La caminata

LA CAMINATA

(Inspirada en hechos 100% reales, porque la realidad supera a la ficción)

Domingo, 11 de la mañana. Marinera libre en San Borja, cerca al Pentagonito. Reencuentro con las amigas que no veía desde el año pasado. Saludos, sonrisas, abrazos, buenos deseos de año nuevo. Miradas cómplices hacia sus pies descalzos...

La música la envolvió y la puso como en trance una vez más. Karim había llegado tarde, no consiguió pareja...no importaba, ella podía bailar sola cuando era necesario. Ella y la marinera, nadie más. Idas y venidas, compases, cepillados y zapateos, punta y taco. Alegría pura. Gozo. Pasión. La marinera era su vida.

Había terminado el baile libre. Despedidas, hasta prontos. Se verían otra vez la siguiente semana. Ya era medio día, tres de enero, sol intenso. El calor ya estaba terrible y anunciaba las travesuras que El Niño haría este verano. Karim no se molestó en ponerse las zapatillas de nuevo. Iría descalza hasta su casa. El trayecto era largo, largas cuadras hasta el cruce de San Luis y Javier Prado. No importaba, así era mejor, es lo que deseaba, lo que su corazón le decía que estaba bien, lo que sus pies le pedían.

El pequeño grupo empezó a caminar. Sus amigas se sorprendieron al principio al verla con las zapatillas en la mano, pero no dijeron nada. Algunas cuadras más allá, al ver que Karim seguía descalza, se asustaron...

-Karim, el piso está caliente, demasiado

-Es cierto, pero en casa, en Pisco, ando así, ¿por qué aquí no? No hay nada de malo

Y siguieron caminando

El sol estaba cada vez más intenso, el suelo quemaba cada vez más fuertemente...Y Karim continuaba descalza...

Fredy le dijo, al despedirse

-¿Te queman?

-Toca...

Fredy obedeció. Sintió la piel de las plantas de los pies de su amiga...fuerte, dura, áspera...y ardiente... Tocó el suelo también, quemaba tremendamente. La miró perplejo

-¡Claro que queman!

Y Karim siguió caminando, como si nada, sin demostrar dolor...al contrario, sonriendo, mientras Fredy se alejaba pensativo.

-¡Ponte las zapatillas Karim, el sol está fuerte, el suelo quema demasiado ya!

Karim sonrió, y simplemente les dijo

-No

Ya la conocían. Directa al grano, ella siempre decía lo que sentía. No tenía sentido insistir.

Cruzaron la avenida. Los ciclistas pasaban, así que había que esperar. Allí, de pie, mirando a los ciclistas, Karim sentía cómo el suelo ardiente le quemaba las plantas de los pies. Dolía, y demasiado. Pero no lo demostró. La conversación con sus amigas hacía tolerable el dolor, y este la hacía más fuerte. El dolor no la dominaba, ella lo había dominado a él. El dolor estaba allí, intenso, disfrutando freírle las plantas de los pies. Pero no la vencía, al contrario, la hacía más fuerte.

La gente que pasaba la miraba, miraba sus pies, algunos se sorprendían, otros movían la cabeza, incrédulos.

Llegaron al cruce con San Borja Norte y San Luis. Otra amiga se despidió. Aún faltaban tres cuadras. El pavimento ardía, era como caminar sobre brasas ardientes, pero así estaba bien, eso la hacía más valiente, más fuerte.

-Tomemos un café, adoro el café

Dijo Karim

-¡Mejor causa en el mercado! Respondió Roxana.

Y así las dos amigas enrumbaron hacia el mercado.

Más miradas. La gente veía a esta guapa dama que iba descalza, con las zapatillas en la mano. Las plantas de sus pies, negras como el carbón, atestiguaban que llevaba varios minutos caminando descalza. Era hermoso verla desde atrás, sentada en la banca mientras disfrutaba de una deliciosa causa y una agradable conversación, notar sus plantas, cómo el polvo realzaba las curvas de sus pies, cómo los arcos blancos, limpios y tersos dibujaban un corazón, como si de alguna manera las plantas de sus pies expresaran el amor de Karim hacia la marinera.

Siempre era agradable hablar con sus amigas. Karim le comentó a Roxana sobre su historia, y ella prometió leerla al volver a casa. Salieron del mercado, contentas por la conversación y la comida. Poco más allá se despidieron. Karim siguió caminando en la vereda ardiente. Recordó que tenía que comprar algo en la farmacia, así que entró al FASA más próximo. El suelo fresco se sintió delicioso en sus plantas calcinadas. Mientras pagaba en el mostrador, sin darse cuenta, dobló la rodilla y dejó ver la planta de su pie en toda su gloria. Era hermosa. Varias personas lo notaron, y sonrieron.

Ya no faltaba nada. Entró a casa, cansada. Las plantas de los pies le ardían tremendamente, le palpitaban. Las observó, le gustó como se veían, como se marcaba su silueta. Sí, lo haría todos los fines de semana. Es más, el próximo Domingo dejaría los zapatos en casa y llegaría descalza al Pentagonito.

Se puso a ver sus correos y sus mensajes en Facebook y se entretuvo con sus pensamientos. La aventura había sido emocionante, le gustó lo que sentía, el poder caminar descalza en la calle, ante la sorpresa de propios y extraños. Era una bailarina de marinera, era una barefooter.

FIN

Para Karim Arteaga, apasionada bailarina de Marinera Norteña, quien no duda en ponerle toda clase de retos a sus pies para hacerlos más fuertes para bailar.

3 de enero de 2016