Jesús Nazareno Cautivo

JESÚS NAZARENO CAUTIVO

(Una historia real)

El sol estaba en lo más alto.  El calor era intenso, abrasador...como la fe del pueblo monsefuano, como su amor por su Señor Nazareno Cautivo.

Con respeto, con fervor, con amor y tradición, la comitiva, las bandas hicieron su ingreso, portando las banderolas que identificaban a las distintas hermandades. La gente llevaba la vestimenta y los colores que las identificaban, que los hacían uno, que los hacían hermanos en el Señor.

María Teresa sonreía.  Su corazón palpitaba fuerte al ver al Señor, se llenaba de amor por Él. Vio el sol radiante, sintió la pista áspera y caliente bajo sus pies desnudos.  Tenía miedo.  Sabía lo que le esperaba.  Pero lo deseaba con todo su corazón, con toda su alma.  Quería entregarle su baile al Señor, ese sería su homenaje.

-Señor, Mi Señor Nazareno Cautivo... Te ofrezco mis pies en sacrificio, mi dolor.  Tú que soportaste la corona de espinas, Tú que fuiste clavado en la cruz, Tú cuyo costado fue atravesado por la lanza del soldado romano... acepta mis pies, haz de ellos lo que Tú quieras.  Te amo mi Señor, voy a destrozarme las plantas de mis pies para Tí, este sacrificio es para Tí.

Una lágrima de dolor y de fe rodó por su mejilla.  La hermosa muchacha estaba como en éxtasis, entregándose al Señor.

Y en eso la música empezó.  Había llegado el momento.  María Teresa sonrió y empezó a bailar con todo su amor, con toda su pasión, con todo el talento que Dios le había dado.  Con alegría infinita empezó a recorrer bailando el trayecto en honor a Jesús Nazareno Cautivo, todo el camino, descalza, como siempre...

Sus pies eran hermosos:  de arcos pronunciados, esbeltos, gráciles como palomas.  La marinera norteña los había esculpido haciéndolos aún más bellos, a punta de esfuerzo, de horas de ensayo.  Las plantas de sus pies eran aún más admirables.  La piel de sus plantas era dura, áspera, gruesa, encallecida.  Esas plantas habían soportado de todo, en especial durante la celebración del Fexticum, en el cual había sido elegida Señorita Fexticum, luego de demostrar gracia, talento, buena sazón y dominio de las tradiciones y costumbres de su pueblo, de su historia y sus danzas.  Era una joven realmente hermosa, y así, fuertes, duras y con aspecto de verdadero cuero, las plantas de sus pies eran de una belleza sin par. Ya se lo habían dicho algunas veces:  "¡Tienes pies hermosos Teresa!"  "¡Qué lindos tus pies muchacha!" mientras ella sólo sonreía, con esa sonrisa pura y esos ojos grandes y vivaces de chica buena.

Durante el Fexticum había bailado y bailado, siempre descalza, siempre con los pies desnudos, en pavimento caliente, en pistas ásperas, en tierra y cascajo...se había quemado las plantas de los pies una y otra vez, pero siempre con la sonrisa en los labios, siempre disfrutándolo...ese ardor, ese dolor en las plantas de sus pies era como el ají en el cebiche... le daba gusto, la hacía disfrutar más, gozar, coquetear... el dolor en las plantas de sus pies le daba fuerza, ánimo, más gracia y pasión.

Mientras bailaba, mientras sonreía, mientras danzaba para el Señor, miró por un momento la pista sobre la que sus hermosos pies volaban dibujando filigranas...sí, era bastante áspera, parecía lija gruesa...la sentía con sus pies desnudos, con sus plantas indefensas...el sol la había calentado bastante, muchísimo...parecían brasas, auténticos carbones ardientes...pero ella simplemente siguió bailando, siguió torturando sus pies, feliz de hacerlo por el Señor, por su Jesús.  

La comitiva entró al parque ¡Qué alivio para sus pobres pies atormentados!  El pasto se sentía fresco, las veredas eran lisas y suaves.  Miró sus plantas por un momento... tenían ampollas de sangre.  Luego de tres cuadras caminando, empezó a bailar nuevamente. Las ampollas se reventaron y sangraron, la gente admirada veía a la hermosa y valiente muchacha, a su Soberana, dejar sus huellas ensangrentadas en la pista.  Sus plantas estaban en carne viva, lo que hacía el dolor aún más intenso.  Cada paso era una auténtica tortura para sus lindos pies, pero ella gozaba, como arrebatada en éxtasis, como las santas de antes...

-Señor, mi Jesús Nazareno Cautivo, acepta mi dolor, acepta mis pies, me los estoy destrozando por Tí, este es mi sacrificio para Tí...

Algunas personas vieron sus pies, sus plantas torturadas, sangrantes

-¡Teresa, para ya, deja de bailar!

-¡Niña, mira tus pobres pies!

María Teresa escuchó las advertencias, la lástima en la voz de la gente, la auténtica preocupación...pero por única respuesta sólo les sonrió y siguió bailando, siguió quemándose las plantas de los pies... lo deseaba, lo necesitaba.  Recordó la conversación con su pareja por la mañana... "El sol está terrible, ¿estás segura de poder bailar sin zapatos?"  "Sí, Jesús Nazareno Cautivo es muy milagroso, cualquier cosa que hagamos en favor de Él, así sea mínima, va a ser bien recompensada.  Y yo le voy a ofrendar mis pies, mi sacrificio es para Él, no me importa cómo queden mis plantas, que Él les haga lo que quiera... le voy a entregar mis pies a Jesús, ¡quiero destrozarme las plantas de mis pies para Él!

El dolor era terrible, un auténtico tormento, una verdadera tortura... sentía como si estuviese en un calabozo medieval y un verdugo gozara aplicándole carbones encendidos en las plantas de sus pies.  Pero ella seguía y seguía bailando, sin parar, sonriendo... y en eso ocurrió.  Como por un milagro, el dolor de las plantas de sus pies, el suplicio se había convertido en placer, en gozo, en alegría... su mente había aprendido a transformar el dolor de sus pies en disfrute, en paz... una paz infinita la invadió, una tranquilidad y una alegría única... "Mi Jesús Nazareno, esto es para Tí, esto es por Tí"

La gente no podía creer lo que veía. La hermosa muchacha que con los pies desnudos y llena de alegría desafiaba la pista ardiente y áspera.  Aplaudieron mientras María Teresa bailaba y bailaba.  Esta era su ofrenda, su oración particular, su entrega al Señor, su homenaje a Él y a su pueblo, a su Monsefú querido, a su eterna Ciudad de las Flores que vivía por siempre dentro de su corazón.

FIN

Para María Teresa Bernabé Quesquén, Señorita Fexticum 2018, con admiración y aprecio.

20190302