Madeley

MADELEY

(Una historia inspirada en hechos reales)

-¡Te juro que pienso que tengo feos pies!

Agachó la cabeza mientras decía esto, apenada, como avergonzada. Los ojos en ese rostro hermoso mostraban tristeza.

Y luego añadió

-Es que bailo marinera norteña, ¡y no te imaginas cómo es!  En muchas ocasiones bailo descalza en pistas ásperas y muy calientes, en suelos de tierra llenos de piedras. Los ensayos y las presentaciones son durísimos y me han afeado los pies.

El la miró, sentada descalza.  Con cuidado, como si tomara dos joyas, cogió sus pies desnudos y revisó sus plantas.  Las tocó suavemente, sintiendo su textura.  

Sí, eran duras, ásperas, curtidas como el cuero.  Sólo sus arcos pronunciados se mantenían suaves y delicados. Blancos, destacaban en lo negro de las plantas de los pies de Madeley, y el polvo los realzaba aún más.  Esos arcos, tersos, eran el último recuerdo de cómo habían sido las plantas de sus pies, antes de que las entregase, antes de ofrendarlas a la marinera norteña.  Y en eso él le dijo:

-Al contrario, tus pies son hermosos.  Tus plantas son bellísimas, auténticos pies de bailarina.  En las plantas de tus pies, duras, ásperas, curtidas...puedo leer, como si fuesen un libro abierto, tu amor, tu pasión y tu entrega a la marinera que tanto amas.

Madeley levantó la cabeza.  Sus ojos brillaban, sonreía...

-¡Gracias!  En serio, me siento emocionada.  Es la primera vez que escucho que alguien diga algo lindo de mis pies.

Como un flashback, ella recordó las presentaciones, los ensayos...los suelos terribles, ásperos, extremadamente calientes en los que bailaba descalza.  Miró sus pies y los encontró hermosos estas vez.  Miró sus plantas encallecidas, duras, ásperas...y apreció su belleza, se sintió orgullosa de ellas y agradecida de todo lo que soportaban por su pasión, por la marinera...

-Jamás te avergüences de tus pies.  Son hermosos.  Luce tus plantas con orgullo, ellas son la prueba de tu amor a la marinera y poseen una gran belleza, que hay que saber apreciar y valorar.

-¡Gracias!  Ten por seguro que lo haré.

Se puso de pie, orgullosa, feliz... y, descalza, empezó a caminar por la calle, rumbo a casa...

FIN

20190503