Seis pancartas de Sanfermines 2024 y el monumento de Navarra

¿Qué no dirían de tratarse del monumento al miliciano y gudari?

Durante nueve días largos de San Fermín 2024, seis pancartas de peñas están imponiendo a los pamploneses un mensaje de división, una imagen y propósito talibán, exigiendo la demolición del gran monumento que corona y cierra la avenida Carlos III del IIº ensanche de Pamplona. No queremos que la imposición y el temor dominen nuestra sociedad: guziok isildu gaitezen. Esta demolición la propugnan minorías ideologizadas y no la misma sociedad.

¿Qué no dirían si otros hiciesen lo mismo que ellos, de estar el monumento dedicado a los milicianos, gudaris y brigadistas internacionales? ¿Lo consentirían? ¿No oiríamos poner el grito en el cielo? Todo es cuestión de quién lo haga y de lo fácil que es arremeter contra lo ajeno.

Que sólo ofenda quien pueda, que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y que las ganas caen solas si no se les hace caso, no puede ser la excusa del perezoso y el falso prudente, y de los muchos ciudadanos que se sienten agraviados por parte de quien aprovecha el ocio y la fiesta para agredir con impunidad contra objetos, memorias y hasta sentimientos.

Aquí unos hacen lo que quieren y el resto calla y mira para otro lado. Se nos ha acostumbrado a todo y la agresión se mira con indiferencia. Logran que callemos todos. Ayer fue la ofensa al  Crucifijo, y hoy seis pancartas culminan lo que una sola empezó en 2016. Normalizados, los peores propósitos avanzan y amenazan con establecerse. Que luego nadie se queje de la imposición, el escrache ocasional, la continua violencia psicológica, y, tras la puya y banderillas, ambos estoques.

Miren: nos tomamos en serio la carta de ciudadanía aunque sean muchísimos los que han tirado la toalla en la actual degradación provocada. Cuando todo se degrada los más atrevidos hacen lo que les viene en gana. Lo que vivimos no es un juego, ni una frivolidad, y siempre las premisas menores desembocan en mayores.

Primero se niega la mayor con engaño, para paralizar cualquier oposición, culpabilizar a la generalidad de los navarros y vaciar Navarra.

Ahí eclosionó una inmensa mayoría de navarros de toda lengua, arraigo y condición, luchando por Jaungoikoa y sus familias a vivir la religión católica, por España y las libertades, frente al comunismo moscovita y totalitario de Stalin y la revolución que conducía a ella, construyendo la Diputación Foral el monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada. Esta realidad se oculta porque disgusta a quienes buscan su revancha. Ahí está también la calculada confusión de este supremo esfuerzo con otras auténticas desgracias de retaguardia rechazadas por todos los que fueron al frente.

Dejen en pie lo que está en pie, y si no son capaces de distinguir entre los elementos heroicos y otros muy desgraciados de retaguardia -que hubo en toda España-, al menos quédense con el respeto hacia las personas y cosas, la convivencia, los objetos de propiedad colectiva, la memoria, la costumbre arraigada visual, el espléndido arte amigo de todo reconocimiento, los espacios arquitectónicos y los modelos artísticos y urbanísticos de cada época.

El 9 de julio de 2016, la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra recurrió por Registro al alcalde de Pamplona, al presidente de la Comunidad Foral de Navarra y a la delegación del Gobierno, contra la pancarta de una sola peña de Pamplona que mostraba en todo el tamaño de su lienzo, cómo se dinamitaba el monumento. Como entonces no hubo respuesta alguna de las autoridades, al ser hoy casi las mismas, entendemos que ofensas como ésta, la promoción del odio y el miedo del discrepante, sólo interesan a los ciudadanos, a los que nos dirigimos.

Estas pancartas no son un jocoso e irreal derecho al pataleo, sino un estímulo a la acción al estilo talibán, el brazo occidental de la plutocracia internacional a la que sirven aún sin saberlo.

Lo sentimos por sus autores y sobre todo por los pamploneses y naturales del viejo Reyno de Navarra.

(Tomado de "Ahora Información",  José Fermín Garralda, 11 de julio de 2024 )