapatos

-¿Ah?

-No puedo bailar con zapatos... se me hace incómodo, no me salen los pasos

-¿En serio?

-¡Sí!  De verdad... y además, la marinera norteña se baila sin zapatos

-Ya bailaremos sin zapatos, como Dios manda, en el concurso

-Cierto

-Que felizmente es de noche, y bajo techo

-Sin sol

-Sin piso caliente

-OK, vámonos

Ambas chicas se fueron hacia los vestidores.   Los soldados se quedaban embobados, viendo cómo la guapa muchacha seguía descalza, sin importarle el pavimento ardiente.  Era valiente.  Se había ganado el respeto y la admiración de todo el batallón. 

***

El público estalló en aplausos, jubiloso. 

-¡Les gustó, les gustó!  Dijo Karina a Ingrid

-¡Sí!  ¿Y escuchaste?  ¡Me mandaron saludos!

Antes de empezar la coreografía se había escuchado la voz del conductor a través de los altoparlantes, saludando a Ingrid.  Era una sorpresa inesperada, no tenía idea de quién le habría enviado saludos...¿algún admirador secreto quizás?  Como fuese, esto le había dado aún más ánimos.

La coreografía había salido impecable.  A los jueces les había costado trabajo elegir.  Pero tal como lo sabían, la competencia era dura.

-¡Segundo Lugar! 32a Brigda de infantería con la coreografía “Ejército y marinera símbolos de paz y peruanidad”

Se quedaron helados...  No se lo esperaban.  ¡Segundo lugar!  Se habían dado íntegros.  Al reaccionar, corrieron a abrazarse unos a otros, soldados y bailarinas se unieron en un abrazo y sonriendo agradecieron al público. ¡Lo habían logrado!  El teniente miraba a su equipo satisfecho.  Su mirada y la de Ingrid se cruzaron. La hermosa muchacha le regaló una sonrisa y, coqueta, movió los deditos de su pie descalzo hacia el teniente, como saludándolo.  El sonrió, se llevó la mano a la frente y, respetuosamente, le hizo un saludo militar.

FIN

Con admiración y respeto, para la 32da. División de Infantería del Ejército Peruano y las valientes muchachas que bailaron a su lado.