Confesiones de una bailarina

CONFESIONES DE UNA BAILARINA

(Basada en una historia real)

Gracias a mi abuelo descubrí este bello baile, te cuento rapidito.  Fue cuando tenía 5 años, era enero, semana del concurso en Trujillo.  El llegó con un DVD de marinera y lo dejó puesto en la televisión.  ¡Quedé fascinada!  Quería una falda y un pañuelo, y le pedí a mi mamá bailar.  Tuvieron que pasar 8 años, recién a los 13 empecé a practicar.  Me cambió la vida ¿sabes?  Amo la marinera, y te digo en serio, sin ella no viviría.

Mi enamorado, que es mi pareja, tiene años de experiencia en la marinera. Un día decidí ensayar de otra manera:  Le dije que sería mejor ensayar en el patio, bajo el sol de medio día.  El me miró sorprendido, y me dijo

-¿Segura que quieres hacerlo?

Y claro, le dije que sí, que quería preparar las plantas de mis pies, entrenarlas...y sentir ese picante.

-Está bien, ¡vamos!  me respondió

El suelo era liso pero con grietas, y estaba lleno de piedrecitas. 

-Espera, voy a barrerlo

-No, así está bien, déjalo -le dije

Era medio día y hacía un sol tremendo.  El suelo estaba ardiendo, pero no me dio miedo, sino curiosidad...Con solo tocar el piso sentí un ardor tremendo, que pasó desde mis dedos hasta mi último cabello....¡era delicioso!

  Te confieso que desde hacía tiempo tenía esa curiosidad, quería experimentar en mis pies ese ardor tan rico que tantas bailarinas decían que se siente.  ¡Y era cierto!  Sentía mariposas en el estómago, sentía mi corazón acelerarse, sentía mis pies quemarse como si les hubieran colocado carbón encendido.  Era justo lo que quería, y más... ¡Es hermoso!  Deseaba, necesitaba saber quién vencía a quién:  el calor del suelo abrasador o mi amor hacia la marinera.  Ya sabes la marinera es un sentimiento que nace en tu corazón, y ya sabes quién ganó.

Mi pareja, claro, bailaba con zapatos, pero aún así él sentía el intenso calor del suelo...y él sabía que yo, que estaba descalza, me estaba quemando las plantas de los pies.  Al terminar de ensayar, me dijo

-¡Eres increíble! En ningún momento dejaste de mirarme atrevida, retadora ¡Y sonreías!

-¿Te gustó?

No me dijo nada, simplemente tomó mis pies entre sus manos y empezó a acariciarlos. 

-Me encantó -susurró él, y agregó:  ¡Qué lindos son tus pies!

¡Yo me puse muy roja!  Nadie lo había hecho nunca, nadie me había acariciado antes los pies, y además él fue la primera persona en decirme que mis pies eran lindos.  Fue un momento especial.

-Tus plantas son duras, ásperas. Me gustan...y están muy rojas... me dijo él

Miré las plantas de mis pies, enrojecidas.  Me ardían, pero era rico.  No sé por qué, pero te confieso que me gustó verlas así, sonreí y le dije:

-Quiero convertirlas en cuero para que soporten de todo

-Eres muy valiente

-Esas son las marcas de la marinera, el orgullo de una bailarina es tener sus pies así

Yo estaba muy contenta, había cumplido mi sueño y había sido aún mejor de lo que pensaba.

-Bueno mi limeña, a seguir preparándote...Te reto a otro ensayo, la próxima vez bailaremos en la pista.

Ese es un reto que aún no cumplo, pero lo haré pronto.  Ya sabes, para las limeñas la pista quema como el infierno.  Y aunque te parezca extraño, mis pies me piden eso... cuando veo un piso caliente, mis pies empiezan a moverse solitos, es gracioso.  Hay tantos retos que quiero hacer:  caminar descalza en un camino de piedras, dejar mis zapatos en casa e ir en combi y luego caminando hasta la playa al medio día, caminar en la arena caliente.  Cuando viaje voy a bailar marinera en la nieve sin zapatos, como hizo esa chica que vive en Canadá.  Y si él, mi enamorado, me lo pide, haré cualquier cosa, lo que sea, bailar sin zapatos en un camino rocoso, o en medio de la pista caliente.  Incluso, si él me pide bailar en vidrios rotos, lo hago...por la marinera y para darle una lección, para demostrarle que las bailarinas de marinera somos mujeres valientes, fuertes, que nada nos puede detener.  ¿Has visto a esa bailarina de Ayacuho, que pisa vidrios rotos? Yo también lo puedo hacer. Yo, gustosa, acepto de todo.   ¡Ah!  ¿Sabes? Mientras él me acariciaba los pies, le dije:

-Quiero que apagues cigarrillos en las plantas de mis pies...

-Estás loca

-Hablo en serio, tú sabes que aguantan eso y mucho más.  No me quejaré, aguantaré el dolor, para que veas de lo que soy capaz  -Le dije, mientras lo miraba fijamente a los ojos

Hubieses visto su cara, estaba asombrado, no me creía y me cambió de tema.  Medio en broma, medio en serio, me dijo:

-A que no sales a la calle sin zapatos

-¡Vamos!  le dije

-¿A dónde?

-A donde tú quieras.  Hoy mis pies son tuyos, no me pondré zapatos hasta mañana.

Me abrazó, me dio un beso, y salimos.  Era medio día, ya te lo dije, y el sol estaba fuertísimo. Fuimos a Metro y a Plaza Vea.  No íbamos por la vereda, sino por la pista, que quema mucho más y es áspera.  Me dolió un poco al principio, pero no me quejé, y luego me acostumbré...¡era rico!  Me gustaba.

Entramos a Metro y luego a Plaza Vea. Y yo feliz, sin zapatos, de lo más tranquila. Dentro de las tiendas el suelo era fresquito, suave.  La gente me miraba curiosa, veía mis pies, mis plantas negrísimas, sólo mis arcos seguían blanquitos.  Escuchaba que algunos decían "¡Pobrecita!" y yo les sonreía coqueta.

Fue algo nuevo, pero me encantó caminar en la calle sin zapatos, en medio de la gente.  Me sentía libre, feliz, era un sueño hecho realidad.  Te confieso algo más, aunque pienses que estoy loca:  me encantaría vivir sin zapatos, ir descalza a todas partes, todo el tiempo.  Es más, ya empecé, aunque de a pocos.  Cuando estoy en mi barrio, voy a la tienda sin zapatos.  También si salgo con mis amigas cerca, y hasta en la universidad. He visto en Internet que en otros países hay varias chicas que viven descalzas, todo el año, y que aquí en Perú este estilo de vida ya empezó también.  Es más natural, es como cargarse de energía.  No creo que llegue a dejar de usar zapatos del todo, tengo que terminar la universidad primero, luego trabajar...pero en mis ratos libres sí lo voy a hacer.  ¡Vas a ver!  Voy a ser barefooter.

FIN

20160525