MÓNICA

MÓNICA

(Inspirado en una historia real)

Verano 2011.  El calor era especialmente ardiente ese día de enero en el puerto de El Callao.  Un calor húmedo, como un sauna.  El sol ardiente calcinaba el pavimento.  El estadio Telmo Carbajo, de Bellavista, rebosaba de gente.  Era la inauguración de los talleres de verano y estrenaba flamante pasto sintético.

Había que publicitar el inicio de los talleres, y qué mejor manera de que la profesora bailara ante el público.

Mónica empezó a caminar.  Sus pies desnudos, acostumbrados a bailar en toda clase de terrenos, tenían ya las plantas curtidas, ásperas, duras y flexibles, como cuero. Sin embargo estaban a punto de enfrentar la peor de sus ordalías, algo para lo que no estaban preparados...

El pasto artificial ardía.  Desde el momento de posar su pie descalzo, indefenso, sus plantas empezaron a achicharrarse.

Las cámaras de televisión y los ojos de los miles de asistentes se posaron sobre ella y sus pies.  La música empezó y Mónica comenzó a bailar.  Moviendo los pies con gracia, las caderas, en idas y venidas, agitando el pañuelo con coquetería aceptaba los requiebres de su pareja para, en el último momento y con una sonrisa en los labios escapársele traviesa.  La marinera es así, un coqueteo, pícaro, de una pareja, en la que el hombre intenta conquistar a la dama esquiva, en el que un elegante chalán trata de ganarse el amor de una sencilla campesina descalza.

Dicen que la procesión va por dentro, y efectivamente, así era... a pesar de la sonrisa que adornaba su rostro, el sufrimiento era intenso, casi insoportable.  Primero sintió como si miles de agujas se le enterraran en las plantas de los pies, agujas calientes y filudas que laceraban y quemaban sus plantas.  Era como una tortura china, lenta y cruel, a la que, voluntariamente, sometía a sus pobres pies indefensos.  Miró al público y a las cámaras y eso le dio las fuerzas que necesitaba para sobreponerse y continuar.

El dolor llegó a ser tan intenso que dejó de sentirlo... sus pies se habían entumecido ya, su cerebro, a manera de defensa, había bloqueado las oleadas de dolor que sus plantas sufrían a cada paso.

Finalmente el chalán había conquistado el corazón de la campesina, el baile y la música cesaron mientras los pañuelos y las miradas se entrelazaban.

"¡No hay primera sin segunda!"  Dijo entusiasta el animador, entre salvas de aplausos y vítores.  La música empezó, una nueva marinera, una nueva tortura.

¿Qué crimen habían cometido sus pies? ¿Por qué recibían este castigo sus plantas?  Ni crimen ni castigo, sino pura pasión y amor... amor por la marinera, al punto de que sus pobres pies no importaban más.  Estoicos, empezaron a moverse nuevamente, en medio de oleadas de dolor, obedientes.  La música no parecía terminar nunca.  Cual soldado en misión, Mónica siguió bailando, bailando y bailando.

El público, de pie, la ovacionó.  Sonriendo, al terminar el baile, ella se retiró de la cancha, caminando con gracia, saliendo del campo de honor. Sus plantas, prácticamente, se habían sancochado.  Eran ya medio blanquizcas y sangraban.  Se sentó sin ocultar una expresión de intenso dolor en el rostro, pero sin soltar una lágrima.  Le remojaron los pies a manguerazos...¡Qué alivio!  Tras eso la llevaron cargada a la enfermería, en donde con cuidado le limpiaron y vendaron los pies.

Había resistido el sacrificio, y había valido la pena.  Y lo volvería a hacer, haría cualquier cosa por su marinera norteña.  "¿Incluso bailar sin zapatos sobre vidrios rotos?" le habían preguntado.  Y, tras pensarlo unos segundos, había contestado, orgullosa.

"SÍ"

FIN

Para Mónica, una valiente y decidida bailarina de nuestra Marinera Norteña

Agosto 2012