COSTEÑO QUIERE DECIR DE LA COSTA

Medellín, ciudad con la que Gabriel García Márquez jamás tuvo nada que ver, e infestada de gente sobremanera avezada para toda clase de negocios, ha usurpado el legado del costeño más conspicuo sin importarle distorsionar su esencia caribe, con el execrable objetivo de granjearse protagonismo y pingües ganancias a costillas de su memoria mediante una vulgar estrategia comercial disfrazada de buenas intenciones. 

Primero, con el respaldo económico de “una alianza público-privada conformada por la Fundación Gabo junto a la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y Sura con sus filiales en América Latina” organizan un Festival Gaboen Medellín desde 2013 (que también se ha trasladado a Bogotá), el cual promocionan como “la gran celebración del periodismo iberoamericano; un evento de ciudad [vaya, vaya],... en el que se rinde homenaje a los finalistas y ganadores del Premio Gabo. Son tres días de charlas, talleres y muestras de entrada libre y sin costo”. El premio es una actividad de la Fundación Gabo (cuya sede se encuentra en Cartagena) que tiene su antecedente en el Premio Nuevo Periodismo Cemex+FNPI otorgado entre 2000 y 2010 en Monterrey, Méjico, iniciativa de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, primer nombre de la Fundación Gabo. A su turno, el festival es una actividad acogida por Bancolombia y el grupo Sura, gigantes económicos que tienen su sede en Medellín. Festejarlo allí es una de las consecuencias de que Cemex le retirara el respaldo al premio, y la Fundación, ávida del mejor postor, o seguramente a causa de que no encontró a nadie más que patrocinara sus proyectos, se presta para realizar ese evento en una ciudad, una geografía (las montañas andinas) y una cultura totalmente ajenas a García Márquez. Punto en contra para Jaime Abello, barranquillero de fina estampa, director de la Fundación. 

Un auspicio como el del que goza el Festival Gabo basta para explicar hasta que se lleven a cabo juegos olímpicos de invierno en el desierto del Sahara o un Mundial de fútbol en Catar, sin embargo, en el proceso de indagar sobre lo insólito de realizar en plena cordillera de los Andes un festival que celebra a un personaje tan acendradamente caribe y que siempre rezumó tanta malquerencia por lo cachaco como GGM, descubrí otras explicaciones de por qué se hace allá; obvio: la única justificación no podía ser el vil metal, tan mundanal razón desacreditaría por completo el idealista propósito del premio de incentivar la excelencia del noble oficio periodístico, lo hubiera sumido en un auténtico lodazal moral. Tenía que mediar una relación entre la ciudad y el personaje, sobre todo si estuviese provista de un tinte romántico, que no puede faltar la sensiblería. Y, naturalmente, no lograron explicar lo inexplicable. Como no podía ser de otro modo, le tocó al alcalde de Medellín inaugurar el galardón el 8 de julio de 2013 en una ceremonia pletórica de pompa y circunstancia en la que pronunció el discurso GGM y Medellínque había de establecer el lazo de sangre eterno e indestructible entre el escritor y la ciudad. Extrañado y curioso como pocas veces, en cuanto sabedor de la inexistencia de cualquier vínculo entre GGM y Medellín, aguardaba, pese a esa certeza, una sorpresa, una enumeración de hechos similar a la del apartado Cosas de Barranquilla que pormenorizo más adelante, mas el argumento de Aníbal Gaviria para trazar la imaginaria línea GGM-Medellín resultó el auténtico parto de los montes: GGM solo estuvo de paso en Medellín dos tristes días de 1954, cuando fue enviado por El Espectador de Bogotá a cubrir unos derrumbes de tierra acaecidos ni siquiera en la ciudad, sino en un corregimiento cercano, lo cual será revisado con todo detalle posteriormente en este texto. 


Segundo, el canal de televisión Telemedellín construyó un tal Canal Parque Gabriel García Márquez que del novelista cataquero solo tiene el nombre más los de personajes y otros aspectos de su obra que les asignaron, sin ningún criterio ni relación, a los diez espacios que lo componen, con fines descaradamente mercantilistas, pues se trata de un bosque urbano (¿qué relación puede haber entre GGM y un bosque urbano, oiga?) dedicado a la naturaleza, la flora y fauna locales, cuya inspiración, lejos de encontrarse en la obra del tan usurpado GGM —algo imposible, pues su obra se desarrolla exclusivamente en la Costa Atlántica, región semidesértica de geografía, flora y fauna absolutamente distintas a las de los muy verdes y fértiles Andes colombianos—, se halla en “la poesía de Hölderlin”, según ellos mismos. Incluso, ni siquiera tuvieron el tino de incluir alguna cita de GGM referente a la naturaleza en su página web, sino una de José Eustasio Rivera, vea todo el desaguisado aquí. Insisto, de GGM ese parque solo tiene los nombres de los ambientes que lo conforman, y se los pusieron con el oportunista objeto de atraer gente despistada que con el tiempo contribuirá a crear el disparate de que Medellín es la ciudad de García Márquez, ya lo verán, esa es la retorcida intención de todo este bien estructurado y perverso complot de los antioqueños. Por cierto, ¿tendrá Telemedellín licencia para explotar comercialmente el nombre y obra de GGM? Ojalá que los legítimos herederos hicieran valer los derechos de propiedad intelectual, de autor, de imagen, privada, etcétera.


Tercero, hay en la Capital de la Montaña (¿la habrán apodado así por lo mucho que tiene que ver con el Caribe?) con el nombre de GGM un colegio estatal y un parque-biblioteca, este último equipado con teatro (para variar, bautizado “Macondo”, no podía ser otro el nombre), parques, canchas y piscina, lo que, aunado al nombre que tanto vende, da como resultado una muy comercial oferta turística. 


En otra escena típicamente macondiana, en el barrio Manila montaron un restaurante llamado “Gabo”, naturalmente, y supuestamente inspirado en GGM, cuyo menú ni siquiera tiene en cuenta los platos descritos en la obra del escritor, algo previsible, pues primero, la coherencia no es propia de los impostores, y especialmente porque las comidas presentes en los libros de GGM son exclusivamente costeñas, caribes. ¿De dónde flores, si no hay jardín? En Tripadvisor, el usuario Juansinmiedo96 acertadamente conceptuó al respecto: Un almuerzo caribeño, ¿en los Andes? En el sitio hay un aire caribeño, tanto en lo estético como en lo culinario. Me gustaría que desarrollaran una propuesta más inmersiva en el universo de Gabriel García Márquez y el realismo mágico, puesto que, a mi parecer, sus libros y su estética caen en lo decorativo, más que en lo conceptual del restaurante. Demoledor. En realidad, como en el caso de Telemedellín solamente me pregunto si ese restaurante tiene permiso de explotar con fines comerciales el apodo de GGM, los títulos de sus obras, los nombres de los personajes y hasta el de su esposa con los que bautizaron sus platos y bebidas.


Homenajes del Museo de Arte Moderno de Medellín, una puesta en escena acompañada de una composición musical basada en el amor entre el escritor y su esposa, un recital de Pablo Milanés en homenaje a GGM (debió llamarse “El extraño caso de un caribe cantándole a otro caribe en las montañas de los Andes”)... Vaya que se las traen los explotadores de lo ajeno. Se cuidaron de ponerse en esto en las postrimerías de un senil e indefenso GGM, quien en sus buenos tiempos, alérgico como era a tanta vagabundería, los habría mandado a la porra haciéndoles el gesto que sabemos de los dedos de la mano, ese que era uno de sus sellos característicos.


Pero eso no es todo. Ese periódico fracasado, El Colombiano de Medellín, se dedicó, en un artículo publicado el 17 de abril de 2020 y firmado por un tal Ronal Castañeda, a sustentar lo insostenible, a tratar de mantener la ilusión de “Medellín, la ciudad de García Márquez”, sin resultado alguno, obviamente, y cayendo en el más incomparable de los ridículos: de “matrimonio” y “cofradía” se atrevieron a calificar el nexo que nunca existió entre GGM y Metrallo. Resulta que ahora Medellín es “ciudad GGM” algo nunca antes pensado supuestamente porque:


Por otro lado, aquí se lee que, en 1955, GGM estuvo en Medellín para hacer un reportaje sobre el ciclista Ramón Hoyos y que el “26 de junio de 1955 apareció en El Colombiano Literario una extensa entrevista a Gabo, realizada por Alonso Ángel Restrepo” sobre La hojarasca, su primera novela, que acababa de ser publicada en Bogotá. Empero, tienen el recato de reconocer, como en el caso de Aguirre Editor, que “Tras una minuciosa pesquisa en los archivos de El Colombiano, no se encontró la primera entrevista que Gabo dice le hicieron en su vida, y que él registra en sus memorias, evocando avalanchas y sinceridades suicidas. Ah, tampoco se supo quiénes fueron los dos jóvenes reporteros. Se los tragó la dantesca selva del olvido”. Linda melodía. Este triste episodio es prueba de que en 2002, cuando salió Vivir, Alzheimer ya había hecho tales estragos en la mente de GGM, que confundió la ubicación, es decir, la entrevista no fue en Medellín, si es que se la hicieron.


Valientes razones para adueñarse de García Márquez. ¿Se había visto ridiculez igual? Vaya sinvergüenzas. Lo que hacen ciertos estados paranoides y la codicia desmedida.


Bandada de aprovechados y usurpadores de Medellín: Antioquia ha producido escritores y artistas de valía que bien merecen que les hagan ¿homenajes? como los que han aparentado rendirle a GGM, pero impúdicamente han tomado partido definitivo por el oportunismo y la comercialización rastrera, esos que generan más lucro. Se entiende que ni todos los escritores antioqueños juntos son comparables a GGM, pero cada quien guerrea con lo suyo; saben de sobra que GGM no tiene nada que ver con Antioquia y que lo que han hecho es otro repugnante caso de apropiación cultural con propósitos mercantilistas que distorsiona la memoria de un costeño ilustre al trasladarlo a sus andinas montañas, a donde nunca perteneció y acaso puso el pie dos veces en su vida, por accidente y brevísima duración, así que ya basta de arrogarse y traficar con lo que no es suyo agarrándose de un chorrito de orín, que no son otra cosa los motivos que han usado para expoliar la memoria de GGM. 


A propósito, que el Chocó exista hoy se debe en gran medida a GGM y al fotógrafo Guillermo Sánchez, quienes, por encargo de José Salgar y Fidel Cano, visitaron ese departamento durante más de diez días, inicialmente para dar a conocer al país el conflicto que estaba escalando a causa del proyecto del general Rojas Pinilla de repartir el Chocó entre su vecinos Antioquia, Caldas y Valle como solución a la extrema miseria  del departamento. Dos días después de publicarse el reportaje en El Espectador, Rojas desistió de su intención. GGM y Sánchez terminaron recorriendo el Chocó y denunciando la terrible realidad de esa región, incluso descubrieron que en medio de esa incomparable inopia había en medio de la jungla un moderno enclave extranjero, la población de Andagoya, equipada con todas las comodidades del primer mundo, en la cual residían los dueños de la Chocó Pacífico, empresa dedicada a la minería ilegal de oro y platino. Refiero todo esto porque GGM estuvo no dos, sino más de diez días en el Chocó, lo recorrió, se untó de él y sus gentes e hizo denuncias que contribuyeron a que no desapareciera. Es decir, el Chocó sí tiene una verdadera deuda y una conexión real con GGM, no obstante, no han tratado de crear líneas imaginarias con él, mucho menos de usurparlo organizando encuentros, eventos, premios, etcétera. Así mismo, Zipaquirá y Bogotá, donde vivió, estudió y trabajó, tampoco han tratado de expoliar su memoria. El Centro Cultural GGM de Bogotá es obsequio del Fondo de Cultura Económica de México con el apadrinamiento del gobierno mejicano, y optaron por establecerlo en la capital por comprensibles razones. Aprende, Medellín.


Sí, sí, Caribe

Para que no quepa la menor duda, sobre ser caribe GGM escribió en Vivir para contarla: “Los autores que me estimularon más para escribirla [La hojarasca, su primera novela] fueron los novelistas norteamericanos, y en especial los que me mandaron a Sucre los amigos de Barranquilla. Sobre todo por las afinidades de toda índole que encontraba entre las culturas del sur profundo y la del Caribe, con la que tengo una identificación absoluta, esencial e insustituible en mi formación de ser humano y escritor”. ¿Quieren más? 


Más barranquillero que el cañón verde

Y de Barranquilla se expresó en los máximos términos laudatorios en la misma autobiografía: “Nunca como en aquellos días me sentí tan integrado a aquella ciudad y a la media docena de amigos que empezaban a ser conocidos en los medios periodísticos e intelectuales del país como el grupo de Barranquilla... Barranquilla era entonces una adelantada del progreso civil, el liberalismo manso y la convivencia política. Factores decisivos de su crecimiento y su prosperidad fueron el término de más de un siglo de guerras civiles que asolaron el país desde la independencia de España, y más tarde el derrumbe de la zona bananera malherida por la represión feroz que se ensañó contra ella después de la huelga grande. Sin embargo, hasta entonces nada podía contra el espíritu emprendedor de sus gentes. En 1919, el joven industrial Mario Santodomingo —el padre de Julio Mario— se había ganado la gloria cívica de inaugurar el correo aéreo nacional con cincuenta y siete cartas en un saco de lona que tiró en la playa de Puerto Colombia, a cinco leguas de Barranquilla, desde un avión elemental piloteado por el norteamericano William Knox Martin. Al término de la primera guerra mundial llegó un grupo de aviadores alemanes —entre ellos Helmuth von Krohn— que establecieron las rutas aéreas con Junkers F-13, los primeros anfibios que recorrían el río Magdalena como saltamontes providenciales con seis pasajeros intrépidos y las sacas del correo. Ese fue el embrión de la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos —SCADTA—, una de las más antiguas del mundo”. Como puede verse, trasladar a GGM a los Andes antioqueños es un exabrupto. 


Cosas de Barranquilla

Entretanto, la dirigencia de Barranquilla dejó acabar el Parque Cultural del Caribe “Gabriel García Márquez” —que el Nobel contribuyó a crear, ¿qué tal si no?—, el cual contaba con una sala interactiva dedicada al escritor, la Mediateca Macondo, un centro de documentación especializado en su obra y una estatua suya de tamaño natural, hoy en la plaza de la Antigua Aduana. 


La escultura “Mariposas amarillas” quedó abandonada en medio de los escombros de las obras de interconexión eléctrica en la Vía 40 y el año pasado el alcalde anunció su reubicación en el malecón, que va camino a convertirse en un museo a cielo abierto. Hay un colegio público llamado GGM, sí, es algo, pero es solo un nombre. 


En 2022 inauguraron el hermoso “Parque del Realismo Mágico” en la carrera 65 con calle 99. Pues bien, aunque su nombre alude a la obra de GGM, solo cuenta con el “Sendero del Arte, que exhibe la muestra pictórica “Espejos de Agua, la cual reproduce aspectos de la fauna y flora locales, algunos de cuyos cuadros llevan nombres de personajes de Cien años de soledad. En realidad, se espera mucho más sobre GGM de un parque con ese nombre, lo cual aún se puede emprender: esculturas, ambientes, símbolos, reproducciones de escenas de sus obras. Que sepa, es el único parque de Barranquilla que posee página de Internet, la cual como tal no forma parte del parque, pues lo esencial es que conceptualmente estos espacios remitan a la vida y obra de quienes los inspiran. Como la de cualquier canal parque GGM de Medellín, la página está plagada de textos mal redactados y las más de las veces extraviados: afirman que el parque «propone un diálogo entre vida cotidiana e imaginación creativa, con el componente fundamental de la participación ciudadana, abierta e incluyente, civilizada y democrática», razón por la cual «Sólo así los habitantes de Macondo podrán tener una “nueva oportunidad sobre la tierra” de cara a los desafíos de la vida social contemporánea». Por favor, señores, conceptualmente, todos los parques proponen lo mismo, así que no pueden sostener que solamente yendo al parque del Realismo Mágico tendremos una nueva oportunidad sobre la tierra. Es un parque bonito, sí, pero solo es un parque. ¿Y de dónde sacaron que necesitamos una nueva oportunidad? Remata el dislate la justificación de “Espejos de Agua”, todo un galimatías. Pero como en algo tenían que acertar, incluyeron un trabajo que relaciona la geografía, el clima y la flora descritos en Cien años de soledad, lo mismo que omitieron los del canal parque GGM en su página. Se trata de una investigación de 2014, o sea que no se hizo con ocasión de la creación del parque.


Y no hay un solo evento que rememore al escritor que se formó en Barranquilla, donde vivió desde muy niño y en distintas ocasiones de adulto, se casó, a la que volvía para reencontrarse con sus mejores amigos, a enterarse de los últimos acontecimientos por boca de los taxistas y para escribir, donde aprendió sus primeras letras, hizo sus “primeros chapuzones de prensa”, ejerció el oficio de periodista y escribió una importante parte de su obra, la que vivió, sufrió y retrató en su columna La Jirafa y donde conformó uno de los colectivos artísticos e intelectuales más importantes de América Latina. Y lo más importante: una de las pocas ciudades que le sirvieron de inspiración, que no podía ser otro el resultado de estar entre su gente y en su tierra. No se olvide y los que no lo saben, que serán la mayoría, que se enteren que la última parte de Cien años de soledad está inspirada en su vida en la Barranquilla de los años 50, que no es otro el escenario en el que se desarrolla la tragedia del último Buendía, Aureliano Babilonia: los lupanares (el barrio chino), Nigromanta (la Negra Eufemia), el sabio catalán (Ramón Vinyes) y su librería, y los cuatro amigos discutidores de vida desordenada, Álvaro (Cepeda Samudio), Germán (Vargas Cantillo), Alfonso (Fuenmayor) y Gabriel (adivina, adivinador), los integrantes principales del Grupo de Barranquilla. Y está de más mencionar que Memoria de mis putas tristes sucede enteramente en Barranquilla.


Macondo postmoderno

Mi buen amigo peruano Miguel Watts aporta la magnífica idea de una reproducción de Macondo “Con taller de orfebrería, puterío, circo y too”.  Bien concebido, sería un homenaje al realismo mágico de la Costa y merecido tributo para García Márquez en Barranquilla, ciudad que tanto quería. Completarían el conjunto casas de barro y cañabrava, un plantío de guineo, un castaño, almendros, una ciénaga, una sierra y “un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. Mariposas amarillas, pescaditos de oro, un témpano de hielo, pergaminos manuscritos en sánscrito, una lupa, un catalejo, imanes, un astrolabio, una brújula, un sextante, un galeón, el daguerrotipo de una niña, bacinillas, un San José de yeso repleto de monedas de oro, un talego con huesos humanos, un hombre-víbora, hormigas comiéndose a un recién nacido con cola de cerdo. Un conjunto de acordeón tocando los cantos de Rafael Escalona. Estatuas de los Buendía, Melquíades, Francisco el Hombre con su viejo acordeón, el Judío Errante, gitanos, indígenas guajiros, soldados, gringos de la United Fruit Company y forasteros de todos los pelambres, militares disparándoles a trabajadores; se me ocurre que la figura principal sería Remedios, la bella, subiendo al cielo. Tendría también un laboratorio de alquimia, otro de daguerrotipia, una gallera, una escuela, una blanca casona, una sala de espejos, una pastelería, un tren amarillo, un vagón lleno de muertos, una cantina, una librería de volúmenes raros, un cuartel y ¿por qué no? un pelotón de fusilamiento. 


Obra ciclópea que nuestra dirigencia no está en capacidad de entender ni dimensionar, mucho menos de acometer, entre otras cosas porque no les interesa la literatura, no leen, y mucho menos a GGM. Cuán patético es que en Colombia todo el mundo saca pecho por GGM, pero casi nadie lo ha leído, y menos que menos a Cien años: algunos la encuentran incomprensible y se confunden con la mar de personajes de nombres iguales; otros, más realistas, simplemente reconocen que no pueden con esa novela, entre ellos, el profesor Maldonado.


Lugares

Los únicos lugares García Márquez en Colombia son: Aracataca, Barranquilla, Sincé, Sucre (el municipio sucreño), Cartagena, Zipaquirá y Bogotá. Fuera de Colombia: Ciudad de México, París y Barcelona, España. Sin olvidar que trabajó por poco tiempo en Valledupar, Caracas, La Habana y Nueva York.


Anticachaco

De la animosidad de GGM por lo andino-colombiano hay varias pruebas contundentes. En Vivir para contarla se lamenta: “Ese era el Chocó que quisimos revelar a los colombianos sin resultado alguno, pues una vez pasada la noticia todo volvió a su lugar, y siguió siendo la región más olvidada del país. Creo que la razón es evidente: Colombia fue desde siempre un país de identidad caribe abierto al mundo por el cordón umbilical de Panamá. La amputación forzosa nos condenó a ser lo que hoy somos: un país de mentalidad andina con las condiciones propicias para que el canal entre los dos océanos no fuera nuestro sino de los Estados Unidos”. 


Y esa animosidad alcanza sus máximas proporciones nada más y nada menos que en su obra cumbre, Cien años de soledad, donde lo andino solo aparece para ser ridiculizado —para decir lo menos—, personificado en la nefasta Fernanda del Carpio. Veamos algunas muestras explícitas:



No se pierda jamás de vista que Cien años es la obra capital y más representativa de GGM, aclamada en los cinco continentes y traducida a todos los idiomas. En otros términos, el concepto de GGM sobre lo cachaco quedó meridianamente establecido en su magnum opus y, a fuer de su amplísima difusión, es sobradamente conocido en todo el planeta, luego es contrasentido que, sabiéndolo a menos que no hayan leído Cien años y otras declaraciones suyas, que es lo más seguro, lo cual, en todo caso, no los eximiría, lo ¿celebren? allí donde no tuvo ninguna relación y cuyas gentes tanto desdeñaba. Pero el caso no acaba ahí: GGM sentía visceral, consustancial repulsa por Bogotá desde que la pisó por vez primera en 1943, como bien lo expresó muchas veces, en múltiples escenarios y en términos de máxima amargura y desolación. Para que no quede duda acerca de los sentimientos adversos de García Márquez sobre Bogotá, léase este análisis publicado por el mismísimo Centro Gabo. La intelectualidad bogotana, que sí lee, está perfectamente consciente de la aversión de GGM hacia lo cachaco, por eso en Bogotá solo le han hecho algunos discretos y más o menos pertinentes homenajes: a la biblioteca pública del Tunal le añadieron su nombre, igualmente le encajaron el apéndice GGM al parque de los Periodistas, un mural con su cara en la carrera décima, una estatua en la plazoleta de las Mariposas del Palacio Liévano (sede de la alcaldía, un exabrupto), y una que otra actividad muy esporádicamente, casi nunca; y en absoluto tratan de esquilmar su memoria, saben que hacerlo importa rendirle tributo a quien los repudiaba. Pero el afán desmedido de lucro y notoriedad de Medellín es más poderoso que el pudor, ni la crítica ni el comentario los afecta, ellos están por encima de eso, ni siquiera lo van a negar. El dinero será el soberano es una profecía del siglo XI. Y la impudicia también.


Barranquilla, 7 de febrero de 2024

Estatua de GGM en la plaza de la antigua Aduana de Barranquilla.

Mariposas amarillas de Mauricio Babilonia. Vía 40, Barranquilla.

Parque del Realismo Mágico.