Hermanas en la marinera

HERMANAS EN LA MARINERA

Inspirado en una historia real

Cinthya estaba orgullosa de ella, su hermana menor.  Ya era toda una mujer, una chica responsable, honesta y trabajadora.  Tania estudiaba y trabajaba muy duro, se mantenía ocupada todo el día aprendiendo y produciendo, pero siempre se daba un tiempo para su pasión, para lo que más amaba...la marinera norteña.

Como buenas monsefuanas, en casa se mantenía la tradición.  Nada de vestidos rimbombantes ni de peinaditos raros.  Generación tras generación, como en todas las familias de Monsefú, la Marinera Norteña se había enseñado y aprendido, de madres a hijas.  Nada de academias ni coliseos, la marinera se aprendía de pequeñas, en casa, pata en el suelo, en pisos de tierra, en pistas ásperas, en suelos de cascajo que hervían bajo el inclemente sol norteño.  De todas las hermanas, Tania era la que había tomado con más ganas, ahínco y amor este legado, pero también Cinthya, a su manera, ya que era quien la acompañaba a todos sus bailes, quien la animaba y entrenaba para ser siempre mejor, para superarse a sí misma.

Tania amaba la marinera norteña con pasión, era su vida, era su todo.  Y no le importaba el suelo en donde le tocara bailar, siempre descalza, siempre con los pies desnudos, lista para enfrentarlo todo.  Cinthya lo había notado, su hermana tenía coraje, tenía pasión... y tenía El Don...  Ella se puso la misión a sí misma de llevarla al máximo, de sacar lo mejor de ella. Algún tiempo atrás, en una presentación, a medio día, en la pista áspera y ardiente, Tania le había dicho, entre temerosa y emocionada:

-Hermana, es hora de hacerme ampollas...pero no me importa, ya luego se me pasan

Cinthya Había notado la sonrisa nerviosa de Tania al decirle esto, había notado ese brillo en sus ojos.  Sí, estaba asustada.  Sí, el suelo quemaría las plantas de sus pies, como tantas veces...pero realmente era lo que Tania quería, lo que ella disfrutaba.  Tenía El Don, la habilidad, la capacidad casi mística de las mejores bailarinas para transformar el dolor de las plantas de sus pies, el ardor intenso, su sufrimiento en placer, en gozo, en coqueteo....¡En marinera!

Al inicio se lastimaba las plantas de los pies, realmente se las ampollaba...pero tanto Cinthya como su mamá curaban con esmero las heridas de Tania, con cariño pero también con firmeza...dándole fuerzas, coraje, ánimo para seguir, para seguir entrenando, en suelos cada vez más agrestes, en cascajo cada vez más afilado, en pistas cada vez más calientes.

Y así había aprendido Tania, así se había hecho toda una mujer valerosa y apasionada por la marinera.

-Las plantas de mis pies deben de quedar rojas, deben arderme y dolerme, sólo así siento que lo hice bien, que de verdad bailé bien y dí lo mejor de mí.  Le decía Tania a Cinthya, su confidente, su mejor amiga, su hermana... porque realmente amaba lo que hacía, porque bailaba con el corazón.   Cinthya la miraba orgullosa, con ojos de satisfacción mientras sus manos acariciaban los pies de Tania y sentía lo duras y ásperas que eran ahora sus plantas. Lo habían logrado, juntas habían convertido las plantas de los pies de Tania en verdadero cuero.  

-¡Deja los zapatos, tú eres bailarina! Recordó Cinthya que le decía una y otra vez eso a Tania, cuando la llevaba a la playa al medio día, caminando descalza por la pista rota y caliente, cuando la hacía correr y trotar sobre el cascajo y por la vereda lisa y brillante que se calentaba como una sartén. Una y otra vez animaba a su hermana a salir sin zapatos a comprar, a visitar a sus amigas.  Incluso ella y su hija jugaban a perseguir a Tania, haciéndola salir y correr descalza por la pista fuera de casa. 

-Ven, párate aquí

Le había dicho Cinthya a Tania. La joven admiraba a su hermana mayor y la obedecía en todo.

-¡Duele, arde!

-Pero tú puedes

-¡Sí, yo puedo!

-¿Segura?

-¡Segura!

Sonriendo, pero aguantando el ardor, Tania seguía de pie, descalza, sobre la tapa metálica de alcantarilla.  Era medio día y el metal se había estado calentando toda la mañana de aquél caluroso día de verano monsefuano.  Pero Tania no se rendía.  Sintió como el ardor, el dolor intenso de sus plantas enrojecidas le recorría la espalda hasta llegar a su cerebro, en oleadas....y en eso ocurrío... el dolor se había transformado en placer, en gozo, en alegría... Tania había confiado en su hermana y había triunfado, había logrado domesticar a la bestia, había domado el dolor...ella lo controlaba, no él a ella... Cinthya la miraba orgullosa, con esa mirada cómplice de hermana mayor.  Sabía que Tania podía lograrlo, sabía que ella tenía El Don.

Cinco minutos habían pasado ya, pero parecían una eternidad

-Listo, ya sal de allí

-No quiero...me gusta... había susurrado bajito Tania

-Lo sé...

-¿En serio?

-Sí, desde hace tiempo lo noté... Tienes El Don

Tania sonrió y obedeció a su hermana, dejando la tapa de metal caliente, mientras levantaba un pie y luego el otro para ver sus plantas enrojecidas y para mostrárselas a su hermana.  Le gustó lo que vió:  Sus plantas estaban tremendamente rojas, pero no había ni una sola ampolla... la piel correosa había aguantado bien.  Sólo los arcos se veían blancos y destacaban en sus plantas enrojecidas.  Ardía, dolía muchísimo...pero no se habían lastimado... y lo disfrutaba.

-Desde mañana dejarás los zapatos en casa e irás descalza a la universidad.

-Lo haré hermana.  ¿Crees que me dejen?

-Sí, no es ilegal que vayas descalza, no hay un uniforme ni mucho menos.  Y si te dicen algo, les dices que bailas marinera norteña y que así entrenas tus pies, caminando sin zapatos.  O me llamas y yo lo arreglaré.

-Me gusta la idea...¡me encanta!

-Sólo usarás zapatos para ir a trabajar ¿OK?

-Así lo haré

-Llegarás descalza al trabajo y te pondrás los zapatos antes de entrar.  Luego, apenas salgas, te los quitarás de nuevo y volverás descalza a casa.

-¡Así será!

-Es lo mejor para tí y lo sabes.  Eres monsefuana, eres una campeona. ¿Confías en mí?

-Sabes que sí, siempre lo he hecho.  Eres mi hermana mayor.

Y luego de esto ambas hermanas, cómplices y mejores amigas, se abrazaron fraternalmente y emprendieron el camino de vuelta a casa, tarareando una marinera norteña.

FIN

Para Cynthia y Tania, hermanas en la marinera y monsefuanas de pura cepa.

20200309