VERONICA

VERÓNICA

(Inspirada en una historia real)

Observó algo nerviosa el suelo que habían elegido para ella. Tierra dura, salpicada de piedras puntiagudas, de esas de construcción. Con trozos de pasto reseco por el sol, duros, amenazantes. 

Bajo la luz del poste se veían brillar incluso algunas astillas de vidrio, de botellas de cerveza. Ella suspiró. Tenía que hacerlo, quería hacerlo, ¡lo iba a hacer!

No era casual. Ese terreno agreste había sido seleccionado ex profeso para ella, para retarla. Para desafiar sus pies desnudos. Se había elegido el lugar más difícil para sus pobres pies. La gente observaba sorprendida cómo la guapa muchacha de pies delicados, esbeltos, indefensos, caminaba sobre las piedras afiladas hasta el centro de la pista, en donde la esperaba ya el chalán, elegantemente vestido, calzado con fuertes zapatos de cuero. Para él el suelo no sería problema, para ella, un desafío, una ordalía, un suplicio...

Un suplicio, sí, un tormento, al que ella se sometía voluntariamente. Cual ofrenda sagrada, entregaba sus pies en sacrificio por amor a lo que más quería en este mundo, más que a su vida propia. ¡La marinera, su pasión! La música empezó, alegre, jaranera, y con ella el cortejo, el coqueteo. Delicadamente al principio, de puntitas, ella empezó a bailar, ondeando con delicadeza la falta, batiendo con gracia el pañuelo, sonriendo coqueta mientras miraba a su chalán a los ojos.

El zapateo empezó entonces. Como poseída, Verónica empezó a golpear con fuerza las plantas de sus pies desnudos sobre la tierra endurecida, sobre las piedras que se empeñaban en castigar la osadía, el atrevimiento de sus pies.

No le importó, parecía en trance, en éxtasis. Las oleadas de dolor que viajaban desde las plantas de sus pies por su espalda parecían no importarle, al contrario, le daban la fuerza, la motivación para bailar mejor. El público sorprendido no atinaba sino a mirar los piesde esta bella joven que al ritmo de la música dibujaban pentagramas en el suelo agreste, arrancando volutas de polvo, haciendo saltar piedrecitas sueltas de él.

El ritual del coqueteo y la conquista continuaba a punta de zapateo. El chalán no se quedaba atrás y elegantemente cortejaba a la doncella que, coqueta, se le acercaba para luego alejarse con una sonrisa y un mohín, invitándolo a seguirla.

Y luego el gran final. Con gracia y velocidad Verónica cepilló las piedras afiladas con sus piecesitos desnudos, arañándose las plantas duras y encallecidas, curtidas por horas y horas de ensayos y bailes. Eso no le importó, al contrario, lo disfrutó y sonrió, mientras miraba las caras atónitas y sorprendidas de los asistentes a tamaña proeza.

El chalán y la campesina se unieron en un breve beso, cubierto por el sombrero y el pañuelo. La música cesó, y ambos se retiraron lentamente de la pista de baile. Las piedras afiladas, puntiagudas, la tierra dura, áspera, habían sido derrotadas por los piecesitos de una bailarina...como ocurría una y otra y otra vez a lo largo y ancho del territorio patrio. Una salva de aplausos acompañó a la pareja. Una persona de entre el público, se le acercó a Verónica, diciéndole bajito

-No pensé que tus pies soportarían esto, ¿cómo lo haces?

-Por mi marinera mis pies lo aguantan todo. Lo haría una y mil veces. Pueden ponerle cualquier reto a mis pies, ¡yo lo aceptaré!

Y sonriendo coqueta se alejó lentamente, acariciando el pavimento áspero, agreste, con los pies descalzos, como siempre...

FIN

AGOSTO 2014

Para Verónica Dávila, con aprecio y admiración, como un pequeño reconocimiento a su pasión por nuestra Marinera Norteña.