Camino a Huanchaco

CAMINO A HUANCHACO

Una historia real

Karen sintió la pista áspera, calcinada por el sol.  Ardía.  Sus pies desnudos sintieron las piedras, la textura áspera, el asfalto ardiente.  No le importó.  Al contrario.  Lo deseaba.  Era su idea.  Sus pies y su espíritu necesitaban esta nueva experiencia.

La pista le freía las plantas de los pies, se las raspaba y arañaba a cada paso.  Dolía...ardía... levantó su pie para ver su planta, enrojecida.  Pero era justo lo que quería, lo que necesitaba.  Eso la hacía más fuerte.  Sabía que podía y debía lograrlo.   Era bailarina de marinera norteña, y al igual que muchas de ellas, que las buenas bailarinas, Karen tenía el don de convertir el dolor de las plantas de sus pies en motivación, en placer, en arte...¡en marinera!  Mientras más caliente la pista, mejor bailaba.  Mientras más piedras habían, mejor bailaba.  Le gustaba ponerse nuevos retos, cada vez más duros, hacer que sus pies resistieran, llevarlos al límite.

-"Mira esa chica, ¿está loca?  ¡Con este calor y sin zapatos en la carretera?  ¿No tiene amor propio? ¡Se estará quemando los pies!"

Le dijo una señora que la vio a su esposo.  El sólo atinó a responder

-"Le gustará pues, déjala..."

-"Estas chicas de ahora...."

Karen sólo escuchó y no le dio importancia.  Sí, era joven, pero era una chica madura, siempre se lo habían dicho.  No les hizo caso y siguió, saboreando el ardor en sus plantas, imaginando que bailaba "Trujillo de mis amores", su marinera favorita.  Sonrió al ver a su pareja, que la acompañaba, ponerse los zapatos.  No había aguantado más que unos pocos metros sin ellos.

-"¿Cómo haces Karen? ¡Quema horrible!  ¿No te duele?"

-"Sí, duele".  Respondió ella, serena, como si le hubiesen preguntado la hora

-"Y tú de lo más tranquila, como si nada.  ¿A ver?"

Ella se detuvo y levantó un pie para que él pudiese verle la planta.  Estaba negra de polvo, pero también se notaba de un rojo intenso por el calor de la pista calcinada.

-"¿Y la otra?"

Karen repitió la maniobra, ya estaba acostumbrada.  Su pareja, sus amigos, las chicas en la academia se sorprendían al ver todo lo que sus pies aguantaban y con un "¿A ver?" le pedían una y otra vez que les mostrara las plantas de sus pies, para ver su magia.  Sus pies eran bonitos, esbeltos.  Largos, delgados, de arcos pronunciados.  La piel de sus plantas era dura, gruesa, áspera... pero eso las hacía aún más hermosas. En los arcos era totalmente distinta, suave, delicada, tersa... sonrió al recordar que hacía un tiempo, tan sólo tres años atrás, las plantas de sus pies eran así.  Le gustaba tenerlas fuertes y poder ponerle retos cada vez más duros, como este.

-"¡Están rojazas!  ¿Te gusta, no?"

-"¡Me arden!"

-"Pero te gusta ¿no?  ¡Masoquista!"

-"¡Sí, me gusta, me encanta quemarme los pies, llegando a casa si quieres me los quemas con cigarros, pero ya no molestes!" y diciendo eso lo empujó en broma mientras él se moría de la risa.

En broma, pero en serio... lo pensó.  "¡Masoquista!" sonó de nuevo en su mente.  Sí, le gustaba quemarse las plantas de los pies.  Caminar en pistas calientes.  Caminar y bailar en cascajo, en piedras.  Le gustaba desafiar a sus pies.  Eran su orgullo.  ¿Por qué le gustaba tanto quemarse los pies? ¿Acaso sería masoquista? Bueno, ¡Y qué si lo era!  Un auto que pasó a toda velocidad la sacó de sus pensamientos.

Una hora había pasado.  El sol trujillano, inclemente, había hecho su mejor esfuerzo para deternerla, sin lograrlo.  Sus piecitos pequeños parecían indefensos, de hecho no tenían ninguna protección, pero sus plantas habían aguantado el dolor.  Karen, sin quejarse en ningún momento, había soportado la tortura a la que voluntariamente y durante una hora había sometido a sus pies.  Las plantas de los pies le ardían, sentía como si se las estuviesen quemando con hierros al rojo vivo, como si la hicieran bailar descalza sobre brasas ardientes, pero al mismo tiempo lo disfrutaba, sentía la energía que viajaba por su espalda, sentía mariposas en el estómago, sentía su corazón palpitar acelerado.  Castigarse las plantas de los pies así, hacerlas sufrir, la hacía sentir como cuando se enamoraba.  ¡Sí, era eso!  Karen estaba enamorada, profundamente, apasionadamente...¡De la marinera!

Llegaron a la orilla del mar.  Pusieron una marinera en el celular y empezaron a bailar.  Una marinera alegre, espontánea, elegante... ella, coqueta, lo provocaba, el, caballeroso, respondía las idas y venidas de ella, sin dejarse desanimar por sus "desplantes", al contrario, arremetiendo con más ganas para conquistarla...

-"Ah, son bailarines de marinera, con razón ¡Te dije, ves!"

Era la señora de la carretera, hablándole a su marido

-"¿Ah, qué? No, no, tú dijiste que la chica sin zapatos estaba loca y que..."

-"¡Callate!  ¡Qué hermoso, es admirable, todo ese esfuerzo que hacen!"

Karen sonrió... ¡qué tal cambio!  Primero la mujer había dicho que estaba loca y que no tenía amor propio, y ahora admiraba su esfuerzo.  ¡Ja ja ja!  Bueno, al menos había cambiado de actitud, y eso ya era algo.

Habían terminado de bailar.  Karen refrescó sus bonitos pies en el mar.  El agua salada la alivió.  Lo había logrado, una vez más.  Le había puesto un reto durísimo a sus pies y había vencido.  Se había vencido a sí misma.  Lo había planeado hace tiempo, echada en su cama por las noches esperando dormirse.  Cada detalle.  Lo había soñado, una y otra vez.  Y finalmente lo había hecho.  Sí, ya tenía algo nuevo que contar sobre sus pies en Facebook. Sí, subiría las fotos.  Sí, le daría risa la cara de sus amigas cuando les contara que había caminado descalza durante una hora en la carretera a Huanchaco al medio día, y les enseñaría las plantas de sus pies, para que sintieran lo fuertes que eran.  Le causaba gracia cuando le tocaban las plantas de los pies, sintiendo su dureza y aspereza con el dedo, como si tocaran a un marciano. 

Y en eso, se le ocurrió...  Una nueva idea, un nuevo reto le vino a la mente mientras el mar le seguía refrescando los pies... ¡Saldría descalza!  ¡Eso era!  Caminaría sin zapatos en la calle. Iría de compras, de paseo, al cine, al mercado descalza.  ¿A la universidad también, la dejarían?  Sí, también a la universidad... Cada vez usaría menos los zapatos.  Sacó su celular, cuidando de que no se mojara, y escribió en su muro de Facebook:

"Desde hoy me van a ver andando sin zapatos por todos lados.  En la calle.  De compras.  ¡Y también en la universidad!  Están avisados :)"

Sabía que podía.  Quería hacerlo, y lo haría.

Acababa de teclear, y en eso llegó el primer "like", con corazoncito rojo de "Me encanta" y todo.

-"Yo te creo, sí lo vas a hacer.  Tus pies aguantan de todo, cualquier cosa, lo que sea"

Era su pareja de marinera sonriéndole, sentado en la arena frente a ella.

La marinera era su vida, su mundo, su pasión.  Karen daba todo por ella.

FIN