Alto en el camino y nuevo aviso

Retomar el rumbo perdido

Es la ocasión. Estar sin Gobierno, y ver la gravedad de lo que se avecina con independencia de las combinaciones postelectorales que resulten, exigen hoy más que nunca remediar las premisas y no sólo quejarse de las consecuencias.

Debemos retomar, pero levantando la voz, lo que hemos dicho durante décadas, ahora que los anticlericales y secesionistas preparan su nuevo asalto.

La crisis del sistema liberal-socialista ha tocado fondo, con las negociaciones partitocráticas postelectorales como si de un reparto de cromos se tratase, con la interinidad gubernamental, con la insustancialidad de la jefatura de Estado, y con el paradójico hundimiento y burla colectiva a un Partido Popular que no obstante tuvo la mayoría absoluta, ha mejorado los resultados macroeconómicos, y ahora ha sido el partido más votado (¿quién demonios dirige la alta política?).

Los nuevos mandarines de la partitocracia exigen un nuevo cambio-talismán, una reforma constitucional sin convocar cortes constituyentes, y una nueva “transición” como segunda ruptura histórica a los 40 años de 1978.

Será pues necesario, por nuestra parte, ser valerosos: recordar y urgir los derechos de Dios en las sociedades y la política, y constatar la Tradición española como realidad sustentante porque todavía soporta los embates de la disolución. Por algo los opuestos a la Iglesia y la Tradición española se han valido, durante estos 40 años, de trampas sistemáticas, de enormes engaños, y de una escalada de disolución política y social, familiar e individual. ¡Pero los españoles y España aún respiran!

Los adelantados en vanguardia entre nosotros deben plantear a los españoles un ALTO EN EL CAMINO, hacer de correa de transmisión en la retaguardia dormida, y DAR UN NUEVO AVISO general: ¡Se ha de cambiar el rumbo!

¿De qué se parte para convencer a la retaguardia durmiente? Ahí están las evidencias que advierte nuestro pobre pueblo: el actual abismo entre la España oficial (políticos tramposos y una pésima partitocracia) y la España real. Gracias a la España real, los españoles –aún desorientados- soportan la disolución, hay restos de tejido social, y aún quedan no pocos bienes espirituales transmitidos por padres y abuelos. Pero sobre todo tenemos la religión católica, que sigue configurándonos a pesar de los pesares, y que estará vigente mientras España exista (es nuestra idiosincrasia), aunque el buen clero y los católicos no se lo crean después de tantas dejaciones y leyes de horror. Sí; nuestros males políticos siempre vinieron de arriba.

No hay una verdadera representación social política. ¿Representación de quién y qué, por quién, y a beneficio de quién y qué? Saltan como sapos los continuos escándalos y la corrupción en las más altas esferas. El votante sufre la desorientación, la crisis económica y el miedo social, cae en la manipulación del lenguaje y televisiva, sólo puede “pagar, votar y callar”, y al fin no cree que realmente él decida sobre lo que en realidad ignora. Vota una lista única, sin juicio de residencia ni mandato imperativo. Sabe que mandan las oligarquías medio consentidas por él, vividoras, y fieles a un amo exterior (NOM) que ya resulta muy sospechoso. Las ideologías ya son convergentes, incluido el martillo etarra, el comunismo y secesionismo. Si al español le sobran ideologías y corrupción, quizás conserve él algunas ideas, honradez, decencia y fidelidad. Las élites están desorientadas. La partitocracia y el estatismo anulan las instituciones sociales, impiden su representación, las arruinan, y se entrometen vulnerando el principio de subsidiariedad. El español se ahoga, y desconcertado se paraliza ante el atrevido (populista o rebotado) que medra.

Este feísimo punto de partida permite la sana reacción. Aún quedan resortes y mucha gracia de Dios, de modo que ¡orientemos la proa del barco en otra dirección! Se debe ir a las causas de los errores, pues el vino nuevo quiebra odres viejos. Debe declararse un nuevo interlocutor: ni la partitocracia, ni el individuo aislado y a merced de los medios de comunicación y de la adulación de los políticos, sino las personas, las familias, y la sociedad organizada en sus intereses. Reconozcan el derecho a la vida desde la concepción, el matrimonio hombre-mujer y para toda la vida, y el derecho de los padres a la verdadera educación de sus hijos. Promuevan la organización natural y representación de los cuerpos intermedios de la sociedad: la familia, los municipios autárquicos, el mundo del trabajo, la cultura y la iniciativa.

La unidad indisoluble de España está lejos de un Estado federal que tiende a la secesión y a reproducir en pequeño los errores del Estado central. Devuélvase a las Comunidades históricas los derechos propios pre o paraconstitucionales (Fueros) y no delegados del Estado. Devuelvan el Estado y las Comunidades a la sociedad las atribuciones y jurisdicción que les corresponden, pues los Fueros son la única garantía de la unidad de España, la sociedad, y el principio de subsidiariedad.

Reconózcase a la Iglesia católica como intérprete del derecho natural (es la única institución fiable del mundo y la única arraigada) y, sobre todo y especialmente en España, declárese lisa y llanamente la realeza social de Jesucristo y la confesión católica del poder civil supremo, derecho de Dios, garantía de los creyentes, confianza de los que no lo son, y garantía del que nada tiene.

José Fermín de Musquilda

Rev. "Siempre P'alante" nº 757 (1-III-2016)