HUARAL

HUARAL

(Una historia inspirada en hechos reales)

Día de la Madre... un paseo familiar, un almuerzo en un local campestre.  Todo era perfecto: el lugar, el campo, el sol, la deliciosa comida, la grata compañía de la familia, estar con mamá... Sí, era un día perfecto, sólo quedaba soportar el pesado trayecto de volver a Lima desde el Norte...pero valía la pena por momentos como estos.

Y no sería todo...había más.  La cereza del pastel para hacer de este un día inolvidable.  ¡Marinera Norteña!  Para su sorpresa y encanto, el animador anunció que un chalán haría una exhibición de marinera a caballo.  ¡Justo lo que le encantaba!  Siempre había disfrutado de la elegancia y el garbo de un chalán a caballo.  El jinete era experto, parecía un centauro, era uno con el noble animal, que respondía dócilmente a las instrucciones que él, suavemente, le daba con la rienda y los talones.  Vueltas, cabriolas, verdaderamente estaban bailando al compás de una marinera.  A ella le fascinó, quedó embelesada viendo esto, al punto que sin darse cuenta sacó su pañuelo y empezó a ondearlo al ritmo de la música, como si también bailara.

El chalán lo notó.  Sonrió y miró a los ojos de aquélla dama de entre el público que con alegría movía el pañuelo, como invitándolo.  Notó su amor por la marinera, sus ganas de bailar.  Y en eso ocurrió lo impensado.  El chalán a caballo se acercó hacia el público y con gran cortesía, le dijo

-¿Me haría el honor de acompañarme en este baile?

Ella se quedó muda... no se lo había esperado.  La gente sonreía y la animaba, en especial su familia. Una gran alegría la llenó, ¡era como un sueño hecho realidad!  Miró el suelo, estaba lleno de piedra chancada, de cascajo... piedras puntiagudas que los cascos del caballo levantaban a cada paso.  Era tal como lo deseaba.  Sin pensarlo nuevamente, se quitó los zapatos y desnudó sus pies.  Sintió un hincón, una punzada al posar el pie desnudo sobre las piedras filosas mientras caminaba hacia el centro del ruedo.  Era un dolor intenso que atravesaba su espina dorsal hasta llegar a su cerebro...¡y que le daba más ganas de bailar!  El público se quedó mudo...todos pensaban que bailaría con zapatos, ese suelo era terrible, era impensable que una mujer caminara descalza sobre esas piedras...el caballo llevaba herraduras para proteger sus cascos, las plantas de ella iban desnudas, indefensas...pero valerosas también, como cuando un soldado se enfrenta en batalla aún sabiendo que va en desventaja.  Lo que no sabían era que ella amaba la marinera, al punto de que, a punta de esfuerzo, de ensayos, había logrado su meta de transformar las plantas de sus pies en auténtico cuero.  Sus plantas eran duras, ásperas, pero eso no hacía sino darles más belleza, como su amado no se cansaba de repetirle cada vez que las acariciaba para luego colmárselas de besos.  Aún así, a pesar de su fortaleza, las plantas de sus pies no eran inmunes al dolor, no eran insensibles.  Eran fuertes, sí, y mucho, pero estas piedras puntiagudas y afiladas eran un reto formidable... y ella era una atrevida, que no podía perder una oportunidad como esta.  Su amado la miró, sonriendo...sabía cuánto disfrutaba ella desafiando sus pies, poniéndole retos... ella le devolvió coqueta la sonrisa, mientras él se preparaba para filmar todo.

La música comenzó, y con ella el eterno cortejo que es la marinera norteña.  El chalán dominaba al caballo con gracia y elegancia, y ella bailaba a la altura, femenina y decidida, valiente y coqueta, "No me asusta el dolor", recordó él mientras grababa... recordó lo inocente que fue la primera vez que la vio bailar marinera, tiempo atrás, cuando recién se iban conociendo.  "¿No te duele? ¡La pista está caliente!" le había dicho... y ella le había sonreído, diciéndole eso, "No me asusta el dolor".  Ese fue el preciso instante en el que ella lo había conquistado.  Esa chica guapa y valiente, que caminaba y bailaba sin zapatos en los suelos más terribles, tenía que ser suya, era la persona perfecta.  Sus pies era hermosos, de arcos muy pronunciados.  El polvo del suelo teñía sus plantas de negro cada vez que ella caminaba y bailaba descalza, y eso no hacía sino resaltar aún más sus arcos, la silueta de sus plantas. Y su textura...plantas duras, fuertes, resistentes, ásperas...curtidas como el cuero.  Sólo sus arcos se mantenían suaves, tersos, delicados...como el último recuerdo de cómo fueron las plantas de sus pies antes de entregarlas, como si de una ofrenda se tratara, a la marinera que tanto la apasionaba.  Y ahora, años después, la pasión de ella por la marinera se mantenía intacta, de hecho era aún más fuerte, tal como era el amor que ambos se tenían.  La vio moverse con gracia, ondeando el pañuelo, en perfecta sincronía con el chalán, mientras zapateaba sin miedo, con gran fuerza, sobre aquél cascajo filoso y puntiagudo... era admirable ver todo lo que esos hermosos pies eran capaces de soportar...en especial sabiendo que era algo que ella disfrutaba, sabiendo que ella gozaba desafiando sus plantas, retándolas... ¡Era mágica!

La música terminó, el público quedó encantado con esta sorpresa, con esta espontánea demostración de amor a la marinera.  Cansada pero feliz ella se despidió del chalán y volvió hacia donde estaba la familia, caminando descalza sobre las piedras chancadas.

-¿No te duele?  Le dijo el, sonriendo...repitiendo la pregunta tonta que los uniera hace años

-¡Claro que sí!  le respondió ella... luego, acercandole sus labios al oído, le susurró  "Y eso me encanta, lo sabes bien", para luego estamparle un beso en los labios de él.

-Aquí están tus zapatos, le dijo su mamá

-Guárdamelos mami por favor, así estoy más cómoda

Su mamá no dijo más...sabía cuánto le gustaba a su hija caminar y bailar descalza, sabía muy bien lo duras y ásperas que eran las plantas de sus pies.  Así que cogió los zapatos y los metió en una bolsa.  Ya se los daría en casa.

El día llegaba a su fin.  Empezaron a guardar las cosas, a meter todo al auto y a prepara el retorno a Lima.  Ella seguía descalza, yendo y viniendo sobre las piedras.  Esbozó una pequeña sonrisa...sabía que su esposo la miraba, y que a él le encantaba verla así, sin zapatos...Una vez más le daría ese gusto, y disfrutaba mucho haciéndolo.

FIN

20170514