Una bailarina hippie

UNA BAILARINA HIPPIE

Una historia inspirada en la realidad

Kat amaba la danza.  Bailaba caporales y había empezado a bailar marinera norteña también.  El baile la había cautivado, no faltaba ni a una sola de sus clases y ensayos, y eso que andaba metida en un montón de actividades.  Además de la universidad practicaba ya los caporales, estaba aprendiendo karate y ahora la marinera norteña.  ¡Ah!  Y también era activista por los animales sin hogar y ayudaba en una organización.  Hacía poco había ido a Chosica llevando ayuda para las personas y animales damnificados por los recientes huaycos.  Kat era incansable, y su amor y vocación de servicio eran enormes.  Era una muchacha noble, sana, alegre y de buenos sentimientos.

Además de todo esto, y de ser una chica muy bonita, Kat era hippie.  Sí, aunque no lo parezca, esta cultura está viva y floreciente en el Perú. Kat amaba la ropa cómoda y de colores, las mochilas, los pantalones holgados...y andar descalza.  Era barefooter, disfrutaba mucho caminando sin zapatos en la calle, así se sentía cómoda, libre, conectada a su entorno.  Le gustaba sentir la textura del suelo por el que caminaba:  pasto suave y fresco, la tibieza de la vereda lisa, lo áspero y caliente de la pista, la tierra, las piedras...cada paso que daba descalza la llenaba de emociones y sensaciones nuevas, era como haber despertado un nuevo sentido.  Estaba a punto de lograr su gran sueño:  irse a mochilear sin zapatos, viajar por todas partes ligera de equipaje y con los pies desnudos y libres. ¡Pronto, muy pronto!

Kat aún usaba zapatos, claro...todavía no se atrevía a ir descalza a la universidad, pero era cosa de tiempo nada más.  No hacía mucho lo había pasado genial al lado de un buen amigo rasta, se había pasado descalza un día completo, yendo y viniendo con los pies desnudos a todos lados.  ¡Casi la botaron de Metro por andar sin zapatos por toda la tienda!  Como si acaso el ir descalza fuese contra la ley o algún pecado, como si no fuese, al contrario, algo natural.  Después de todo ¿quién nace con zapatos? ¿Qué otro ser viviente en el mundo además de los humanos usaba zapatos? 

La experiencia de Metro no la molestó, al contrario, le causó gracia y le dio ánimos para seguir. No había vuelta atrás, era barefooter y cada día caminaría más tiempo y más lejos descalza, libre y feliz.  Este estilo de vida además fortalecía sus pies para la marinera.  No sólo sus plantas, sino los músculos de sus pies, y el andar sin zapatos hacía que tuviese una forma de caminar más ligera, más ágil y natural, más fresca y femenina...y esto hacía también que los pasos de la marinera norteña se le hicieran más fáciles.  Después de todo, la marinera norteña había nacido justamente en el norte, en el campo, en la chacra, donde las campesinas trabajaban y vivían descalzas, con sus pies acostumbrados al intenso calor del suelo norteño, a las piedras y a todo.  Esa era la meta de Kat, quería volver las plantas de sus pies duras y ásperas, curtirlas hasta convertirlas en cuero...¡Y ya lo estaba logrando!

Lo había decidido:  era una barefooter. Seguiría usando zapatos, claro, pero únicamente como un accesorio, como algo opcional, como lo son los guantes, los aretes o el sombrero... se pondría zapatos sólo cuando realmente fuese indispensable usarlos... el resto del tiempo lo pasaría descalza. Sabía que lo lograría. 

Mientras pensaba esto, sentada en el suelo, Kat contemplaba las plantas de sus pies.  El polvo resaltaba sus arcos pronunciados, que se mantenían aún suaves y delicados, como el último recuerdo de cómo fueron alguna vez las plantas de sus pies.  Tocó sus talones y la parte delantera de sus plantas... se sentían duras y ásperas al tacto, gruesas pero flexibles...sonrío... le gustaba lo que veía y sentía, le gustaba tener las plantas de sus pies así, fuertes, resistentes, capaces de soportar la pista ardiente y las piedras del camino.  "Tienes bonitos pies" le habían dicho ya varias veces, y sí, era cierto... sus pies eran largos y esbeltos, delgados, de arcos pronunciados y dedos algo largos.  Pies elegantes.  Y sus plantas ya se estaban convirtiendo en cuero, tal como quería, tal como lo deseaba...

La música empezó y la sacó de sus pensamientos.  Rauda se puso de pie y empezó a seguir las instrucciones del profesor:  laterales, machetes, cepillados...Por algún motivo el seguir instrucciones le recordó a su profesor de karate, y la hizo sonreir.  "Tan tan" sonó, levantó la cabeza y el pañuelo en el aire.  Esta era su vida, y no la cambiaría por nada:  la danza y ser barefooter eran sus dos grandes pasiones.

FIN

20170410