Enamorada de la Marinera

ENAMORADA DE LA MARINERA

 

Había descubierto su pasión por la marinera desde pequeña, con la emoción de los primeros pasos, el pañuelo, el vestido, la profesora que pacientemente le iba enseñando.  Por algún motivo que ahora no recordaba la habían retirado de las clases, dejando un vacío que nada podría llenar.

Sin embargo, una pasión es eso, una pasión... no se olvida, no se deja...ya algo más grandecita había vuelto a bailar.  Empero, el destino le seguía jugando bromas, poniéndola a prueba, y una vez más tuvo que dejar la marinera por sus estudios.

Pero ella no se rindió.  Ahora, ya en la universidad, lo había retomado, y esta vez era para siempre... Recordó sus inicios, cuando los deditos le dolían al punto de no poder doblarlos más. Pero ella, terca, obstinada,seguía insistiendo. Su pasión la hacía superar el dolor e incluso ignorar las cicatrices que marcaban sus pies de apariencia delicada, pies que hacía tiempo desconocían la pedicure y que le quedaban enrojecidos de tanto bailar y bailar, pero a ella eso ya no le interesaba.

Los viernes tenía ensayo... acababa con los pies tan adoloridos que tenía que cancelar las salidas con sus amigos, las fiestas, por resultarle imposible usar tacos. "Mi vida social se está viendo afectada" le había dicho una vez a su amiga.  "¿Y si voy sin zapatos?" Sonrió...lo había pensado desde hacía algún tiempo atrás..."¡Estás loca" le había respondido su amiga, mitad en broma mitad en serio. Aunque, ¿quién sabe? Quizás un día se atrevería...total, ya pensaban que estaba loca por bailar siempre sin zapatos, hasta en los peores lugares.  Además no hacía mucho se había enterado por Facebook de que en Canadá, Rusia, España y otros países algunas muchachas tenían la costumbre de ir siempre descalzas, de vivir sin zapatos, así que lo suyo no sería tan radical después de todo.  

¡Facebook!  Hacía poco había tenido la idea de tomarle fotos a sus pies y subirlas en un álbum.  De hecho, además de eso, le tomaría una foto a sus plantas .  "El fin de semana" se dijo, tomando nota mental.  Sí, lo haría este fin de semana sin falta.  La foto de sus plantas duras y ásperas sería su nueva foto de perfil.

Los ensayos,las prácticas constantes le habían encallecido las plantas de los pies, pero ella estaba orgullosa de ello. Le

gustaba comparar sus plantas con las de las amigas con las que ensayaba a diario, y también las cicatrices en los dedos de tanto hacer punta y taco. El profesor les había dicho que si les salía sangre era porque lo estaban haciendo bien. Así de duros eran los ensayos, pero así de intenso también el amor que sentía por este baile. Había llegado incluso a bailar teniendo las plantas peladas, casi desolladas y en carne viva... la música le daba la fuerza para soportarlo todo por su baile, por su marinera norteña.

 Hacía unos meses se había fracturado uno de los dedos del pie...el pie se le puso morado y se le había hinchado horriblemente, pero lo peor no había sido eso, sino el no poder bailar durante varias semanas.  Sentía que algo le hacía falta cuando dejaba de bailar, como la semana pasada en que por los exámenes parciales no había podido hacerlo. Se sentía como vacía, un vacío que sólo la música y el baile eran capaces de llenar.

Miró sus plantas encallecidas, duras y ásperas. Parecían suelas. Eran tan duras ya que cuando bailaba o o caminaba sin zapatos, como siempre lo hacía en casa, hacían ruido al golpear el piso.  Era hasta gracioso y sus amigas la fastidiaban por el "clap clap clap" que hacía al caminar en el piso de cemento.

Mientras otras muchachas invertían en pedicures, cremas y demás para mantener sus pies suaves y tersos, los de ella al caminar hacían ruido, de lo curtidos que estaban.  Pero así le gustaban, esa era la señal, la marca de las verdaderas bailarinas.

Sus pies eran bonitos, de buena apariencia y forma.   Se lo habían dicho varias veces, la última justo durante los parciales.  Se había unido a un evento llamado "Yo voy descalza por mi Marinera Norteña" y decidió caminar sin zapatos en la universidad.  Sus amigos se rieron, pero a ella no le importó.  "¿Y tus zapatos, qué haces descalza" "¿No te duele" "¿No tienes frío" eran las preguntas que más le hicieron.  Justamente para eso era el evento, para promover la auténtica Marinera Norteña.  "Bailo Marinera Norteña" les decía, "Ya tengo los pies duros, ya estoy acostumbrada" agregaba.  Algunos, los más curiosos, no se conformaban con la respuesta y hasta le habían revisado los pies, verificando que, efectivamente, los tenía duros....¡Muy duros!  

Sus pies eran bonitos y se lo habían dicho ese día muchas veces, una vez pasadas las bromas y la curiosidad inicial.  "Son bonitos" le habían dicho, "son finitos"  Sí, tenía pies finos, bien formaditos y de apariencia delicada...¡Qué lejos estaba eso de la realidad!  Esos pies eran resistentes y habían aguantado toda clase de abusos.    En fin, el evento había cumplido su objetivo y había atraído la atención hacia la marinera norteña y lo que ella significaba para una bailarina, así que ella con gusto levantaba los pies para que sus amigos, entre sorprendidos y curiosos, le revisaran las plantas y se admiraran de su dureza y de lo ásperas que eran, pero también de lo bien que se veían, y de lo linda que lucía caminando sin zapatos todo el día en la universidad.  Recordó que hasta le habían dicho que debería venir más seguido sin zapatos, y eso la había hecho sonreír.

Un amigo le había comentado hacía poco que una bailarina de marinera que estudiaba psicología tenía la teoría de que, en mayor o menor grado, todas las bailarinas eran algo masoquistas.  Sí, eso tenía mucho sentido, era cierto.  "Soy masoquista" le había dicho a su amigo durante esa conversación en la que el tema de la marinera había salido a flote.  

Era verdad... aún a sabiendas de que el suelo estuviese caliente y de que quemaría sus plantas, aún viendo que la pista era áspera como lija, al sonar la música no había nada que la detuviese.  El ritmo, el movimiento hacían que sin importar lo mucho que le doliesen los pies ella continuase bailando, castigándolos.  Sí, era masoquismo, pero por amor a la marinera.  Era como un círculo vicioso, como un reto.  "Yo soy masoquista, es en serio" le había dicho a su amigo luego de meditarlo un rato.  El la miraba sorprendido.  "Es que llega un punto donde te acostumbras al dolor y piensas que te va a doler menos haciéndolo, golpeando tus pies contra el suelo con más fuerza que dejando de bailar.  Y cada vez necesitas más, se vuelve un círculo vicioso que te hace sentir viva.  No es por torturar tus pies porque sí nada más, sino que al bailar torturas tus pies y es un mal necesario, y me siento tranquila porque sé lo hice bien, o sea me duele y lo sigo haciendo, porque eso me hace sentir bien"

Era cierto.  Eso la hacía sentirse bien.  Era como con los deportistas, como los corredores de fondo que a pesar del cansancio y del dolor en los músculos seguían corriendo, sin detenerse, hasta llegar a la meta.  La marinera era eso para ella, su pasión.

Mientras pensaba y recordaba todo esto había terminado de vestirse.  Su pareja la esperaba en la puerta del pequeño vestuario improvisado.  Salieron juntos.  La gente aplaudió.  Lentamente caminó sobre la pista de cemento áspero como lija, que hervía bajo el sol de medio día.  Sintió como sus plantas absorbían ese calor. Sintió las piedrecitas que insistíán en clavársele en los pies.  Dolía.  Pero no le importó.  Iba a bailar.  Cual gladiador que salía al centro del ruedo en tiempos de los romanos, como una virgen rumbo al sacrificio, caminó hasta el lugar indicado.  Sonriendo, hizo una venia al público y al empezar la música comenzó a bailar.  

Mientras sus plantas se abrasaban en el pavimento caliente, mientras el suelo insistía en arañarle los pies, ella seguía bailando, sonriendo, dando vueltas y quiebres, moviendo el pañuelo con gracia, mirando con picardía a su pareja.  La gente miraba sorprendida a esta hermosa muchacha que, sin importarle lo caliente del suelo, bailaba con los pies desnudos dibujando filigranas con los pies.  Sí, era masoquista, quizás el dolor, el sufrimiento de sus pies la motivaba a seguir bailando, superándose, haciéndolo cada vez mejor... pero por sobre todo era una apasionada, una muchacha enamorada de la Marinera Norteña, como muchas otras a lo largo y ancho del Perú.

 

FIN