Consideraciones prácticas de política católica en Manuel de Santa Cruz

GARRALDA ARIZCUN, José Fermín, “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”, Pamplona (2019), Col.: Nueva Bermeja nº 19

rargonz@gmail.com

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Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de

Manuel de Santa Cruz.

José Fermín Garralda Arizcun

Dr. en Historia. 25-VII-2019

Índice:

Introducción

I. Las dificultades del español de a pie (nº 1-5):

1. Dos deficiencias posibles (nº 1-3)

2. El primer escollo: dificultades o desmotivaciones internas. Los tradicionalistas sufren defectos como todo quisque. (nº 4)

3. Un segundo escollo: dificultades o desmotivaciones externas (nº 5)

II. Cómo rearmarse personalmente viviendo la buena política como personas coherentes y completas (nº 6-13):

1. Punto de partida

2. La Prudencia

3. Justicia

4. Fortaleza

5. Templanza

III. Cómo rearmarse, extender la Comunión política, y actuar “cueste lo que cueste” (nº 14-31):

1. Dificultades (nº 14-17)

2. Soluciones (nº 18-31)

IV. El enemigo acecha el santuario (nº 32-36)

V. Conclusiones (nº 37)

Introducción

E considera delicado tratar sobre estos temas, porque nos interpelan directamente. Y si interpelan, preguntan y exigen respuestas, es decir, apelan a la responsabilidad.

Esta afirmación ya es comprometida, porque quizás excluya a algunos lectores potenciales, aunque por otros conceptos estas páginas puedan interesar a todos toda vez que, al fin y al cabo, incluyen consideraciones de sociabilidad y sicología básicas.

Cada consideración que formulemos es como llegar a la segunda piel de nuestros lectores, en razón de su sentido práctico en el ámbito de la vida cotidiana. Es como la correa de transmisión de un vehículo a motor, que implique tres elementos: la cosa en sí y su virtualidad para poder ser exigida concretamente en la sociedad de hoy, la personal capacidad según las cualidades psicológicas y morales de cada uno, y las cualidades personales de otros intervinientes y cómo estas nos afectan.

Asomarnos al Tercer milenio demuestra que el hoy es nuestra época, que vivimos junto a nuestros contemporáneos, sin anclarnos en épocas pretéritas, y que experimentamos la honda crisis de nuestro tiempo. Esta crisis no ha llegado de forma repentina sino como colmatación de las sucesivas crisis anteriores, que tienen su origen en el paganismo renacentista –y antes- tan diferente al renacimiento cristiano del s. XVI.

Es habitual decir que las soluciones a la crisis actual exigen consideraciones prácticas y tomas de postura claras, además de ideas de fondo o principios. En las facultades universitarias de humanidades se debiera estudiar los principios que expresen el ser de las cosas, pero también convendría estimular el saber práctico ante la vida ordinaria, donde se incluyen aspectos en el ámbito de lo relativo y mudable.

Sólo así podremos enfrentarnos con éxito a los problemas actuales, pues, en la realidad del día a día, además de los elementos perdurables, hay otros mudables que hoy expresan cambios intensos, rápidos y quizás fugaces.

Cuando en nuestros días, imbuidos en una pérdida de principios, un contertulio analiza un proyecto, una ley y norma remitiéndose al ser de las cosas, eso es considerado como un gran paso adelante. Sin embargo, para adecuarse plenamente a la realidad práctica, a veces ello no es suficiente aunque sea necesario. En esta adecuación teórico-práctica al descubrir la verdad y conveniencia en la vida cotidiana está el quid de la cuestión.

Este planteamiento no significa relativismo por nuestra parte-nada más lejos de nosotros-, sino pedagogía y sentido de la realidad más concreta en la resolución de los problemas. Por poner un ejemplo, una cosa es el derecho que todo ciudadano tiene a ser atendido en las ventanillas de la administración pública, lo que sería el principio a considerar y exigir, y otra muy diferente el encontrarse repetidamente con el vuelva Vd. mañana en la sátira de nuestro Mariano José de Larra, tan oportuna ante la macro cefálica administración pública de hoy. Ante esa torpe situación propia de los Estados modernos, ¿qué hacer?

Son numerosos los autores clásicos que se plantean estas cuestiones, y numerosos también los periodistas de talla que las trataron en los periódicos de otras épocas. En nuestros días, entre otros autores podemos citar a Carlos Ibáñez, Javier Barraycoa, Miguel Ángel Bernáldez, Javier Garisoain… y sobre todo Ruiz de Galarreta.

Este trabajo es un ensayo sobre un tema de pensamiento relativo el presente a través de un medio periodístico. No es de historia porque las fuentes son del presente, aunque a veces se enlace con las enseñanzas o hechos del ayer, lo mismo que hacen las firmas recogidas. El tratamiento es riguroso con textos de las firmas recogidas, añadiendo nosotros la selección, la formulación y jerarquía de las ideas, y algunas explicaciones que diferenciamos de las realizadas por los autores. Sabemos que el planteamiento es delicado porque los autores viven entre nosotros, por lo que estamos abiertos a sus amables correcciones se las hubiere.

Diferentes motivos justifican estas páginas, cuyo contenido se hace más ligero a medida que avanza su lectura, por omitir algunas explicaciones y remitirnos exclusivamente a las firmas con cuyas ideas prácticas organizamos en este trabajo.

El primer motivo es la necesidad de salvar y difundir las aportaciones de unas personas que, sin participar en los grandes medios de comunicación y editoriales, sin embargo plantean, con honradez y abiertamente, unas coordenadas diferentes que la generalidad de los periodistas de opinión omite o ignora. Por eso se recogen diversas firmas periodísticas, singularmente la de Manuel de Santa Cruz, cuyo experimentado juicio y voz es un recuerda que queremos reconocer y atender.

Segundo: las afirmaciones recogidas en este trabajo son poco habituales en nuestra época, pero no por ello son menos necesarias. Aunque con ellas se podría presentar una antología muy pedagógica de evidente utilidad, este trabajo recopila y ordena numerosas respuestas a los problemas planteados, como lluvia fina que ablanda la dura costra de un zócalo meseteño. Hoy, al hombre que vive con estrés, ansioso por estar en todas partes y conocer todo -por eso pierde fácilmente el Norte-, le conviene el apoyo de escritores que estimulen la concreción, clarificación y el compromiso. Para ello, el estilo directo de nuestros autores y cierto desenfado frente a la pedantería, frivolidad y el racionalismo actuales, iluminan lo que se desea aportar.

Para mantener el Norte y faro en los vaivenes de la actualidad, a todos nos gusta consultar por su brevedad, profundidad y solidez -aunque el ejemplo se retrotraiga mucho en el tiempo-, las Meditaciones del emperador Marco Aurelio, escritas al comenzar la crisis del Imperio romano, o bien los trabajos de Séneca el Joven durante el primer Imperio romano y tantos otros. Citamos estos autores estoicos y “clásicos” porque recogerían lo perdurable que hay en el hombre y las sociedades, no ya en el ámbito de los principios metafísicos sino del comportamiento.

Pero volvamos a nuestros días. Ante los grandes cambios actuales, todos apreciamos síntesis y antologías como los planteamientos de Cómo reorganizar Rusia tras la caída del comunismo escrita en 1991 por el Premio Nobel, Alexandr Solzhenitsyn. Es otro ejemplo.

El tercer motivo, y en relación al tema que nos ocupa, los autores que seguimos ofrecen un racimo de consideraciones prácticas, hoy inusuales en la prensa diaria y de lo políticamente correcto, lo que les otorga un mayor interés. Han preferido cultivar la cepa de las cien preguntas que formularía nuestra sociedad llamada líquida: tan mal están las cosas que cuestionarse algo ya es un paso adelante. En tiempos de crisis, surgen soluciones conforme a las circunstancias, como hicieron en otro tema y a otra escala los injustamente desconocidos arbitristas del siglo XVII. Que no ocurra como con ellos, pues si Colbert y Adam Smith son debidamente conocidos, también debieran serlo Tomás de Mercado, Ortiz, Cellorigo, Moncada, Fernández de Navarrete, de la Cerda y diez más de esa época, anteriores a ellos.

Junto a los aspectos fijos y estables, interesan las adecuaciones a la realidad de la vida cotidiana. Por ejemplo, la situación de cada pueblo es diferente, los países europeos no debieran gobernarse igual, sus Constituciones no tienen por qué ser similares, y los estatutos autonómicos de las 17 comunidades españolas no tienen que seguir el mismo patrón.

Las aportaciones de este trabajo son para aplicar en el presente inmediato. ¿Pero cómo hacerlo? Quizás alguno piense que a nuestros autores se les ha parado el reloj, el calendario y cualquier medida temporal, y que se han quedado en el siglo XIX. Quizás eso no sea un demérito, porque los socialistas hablan de cien años de honradez y ensalzan a su fundador Pablo Iglesias, y los conservadores lo hacen continuamente con Cánovas del Castillo, y los posteriores Antonio Maura y José María Gil Robles, por muy alejados que estén de nosotros el marxismo de unos y el liberalismo de otros. Pues miren: ocurre que en la historia de España hay otras muchas personalidades y tendencias que son diferentes a las que dichos señores representan. Pero más importante que eso es la sana costumbre del tradicionalista de cultivar, como forma de vida, algo tan razonable como el conservar renovando y renovar conservando, no exagerar la importancia de las circunstancias sobre el ser y naturaleza de las cosas, analizar cómo reacciona el hombre, y tener en cuenta la psicología de masas, así como las enseñanzas de la historia.

Cuarta: las circunstancias afectan al desarrollo de los acontecimientos, suponiendo la política el ejercicio de ciertas virtudes activas, algunos presupuestos y consideraciones.

Los autores que seguimos -y es el quinto motivo- no están “echados para atrás” o fuera de su tiempo, ni en los medios y procedimientos, ni en la defensa de asuntos como las libertades cívicas, la auténtica representación social y política, diferentes principios básicos inamovibles o bien la presencia de Dios en las realidades temporales. Nos referimos al Dios personal y no a ídolos como el individuo o el grupo, el dinero, el partido político, la cultura o lengua, las costumbres, la etnia y raza….

Hace algún tiempo las autopistas de la comunicación e información, presentadas por estirados agoreros del progreso indefinido, impresionaban a todos para llegar ahora el momento de la llamada “inteligencia” artificial que a otros obnubila. Hasta hay debates escolares y universitarios públicos sobre ella última.

Sin embargo, impresionarse por las TICs no significó tener miedo a los nuevos medios y procedimientos, ni auto marginarse. En este importante tema, los cambios y la novedad han sido reales, pero no hay que exagerarlos, pues no han modificado los paradigmas de nuestra civilización, ni la naturaleza humana, ni las aspiraciones profundas de hombre. El hombre sigue siendo lo que siempre fue.

La nueva situación técnica puede ser asimilada con cautelas, y no obliga a “echarse atrás”. Desde luego, exige estar en guardia ante la posible alteración de los mensajes, las tramposas e indebidas simplificaciones, y un exceso de información muchas veces vinculado a la falta de calidad informativa.

Las TICs también facilitan la ruptura del monopolio informativo del periodismo en papel y de las televisiones públicas o bien de los oligopolios privados. Quien desea intervenir en el presente debe utilizar estos medios, buscar eficiencia, y ser capaz de utilizarlos de forma inteligente, medida y con un buen fin.

De todas maneras, no todo es inocuo, pues hay que reconocer que un ordenador con conexión wifi no es una mera herramienta de la que echamos mano cuando la necesitamos, sino que se ha convertido en un apéndice orgánico que nos acompaña allá donde vamos, aunque no lo necesitemos

En resumen; sin quebrar el pasado como si de una caña azotada por el viento se tratase, de un pasado que nos ayuda a configurarnos individual y socialmente, y sin olvidar tampoco qué cosa sean el hombre y las sociedades según la realidad de las cosas, o bien la importancia de lo mudable a la hora de mantener y configurar posturas prácticas que elevada exigencia personal y grupal, el lector de cultura hispánica comprenderá con facilidad los contenidos transmitidos y el estilo utilizado por las firmas recogidas en estas páginas, afín por otra parte al pensamiento contrarrevolucionario de cultura católica.

No en vano el presidente de Perú, Kuczynski, consagró su país y política al Corazón de Jesús en octubre de 2016 -aunque contradictoriamente después promulgo leyes impías-, y, a comienzos de 2019, la diputada federal de Brasil, Christine Tonietto, consagró su “mandato a Cristo, Rey del Universo, a Nuestra Señora de la Aparecida, Patrona de Brasil, que es la tierra de la Santa Cruz”. Y terminó con un “¡Viva Cristo Rey!” (“Corrispondenza Romana”, 25-II-2019). Podríamos citar otros políticos de hoy día en Polonia y Hungría, incluso alguno de Italia, pero a ningún español. La católica España ha terminado oficialmente laicista y paganizada, siendo el deseo de una “nueva evangelización” –por otra parte necesaria- la coartada de algunos para disimular sus responsabilidades en estos tiempos críticos. Afortunadamente lo oficial no siempre coincide con lo real, y menos en países de cultura católica y fe ayer arraigada.

¿Quién es el destinado de este trabajo? Nuestra aportación, basada en autores católicos -no liberales- y de auto percepción antiliberal, no será fácil de digerir a los afectados ideológicamente del Liberalismo, salvo que hagan gala de un meritorio valor personal, e incluso tampoco lo será a los resabiados de una mentalidad y praxis liberal, frecuente en ciertas asociaciones católicas de todo el Occidente desarrollado y especialmente en España.

La católica España ha sido obligada a seguir una política a la italiana, trasladando al suelo ibérico la situación italiana de 1945 sin fundamento alguno, la fraudulenta democracia cristiana, y los análisis y apreciaciones de Maritain, mucho más fáciles y relajadas que las planteadas en la España tradicional. Tras rechazar las élites españolas -seglares y eclesiásticas- la base tradicional recordada por Menéndez Pelayo y otros autores, la democracia cristiana ha desaparecido, a Maritain nadie sigue, y los responsables del laicismo y paganismo actuales siguen sin reconocer sus responsabilidades y culpa. Como la enorme oferta actual en internet puede fácilmente arrinconar estas cuartillas, invitamos a que cada cual cumpla lo mejor que sepa y pueda.

Contrariamente a lo que puedan sentir los seguidores del Liberalismo, los tradicionalistas podrán encontrar sus delicias en la propuesta de este trabajo. De todas maneras, unos y otros considerarán los textos recogidos para templar el carácter y trabajar en la sociedad y la política.

Las fuentes utilizadas son el quincenal navarro católico “Siempre P’alante”, nº 700 (16-VII-2o13) a 810 (16-VII-2018).

Los autores. Las siglas según orden alfabético son: AdG: Aurelio de Gregorio; ES: El Serviola; Dr. FFdezA: Doctor Felipe Fernández Arqueo; JU: José Ulíbarri; MSC: Manuel de Santa Cruz; PE: P. Echániz; PL: P.Loidi. Estas firmas han aparecido en otros medios de comunicación, por ejemplo en el “¿Qué Pasa?” de los años sesenta, en el diario carlista “El Pensamiento Navarro” hasta su desaparición en 1981, en “Iglesia-Mundo”, “Roca Viva” etc.

Las firmas que ofrecemos forman una unidad, lo mismo que el índice que las enmarca, el criterio que las selecciona, y la intención de cada sujeto que interviene. Sin duda, cada autor de las afirmaciones seleccionadas podrá sintetizar mejor que lo aquí expuesto, por lo que animamos a la lectura de los originales, aunque esto último no sea fácil debido a la limitación editorial de la revista madre que es el quincenal navarro católico “Siempre P’alante”, dirigido por el Rvdo. Don José Ignacio Dallo Larequi Creemos que el autor de cada uno de nuestros textos, que conocemos personalmente, estará básicamente conforme con lo que exponemos en este trabajo.

Las firmas consultadas conectan con periodistas españoles de otras épocas, ajenos a concesiones y desvíos sociales. Estos no buscaban la corrección política -término éste de actualidad-, no sacrificaban todo a la mayor amplitud del público sino que deseaban que éste fuese selecto y estuviese bien formado, y tampoco ofrecían ante todo una salida práctica por decir que la política era el arte de lo posible. ¿No sería mejor decir que la política es el arte de hacer posible lo que parece difícil o imposible? Citemos algunos autores, remontándonos hacia el curso alto de ese río cambiante que es el tiempo, tales como Rafael Gambra Ciudad, Álvaro D’Ors Pérez Peix, Javier Nagore Yárnoz, Pérez-Madrigal, Maeztu, Senante, José Roca y Ponsa -el magistral de Sevilla-, Fabio, Bolaños, Sardá y Salvany, Navarro Villoslada, los Nocedal, y tantísimos otros hasta De la Hoz y el gran Balmes.

La firma principal que se ha seguido es la de Manuel de Santa Cruz. Hemos tenido la fortuna de que el autor nos haya entregado todos los artículos que publicó en numerosas revistas religiosas, sociales y políticas (1), y metódicamente iba archivando desde 1953. También es autor de numerosos libros y artículos de historia (2). Si comparamos dichas colaboraciones con las recogidas en este trabajo, se observa que siguen una misma línea de observación, análisis y pensamiento (3). También, y por las fechas de unión entre los carlistas, son destacables sus artículos en el boletín “Unión Carlista” de 1978-1981 y “Acción Carlista” de 1985-1986.

A veces, las afirmaciones de este autor bajo seudónimo, pueden parecer poco verosímiles cuando de alguna manera confunde lo que debiera ser con lo que es. Es decir, puede resultar utópico defender el reconocimiento público y político del reinado social de Jesucristo cuando los católicos no están activos, ni quieren hacerlo y hasta desconocen aquel por falta de formación, siendo ellos los únicos necesarios para ponerlo en práctica.

La pregunta es: ¿se debe dejar de promover que el poder público reconozca a Dios y la Buena Nueva, porque los católicos y su jerarquía eclesiástica no lo hacen, quizás no lo quieren hacer, e incluso lo ignoran? ¿Ha caído España y los españoles en la hipótesis más lamentable? Un análisis no superficial de la situación nos mueve a creer que España y los españoles aún no están en esa circunstancia, aunque estén a las puertas, como le ocurrió a la antigua Francia. Si llegase a ella, que no sea por culpa de los españoles conscientes, que deben velar por sus contemporáneos.

En realidad, con dicha aparente ficción, Manuel de Santa Cruz pone a salvo el deber cuando éste es de hecho incumplido. También permite pensar que la verdadera ficción es buscar algo bueno en los incumplimientos -culpables- de gran parte de los católicos y su jerarquía eclesiástica. La práctica de la soberanía social de Jesucristo depende de “la cosa” misma y de la capacidad sociológica que los católicos deben mostrar, más que del incumplimiento de sus propias obligaciones. ¿Qué no cumplen? Pues se les anima a cumplir lealmente, debiendo ser contados en principio entre los buenos. ¿Qué lo ignoran? Pues se les explica y enseña cordialmente. ¿Qué son débiles? Pues que hagan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, y que recuerden e imiten a sus mayores. El problema sociológico no se resuelve cediendo lo que se debe defender en una sociedad capaz de ello por su bautismo y origen, historia, psicología y hasta sociología. Tampoco cediendo a su voluntad, por ignorancia y debilidad, sino convenciendo a los católicos en el ejercicio de sus responsabilidades. Y después, que cada palo aguante su vela, que nadie se lamente de las consecuencias, que nadie llore como el moro Boabdil a decir de su buena madre, ni urja a otros a la nueva evangelización como si él no fuese responsable del avance del descreimiento.

Los artículos. El estilo de los artículos analizados y recogidos es muy actual, directo e incisivo. Es dinámico, prefiere la brevedad, alterna la expresión seria con lo coloquial, y busca reafirmar al lector e impulsarle a la acción. Se muestra rotundo y acerado, conceptista y a veces irónico, casi siempre práctico, conociendo la bibliografía de los autores tradicionales, a la que a veces se refiere de memoria debido a la edad y al carecer de las referencias bibliográficas, en algunas cuestiones con una posición muy personal.

La dispersión de los artículos e ideas de la prensa utilizada en este trabajo, y sus matices, nos ha exigido aportar abundantes textos, que a veces pueden parecer algo excesivos, con el objeto de dejar claro lo que los autores quieren decir.

Organización expositiva. Nuestra exposición se organiza en 37 consideraciones, más o menos extensas, algunas a su vez subdivididas, y todas ellas agrupadas en los epígrafes del citado Índice. Conlleva el análisis previo de las aportaciones expuestas en unos 250 artículos firmados como Manuel de Santa Cruz y otros nombres (Sigla, nº revista “Siempre P’alante”), auto titulados como “inasequibles al desaliento”. Estas firmas han escrito en el mismo sentido y quincenalmente, desde el nº 1 (6-III-1982) hasta el último nº 831 (1-VII-2019), durante 37 años seguidos.

La selección y agrupación de las aportaciones se realiza bajo nuestra exclusiva responsabilidad. Es muy posible que durante la lectura de los abundantes textos seleccionados, el propio lector extraiga sus propias conclusiones.

En ocasiones, y sobre todo al comienzo de este trabajo, añadiremos algunas consideraciones y explicaciones a tono con los autores, sin contradecirlas y mucho menos descafeinarlas, advirtiendo que lógicamente son de nuestra autoría. Es muy importante señalar lo que es de ellos y la explicación o criterio que añadimos nosotros. Lo que es claramente de ellos son los textos y la enumeración de epígrafes sacados de los mismos y ordenados.

Este trabajo se redactó para el XIII Congreso de la Comunión Tradicionalista Carlista (Madrid, 12, 13 y 14 de octubre de 2018), y fue presentado de forma reducida, omitiendo buena parte de los textos por falta de espacio. El título fue: “Un éxito -como todo, relativo- y los peligros del carlista. (Prevenir pequeños derrumbes). Al XIII Congreso de la CTC. 2018”. El propósito era didáctico debido al interés que muchas ideas de Manuel de Santa Cruz, y otras firmas, podían tener entre los asistentes. La parte IV podría ser matizada por unos u otros de ellos, pero hemos querido ser fieles al periodista para quien todos sus aspectos forman una unidad monolítica. Otra cosa sería traicionar sus contenidos.

El autor de estas páginas es independiente en su trabajo profesional, y no está sujeto a compromisos. Si esta libertad le permite no estar condicionado, y no sesgar u omitir el mensaje de los textos trabajados, resulta que la búsqueda de la verdad le ayuda a medir cabalmente sus afirmaciones. Ha dedicado su tiempo con gusto a beneficio del lector curioso, y lo ha realizado sin ayuda ni estímulos ajenos.

Hoy día, quien desea hacer algo debe ser su propio motor, mecenas y editor. Los más amigos no suelen -quizás por eso mismo- dar las gracias, lo que no es una virtud sino algo a corregir, aunque en el fondo se suponga pues muchos tienen una personalidad agradecida. Quizás deba ser así para garantizar la independencia y libertad de la investigación, y quizás así haya sido muchas veces, pero sirva esto como queja con el afán de que mejoren las costumbres de nuestra gente.

I. Las dificultades del español de a pie

1. Dos deficiencias posibles

1. La experiencia demuestra que la actual crisis global puede ahogar la vida individual de cada uno de los españoles de a pie, como ocurrió en otros momentos críticos de la historia. Nadie está libre de toses y epidemias, según recuerdan de forma desinhibida los “inasequibles al desaliento”.

A nuestra particular consideración, los españoles han asistido a la crisis que desde décadas sufre la cúpula política española, y a las componendas de una jerarquía católica acomodaticia que se ha codeado excesivamente con aquella, en función de la llamada transición democrática, del liberalismo y socialismo, y de los nacionalismos separatistas, ayer llamado vasco y hoy también catalán. Cuando se habla y critica mucho el acercamiento del alto clero español al régimen franquista, es porque el clero de la llamada transición democrática se enfeudó mucho en la política liberal-socialista, cosa que no hizo su antecesor porque no tenía nada de qué ser perdonado, porque carecía de complejos, y su principal afán, que era el reinado social de Jesucristo, se veía cumplido en las leyes y el ambiente social y político.

Aunque hubiesen cedido por huir de lo que calculada e inapropiadamente el malogrado Joaquín Ruiz Giménez llamó nacional-catolicismo, los españoles tenían que haber superado la tentación de esta palabreja, que suena a nacional-socialismo, y tenían que haber explicado la verdad y fundamento de la España confesional católica, que nada tiene que ver con la confesionalidad protestante, y menos con cualquier tipo de totalitarismo como el de las ideologías comunista, nacionalista (nazismo, fascismo etc.), y otras actuales. Por oportunidad, trampa o por convencimiento liberal desde hace décadas, esa falta de explicación y enfeudamiento ha generado el hundimiento político y social de España.

Si esto no es bueno, peor es que dicha crisis socio-política se haya trasladado o prolongado inexorablemente, generando la crisis familiar y personal de muchos millones de españoles. Es propio del liberalismo olvidar la conexión entre la política, la sociedad y la persona individual, incumpliendo así lo que tan bien recordó el magisterio de la Iglesia. Junto a este gran descuido, se pensó que todo era válido, que era desfasado el sabio consejo de cuidar las lecturas, la vista, los amigos, los ambientes que se frecuentan, la música… lo que ha provocado estragos religiosos, espirituales y de deshumanización.

Muchos males en España vienen de fuera de ella -son exógenos- y transmitidos desde muy “arriba”. En ello ha insistido Manuel de Santa Cruz, y nosotros lo hemos defendido en una ponencia al Congreso de la Unidad Católica en Zaragoza en 1996 (“La unificación del mundo a través de la historia”), y 1999 (“La influencia anticristiana de as europeizaciones desde la Revolución francesa”). Los ejemplos del pasado son numerosos. Nos remontaríamos a finales del siglo XVIII e incluso al erasmismo del s. XVI. Quizás, y ya en la actualidad, un síntoma de su transmisión, sean, hoy día, las memorias personales de altos dignatarios como los monseñores Tarancón, Cirarda, Setién, y Sebastián entre otros. Nuestro respeto hacia todos ellos, pero también nuestro desacuerdo en su línea sociopolítica de orfandad que han dejado a los católicos, pues el Liberalismo teórico-práctico que estos y otros autores han plasmado en la polis no es bueno sino calamitoso. Nos quedamos con los ocho señores obispos que por motivos exclusivamente religiosos y pastorales se opusieron a una Constitución como la de 1978, que ni da al César (poder político y sociedad) lo que es del César, ni da a Dios lo que es de Dios.

Si nos referimos al ámbito personal y familiar, social, político y eclesial, nosotros y los autores a quienes seguimos, observamos dos deficiencias y enfermedades muy graves a nuestro alrededor, de las que nadie está excluido. Trataremos sobre todo de la segunda.

1º La primera deficiencia es la de quien no pone los medios para cuidar y proteger, por ejemplo, las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, o bien las cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza-, así como la herencia espiritual y religiosa recibida. Es el caso de muchos católicos, creyendo superficialmente que así pueden considerarse cristianos adultos. Es el caso también del retoño de cualquier familia tradicionalista, cuando cede a la comprensible pregunta: ¿lo que aprendí de pequeño es verdad, es lo bueno y por ello obliga? ¿Debo crear continuamente mi propio bien y verdad como si todo dependiese de mí, e incluso sacudirme todo “deber ser” y toda obligación considerada como un yugo, para sentirse libre? No cabe duda que esta autonomía radical esconde saltos o lagunas en el razonamiento sobre la realidad, falacias y una falsificación de la verdadera libertad conforme al libre examen, la duda metódica y un individualismo radical.

2º Sin embargo, la deficiencia que más preocupa es otra. Es la de quienes han conservado esa fe personal junto a la herencia recibida, poniendo los medios para ello, pero sufren el riesgo de amoldarse a las modas existentes en la opinión pública. Este amoldarse se debe a otro tipo de tentaciones como el de no “salirse de la Historia”, alegar el cansancio, la utilidad y conveniencia institucional, o para que las nuevas corrientes no hagan ineficaz el apostolado y la ansiada nueva evangelización.

2. La segunda deficiencia es la de quienes ceden por cansancio, conveniencia, o deseo de amoldarse parcialmente, e incluso por motivos apostólicos, a lo que es socialmente un hecho común y no es objeto de discusión como los gladiadores y esclavos en la época romana, o bien sus ídolos.

Esta tesis es incisiva en el periodismo de Manuel de Santa Cruz. Nosotros consideramos que llegar a esta posición puede ser muy respetable, pero se trata de una deficiencia de un origen muy emotivo. Quien tolera posiciones disparatadas y crueles, tarde o temprano tiende a aglutinarse en torno a quien pueda responderles con cierto éxito a los primeros, aunque sea un agente al que anteriormente haya combatido. Es el caso del que siendo inicialmente pro vida, afirma que “hay que acostumbrarse al aborto”.

Creemos que esta segunda deficiencia puede afectar:

2.1. A quienes hasta ahora han trabajado en asociaciones políticas tradicionalistas con un gran entusiasmo y luego con más abnegación que entusiasmo. Es comprensible sufrir bajones anímicos al margen del convencimiento racional y de fe. Esta claudicación supondría la vuelta a la familia, al trabajo, y a la sacristía, sin hacer caso a los últimos Papas para quienes tenemos que salir hacia el exterior y conectar con el mundo, con el WhatsApp, diferentes redes sociales etc. La solución al cansancio parece más fácil: ocuparse con amor en otro servicio.

2.2. Sin embargo, esta segunda deficiencia también puede subyugar a familias enteras, de herencia tradicionalista, que se han ido apartando inconscientemente y de facto del compromiso ad extra. Familias que principalmente velan y estimulan para que cada uno de sus miembros sea motor de sí mismo y esté bien orientado en la intimidad y en un reducido radio de acción. Familias que se centran en las instituciones religiosas ortodoxas, dejando para otros los servicios más comprometidos y necesitados de apoyo de los propios, aunque ellos los vean con muy buenos ojos.

2.3. Por último, puede afectar a los católicos expuestos a seguir las orientaciones de las instituciones clericales, aturdidos incluso por las afirmaciones ciertamente liberales prácticas sobre el laicismo, efectuadas por algunas significativas jerarquías religiosas y hasta del Papa en Francia y Río de Janeiro.

Junto con nuestros autores realicemos las reflexiones siguientes. Quienes ceden después de mantenerse en pie tras varios envites, suelen afirmar como excusa: “ya no es nuestro momento”, “hemos pasado y hay que dar paso a otros”, ya se ha trabajado suficiente pero sin ver frutos, esto es un desierto, nuestro esfuerzo no es sostenible, y debemos centrarnos en la recristianización individual. Dirán que esto es estar con los pies en la tierra, sobre todo después de haber trabajado la vía política tradicionalista una y otra vez. Según ellos, esto sería lo objetivo e inteligente. El tema es por qué no lo pensaron antes. La tentación se recrudece cuando los propios les recriminan la cantidad de oportunidades perdidas, cuando los considerados piadosos con un plus subjetivo de credibilidad realizan sus comentarios de parte, y hasta sugieren que nadie debe “atarse” e hipotecar su propia imagen con el objeto de no perder eficiencia institucional y apostólica. Algunos incluso se presentan como estudiosos de la vida espiritual del hombre según el método de las ciencias humanas.

Este planteamiento es preocupante tanto por lo que conlleva como por sus resultados. También desvela que al “mal menor” -o mejor, al “malminorismo”- se puede llegar directamente desde posiciones liberales moderadas, o bien indirectamente por la desesperanza y cansancio de los esforzados antiliberales.

Ello supondrá un mayor desvío de mezclarse con los enemigos “moderados” -aun protestando de los propios orígenes-, y si se abandona la propia organización socio política para hacer causa común con los “moderados” frente a los más radicales. Es como un abrazo de Vergara de 1939, sin exilio a Francia y con alguna capacidad -inicial y aparente- para ocupar parcelas de poder en el Ejército isabelino y filtrarse en los sectores vencedores de la política. Estas posiciones vienen de épocas pretéritas, y experimentadas de nuevo hoy, han conducido al fracaso final a quienes se infiltraron en el Partido Popular y luego, tras la clamorosa traición de éste (el Sr. Aznar, y luego el Sr. Rajoy), salirse de él como el caso de la cúpula de algunos nuevos partidos.

El planteamiento al que nos referimos también puede ser fruto de ese enemigo llamado soledad, experimentada por quien ejerce responsabilidades. Si se acusa el cansancio, puede ser aconsejable descansar una temporada -que no es no hacer nada-, todo menos entregar las posiciones al enemigo. Si aquel es fruto de la comodidad, según dicen necesaria para trabajar, pues trabájese antes en la gran familia carlista que debe ser una organización tradicionalista.

3. Llegado el momento, cada cual debe responder de sí mismo. El hombre es un ser responsable de lo mucho y bueno que ha recibido, y así lo reconocen los buenos españoles que advierten la grandeza, hondura y firmeza de la civilización a la que pertenecen por católica y española, es decir, tradicional y actualizadora ante los restos presentes. Los hombres de la Hispanidad son lo que están mejor armados para librar el combate actual.

Junto a ello, consideramos necesario no descorazonarse ni autoflagelarse cuando no alcanzan sus objetivos proyectados. Los penitentes con capucha en las procesiones de la Semana Santa barroca, que se autoflagelaban públicamente por sus pecados, han sido hoy sustituidos por los pacientes, pues ya dijo Nuestro Señor que con la paciencia salvaremos nuestras almas.

Lejos del ilusionismo y la falta de crítica, hoy puede reconocerse lo siguiente. Desde 1986, los tradicionalistas españoles han hecho cada vez más actividades y en más ámbitos, y, sin embargo, los que se reconocen como tales cada vez son menos en número debido a las bajas por edad. ¿Por qué? En primer lugar, muchos han pasado por las asociaciones pero no están activos de veras, y, segundo, los campamentos juveniles debieran ser una cantera de jóvenes comprometidos, virtud ésta que hoy no tiene un gran predicamento. Quizás unos pretendan ir muy deprisa o ansíen más de lo que deben, o quizás la juventud sea -lo que no es extraño- algo superficial, influenciable o amiga del éxito inmediato.

Quien intenta cumplir los objetivos, puede preguntarse: ¿por qué seguir adelante y cómo perseverar? Para resituar esta peligrosa inquietud hay que alejarse de cualquier ansiedad, de simpatías racionalistas -siempre insatisfechas a pesar de recibir suficientes explicaciones-, de una medida hecha a mera voluntad, y derrochar confianza y sentido del humor. Los cristianos saben de Quien se fían y a Quien sirven. Él es quien dirige la historia, el Amo de la viña, y los demás sus peones. Para seguir, lo importante es la búsqueda del servicio aún sin ver los frutos, poniendo los medios más adecuados y profesionales.

Para uno de nuestros autores, “Estas palabras serían una vergüenza para España si no fuera tan evidente que somos un país ocupado por fuerzas ajenas a nuestro ser” (ES, 744), y que el marco social y eclesial en nada favorece el plantío, el trasplante y el crecimiento. Como si fuera el laborioso cultivo a mano del arroz. Por eso, en estas páginas se enumeran varias reflexiones de los “inasequibles al desaliento”, que bullen interiormente por herencia y formación, por esa gran llamarada de amor que, sin duda, crece estando siempre en la oposición política o bien cuando existe una prologada orfandad respecto al titular de la monarquía. Quede tranquilo el lector, que no se va a encontrar con ser reflexiones teológicas ni de principios doctrinales, sino consideraciones prácticas, las más de las veces real o aparentemente universales.

2. Primer escollo: dificultades o desmotivaciones -no contradicciones- internas. Los tradicionalistas sufren los defectos de todo quisque.

4. Hay ejemplos de cómo hoy el ambiente liberal influye de una manera agobiante en el hombre de hoy. Un ambiente así considera al hombre libre de toda obligación, niega el deber para afirmar -dicen- la libertad, y toma el amor perfecto como modelo pero en detrimento de otros móviles o estímulos, confundiendo así la imperfección con lo despreciable, al estilo maniqueo. Es como exigir algo que es dificilísimo para el hombre como si eso tal debiera ser moneda corriente. Un libro, ya clásico, de Ramón García de Haro, titulado La conciencia moral (Pamplona, 2ª ed., Rialp, 1978, 194 pp.), explica qué es realmente la libertad, la moral, y cómo actúa la Gracia divina, así como la configuración interna del hombre.

Recojamos a continuación un importante tema que afecta a católicos que se hacen liberales.

Conviene dar a Dios lo que es Suyo por obligación de conciencia, y no sólo por exclusiva voluntad propia, pues la obligación no es sinónimo de falta de libertad, sino que se trata de diferentes realidades. El supremo argumento del seglar “mayor de edad” -término éste confuso y de moda en algunos ámbitos-, no es el actuar “porque quiere” como si gozase de la visión beatífica…, sino reconociendo una gozosa subordinación al Amor de Dios como lo hace la “esclava del Señor”. “Sentirse obligado” no es propio de las almas infantiles porque, en realidad, se “está obligado al amor”. El amor convierte la obligación en algo perfectamente asumido en su contenido y forma, que rebaja el esfuerzo hasta quizás hacerlo desaparecer. El hombre se desposeería de sí mismo para entregarse absolutamente al Amor de Dios, al estilo San Juan de la Cruz en el amor místico de su Cántico Espiritual.

Por otra parte, como el mismo Dios no deja de ser libre por no hacer y no poder hacer el mal, pues el mal es una carencia de Bien, ello exige al hombre no rechazar como impura una motivación inicialmente negativa como es el temor. Ni se debe exigir algo dificilísimo, como si eso tal debiera ser moneda corriente, ni las motivaciones negativas dejan de ser muy útiles para todos los humanos por adolecer de un estado de imperfección, lo que es el primer paso a la verdadera humildad o estado de perfección, toda vez que el temor de Dios es un primer escalón para el amor.

En estado de perfección, la asunción de las responsabilidades y del amor es tal que el concepto “obligación” ni se plantea. Pero, claro, ¿quién llega a dicho estado en esta vida mortal? Quizás la crítica de los utópicos, de los puristas y de los que ponen peros a lo que no salga de ellos mismos, lo que es propio del Liberalismo, sea capaz de ello. Dicha crítica más parece una coartada que un argumento.

Los llamados liberales -término que nada tiene que ver con el ser generoso y desprendido del “castellano viejo”- afirman dicha libertad como opuesta a cualquier consideración de obligatoriedad. La auto obligación, la auto limitación y auto representación -quizás llenas de vanidad-, sería para algunos lo único digno del hombre independiente, lo propio de un estado de cuasi perfección del que el hombre carece, y que cuando lo posea lo es únicamente por gracia de Dios.

Muestra de una enorme frivolidad y de un hombre lleno de uno mismo, es la afirmación que a veces se escucha de no tener necesidad de salvación. “- ¿Salvarme de qué, de quién y para qué?”. “- Pues, de entrada, de ti mismo -responderíamos-”. A tales personas la Providencia les espera en los revolcones que a todos les da la vida.

Un autor como García de Haro, al que ahora seguimos, afirma lo siguiente:

S

“Resulta así patente la absoluta inversión de una libertad sin guía hacia la unión con Dios, sin finalidad: la pertenencia constitutiva del acto al sujeto, que implica la libertad, tiene los límites de nuestra condición creatural. Yo me pertenezco realmente sólo en cuanto sujeto finalizado, medido por la norma: el ser y la ordenación al fin me están dados independientemente del modo con que reaccione desde mi subjetividad. Lo único que me pertenece incondicionalmente -que es exclusivamente mío- es la privación en mis actos del orden al fin que subjetivamente debo y sólo yo puedo alcanzar: es decir, como pecado, como pérdida subjetiva de mi relación con Dios. Todo el bien que soy capaz de realizar es de Dios, ante todo, y mío sólo como causa segunda: lo único que es exclusivamente mío, de lo que soy causa sin Dios -aunque sostiene mi obrar- es el desorden del pecado: se debe sólo a mí que, en esos actos, falte el debido orden al fin (…)” (o. cit. p.ag. 83).

Volviendo a nuestro desarrollo anterior, digamos que hoy es muy fuerte la influencia del ambiente actual, y del pertenecer a la sociedad urbana, tecnológica, de la información, que multiplica las relaciones sociales hasta facilitar la despersonalización. Por eso, el tradicionalista –incluidos los “inasequibles al desaliento”- es tan normal que sus defectos son los mismos que los de su entorno de pertenencia.

Este punto cuarto podemos concretarlo, según nuestro criterio, en seis grandes afirmaciones de experiencia, que desarrollamos al final de este segundo epígrafe:

4.1. En primer lugar, en la cultura occidental se advierte una clara tendencia a la comodidad, que no siempre es sana y no pocas veces actúa en perjuicio de la responsabilidad personal. El estrés en el trabajo, la inseguridad, la elevada autoexigencia laboral, las grandes distancias físicas, el tiempo perdido en el transporte, la complejidad en las relaciones humanas, la tecnificación, la inmediatez etc. provocan el aislamiento y la búsqueda de la comodidad en los ratos en los que la persona se centra en sí misma y los suyos.

4.2. A lo anterior se suma el individualismo, que aleja de cualquier organización que exija ceder algo de la propia “soberanía” en el ámbito de lo personal, familiar, eclesial, social y hasta político. Quien se considera soberano está lejos de la realidad, por lo mismo que en la familia no hay soberanos sino servidores del bien común matrimonial y familiar. Lo mismo ocurre en la Iglesia y debe ocurrir en la política. Cuando uno decide obligarse a sí mismo, ¿dónde pone su fundamento? Si es en su “yo”, resulta un planteamiento no exento de vanidad y soberbia, con los graves riesgos que ello conlleva, pues en realidad la verdadera obligación viene de una instancia superior y externa a cada hombre.

4.3. Tener algún grado de dependencia y un compromiso permanente con otras personas y asociaciones, puede producir a algunos ajenos cierta alergia o aversión, salvo que se trate de una institución que busque la santificación de sus miembros y por ello exija una entrega total como la llamada divina. Excepto estos casos, dicha aversión insolidaria se fundaría en el ya mencionado individualismo radical.

4.4. En cuarto lugar, el excesivo celo por la propia libertad puede enturbiar una deseable y confiada mirada en el futuro. Se está muy equivocado si se cree que una asociación, por ejemplo tradicionalista, sustrae libertades y posibilidades a quien participa de ella. Digamos que una asociación tradicionalista en política es un partido anti partido, que protege los cinco ámbitos citados, no los instrumentaliza ni exagera, que busca su equilibrio, los sirve sin comprometerlos en contra, los completa y resitúa reconociendo su natural proyección política de cada ámbito en la forma y grado que tengan.

Una asociación así da paz y seguridad a sus asocios o afiliados. Promueve al hombre completo desarrollando la acción sociopolítica y otra más política. Ella es propiamente un resultado más que el origen de algo; siendo un resultado y en cuanto tal organizado y consciente, origina nuevas realidades por lo mismo que la unión hace la fuerza y la diversidad propugna la unidad y eficiencia en la acción. Ayer experimentamos cómo actúan los tradicionalistas en el tema de la EpC, y hoy en los temas del aborto, el programa Skolae (Navarra), la Hispanidad de Cataluña…. No actúan como un partido de la partitocracia sino que busca el bien común en el fin tanto como en los medios.

4.5. La mentalidad utilitaria inclina a apreciar este mundo como si fuese el destino final del hombre, y produce un sentimiento de fracaso cuando a corto y medio plazo no se obtienen resultados satisfactorios.

Se quiere vivir una vida mundanizada donde el objetivo es disfrutar a tope. ¿Qué hacer entonces cuando otros nacen o caen en la desgracia, o éste le aborda a uno mismo en el transcurso de la vida? Se quiere morir a esta vida temporal con una felicidad natural, quizás con medidas paliativas, sin mirar la eternidad, ni a Dios, como si las obras que expresan la Fe no importasen. ¿Pero es posible la Fe sin obras, una responsabilidad sin finalidad? ¿No hay que prepararse bien ante la muerte, que es el momento definitivo del vivir para la vida eterna? ¿No debe el hombre ejercer la consciencia, sobre todo en los momentos cúlmenes de su vida? ¿No hay conciencia y perdón de Dios?

Dicha mentalidad utilitaria del disfrutar a tope, del despreocuparse de la muerte… origina y agudiza los agravios comparativos entre las personas con un sentido totalmente egoísta. Dificulta aceptar una pérdida de “posición” personal y sociolaboral por confiar excesivamente en dicha “posición” para hacer el bien. Y pone el afán en huir de eso que llaman “quemarse”, lo que se debe al no refrescar el alma con la paciencia y la Gracia divina.

Hoy no se soporta el relativo fracaso ni el éxito relativo, y se busca maximizar toda situación, ya por utilitarismo, ya por defecto economicista, ya por cálculo político de acceder o conservar el poder.

4.6. Por último, observamos que el hombre actual desea elegir permanentemente la organización en la que trabajar. Así quiere hacerlo aunque contradiga la vida cotidiana en el ámbito minoritario y comprometido de la política, pues -en efecto- el día a día incluye el “nosotros” y que las cosas generalmente “se encuentren”.

Realicemos aquí unas consideraciones psicológicas y morales.

Esto es una aplicación al afán del hombre moderno de autodeterminarse sin fin, instalándose en él el mal absoluto nihilismo filosófico, moral y jurídico.

Este purismo en el ejercicio del libre albedrío que exige una elección permanente, desearía encontrar una Asociación a la personal medida, unos responsables proclives a la identificación más que al respeto mutuo de la propia imagen y semejanza, todo lo cual no siempre es posible ni conveniente. Un planteamiento así expresa la dureza del hombre ya para ceder ya para obedecer, aunque las asociaciones civiles y religiosas no suelan pedir tanto; a veces sólo reclaman un “sí” o un “no” como respuesta, y un “de acuerdo” o “recibido”, como cualquier persona educada.

Algo listos, más autosuficientes, y sobre todo muy celosos, quisiéramos hacer lo que nos da la real gana, y abandonarnos cuando no se siente alguna satisfacción y eficacia a corto plazo. Dada la limitación del hombre, rubricamos el ¡ay de los siempre insatisfechos! Una excelente dama dedicada a la política extraparlamentaria, escribió:

“Conviene por lo tanto tomar en serio las directrices que nos dé la Junta de gobierno hasta que haya un Rey, atraer y esperanzar a los carlistas y recibir a los que van llegando, explicándoles nuestra postura y nuestra esperanza aunque haya que empezar y empezar una y otra vez. Afiliarse y pagar cuota o ayudar de una u otra forma, pero unidos” (Excma. Sra. María Cuervo-Arango en calidad de presidente, “Acción Carlista” nº 143, 1-VIII-2018. El subrayado es nuestro).

Los autores analizados en este trabajo también dan repuesta a un ámbito más psicológico, esto es, a un entorno de desmotivación, al ver que nada se adelanta, que todo se apaga salvo la llama divina de la Iglesia, único refugio que a veces hasta se nos oculta ya por los pecados manifiestos de sus integrantes ya por el laicismo en boga. No en vano tales autores se autodenominan “los inasequibles al desaliento”.

Añadamos por nuestra parte otra clave que perjudica a los españoles, y es la del barroquismo, que consiste en la tendencia a exagerar y absolutizar por elevación, relegando lo relativo. Implica elevar en exceso los deseos, impidiendo el incremento o multiplicación de la realidad. Poner objetivos prácticos inalcanzables. Establecer excesivos contrastes. El barroquismo recarga y complica. No acierta a analizar críticamente a lo Quevedo -que mucho Quevedo es- las apariencias de una forma sencilla y popular. Induce cierto pesimismo que necesitaría ser compensado con el buen humor al estilo de Santo Tomás Moro. Evade de la realidad al plano del romanticismo y adelanta la persecución y unas catacumbas algo imaginarias, que suelen ser fruto de la inacción y una excesiva contemplación. Con todo esto, un estratega militar -o en el ámbito civil, el político- estaría perdido salvo que se obligase a “resituar” el dato.

Pues bien, para el que trabaja, un fracaso es siempre un fracaso relativo, porque su envés es un relativo éxito, mayor o menor, el que sea. Otra cosa es querer trabajar y no poder hacerlo ya por falta de medios materiales ya por falta de apoyos humanos.

Para terminar nuestras consideraciones, digamos que algunos, quizás queriendo proteger a los educandos para cuando sean mayores, les ponen las catacumbas en el horizonte antes de tiempo, ablandado así la necesaria resistencia para el día de mañana, diluyendo la política en iniciativas sociales y culturales, y encontrando hoy los cansados, los muy sensibles o los resultadistas, una justificación para no dejarse ver entre los que se proponen objetivos y llevan a cabo proyectos prácticos. A aquellos les agradecemos su responsabilidad al prevenir, su celo y quizás prudencia, pero las catacumbas llegarán cuando se deje de trabajar en lo público, como ocurre en un ejército en retirada.

Quien reduce su actividad a su vida laboral, familiar, conmemorativa y religiosa, y descuida lo público, hace un flaco favor a la sociedad en un plazo corto y medio, y quizás al plazo largo de la tradición española, que quizás sufra un ocultamiento fatal.

Tampoco es bueno ni prudente que el jardín privado, bien trabajado y fruto de nuestros esmeros y la Gracia divina, como que “insulte” con su fragancia el jardín hoy arrasado de la ciudad. No puede extrañar que el Maligno atice los celos.

Hoy, por justicia, prudencia y para evitar un indebido desgaste a causa de nuestra debilidad, es bueno dirigirse hacia los que creen que nunca fueron tradicionalistas y sin embargo lo son. En el trato con ellos, y como política de atracción, no hay que ocultar las propias flaquezas pero tampoco se debiera exagerar las propias debilidades, que por otra parte suelen ser las de todos.

A ver cómo se trabaja para, partiendo de lo anterior, hacer brillar a ese Adelantado que recoge las mayores aspiraciones, esto es, a ese Alguien (que) escribió que ‘España es el país de la eterna cruzada’ hasta la Parusía” (MSC, 768).

3. Un segundo escollo. dificultades o desmotivaciones externas

Una vez realizadas las anteriores consideraciones que enmarcan al hombre de hoy, con la aprobación sin duda de nuestros autores, dejémosles hablar a ellos.

5. Es muy humano proponerse levantar el ánimo de todo aquel que sufre la honda crisis actual. Algunos elementos de ésta, que tiene un origen externo, son los siguientes.

5.1. El sesgo claramente totalitario de la propaganda y del estilo de lo que llamamos guerra. Hoy la guerra se ha hecho total:

“La guerra se ha hecho total (…). Estamos ante una guerra de técnicas de propaganda activa (…) A la censura gubernativa en tiempos de Franco ejercida desde oficinas conocidas por personas conocidas, han sucedido otras censuras gaseosas e inaprensibles al servicio del capital y de sus lobbies y de potencias internacionales mediante gobiernos Quislings” (P.L, 770). Los periodistas mercenarios se quedan en lo secundario para diluir lo principal, son costumbristas (AdG, 700), hacen descripciones minuciosas con aspecto aséptico y neutral pero con intención oculta de otra cosa (AdG, 701). A su vez, la Iglesia busca un “modus vivendi”, tiene una connivencia acomodada con los males políticos españoles en la vertiente fáctica y hasta doctrinal (AdG, 700).

5.2. La dificultad que hay para plantear en público la distinción entre el Bien y el Mal, aunque hacerlo sea irrenunciable y obligatorio. En los medios de comunicación y las logias masónicas se habla mucho, pero de opiniones, de aproximaciones, consideraciones subjetivas, y además presentadas como “mi verdad”. No se pueden presentar como verdaderas y objetivas -como tal verdad-, pues lo llamarán dogmatismo, haciendo imposible el “¡eureka, yo lo encontré!”.

Otras veces, silenciar la diferencia entre el Bien y el Mal pretende justificarse diciendo que si en una discusión o diálogo sólo se argumenta en función de la dimensión horizontal de la vida, de los daños o beneficios provocados en el orden temporal, suprimiendo toda verticalidad y hasta el carácter de pecado o de virtud ante Dios, es a modo de punto de partida y presentación para todos los tipos humanos con el objeto de atraer su atención. El razonamiento parece impecable, pero valga aquí nuestra crítica, pues no por este reduccionismo generalizado el público escucha más, ni se le atrae más, y desde luego sólo logra desdibujar la dimensión vertical de la vida y su necesidad, consolidando su lado opuesto:

“(…) no aparecen comentarios morales (…); todo se narra con la frialdad propia de las ciencias naturales. (…). El igualitarismo y la no discriminación, el buenismo y la preparación para los sincretismos, han hecho una norma habitual la expulsión de los comentarios críticos y adversos de los eventos en los que terminan nuestras gentes sencillas. Para eso estamos en una democracia laica, para que los mayores disparates puedan circular impunemente libres de censuras. Se está perdiendo la ortodoxia pública. / La distinción entre el Bien y el Mal ha sido obligación y ocupación permanente de los cristianos, tanto de la Iglesia docente como de la discente” (MSC, 796).

Cuando una cuestión se repite ya no puede decirse que es un hecho casual y aislado, sin la mayor importancia, sino que es un cambio extenso y profundo en marcha, que al menos hay que poner en evidencia (MSC, 704). Según Manuel de Santa Cruz:

En este sentido escribía Álvaro D’Ors en La violencia y el orden, Madrid, Dyrsa, 1987, 127 pp.:

10.3. Hoy día conviene preguntar mucho a los que se presentan como verdaderos o falsos salvadores, cuando se sufre tentaciones desde dentro por desilusiones o la ley del cansancio, o desde fuera por las tertulias y grupos que frecuentamos. El sensus fidei y el olfato político ayudará a un primer discernimiento. Hay que preguntar con calma y buscar respuestas satisfactorias para una persona militante que busca plenitud.

10.2. He aquí una consideración muy aguda cuya verdad hemos comprobado, y que demuestra que no hay mejor defensor que quien inicia el ataque. Para Manuel de Santa Cruz no conviene perder el retintín de algunas expresiones como la rotundidad del “Viva Cristo Rey”, que, al proclamarla, además de reafirmamos y protegemos, nos relajamos y expandimos. El retintín sirve para expresar más de lo que estrictamente se dice, reafirmarse con cierta agresividad, incluir el sentido del humor respecto al oyente, y provocar una llamada de alivio y ánimo a los que escuchan favorablemente el mensaje. Para explicar a los despistados ese “Viva Cristo Rey”, está el “Alabado sea Jesucristo”, que es menos político, más general y menos comprometido en la calle. Cuando se pierde este “retintín” hay que levantar la guardia ante tal fisura. Sin este “retintín” el corazón puede encogerse ante un público hostil.

Quizás lo peor sea que algunos rechacen la expresión “Viva Cristo Rey” por las resonancias y equívocos que injustamente pueda tener y crear. Hoy día ésta exclamación es fácilmente manipulable debido a los excesos atribuidos a los “guerrilleros de C. R.”, y por creer que, en ella, la religión intemporal se mixtifica con la política temporal. En tal caso, la seriedad del uso de la expresión, y la debida clarificación, exigirá que los reacios al “Viva Cristo Rey” tengan que justificar, si pueden, su liberalismo tácito o expreso, o bien su resabio liberal.

8. La política no admite vacíos, actúa como causa ejemplar, tiene un ámbito específico, y cada generación hace de bisagra de otras generaciones.

Esta consideración nos la transmitió Don Miguel Garisoain Fernández (+ 2017), añadiéndola en este octavo punto con el objeto de mantener la coherencia interna expresada por nuestros autores así como para completar sus posicionamientos.

8.1. En efecto y en primer lugar, la política no admite vacíos de programa y presencias. Lo que no hagamos nosotros lo harán otros, aunque -añado- sin las claves del bien y sin la continuidad de la tradición española. Quienes nada hacen y además disuaden son los tibios, no los indiferentes al fin paralizados por hartura hacia el sistema político dominante. Por eso no tienen razón los que dejan de trabajar, dejan el trabajo a otros, y luego les critican por su falta de eficacia y otras limitaciones ficticias o reales.

En principio, padres e hijos reman juntos en la vida, imbuidos de los principios y formas concretas a mantener y ofrecer. “Esto no tiene edades”. La crisis comienza con la falta de ilusión y entusiasmo, que, si no se frena, se agudiza hasta conducir a cuadros psicóticos. Para evitarlo, el instinto hace mirar hacia lo que se mueve fuera y con algún parecido a lo mantenido hasta entonces.

Es tentadora la autocrítica (término marxista que debemos sustituir por el examen de conciencia) que de hecho se hace con facilidad y refiriéndose a los más próximos, en lugar de dirigirla a uno mismo, que es lo más interesante. Si uno mismo se incluye por pudor, sobre todo gusta hablar de los demás: ¿qué es lo poco que se hace bien? ¿quién no llega o arrastra a la gente? Otras veces el que más critica es el que menos está, hace o trabaja dentro, y el que más éxito quisiera tener.

Los cansados e inseguros que hayan militado en las filas tradicionalistas, pueden estar tentados a recurrir a otros sectores real o aparentemente afines. Tales afines, sin hacer nada y con solo “estar” presentes, pueden sustraer por el momento simpatizantes y hasta militantes tibios, que empezaron a serlo cuando su excesiva crítica surgió más del escaso compromiso que del trabajo bien hecho. “Cuidado con los afines”, se nos dijo.

Hemos comprobado que quien no trabaja de firme y quien de hacerlo quisiera tener siempre éxito, se mueve hacia las “nuevas” tendencias que irrumpen con decisión y posibilidades, tentándose a seguir a cualquier cosa que se mueva y más si es nueva. Pone en ellas los ojos y hasta la esperanza del éxito, por la atracción natural que conlleva lo desconocido y que gratuitamente se considera que tiene mucho que ofrecer. Además, ello permite mantener la falta de trabajo personal, tener la sensación de ser más y haber crecido, y sentir la esperanza del ganador por vez primera. Este movimiento hacia personas ajenas, sustituye a los propios, que están muy vistos y son inconscientemente asociados a la inoperancia -precisamente la suya- y la falta de éxito.

Pongamos varios ejemplos a los que también se refiere Manuel de Santa Cruz. En 1876 llegó la época de las grandes claudicaciones para las clases medias carlistas en favor de los reconocementeros de don Alfonso de Borbón, y de los pidalinos de la fugaz Unión Católica. Desde 1937 una parte de los carlistas fue ninguneada por el nuevo Régimen franquista, incluida sus postrimerías. Más recientemente, tras 1978 lo fue por el centroderecha apoyado por el Episcopado, por las asociaciones piadosas amigas de la influencia social, y por diversas escisiones como Familia y Vida, Libertas, Avanza y ahora Vox.

Esta postura tan cómoda hizo mucho daño a España porque llevó a no pocos a confiar en el partido más conservador de la Revolución legal, como si la ley revolucionaria fuese el mejor baluarte frente a las consecuencias sociales de la misma. Hoy día, el desastre del PP da qué pensar para reconocer de nuevo que la tradición es necesaria para mantenerse uno mismo, para sostener los principios nucleares de la sociedad, y también situarse ante la realidad política más inmediata.

Los amigos de la tradición siempre tienen posibilidades para existir, desarrollándose y ofreciendo gratis lo que gratis recibieron como Gracia, pues la tradición son ellos mismos y su vida personal, familiar y sociopolítica, aprendida como un bien. Sólo ellos tienen esperanza en medio de una sociedad desengañada y desorientada que sigue aquello que se le presenta hecho, que se mueve, dice moverse, o le mueven los grandes poderes externos. Hoy esto último es mucho más manifiesto que en épocas pasadas. La sociedad desorientada podrá seguir a otros, pero para ello se alejará de sí misma debido a su desorganización, masificación, y porque le han convencido de que lo único existente y posible en política es la partitocracia, y, en la vida social, un individuo teóricamente “soberano” como preludio inevitable de una sujeción y hasta esclavitud real.

8.2. Tampoco -y en segundo lugar- pueden existir vacíos cuando la política “es base de buen comportamiento” -o malo-, como recuerda la ex presidente de la CTC M. ª Cuervo-Arango (1-VIII-2018).

8.3. La política tiene un ámbito específico y fundamental, de modo que no puede ser sustituida por el ámbito de la propia sociedad. El vacío originado en el programa político, la presencia política, y del buen comportamiento, lo ocuparán otros. Conformarse con éste vacío muestra que se busca el mal menor como un bien en sí, sin saber además qué es eso de mal “menor”. ¿Por qué no decidirse a realizar lo que los demás, con sus supuestos y formas de hacer, no van a hacer finalmente? ¿Es que por no gobernar al fin alguna parcelita, no se va a decir por dónde hay que ir, cuál es el camino? Salvo que el cansancio lleve al escepticismo respeto a los propios ideales.

8.4. Como en política y la vida no hay vacíos sino un continuo o sucesión, es necesario ser bisagra entre generaciones, como si se tratase de una gran puerta de lamas plegables. Ya que es imposible romper la cadena, ¡hagamos bien la parte a la que estamos llamados!

9. Es muy bueno mantener la lealtad hacia los propios amigos y los ajenos.

Manuel de Santa Cruz afirma que nadie en su sano juicio quiere torcer la ruta a la organización a la que pertenece. Por eso mismo, tampoco es bueno infiltrarse en otros, para torcer la ruta de otras organizaciones. Eso sería una falsedad y una deslealtad. Sobre la propia organización, los que tienen alguna edad vivieron la crisis de crecimiento en el Carlismo entre 1957-67, y Manuel de Santa Cruz recuerda:

Algo se puede añadir a esta consideración, pues quienes sufrieron este comprensible resquemor o desconfianza, lo transmitieron sin querer a sus hijos y estos a sus nietos, que si bien son de corazón carlista sólo en alguna ocasión al año están cerca de una organización que explícitamente lo sea. Los que tuvimos la suerte que aita Teodoro no se metiese en esos líos por centrarse en su profesión y en sacar la familia numerosa adelante, hemos estado a salvo de estas malas consecuencias. Pues bien: ¿por qué no están ni se acercan los hijos y nietos de aquellos a una organización militante? ¿Será por aquel mal ejemplo que hizo desconfiar de los propios durante tanto tiempo? Seguramente así fue, aunque hoy las circunstancias sean muy diferentes a las de entonces, porque ya no hay, no puede haber, “trepas”, prebendados, ni palaciegos, ni personalistas. Por eso, hagámosles ver que una Comunión de hombres libres no es un partido político propiamente, que es una realidad social mucho más amplia, que usa otros medios, y que quiere -de verdad- otra cosa. Por lo mismo que los españoles, sin saberlo, buscan otra cosa.

2. La Prudencia

10. Ahora llega a voz de la prudencia, representada como una imagen robusta que, junto a la Justicia, flanquea por ejemplo la puerta principal y barroca del Ayuntamiento de Pamplona. De ella, como virtud aplicada a la política, de su inclusión moral de la técnica en el marco de esta virtud, y de las falsas prudencia… escribió claramente Leopoldo-Eulogio Palacios en La prudencia política (1978).

10.1. El primer consejo para ejercitar la prudencia es que en tiempos de desolación no hay que hacer mudanza.

Cuando Francisco I dice que un Estado debe ser laico y recoger todas las tradiciones religiosas, afirma Manuel de Santa Cruz:

7. El amor nos hace protagonistas de la historia.

Manuel de Santa Cruz distingue entre creer y amar. Creer sólo, sin amar, conduce a la inoperancia y las cavilaciones. En realidad, no se trata de pensar en Dios como hacen los deístas, sino de amarle, y luego de trabajar para Él, porque se conoce Su mensaje o Buena Nueva, por convicciones a favor del bien común objetivo, porque el amor es uno aunque se dice de diferentes maneras. Así, amando de veras, el cansancio se disipa o al menos disminuye, y se vive una vida completa de cara a Dios. Sin duda por eso los políticos tradicionalistas realizaban sus propios ejercicios espirituales de San Ignacio. De ello nos hablaba don Domingo Fal Conde.

El día a día nos hace distinguir bien entre el espectador y el protagonista. El espectador es un “balconero”, escucha el “tú no te metas”, el “no quiero líos”, y vive la cómoda coartada de casa al trabajo y del trabajo a casa de los padres, que ya están mayores. Es como quien ve el subir y sobre todo bajar de la Bolsa de valores. Quizás prolongue su actividad en alguna reunión piadosa y alguna manifestación masiva que si no es millonaria, desconsuela. Al final, esta postura excluyente del trabajo a casa, y de casa al trabajo, va contra la Causa que sola no se mantiene, pero también actúa contra uno mismo por el sufrimiento y la retirada moral y psicológica que encierran. La paralización de los “buenos” en España lo demuestra.

Ampliemos las consideraciones de Manuel de Santa Cruz sobre las no pocas manifestaciones millonarias convocadas en Madrid. Los millones de españoles que asistieron actuaron como protagonistas de segunda, frente a los de primera, esto es, quienes les convocaron en función de la partitocracia. Ninguna de dichas manifestaciones tuvo frutos políticos, seguramente porque los católicos infiltrados en el PP las fagocitaron. Era fácil hacerlo, pues bastaba que, sin trabajar lo más mínimo, un solo político cualificado de su Partido asistiese a la cabecera de la manifestación. Enseguida la prensa y las cámaras se hacían eco de ello. Y eso bastaba en el mundo de la imagen y los votos.

Es muy posible que dichas manifestaciones se utilizasen como el “arma” para convencer de algo a los líderes del PP desde dentro del mismo PP. ¿Todo se redujo a luchas y movimientos internos protagonizados por las corrientes posibilistas dentro del PP? Sea lo que fuese, de dichas manifestaciones sólo queda la memoria, que algo es. Pero todo fue para nada en la práctica. ¡Qué fracaso y qué engaño! Luego tales infiltrados, ya separados del PP por considerarlo un “imposible”, crearon su propio partido para desmantelarlo ellos mismos con ocasión de las primeras elecciones que les siguieron con la irrupción de Vox.

Por el contrario, la persona protagonista tiene la función de colaborar directamente en la marcha de la historia. Si busca alianzas no es para que otros trabajen por él, ni para delegar, ni para ir a remolque de otros intereses. Las alianzas son el ajedrez de la política, siendo su función tener más medios sin delegar ni quedarse de lado (PE, 804).

Las circunstancias de nuestros días favorecen a los tradicionalistas, pues todo se ha ensayado con un rotundo fracaso: autoritarismo, liberalismo, clericalismo liberal…. Antes se necesitaba dar un escopetazo para llamar la atención en una sociedad en la que sus miembros vivían aislados y lejanos entre sí, mientras que, hoy, el aldabonazo es bien sencillo: hay tanta comunicación que un mensaje electrónico puede llegar a todos los rincones, hasta de poner al enemigo en apuros. Así mismo, tener prensa es útil para detener los males que pueden cometer los timoratos, que no desean ver su nombre puesto en entredicho, especialmente si se utilizan las nuevas tecnologías.

Quienes trabajan bien en las asociaciones tradicionales deben tener la conciencia tranquila: “y que continúen”. “Los que queden, que sigan”, decía Emilio Mola. Lo harán suficientemente bien, aunque lo harían mejor y con más frutos, si los cansados y desilusionados que de hecho se les separan, omiten la triste táctica del “peguismo” -poner pegas a todo-, y se animan para, entre todos, seguir y perseverar con ánimo, extendiendo el mensaje y las actuaciones.

II. Cómo rearmarse personalmente viviendo la buena política, como personas coherentes y completas.

Los autores que seguimos no sólo recuerdan los sanos principios, sino que ofrecen sus reflexiones para ayudar a vivir a sus lectores como católicos prácticos y buenos españoles que aman su Patria. Algo así decía el tradicional o castizo Jovellanos a los afrancesados o josefinos de su tiempo: “Aunque la causa de la Patria fuese tan desesperada, sería siempre la causa del honor y la lealtad la que a todo trance debía seguir un buen español”. Más allá de las categorías del racionalismo, ésta forma de hablar sí convence al buen español que por temperamento tiende a no ser racionalista. Será racional, argumentará con toda la complejidad del ser humano estableciendo diferentes ámbitos y jerarquías, pero no será racionalista. Dicha forma de hablar le convence y lo hace con rapidez, por referirse al hombre completo y porque le involucra en una problemática concreta.

También decía Cánovas del Castillo a su embajador en Roma, cuando le iba a dar la noticia de que podía hacer un programa por el cual el Carlismo podría participar con gusto en las Cortes liberales:

Don Antonio acertó al adivinar lo que iba a pasar aquel 1936, aunque se quedó corto. Quizás acertase ahora cuando todo el canovismo y moderantismo ha desaparecido en política, en función del desastre Aznar y ahora Rajoy, el mal remiendo del tal Casado, los tránsfugas, y que Avanza -que enseguida desapareció- puso tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias, tomando parte de la realidad como el todo, pudiendo estar influido por cierto clericalismo y sesgo liberal. Cierto: los tradicionalistas o carlistas serán un residuo de Israel, pero los hijos políticos de los canovistas han ido muriendo sin remedio ni sucesores, han cautivado y hasta acabado con el alma de España, y casi han matado la gallina de los huevos de oro que es el pueblo español. Totalmente hundidos y perdidos ellos, a los buenos españoles no les queda más destino que seguir.

Continuemos esta explicación volviendo a nuestros autores.

1. Punto de partida

6. Conviene admirar lo “milagroso” de no pocas realidades.

Pongamos un ejemplo que Manuel de Santa Cruz recoge aplicándolo a “Siempre P’alante” y que nosotros extendemos a otras realidades. Que los tradicionalistas divididos paulatinamente tras fallecer Alfonso Carlos I, perseguidos con el régimen de Franco y que recibieron la puntilla con el desviacionismo y los sucesos de Montejurra de 1976, se reunifiquen en El Escorial en el año 1986, y perduren trabajando en 2019 mientras que los desviacionistas ya han desaparecido, tiene mucho de “milagroso”, aunque alguno recele de este término de naturaleza religiosa.

Este carácter “milagroso” se observa cuando se presentaron a diversas elecciones nacionales y europarlamentarias, en la convocatoria de sus trece Congresos generales de organización, en los foros Alfonso Carlos I de conferencias y convivencia anuales, en su presencia en actos públicos y conmemoraciones. También están activos a través de boletines regionales en la Red y en papel, en la publicación de revistas y libros, los campamentos anuales y reuniones estacionales de formación, el fermentar iniciativas sociales etc. Si se mira hacia fuera, hay periódicos y revistas nacionales que han cerrado sus talleres. Sólo algunas revistas comprometidas y definidas siguen en pie. Por ejemplo, dos revistas bimestrales, “Ahora-Información” que es periodística (nº 153) y “Verbo” que es de pensamiento (nº 574), y el quincenal periodístico “Siempre P’alante”, que va por los 831 números con 37 años de trabajo, que enlaza su actividad con la emisora de radio JLD (José Luis Díez). En otro ámbito se encuentran las actividades del periódico “La Nación” y otras tendencias políticas como la falangista, franquista etc.

5.6. Hay muchos seglares que dan mal ejemplo porque no dan ni golpe en el ámbito público y político, y que aceptan cualquier circunstancia mientras no les perjudique el bolsillo y su economía personal o de grupo. Sólo entonces, al sentir algún perjuicio, es cuando quieren intervenir, y es entonces cuando ya nada se puede hacer.

Por otra parte, las situaciones puntuales y circunstanciales que exigen la virtud de la prudencia no pueden generalizarse. En efecto, en cualquier caso que los temas lleguen al fondo vital de la persona, es insoslayable presentar con naturalidad la dimensión vertical -divinismo- del ser humano, como argumento principal y acabado. El cómo empezar el camino de una sosegada y puntual conversión a Dios según los dictados de la prudencia, debe concluirse, predicando al Dios desconocido como San Pablo en el areópago.

5. 3. La sensación de soledad y la falta real de apoyos personales o institucionales para el bien, contrasta con los apoyos que por ejemplo y desde hace tiempo recibieron los jefes comunistas de la marca electoral Podemos en 2015 y Unidas Podemos en 2019, que acuden en socorro de la Izquierda socialista y de los separatistas en España.

Si se habla de la sensación de soledad, es normal pensar que más vale estar sólo que mal acompañado. Cada cual elige a sus amigos, y no tiene por qué confiar en quien, a la vista de todos, ha sido infiltrado por la izquierda ideológica como es el caso de partidos políticos como PP, Ciudadanos, PNV etc..

5.4. Ante los males sufridos, algunos son capaces de relativizarlos y de animar al silencio a quien los sufre. No decimos que esto esté mal, sino que el mal está en justificarlo diciendo esa media verdad de que todo -menos el Purgatorio e Infierno- se puede utilizar como un “reactivo providencial”. Los defensores del reactivo, creen que no se debe perder las oportunidades, ni provocar alteraciones anímicas en personas de la tercera edad que acuden a los oficios religiosos católicos, como depresiones, ansiedades, esquizofrenia y manías…. En realidad, mencionar el mal como reactivo puede ser una trampa para “dejar que se cometan males” y “dejar de hacer el bien”, o para no ver el problema al que hay que enfrentarse.

A dichos “reactivos providenciales” se ha recurrido en varias ocasiones para ganarse la confianza y lograr el esfuerzo del fiel católico y ciudadano medio. En la IIª República se planteó este sofisma al decir: “Ante un ataque impío, no luchemos frontalmente contra él, porque puede ser “reactivo providencial” para que los católicos profundicemos en el estudio de la Verdad, corrijamos nuestros errores y despertemos de nuestra siesta”. Eso no tuvo fruto, sino que al final las minorías sacaron las castañas del fuego. También en otras ocasiones se ha vuelto a plantear, por ejemplo ante la paulatina descristianización alegando que todo lo anterior era fruto de la iglesia constantiniana, ante las leyes contrarias a la familia diciendo tonterías como que así las familias estarán más vigilantes etc.

Hacia 1948, la organización “Fe católica” que nació para combatir a los protestantes con la aprobación episcopal y dirección jesuítica, fue sustituida por unas juntas de señoras que animaban a estudiar más la Biblia. La libertad religiosa del Concilio Vaticano II “resultó aún más irritante cuando empezaron a disimularla con la mentira de que no cambiaba las conductas anteriores de la Iglesia”. Y al envejecer Franco, se inició una sutil apertura para acostumbrarse a los nuevos vientos y a reaccionar contra ello. Todos acabaron mal, descristianizando. En 1936 se estalló después de muchísimas barbaridades (AdG, 763): ojalá el remedio se hubiera puesto antes.

5.5. También puede observarse otro aspecto clave. Hay personas que, desde su trabajo de dirección en instituciones religiosas, y algo engoladas en sus cargos y hasta títulos académicos, piden a los fieles una total dedicación, pero sin apoyar otros proyectos, y hasta desaconsejándolos abiertamente. También piden una total obediencia en aras de la mayor unidad. Al estar en medio del mundo, tales instituciones pueden tener una relación problemática con él.

En ese aspecto, nos permitimos una digresión. Sin atribuir lo que señalamos a continuación al estudio de nuestros autores, señalemos algunas situaciones prácticas de la vida, que si como tales se atribuyen a personas concretas, no obstante, por ser una realidad constante, proceder de personas de calidad, y hasta originar un estilo más o menos colectivo, se podrían extenderse a la institución eclesial correspondiente. Lo expuesto puede parecer algo extenso, pero aplica la tesis señalada, y nos consta que Manuel de Santa Cruz se ha referido a ello.

Lo expresamos así. Las formas de actuar en la vida cotidiana son muchas, desde las aparentemente simpáticas hasta las inaceptables. Ahí están los vacíos que se hacen a terceros en los ámbitos laboral y de la amistad, a quienes se les relega en el reparto de encargos y también dentro del grupo. Los incómodos son marcados de alguna manera para que no “contaminen” a pesar de su buenísima formación e intención. En privado reciben sonrisas piadosas, se les etiqueta como personas originales, como gente con el reloj parado durante 100 años, se les identifica con La Verdad como si no estuviesen también en contacto con la realidad social, se les llama lefebrerianos y hasta casposos y fascistas, y se les arrincona por salirse del tono medio, aunque al final -conforme al desenlace de los acontecimientos- se reconozca que tenían razón… pero para seguir lo mismo.

Esta soledad personal es fácilmente superable por los espíritus independientes. Sin embargo, se agrava hasta el límite cuando quienes debieran se acogedores en el ámbito religioso, crean una atmósfera indiferente, fría y aún contraria hacia un concreto apostolado de la política en el mundo temporal, sobre todo por la carga religiosa de la política para ellos inaceptable a fuerza de liberales. A veces, los clérigos que más debieran apoyar el apostolado de la política, sobre todo cuando los intereses de la religión están por medio, son quienes más lo desaconsejan. Entienden mal eso de “en lo opinable, caridad”, porque el laicismo no es opinable sino condenable; también entienden mal la “legítima libertad” cuando la ahogan para que su ejercicio no comprometa -dicen- a la religión- y no perjudique al grupo e institución; o bien extienden tanto la libertad que por lo visto permiten a los católicos pertenecer a sectores independentistas que no condenan el terrorismo.

Quieren ver lo humano fermentado por lo divino, pero sospechando siempre que lo opinable y temporal puede empañar aquello que implica una dimensión sobrenatural (confesión religiosa, familia, educación etc.). Si no lo fermentan ellos, que son los sabios y prudentes, que no lo haga nadie, como sutil forma de semipelagianismo. No pocas veces se confirma que quien recela de los demás, víctima del purismo de no mezclar lo más mínimo la política con la religión -así dicen-, son liberales conservadores, amigos de desacralizar y de la secularización. Parece que la única manera de fermentar la realidad es acercarse a ella a ocupar puestos con el objeto de evitar males mayores contra el derecho natural. Para justificar su posición, pueden redactar libros colectivos sobre los Papas del s. XIX, utilizando el esfuerzo de autores noveles a los que se facilita poner las conclusiones por delante del estudio que así orientan, pues a veces, trabajar por encargo de amistad y confianza, pone la obra realizada al servicio de quien encarga. Incluso se da la paradoja de que, cuando los secularizadores ponen, con su estilo propio, lo humano al servicio de lo divino, dan por supuesto que se bendice un medio o instrumento tan sospechoso como ser ministro del PP, a sabiendas que todo ministro es solidario con lo que haga su Gobierno. Es el caso de quien presentó en Pamplona la película de Garabandal, con el rótulo anunciador y cebo de ex ministro del PP. Es como querer el revés y no el envés.

Como la realidad es un continuo de vasos comunicantes, el conjunto pierde el agua si el vaso de la política está agujereado. Sobre todo hoy, que la política revolucionaria al uso es absorbente y los españoles miramos demasiado hacia los que gobiernan y sus periodistas, las elecciones y sus encuestas, y desde luego la televisión.

Sigamos con nuestros autores. La pregunta es: ¿qué errónea visión de la polis tienen algunos o muchos directores espirituales para que con sus omisiones y la aceptación de lo existente, disuadan a los católicos a una política cristiana?

“Para verdades, el tiempo”, dice un refrán castellano, y es verdad (…). Ante las emociones, hay que desconfiar, serenarse y sacar la lupa” (ES, 801). Preguntar, preguntar mucho al magisterio, no a los gacetilleros interpuestos, ni a los periodistas mercenarios (ES, 720; PL, 722). “Para la guerra semántica y psicológica a la que estamos sumergidos, valga esta consigna: preguntar mucho, concretar mucho y poner todo por escrito, porque ya decían los cásicos que verba volant, scripta manent. Pacta sunt servanda” (MSC, 785).

“El ambiente de escaramuza que se formaba en las celebraciones en lugares públicos, comprendía también eso de retintín, es decir que se quería expresar más de lo que estrictamente se decía, y con cierta agresividad, para una mayor penetración en la guerra contra el laicismo”. Así se actúa contra las sutilezas desacralizadoras. Viva Cristo Rey es un símbolo contra el laicismo, “con la novedad importante de despojar a esa invocación y limpiarla previamente de ese retintín como tímido y vergonzante que a veces le acompaña” entre los católico-liberales (JU, 726).

“No puede haber, después de la Redención, una potestad legítima que no se reconozca como delegación divina, de Cristo Rey, a quien compete la única soberanía de este mundo. Las otras potestades sólo merecen una obediencia provisional y relativa” (p. 120)

“Ante esta situación, unos católicos quedan en desolación, es decir, con su fe secada y enfriada, y a estos hay que decirles que sepan esperar, que no se pongan nerviosos, y que sigan el consejo de San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, de que ‘en desolación no hacer mudanza’. Otros católicos, aunque afectado en un orden natural por la magnitud de esas contradicciones con las ideas anteriores, entremos sin embargo en consolación espiritual por sentir que se aviva en nosotros la Fe y la fidelidad a nuestra vocación de ayudar a custodiar el depósito de la tradición del magisterio eclesiástico” (MSC, 763).

“Yo seguí de cerca y desde dentro aquellos años, aquellos sucesos, aquellos líos, aquella maraña de intrigas y deslealtades. El ambiente dentro de las propias filas carlistas era oscuro y desagradable por tensiones internas” (MSC, 802).

“El Carlismo va siempre con nosotros: no lo quitamos y ponemos según los momentos pues se lleva en el corazón y en la mente (…) Todo esto es reflejo de un profundo, inmenso y agradecido amos a Dios./ Ello nos lleva a buscar el Bien Común: a ponernos en el lugar del otro, buscando la justicia social por amor, encauzando la economía y convenciendo a todos de que este sistema es el problema de tanto desatino” (Excma. Sra. María Cuervo-Arango, “Acción Carlista” nº 143, 1-VIII-2018).

“milagro, o milagroso, quiere decirse de algo que está fuera de las leyes de la Naturaleza, burlándola”. El que no lo ve es que nunca ha hecho nada y no sabe lo que cuestan las cosas, y nada ha hecho desinteresadamente. Los que no aman. O aman poco, oyen susurros: “Tu, no te metas”, mientras que contradictoriamente a esta posición, el amor es celoso y susceptible (MSC, 700).

“Muchos católicos son tibios, mezquinos y cobardes, y se repliegan de la primera línea de fuego, no creen en la asistencia de todo un mundo sobrenatural. En los milagros. La casualidad y la suerte son interpretaciones paganas de la incidencia de la divina Providencia en cosas pequeñas que quiere que pasen desapercibidas. A los tales yo les recomendaría la lectura de la letra pequeña de la historia que se coronó aquel primero de Abril ¡Cuántas pequeñas acciones tácticas tuvieron desarrollos victoriosos por desarrollase de manera opuesta a las normas naturaleza, es decir, de forma milagrosa! ¡Cuántos cientos de vicisitudes de la guerra constituyen una nueva revelación del mundo sobrenatural! También en las conciencias individuales secretas, cuántas conversiones ignoradas pero milagrosas” (MSC, 781).

“No cometeré el crimen de destruir la única fuerza capaz de mantener el orden social el día en que se desencadene la Revolución. Vaya usted y diga que yo no puedo pedir la muerte de un partido que será mañana antemural de la Patria”.

“(…) hay que corregir con energía que seglares perfectamente calificados sigan en su holganza con la muletilla de ‘¿qué hacen los obispos?”. Hasta hace poco también solían decir: ‘¿qué hacen los militares?’ Y ‘¿qué hacen los requetés?’ Hay que responderles, a la gallega con otra pregunta: Y usted, ¿qué hace? No es de recibo este espectáculo masivo que a diario vemos los católicos con estudios superiores y bien acreditados en sus trabajos que están echando sistemáticamente (la culpa) de lo que está sucediendo, sin hacer ellos nada exclusivamente, al clero. Que también tiene sus culpas, por supuesto, pero de eso ya estamos suficientemente informados” (PL, 750).

“(…) grandes sectores del clero, culpables de la doble corriente de orientar a los fieles hacia el PP y de sabotear el reclutamiento de los grupos católicos tradicionalistas, cegaos ya por la evidencia de las traiciones en materia religiosa del partido al que han patrocinado –“las últimas desacralizaciones de la coronación” (nota: de don Felipe-, en vez de reconocer humildemente sus malos consejos dichos, y de rectificar inmediatamente para el futuro inminente, predican que, como la política es un asco, los católicos no deben meterse en ella, como si no hubiera formas excelentísimas y urgentísimas de hacerlo” (JU, 723).

“Lentamente, pero firmemente, han reaparecido en todas partes pequeños grupos de comunistas a los que hay que volver a prestar atención” (ES, 736; MSC, 737; P.L, 740). Podemos ha salido de los indignados. Son comunistas. Hay que tomarlos en serio como también debía tomarse en serio a los indignados (AdG, 780).

Hay “sucesos (que) no son meteoros producidos por fuerzas de la Naturaleza ajenas al hombre que no puede controlarlas, sino hecho producidos por personas con nombres y apellidos y DNI que conviene tener bajo acusación permanente” (MSC, 721). Sí, es preciso” hablar de complicidades y cómplices ‘caiga quien caiga’ “ (MSC, 721).

“Hay que tener presente el gran principio de que cuando una casualidad se repite mucho, es que no es casualidad, sino el desarrollo metódico de un designio superior (…)/ Estamos en la estela de la apostasía de las naciones, del liberalismo y de la renuncia de la religión a la política. Todo esto comenzó con la Revolución Francesa (…)/ La situación es confusa y tiene todos los inconvenientes graves y numerosas consecuencias de la oscuridad y la indefinición. Entre ellos, el escepticismo que en el caso que nos ocupa de las elecciones, paraliza a los católicos que se dan perfecta cuenta de que sus dirigentes no saben lo que quieren. Por un lado, hacen como que no quieren el aborto, la enseñanza sin religión, el divorcio, etc. Y por otro, callan y encubren el mal original de todos ellos, que es el laicismo. ¿En qué quedamos? Esta contradicción ya fue denunciada por Vázquez de Mella en su famosa frase de que el liberalismo levanta tronos a las premisas y cadalsos a las conclusiones. Pero un amigo me preguntaba hace poco: ¿Dónde están los cadalsos?/ Esta ambigüedad tramposa ha hecho perder a los católicos la ilusión por conseguir una civilización católica. Y, por supuesto, la confianza y la generosidad de sus dirigentes. Se ha establecido un círculo vicioso: los dirigentes no exigen porque temen que la gente no les siga, y la gente no les sigue porque les ve desorientados y por su parte temen quedarse abandonados, traicionados, tras los sacrificios que se les sugieren. Sería clarificador y bueno que quienes pueden y deben llamaran a las cosas por su nombre y dijeran de una vez la verdad desuda y con todas sus consecuencias. Y que cuando no conozca la verdad, porque no la dice la Revolución, lo diga francamente, y que se aleje de la mentalidad asiática, que tanto dificulta la labor de los misioneros (me lo decía uno de ellos), que niega el principio de contradicción y que cree que una misma cosas puede ser y no ser al mismo tiempo./ Termino con una frase que le gustaba repetir al gran jefe catalán, don Mauricio de Sivatte: ‘Cuando en una mesa de juego el que hace las trampas es el crupier, cuesta más descubrirle que a un jugador, pero al final se le pesca’ ” (JU, 711).

“Se ha instalado en la gente masificada la creencia de que esas omisiones fueron una suma casual y amorfa de aspectos separados, y se han silenciado que forman un conjunto bien trabajo y bien preparado y guardado (…) espero que alguien, algún día, tire de la manta y quede expuesto y desnudo un verdadero complot y no un montón de casualidades inconexas” (MSC, 764). Ante las ausencias de religiosidad en la “coronación” de don Felipe, “¿Fue una casualidad, o un complot?” (MSC, 764).

10.4. Es bueno recordar que el mundo que nos rodea y sobre todo el ámbito de la política, sufre grandes vaivenes (el”No” a la Constitución europea, la situación de Polonia y Hungría, el Brexit, el acceso de Trump en USA, quitar desgraciadamente la cláusula antiaborto en Irlanda, el rechazo del aborto en Argentina…). Si ahondamos en dichos vaivenes, se observa que la realidad siempre sorprende. Por eso no debemos perder la esperanza, ni dejarnos llevar por las apariencias, ni ser derrotistas. Es preciso otear el horizonte y sobrepasar las puntuales derrotas y los períodos de depresión. Concreción y visión amplia:

“Este recuerdo (fue sentencia de Truman) nos hace aún más inasequibles al desaliento, porque enseña que las presiones y aun victorias enemigas no son fatales ni inconmovibles, sino que se pueden contraatacar y resolver” (MSC, 745). “Por debajo de los misteriosos y seductores planes de esos sedicentes todopoderosos, aparecen de vez en cuando individuos desconocidos, inspirados y asombrosos, que vuelcan de una punta pie la mesa de juego y cambia el curso de los acontecimientos. Don Ramiro de Maeztu, en el pleno desaliento de la Segunda República, acuñó la frase de que ‘un hombre dispuesto a morir puede cambiar el curso de la historia’ “ (ES, 746). “Es una ley universal que en todas las grandes crisis de todo asunto, tiempo y lugar, no tardan en aflorar cuestiones distintas de la inicial, que estaban dormidas y ocultas y que por su entidad propia complican los planteamientos primitivos” (AdG, 805). Es preciso “Saber con precisión qué puesto puede ocupar de manera competente en el organigrama del Estado Nuevo, como escribió Don Víctor Pradera en las vísperas del Alzamiento, para cuando dé la vuelta la tortilla, ¡que dará!” (JU, 803).

10.5. Para ser prudentes, es preciso prepararse para la ocasión y no actuar como las vírgenes necias del Evangelio, que al quedarse sin aceite fueron a buscarlo en el momento más inoportuno (quien es descuidado nunca se encuentra preparado), sorprendiéndoles la llegada del esposo fuera de la casa:

“No conocemos la hora de Dios, pero nuestro deber es estar preparados como las vírgenes prudentes del Evangelio (…) Empecemos por hablar sin cesar de la reconstrucción de la Cristiandad, cuando tantos callan” (AdG, 720).

“Seremos como las vírgenes prudentes de la parábola evangélica, siempre con todo a punto para recibir al esposo. Sabemos que éste se presentará inesperadamente, haciendo verdad la sobada excusa de que ya no hay tiempo. Sería un error gravísimo, culpable, el de las vírgenes necias, que cuando se produzca inesperadamente, con ocasión de uno de los frecuentes vaivenes de nuestra política la oportunidad de liberarnos de la actual apostasía, no hubiera en los primeros planos de nuestra sociedad un número suficiente de personas mentalizadas y preparadas para proclama y mantener inmediatamente la restauración firme y formal de nuestra Unidad Católica. / En las grandes crisis política de todo tiempo y lugar se ven en las periferias fuerzas al acecho y preparadas para aprovechar la posibilidad de situarse mejor. También en religión (…) En España, cuando se hizo evidente que la Segunda República se dirigía a una gran crisis total, los católicos tradicionalistas pusieron a punto sus programas”. Lo hizo Víctor Pradera en El Estado Nuevo. Lo hizo Luis Hernando de Larramendi en Cristiandad, tradición y realeza. Manuel Fal Conde lo hizo en Manifestación de los Ideales Tradicionalistas al (…) Jefe de Estado. En Francia cuando la guerra de Argelia. (MSC, 805).

10.6. Prudencia significa que los esfuerzos deben centrarse en mantener el principio de subsidiariedad allá donde parezca que ya se mantiene, lo que precisamente no suple sino que implica y hace posible la necesidad de estar presentes en la alta política del Estado, allá donde exista una verdadera representación social. Para responder a la realidad como tal y preparar el futuro, es necesario mantener un programa íntegro, sin mutilaciones.

Dicho de otra manera; está bien defender las instituciones sociales paralelas a las del Estado, absorbente desde la Revolución Francesa, así como exigir que el Estado devuelva a la sociedad sus propias atribuciones. Sin embargo, es peligroso conformarse con eso, y creer que de esa manera se está a salvo frente a la absorción de todo por el Estado. Hoy lo vemos con el programa “educativo” Skolae que el cuatripartito en Navarra quiere imponer a los padres e hijos navarros, un proyecto totalitario y directamente corruptor que presiona sobre los centros de iniciativa social que han mantenido, con más o menos problemas, su personalidad, su Ideario y espíritu distintivo, así como los conciertos económicos con las autoridades que llaman forales de Navarra. Por eso, no basta que la sociedad resista, sino que es preciso implicarse y presentar todos los principios de la sana política, pues quedarse en la dimensión de los cuerpos intermedios o sociales puede adormecer la necesidad de reconquistar el Estado. (MSC, 749).

Desde luego, y según J. Ulíbarri, “quedó la lección de que, cuando fallan las instituciones, queda la sociedad”, pero no sólo para salvaguardarse sino para ir a la conquista de dichas instituciones políticas (JU, 774).

10.7. Las jerarquías paralelas en la sociedad -por ejemplo el director del centro educativo y no ya éste mismo- no son suficientes para defenderse del Estado laico o laicista. De ahí que, como el punto anterior, reconocer y vivir esto sea parte de la prudencia social y política.

“Algunos católicos consideran que la coexistencia de unas jerarquías paralelas católicas con un Estado laico, es viable y cómodo para ellos. Pero eso no es verdad porque es frágil e inestable y propenso a caer en la tentación de renunciar a la reconquista del Estado, con traición al culto y honor que permanentemente le es debido a Dios por la sociedad” (MSC, 749).

2. Justicia

11. Formulemos la siguiente pregunta, desde luego carente de retórica: ¿Cómo se endereza el rumbo perdido y reaparece la segunda virtud cardinal, que es la justicia, al servicio de una ciudadanía o vecindad activa? Si conducimos al viajero a Pamplona hasta la plaza consistorial, verá una preciosa fachada barroca de 1751-59. En su parte inferior junto a la entrada del Ayuntamiento, contemplará la imagen de la Justicia del escultor local Joseph Ximénez, a la que por tres veces le han roto la mano izquierda. Esta sostenía la balanza, quedando intacta la espada en su mano derecha. No debe existir espada sin balanza y a la inversa.

11.1. La Justicia va unida a la Verdad, que exige claridad en los eclesiásticos responsables de explicar la proyección social de la vivencia de la Fe cristiana. Hoy se advierte lo improcedente que es la equivocidad en el lenguaje, ocultar las propias responsabilidades, y la imprudencia de dejar la enseñanza en manos de sus infractores:

El laicismo se ha “infiltrado en las filas de la propia Iglesia. Es un misterio de iniquidad incomprensible, pero ahí está. Los culpables, asustados de lo que han hecho y de sus consecuencias, están queriendo disimularlo con distingos hipócritas entre laicismo, laicidad, laicismo positivo y otros trucos semánticos. No hay más que un solo laicismo, puro y duro, que es el desprecio público de Dios, propio del Estado aconfesional, y no dejaremos que los culpables engañen a la gente” (MSC, 753).

11.2. La justicia exige a todos no escamotear el conocimiento de la verdad. Para mantener la verdad con brío, nuestra finura espiritual nos impulsará a cuidar las compañías y las lecturas. No hay que estar solo. Arroparse en la vida activa de las asociaciones tradicionales, impedirá escuchar y acostumbrarse a todo, y admitir poco a poco explicaciones falsas de la realidad -muchas veces medias verdades-. Tales explicaciones que suelen ser expresión de los falsos principios implícitos que las generan, ya en lo que afirman u omiten. La claudicación en estos puntos de vida práctica, y fruto de la aplicación casi automática e inconsciente del nuevo marco o paradigma explicativo, conllevan que el novel y el veterano experimentado pueden iniciar con facilidad el camino de abandono.

No hay que recortar la verdad para hacerla más admisible, especialmente cuando ello genera un camino falso. Por ejemplo, hablar de la Ley natural, según D’Ors, “acaba siendo un producto vergonzante de descafeinado de la Ley Divina en homenaje a los ateos con menosprecio de lo divino (Roma, Corresponsal, 722). Otro ejemplo: si el Papa dice que jamás he sido de derechas… hay que completarlo con el de ni de izquierdas (JU, 706). Por lo mismo, no existe la no confesionalidad, pues la confesión puede ser coránica, atea, agnóstica, democrática, católica (JU, 777). Así pues, es necesario escuchar la verdad completa. En ella se incluye la verdad que parece desagradable, pues, en este caso, la verdad que se calle será utilizará por la misma izquierda para atacar y tergiversar.

Los actuales memorialistas de la mal llamada memoria histórica, generalmente separatistas y de ultraizquierda, han utilizado la existencia de represiones en la retaguardia durante la última guerra -Cruzada- española, para combatir a los más de cuarenta mil mozos navarros que fueron al frente de batalla y a los 4.709 que murieron en él. Ello no es lógico pero en buena dialéctica marxista todo se admite si da resultado. No es que hasta hoy se haya ignorado el hecho de la infortunada represión, sino que lo nuevo es haber presentado estos desgraciadísimos hechos como un hallazgo que se desentierra y jalea con unos concretos objetivos políticos e ideológicos. Llama la atención que de la represión sólo se hable en Navarra -la comunidad que más se esforzó en la guerra valiéndole la cruz laureada de San Fernando de su escudo-, y no se hable en las vecinas Guipúzcoa y Vizcaya, como tampoco en las restantes provincias o comunidades.

11.3. No conviene de manera alguna aceptar eslóganes fáciles como éste, fechado allá por 1968: “Si la Iglesia no cedía ante las religiones falsas, no tenía (tiene) fuerza moral para pedir libertad para ella en las misiones” (PE, 704).

La exigencia de libertad religiosa de las confesiones no católicas iniciada por el Vaticano II en el ámbito civil para los Estados católicos, ha desembocado en algo totalmente diferente, muy propio del Liberalismo de la mal llamada “democracia cristiana”. Esto es, sin lograr la libertad de los católicos en países paganos de misión, ha conllevado -sin tener por qué- el abandono de la confesión católica en los Estados como si de un golpe de mano se tratase, y como consecuencia lógica de esto último -los democristianos la niegan-, los católicos en los países tradicionalmente católicos ven arrinconada su fe en el ámbito público y hasta perseguida como es el caso de España.

Puede sospecharse que el eslogan mencionado en este punto 11.3. era una coartada, máxime cuando imponer la libertad religiosa (y aunque fuese un régimen de tolerancia) en los pocos Estados católicos que quedaban, no tenía fuerza para inclinar la balanza como equilibrar la necesidad de libertad religiosa para los católicos en muchos países paganos del mundo. Es más, ni siquiera eran situaciones equiparables, porque los no católicos en países católicos antes de 1968 tenían mucha más libertad que los cristianos en países de misión en esas mismas fechas. En realidad, desde esa fecha hasta hoy, en cada vez más países hay persecución religiosa contra unos y otros cristianos por el mero hecho de estar bautizados.

11.4. Conviene evitar las trampas semánticas. De ellas previnieron autores destacados como Plinio Correa de Oliveira en “Trasbordo ideológico inadvertido y diálogo” (1966), Rafael Gambra en El lenguaje y los mitos (1983), Mario Soria en La información (1991), Víctor Manuel Arbeloa en Perversiones políticas del lenguaje (2004), y ahora los autores que citamos.

Para nuestros autores se trata de “Trampas y más trampas. Es bueno distinguir, afinar y huir de generalidades” (ES, 733). Por ejemplo, hablar de religiones falsas en vez de supersticiones y fantasmas (JU, 728) o tradiciones religiosas (PE, 760); de católico en vez de humanismo cristiano (MSC, 776); de la Iglesia en vez de las Iglesias (ES, 776); de virtudes cristianas en vez de valores, ética y ley natural (ES, 733); de jurar por Dios en vez de jurar sin decir por Quien (MSC, 785); hablar de mártires de 1936-1939 en vez de mártires del siglo XX (MSC, 775); el hereje no es un hermano separado (PE, 704); es bueno pronunciar Cristo Rey en vez de Cristo Rey del Universo, expresión ésta más abstracta, más diluida y menos estimulante (MSC, 704; JU, 705); utilizar mahometano en vez de musulmán (PE, 760) y maricón en vez de homosexual (PE, 760). También se trata de evitar las muletillas semánticas: hay que hacer algo, que España ocupe el lugar que le corresponde, una más justa distribución de la riqueza, es que nosotros somos más avanzados que ellos, populismo, desarrollo material a nivel europeo, adelante-atrás, avanzar-retroceder (PE, 737). Huir de comodines como recta conciencia, en conciencia, o bien que hay que estudiar cada caso concreto (MSC, 740) total para nada decir ni comprometerse.

11.5. La virtud de justicia social aplicada sin histrionismos, conlleva dar el tratamiento diferenciado que corresponde a cada cuál en los diferentes ámbitos de la vida ordinaria. Está experimentado que muchos lo agradecen por la concreción positiva que conlleva este tratamiento personalizado que evita la masificación y el igualitarismo. A pesar del rodillo del mito de la Igualdad, muchos agradecen la utilización del usted por la distancia y corrección que supone; el respeto de las distinciones propias de ciertas posiciones, origen y servicios especiales prestados a la sociedad; la vivencia de diferentes formas sociales aptas para cada caso; el vestido adecuado a las circunstancias sociales… (AdG 736, PL 739, JU 739). La misma realidad desmiente la moda y vicio igualitario, pues siempre hay distinciones en función de lo que cada cual representa en la sociedad, incluidas las sociedades que se jactan de perfectamente igualitarias.

Cada persona, grupo o institución quiere reafirmarse en lo que es, en sus aportaciones y sus diferencias. Es un fruto granado de la sociabilidad humana. La igualdad ontológica de la filosofía no supone igualdad social en una sociedad histórica o concreta, pues en la vida surgen muchas realidades espaciotemporales que van más allá a los paradigmas filosóficos. La filosofía y la sociología son ciencias diferentes, por lo mismo que ésta aterriza en la máxima concreción y realidad.

11.6. Por último y por justicia, es preciso exigir y ofrecer definiciones conceptuales, porque definir delimita y por ello nos compromete (MSC, 720). Hay que definir y definir mucho. En esto -lógicamente es una forma de hablar pero indica la importancia del hecho-, si tienen que caer cabezas, que caigan (JU, 722).

Hoy algunos sustituyen la necesidad de definir la realidad, por la expresión líneas rojas. El carácter difuso de esta expresión coloquial o periodística por lo gráfico, obliga a su vez a concretar tales líneas (MSC, 785), aunque también sería necesario hablar de poner límites a nuestra situación y aspiraciones, pues por ejemplo “los antiguos sabios de Grecia decían que las cosas se definen por sus límites; sin estos no se deben aceptar más explicaciones” (AdG, 774).

3. Fortaleza

12. Llega la comprometida hora de la virtud cardinal de la fortaleza. Trabajar esta virtud cura el cansancio de quien, tras un esfuerzo continuo, busca la gratificación de ver los frutos para sentirse eficaz y motivado.

Se observa que, quien comienza a flaquear, subordina su actuación y sobre todo su posicionamiento a lo políticamente existente o correcto, cuando dice que “ya no es nuestro momento”. Sin embargo, el problema no es la falta de tiempo, sino su desconfianza hacia lo que no da frutos suficientes y no se puede apreciar a simple vista.

Otros, aparentemente más intelectuales y serios, quieren, tras un maduro examen, jerarquizar sus deberes y objetivos sociales dejando muy de lado todo lo que sea acción política, a excepción de ciertos signos (banderas en el balcón de su domicilio) y temas que están en el tapete cotidiano e in extremis como es la educación de los hijos. En realidad no buscan jerarquizar sus quehaceres, pues abandonan temas que están en el centro de la problemática actual. Esto nos inclina a pensar que quien así razona, sobre todo no quiere perder oportunidades ni aquella supuesta eficacia que le restaría -dice- el manifestarse como tradicionalista. El problema siempre estará latente, con independencia de como se identifica cada cuál: católico o sincretista, navarro o ciudadano del mundo, tradicionalista o falso progresista, comunitario o tecnócrata, fuerista o contrario al principio de subsidiariedad de raíz histórica, carlista o franquista, juancarlino y felipista. La dificultad no es la denominación si ésta designa una realidad objetivamente buena, sino el receptor y -quizás- los falsos complejos del emisor, sobre todo cuando ambas partes adolecen de algún resabio totalitario sobre la realidad. Ante cualquier realidad social lo hay que enseguida piensan en el Gobierno. Desde luego no se “reza a lo X”, ni se “come a lo X”… y nadie pondría tantos “peros” de pertenecer a otras tendencias, asociaciones y partidos políticos. No pocas veces, el rechazo al tradicionalismo se debe a la falta de entendimiento del verdadero sentido de la tradición, como ocurría a G. Redondo y ahora parece que a B. Blanco, al igual que en su día constató don Juan Vázquez de Mella, que hace cien años se vio obligado a explicar y explicó qué era la verdadera tradición a personas maduritas.

12.1. Para ejercitar la virtud cardinal de la fortaleza, Manuel de Santa Cruz insiste que no por estar vencido se es decadente. La decadencia, como estado del alma, debe evitarse a toda costa.

El síndrome de Estocolmo no es sólo el cansancio de los buenos, sino “la aceptación absolutamente sincera por los vencidos físicamente, prisioneros de guerra y detenidos políticos, de las ideas de sus vencedores”. Es la decadencia en estado puro. Aquí no se trata sólo de votos sino de conocer y servir a la Verdad, de ser inasequible al desaliento, del cueste lo que cueste, de que “los católicos de siempre no queremos comprender nada que no sea la fidelidad a la custodia del depósito de la Fe y de las buenas costumbres”.

“(…) uno de los peligros de la condición de vencidos, que es actualmente la nuestra, es pasar a la de decadentes, es decir, a la de vencidos que además, han acabado por asimilar las ideas de sus verdugos. Prevengamos pues, no entrar en decadencia” (JU, 719).

“No es necesario insistir en cuánto repugna la Constitución vigente a los católicos conscientes; a los que distinguimos entre “creer” en Dios y “amarle”; entre los que se resignan con su actual condición de vencidos, y los que no pasamos de esa desgracia a la de “decadente”, es decir, a los que vencidos mecánicamente no asimilamos las ideas de nuestros vencedores. Desde que comenzó a gestarse la apostasía de la actual Constitución, hasta el día de hoy, no ha cesado de bullir en nuestras mentes el deseo de conquistar la Confesionalidad católica tan asquerosamente entregada al Enemigo (…) el escenario de la orfandad con que nos encontramos los católicos españoles ante la posible oportunidad de aprovechar una reforma de la Constitución. Nada hay preparado por parte eclesiástica. Más bien lo contrario. Llevamos más de cuatro décadas de acostumbramiento al laicismo” (MSC, 789).

“no vamos a pasar de vencidos a decadentes, que es lo que sucedería si dejáramos de combatir el laicismo. Pero no, nos queda la esperanza de perseverar en el buen combate. Salvaremos a España sin contar con el ejército, y a la Iglesia desde fuera sin contar con su burocracia” (MSC, 741).

12.2. Nadie está obligado a claudicar cuando la fuerza de los enemigos es sobrecogedora. Tampoco cuando se siente el angustioso “silencio de Dios”, por otra parte tan “hablador”, sugerente y balsámico en la vida íntima del alma.

“En los católicos tibios, pusilánimes e ignorantes, que son la inmensa mayoría, producen desaliento, pasividad y ganas de abandonar el frente político, si es que no lo han hecho antes por otras razones menos confesables. Les llevan a la conclusión, errónea, de que ante esos poderes superiores tan tremendos, misteriosos e inasequibles, no tenemos nada que hacer, y más nos vale no empeñarnos en causas perdidas. Así que, a ver la tele. Ciertamente las noticias son sobrecogedoras. Pero hay que pregonar a los cuatro vientos para compensarlas que hay otras fuerzas opuestas, por arriba, por abajo, y en medio, que son (…)” (ES, 746).

“Fomentemos la alegría en medio de los disgustos que nos acechan. La alegría es fecunda, creativa, exitosa, y desplaza a la tristeza, que propicia a la depresión psicológica, que todo lo frena y amarga y deshace con mezquindad. La alegría es contagiosa y propicia amistades espirituales” (AdG, 783). “Pero hay que tener en cuenta, además de esos enunciados, el estilo, el talante, propios de una especie de argamasa invisible que une a unas conclusiones con otras, llevándolas más allá de una suma aritmética de factores aislados e independientes a un conjunto bien trabajo e indisoluble característico (…)” (AdG, 783). Escribió San Agustín que en el Amor no hay cosas pequeñas, Los que no se ocupan ni se interesan por nada, porque todo lo desdeñan como pequeño e inferior a su categoría, es que no aman. Como no aman, no saben lo que quiere, e incurren en la sentencia famosa del sabio francés Claudio Bernard, padre de la Fisiología moderna, al discurrir sobre la investigación científica: “el que no sabe lo que quiere, no interpreta lo que halla”. Hay que escrutar para luchar y servir con eficacia. No se puede ser sobre todo amable, porque se cree en algo. Y dialogar no cuenta cuando se trata de morir por Dios y por la Patria (AdG, 783).

“Como el famoso naturalista Linneo, se han dedicado a la mera descripción y clasificación, de la taxonomía, pero sin extenderse a la manifestación y la conducta de Torquemada, el valiente dominico que calentaba la cabeza a los Reyes Católicos contra los enemigos de la Fe. Aquí, después del Concilio ha habido algún que otro taxonomista de sectas y filosofías heterodoxas pero incoloro, inodoro e insípido, con ausencia de combatientes, epígonos de Torquemada, que es lo que necesitamos. Pidamos a Dios que nos envíe más Torquemadas que sucesores de Linneo” (JU, 794).

“No basta con describir al enemigo, fríamente, como Linneo clasificaba animales y plantas. Necesitamos el espíritu de Torquemada para vibrar y luchar frente a los enemigos que se nos presenten y destruirlos” (ES, 765).

13.7. La persona templada, sea hombre o mujer, tiende a juzgar con cierta frialdad, no se pone nerviosa, ni procede atolondradamente, y da los debidos pasos motivada más por el juicio que por las ansias.

13.5. Es bueno, cuando sea necesario, señalar sin escrúpulos el mal pero también a quienes lo cometen.

Se puede y a veces se debe hablar mal de los que hacen cosas malas, como explicaban El Liberalismo es pecado y la revista de los jesuitas La Civiltá cattólica. Así, “a la necesidad de que los católicos señalen con sus nombres las fuentes del mal liberal, los impíos oponen la teoría de que no hay que hablar mal de nadie”. Es decir, “es lícito y bueno señalar con sus nombres concretos las fuentes del mal para poder combatirlos. Es lo que llaman los artilleros fuego de contrabatería” (PE, 729). Por ejemplo, el complot de la desacralización de la coronación de don Felipe “no ha sido como un meteoro independiente de la voluntad humana sino el estallido de un largo y minucioso complot bien urdido y encubierto por gentes con nombres y apellidos y DNI. Nacionales y extranjeros” (PL, 730).

13.6. La templanza no se limita a describir la realidad sino a vivificarla.

En conclusión: es preciso exigir y mantener la exigencia de una rectificación, y, si ponemos dos ejemplos actuales, sería el caso de las expresiones de los dos últimos Papas sobre el laicismo (MSC, 739), y los graves errores cometidos por el Partido Popular en su deriva laicista e inclusiva de los más graves crímenes contrarios al orden natural más básico (AdG, 740).

13.4. Más que dialogar, nuestros autores afirman que el momento de “confesar” públicamente.

Añadamos a nuestros autores una palabrita sobre las personas muy habladoras, que como todos tienen sus luces y sombras. Quizás nuestros autores hayan sido más lectores y escritores, y se han dirigido a sus similares, más que gente sociable y de mundo.

Todos conocemos a algunos habladores impenitentes, que quizás lo sean por necesidad psicológica. Tienen mil ventanas y puertas abiertas hacia los demás, pero leen muy poco y siempre les falta tiempo para formarse. Son autodidactas. Son muy curiosos, algo presumidos y no ven los peligros. Les gusta rozarse y compartir con personas de alto standing, con gente incluso algo rara incluidos masones y rabinos, eso sí, gente que según dicen es “inteligentísima” y “muy interesante”, como toda la flora variopinta del mundo. Ellos dicen que en las logias masónicas el hablar lo tienen como deporte, y les gusta que cada cual plantee lo que desee por considerar que de eso algo saldrá.

Estas personas, más que cotorras, se olvidan que no es igual la opinión que la certeza, que “mi” verdad -si es tal- supone afirmar “la verdad”, que lo importante no es buscar sino encontrar, esto es, llegar a la verdad, y que ésta existe en los temas religiosos, filosóficos, en las ciencias y en muchos aspectos de la vida cotidiana. Son muy radicales y no advierten los matices, por lo mismo que es distinto obligar que animar al dócil etc. Paralelamente, buscan la mayor independencia posible, se quejan de que se les haya influido de pequeños, y no leen libros porque quieren pensar “por sí” y no “ser convencidos” por otros. Hoy día a esto último se le llaman “lavar o comer el coco”. De tal cantidad de información que reciben, les resulta imposible analizar, juzgar y asimilar. Así van cayendo en el relativismo. Les gusta recordar: “- Qui est veritas?” El hablar en ellos sería mucho más para conocer al otro que para buscar la verdad. Desde luego, olvidan que no todo vale y que el error hace mucho daño, por lo que hay que evitarlo, fiarse del conocimiento y la experiencia ajena si no la hay propia, advertir que otros ya recorrieron ese camino, y no ponerse en peligro. Por otra parte, ignoran cómo la palabra tiene un significado que de por si compromete, y que lo importante es el compromiso. El hombre no puede quedarse en los preámbulos, ni en las posibilidades, sino que debe optar, ejercer el libre albedrío, llegar a la meta. Leemos de Ulíbarri y Manuel de Santa Cruz lo siguiente:

13.2. Una persona se manifiesta con temple, cuando denuncia con detalle los hechos reprobables a quien debe y como debe. La condición para poner esto en práctica es buscar con ansia el bien, trabajar sobre el terreno o cada circunstancia del momento, y que sean muchos quienes silencien los hechos. En tal caso, puede ser que el único remedio para ejercitar una caridad heroica sea una adecuada denuncia.

Pongamos algún ejemplo recogido por Manuel de Santa Cruz. Así, tras los actos de secularización de don Felipe de Borbón el día de su coronación, y debido a las posteriores apariencias religiosas artificiales y desnaturalizadoras que podían engañar para olvidar los primeros, se hacía preciso “no acudir ni arropar a los actos mestizos de desacralización y de barniz religioso (…). Era preciso desenmascarar esos mestizajes hipócritas coreando las exclamaciones populares de ¡tongo, tongo, tongo!” (MSC, 723). Sobre este importante tema de la secularización en la toma de posesión de la “corona” liberal, tan extraño a la monarquía tradicional española de siglos, añade Manuel de Santa Cruz:

13.3. La templanza pide responsabilidades y rectificaciones. Es preciso mantener viva la conciencia católica de los españoles, y cuando se da el primer toque de cornetín, salir al paso, para que otros más concienzudos desarrollen la tesis. En el momento de pedir responsabilidades:

Nuestros autores constatan el silencio episcopal en temas concretos pero insoslayables en España, tales como “si se puede ser a la vez católico y afiliado a partidos políticos que apoyen a los maricones”. Las vaguedades como respuesta podrían llevarnos al libre examen protestante. También la mayoría de los moralistas: “son escurridizos y fugitivos y más en cuestiones graves y difíciles”, por lo que se debe preguntar mucho, “estrecharles con preguntas escalonadas que les cierren las escapatorias abstractas. No digamos cuando echan mano de la teoría del mal menor, que es como un comodín en el póker” (AdG, 701).

De mantenerse la escapatoria, Aurelio de Gregorio propone recurrir a los códigos estéticos occidentales,” que nos dicen que hay obras y omisiones que, aunque no sean pecado, no pueden ser hechas por un caballero. Hay cuestiones que escapan del confesonario pero que son atrapadas por los Tribunales de Honor” (AdG, 701). Más todavía:

No es bueno dejar pasar el tiempo. “Este silencio confirma otros, eclesiásticos, que sugieren una secreta decisión de la Jerarquía de convivir, de facto, con cualquiera de las fisonomías del Mal, según el más puro laicismo” (PE, 701). El modus vivendi con el liberalismo practicado por ciertos clérigos en España, contraria a una reedición actualizada del Syllabus de Pío IX, y supone:

4. Templanza

13. ¿Cómo puede vivirse la virtud de la templanza llevando a cabo un esfuerzo continuado?

Para vivir esta virtud cardinal debe utilizarse -desde luego- medios templados, que no significan “moderados”, es decir, paniaguados o tibios. El café con leche siempre se sirve bastante caliente.

Si se habla o se calla, debe hacerse adecuadamente, sabiendo vivir la espera más que el diálogo allá donde éste último sea estéril. Ser templado exige confesar lo que se cree, pedir rectificaciones precisamente porque no es agradable, estar dispuesto a señalar públicamente y denunciar al mal y a los malos ante las altas instancias de la Iglesia y el Estado, lo que a veces es conveniente aunque sea delicado y difícil. Ser templado es tomar la iniciativa y que los medios sirvan realmente para lo que están, la pluma para poder herir si es preciso o la espada para cortar.

13.1. Se ejercita la templanza como virtud cuando la persona se opone a ocultarse en el silencio:

12.5. La virtud de la fortaleza recuerda que, de un punto de partida moral y políticamente malísimo, no sale nada bueno.

A quien es fuerte nadie le propone comulgar con ruedas de molino. Esto se propone a quien sobre todo sigue la táctica de resolver como sea lo inmediato y además con un éxito relativo (no perder más…), a quien carece de estrategia, a quien por falta de trabajo el toro le está a punto de pillar. El dicho que expresa el comulgar con ruedas de molino es la trampa mortal de la “aceptación de unas circunstancias previas malísimas que, sin más ni más, se dan como punto de apartida obligado sin ni siquiera calificarlas” (JU, 754).

Quien afirma que por sistema hay que atenerse al aquí y al ahora, sin insistencia ni enjuiciamientos, olvida que es preciso buscar las causas primeras y las consecuencias últimas de los hechos, para no poner tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias que se quisieran evitar.

Por lo mismo, aceptar -no tolerar-, sin más ni más, el triunfo momentáneo del Mal, olvida que no hay por qué aceptar las ideas del vencedor aunque se esté vencido.

Es frecuente constatar que quienes no cultivan la virtud de la fortaleza, se excusan cuando las cosas van mal diciendo: “Vd. comprenderá”, “estamos en una sociedad pluralista y democrática”, “hay que dialogar y ponerse en lugar del otro”, se está en minoría y los contrarios con muy arrojados, la intransigencia hoy no encaja con el estilo general, hay que ganar votos… Estas “explicaciones” o recursos para salir del paso son los mismos que los católico-liberales o mestizos ponían a finales de. S. XIX y comienzos del XX, que hicieron correr ríos de tinta, y que exigieron aguzar el entendimiento sobre la buena política.

Así:

12.6. Es muy bueno promover con inteligencia los recursos esténicos de cara a la juventud. Este aspecto y otros que hemos citado, expresan que la respuesta a la crisis actual tiene que ser global, utilizando todos los recursos teórico-prácticos propios de una cultura vigorosa, coherente y plena por abarcar todos los aspectos posibles del actuar humano. En este aspecto nunca se insistirá bastante.

Para ser inasequibles al desaliento es preciso tener buenas amistades; abandonar el vicio del “peguismo” (esto es, poner pegas a todo) y a los aguafiestas que hoy se llama gente tóxica; unir las ideas frías y desnudas a unas “ideas-fuerza” que permitan tener amigos, compartir emociones y carismas (MSC, 780). Añádase la necesidad de tomar la iniciativa y de querer una sana agresividad en la defensa de la civilización cristiana. En dichos recursos e ideas-fuerza, la tradición española y concretamente el Carlismo ha sido -y es- muy hábil y fructífero por ser la expresión fina y acabada de una forma de vida familiar y comunitaria.

12. 3. Adelantarse al enemigo es una buena táctica para no ir a remolque de aquel. Los católicos que han optado como método práctico por el mal menor, por el establishment, por perder lo menos posible…, focalizan la realidad desde el verbo “perder”, y desde un bien social cada vez más “reducido”, yendo a remolque de sus contrarios e hipotecando el futuro.

12.4. Cuando no se combate, poco a poco se cae en el acostumbramiento al mal, lo que es precisamente el mal mayor. Una situación así, consolida el mal, impide retomar algún día la tesis, la delantera, recuperar lo perdido, e hipoteca las siguientes generaciones. Por eso, y no sólo para evitar la prescripción de los derechos, es peligroso callar o bien aceptar sin reacción los hechos consumados:

“Dialogando, dialogando, con la mano siempre abierta y tendida al Mal, se ha establecido que los católicos no podemos oponernos a ninguna impiedad, porque para eso estamos en un Estado laico, que es un mal menor que un Estado incendiario de iglesias. Lo mismo que quemar banderas de España en las calles de Cataluña era otro mal menor que una independencia formalizada./ CALCULEMOS EL TIEMPO PERDIDO EN DIÁLOGOS y en males menores en las dos crisis aludidas. Escarmentemos” (JU, 793).

“Los meses de agosto, septiembre y octubre se han solido llamar meses martiriales porque en ellos en el año 1936 fueron asesinados por los rojos la mayoría de muchos miles de católicos, por no haber aceptado el laicismo de la Segunda República. De haberlo aceptado, de haber caído en esa trampa hegeliano-satánica del diálogo con los anticristianos, hubieran tenido muchas probabilidades de salvar la vida. Y lo mismo recordamos de otros que sin perder la vida sufrieron persecuciones y grandes daños materiales por no transigir y dialogar con políticos anticristianos. / N.S. Jesucristo no aceptó el dialogo con Pilatos (…) La Comunión tradicionalista pudo evitar esta guerra civil pactando con la Masonería su renuncia a la Unidad Católica u a la Confesionalidad Católica del Estado, a cambio del respeto de éste a unas nuevas catacumbas, dirigiéndose luego el contubernio de sujetar a los marxistas. Pero tal nefanda transacción, reservada a ciertos eclesiásticos periconciliares, no pasó ni un instante por la imaginación del Rey Don Alfonso Carlos ni por la de los carlistas” (MSC, 701). No se dialogará con la Serpiente.

“Debemos conjugar ataque y defensa y no caer en la trampa de decir que solo hay que mirar hacia adelante sin hurgar (sic.) en responsabilidades pasadas. Como si esas dos direcciones fueran incompatibles. No, no. Debemos en primer lugar construir, pero sin renunciar, de ninguna manera al establecimiento de responsabilidades por este desastre” (MSC, 762). “Dicen algunos mpls que todos tenemos la culpa. Supongamos que sí, pero está claro que unos más que otros” (MSC, 762).

“Una gran parte muy de considerar del clero de España ha aconsejado a los fieles que se afiliaran y votaran al Partido Popular que luego les ha defraudado largamente. Ni esos fieles ni sus inspiradores clericales han denunciado esa desilusión, ni se han arrepentido n han hecho propósito de enmienda públicamente” (MSC, 776).

“Además, queremos sentar el precedente de no dejar pasar la desacralización de la Coronación con un silencio que la lleve al olvido, silencio cómplice, y también afrontaremos algo de los encubridores y colaboradores. Hemos arponeado el tema y no lo soltaremos, por lo menos año tras año, más alguna de otra vez. En cualquier asunto hay que determinar a favor de qué conformación trabaja el curso del tiempo. En este tenemos el tiempo en contra” (MSC, 742).

“El requisito de no escandalizar se interpretó, entonces como ahora, en sentido de que lo escandaloso no es discrepar, sino callar”, cuando oímos ciertas afirmaciones sobre la laicidad a los Pontífices (AdG, 704). “Entre la papolatría y el libre examen, la Verdad, pura y clara hasta donde se alcance, pero ni más ni menos. Y caiga quien caiga” (MSC, 706). En medio de la tormenta, todos callan. Faltan ideas nítidas y autorizadas acerca de los límites claros de las actividades del papa y de los obispos. Falta un libro hasta dónde nos deja la más pura ortodoxia cristiana el resistir a la laicidad mantenida por los últimos Papas (MSC, 706).

“un silencio y una paz aparente y superficial, engañosa y traicionera. Que es lo que estamos viendo y padeciendo (…) / Es de mal efecto adelantarse a instancias superiores (nota: las decisiones de Francisco I) y más aún si tienen un componente sobrenatural en el que debemos prudentemente confiar. Pero es temeraria y peligrosa la otra postura, opuesta, de no hacer nada, de consagrar, aunque sólo sea en la práctica, una táctica de “ir tirando”, que tiene además de rozar la gloria de Dios, un alto precio en monedas de escándalo para el pueblo” (AdG, 700).

“(…) la gran masa católica española ha asistido, día tras día, a los avances puntuales y generales de la Revolución, que es un proyecto de construir una sociedad sin Dios y contra Dios. Ha asistido sorprendida y paralizada sin reaccionar, callada. En cambio, el enemigo ha seguido avanzando sus posiciones, jactándose, y con razón, de que para eso tenemos un Estado laico. A este se le invoca constantemente, Pero por otra parte se oculta con un silencio espeso la otra fachada natural de la legislación, que es la confesionalidad católica del Estado/ Y no solamente se calle, lo cual ya es gravísimo, sino que se aprueba explícitamente que esa aceptación pasiva y ese contubernio con el Mal es lo bueno, y que hay que seguir así, sin hacer nada en contra” (MSC, 795).

“(…) el lema glorioso de ¡Viva Cristo Rey! El nos tiene que diferenciar a lo largo del año de los aburridos, triste, pesimistas, traidores y laicistas (…) Fuera derrotismo. Que se vea que somos, de verdad, inasequibles al desaliento (…) Conservemos nuestra voluntad de vencer (…) Hagamos una movilización general de recursos esténicos. Se llaman así en psicología los estímulos corrientes que además se presentan utilizan envueltos en una carga efectiva y emocional que les dota de un poder estimulante, de una capacidad de mejorar el tono vitar de la persona, de combatir la tristeza el desaliento y las deserciones (no: direcciones), y de aprestar para combatir con alegría y entusiasmo. Aquí van los hermosos cantos corales de las grandes liturgias, las arengas, las marchas militares y hasta los pasodobles y las coplas, y las caricaturas (…)” (MSC, 775).

“los proyectos apostólicos que parten de la aceptación de situaciones malas salen malos. Por eso, se dice que ‘en desolación no hace mudanza’. El peligro y el mal de los hechos consumados radica en su capacidad de hacer evolucionar las cosas hacia sus males propios Lo que tenemos que hacer es con esos puntos de partida malos, antes que nada, es subvertirlos radicalmente a buenos” (JU, 754).

“Los males para la religiosidad de los españoles que han caído como una cascada en este año pasado de 2016 han tenido como contrapunto de su variedad una calificación que los resume. Ha sido la consolidación del Mal. Han sido consecuencias de males anteriores y a la vez causa de otros futuros. ¿Qué ha pasado aquí?/ Lo que ha pasado es que no ha pasado nada. Se han ido aceptando sin combatir los hechos malos consumados. Se les ha dejado “irse de las manos”, como en el ámbito político se está haciendo con el independentismo catalán, hasta que esos hechos malos consiguen alcanzar su consolidación. En el comienzo de ese proceso están la demonización de la intransigencia y la sacralización del diálogo. Decía San Agustín que en el amor no hay cosas pequeñas Frente a avances enemigos pequeños se ha renunciado a la primera y sólida manifestación de amor que es la intransigencia. Se han renunciado a las incomodidades de la santa intransigencia y se ha derribado esa barrera que se oponía al avance del mal con el truco del diálogo, que forma parte de la aceptación parcial de ese mal y que abre una brecha a sucesivas y mayores aceptaciones” (PL, 776).

“(…) está generalizado el error de juzgar de la bondad de las cosas y de los acontecimientos en función de su existencia o presencia. La masa de gente juzga que una cosa es buena, o mala, según triunfe o desaparezca (…) La vinculación de lo bueno a lo real y de lo malo a lo que declina, forma unos círculos viciosos que hay que romper, porque son falsos. De la mera existencia no se deduce la bondad ni nada” (MSC, 761).

“Los católicos españoles se están acostumbrando a convivir pacíficamente con el mal. Se ha embotado su sensibilidad para distinguir finamente entre el Bien y el Mal./ Aún hay algo peor, y es que este acostumbramiento a la convivencia pacífica con el Mal, se viene presentando, no como un mal al que hay que resignarse, sino como algo bueno y merecedor de esfuerzos y de conformidad (…)”. “Mantengamos nuestros actuales ‘pies de paz’ para pasarlos, por si las circunstancias no obligan a ello, a ‘pies de guerra’ “ (MSC, 752).

“Todo sigue igual de mal, más dos coeficientes que consolidan ese Mal. Son la pérdida de tiempo y de ocasiones, y la creencia popular de que lo que existe, por el mero hecho de existir ya es bueno y hay que conformarse con ello. Acabamos de dar un paso más en el acostumbramiento letal a la democracia y a sus impiedades. Es el nominalismo de las encuestas (MSC, 741)

El Art. 16.3. de un Estado sin confesión religiosa, “Se ha ido constituyendo un modus vivendi de coexistencia pacífica entre muchos católicos y sus enemigos. Esta situación arraiga y empeora con el paso del tiempo. Lo peor es que nos estamos acostumbrando a ella (…). Un proceso de reforma legal de la Constitución incluye someter finalmente esa propuesta a un referéndum nacional. Algunos católicos correrán el riesgo moral gravísimo de tratar de obtener beneficios políticos al precio de la salvación en el nuevo texto, de la apostasía del precedente. ¿Con qué conciencia?” (JU, 751).

“Lo primero no es conocimiento del enemigo para adaptarnos a él en segundo punto, sino que debemos atender primero a la exposición y construcción de lo nuestro, y en segundo lugar tener un conocimiento el enemigo para combatirle, pero no para proceder en función de él” (PE, 785). El Norte de los principios políticos es el de la Regencia instaurada por Alfonso Carlos I.

“No ponernos nerviosos, ni proceder atolondradamente. En la Historia de la Iglesia, hay páginas negras que la Divina Providencia ha puesto luego a rumbo y a régimen./ No aceptar juegos de palabras confusos que el Enemigo usa para diluir responsabilidades./ No aceptar la teoría de pasar página sin precisar responsabilidades y castigos./ No sacar las castañas del fuego a los culpables a cambio de nada./ Volverán los grandes engaños antiguos de ‘la unión de los católicos’ y de que ‘la unión hace la fuerza’ “ (MSC, 753). Si la Comunión puso condiciones a ese mirlo blanco que fue Mola en julio de 1936, es porque “todos tenían la sangre fría de los santos frente a los cantos de sirena” (MSC, 754). V. 15.8.

III. Cómo rearmarse, extender la Comunión política, y actuar “cueste lo que cueste”.

Llegamos al punto clave de esta exposición. Es el momento de identificar los obstáculos y las soluciones.

1. Los obstáculos

Para los autores estudiados, quien se amolda a lo políticamente existente suele afirmar que “ya no es nuestro momento”. De ahí que para hacer algo en política, tal persona exija antes la recristianización de la sociedad, lo que sin duda tardará varios siglos, salvo que los males sean tan hondos como la supresión de la libertad educativa. Así pues, nada de trabajar en ambos ámbitos simultáneamente -el privado y social por un lado y el público-, máxime cuando intervenir en el ámbito público conforme a la ortodoxia resulta complicado, ineficiente y genera las discusiones de finales del s. XIX. Todas las energías de una organización católica deberían polarizarse en el apostolado de confianza y la creación de instituciones educativas y sanitarias, las más propias para hacer apostolado.

Desde luego, puede señalarse que amoldarse a lo existente es fácil y cómodo siempre que se deje algún margen de libertades, no genere disgustos ni suponga grandes esfuerzos, y mantenga una práctica tan necesaria como la atracción de recursos humanos. Esta comodidad personal e incluso dicha estabilidad que mantiene una situación mala aunque en calidad de menor mal, sería lo generalizado en la derecha sociológica.

¿Cómo plantean nuestros autores los obstáculos de la vida cotidiana?

14. Para prevenirse y no recorrer el trayecto que conduce al planteamiento anterior, sería bueno que desde el amanecer de cada día, se mantuviese la guardia contra los llamados peguistas, los del “sí, pero no ahora”, los amigos de guardar silencio y dejar pasar, los que razonan cuando pueden sacar algo de la oportunidad que se les tiende, los que afirman la bondad de los principios pero para no aplicarlos, los amigos de las circunstancias. Son lo que hemos dicho: gente tóxica, gente que tiene un defectuoso colador donde todo lo justifican, salvo el hacer el mal directamente, y que siempre apelan a las circunstancias como si alguna de ellas pudiese cambiar la naturaleza de las cosas por el hecho de verlas de otro modo.

Es tal el número de testimonios recogidos a continuación que eso mismo ya muestra la importancia del tema en las firmas que comentamos. El “peguismo” es la postura propia de los vergonzantes que están en proceso de dejar lo que eran, y que calculan cómo excusarse ante la galería y los que permanecen firmes en sus posiciones.

Tales personas han existido siempre. Su postura es una de las más repetidas en el arco de la historia, y está en relación con diversos puntos recogidos en este elenco de situaciones. Se conocieron en las coyunturas de 1875, 1931 y 1976, y se conocen ahora. He aquí algunas explicaciones, que agrupadas nos ofrecen un extenso y ameno texto:

“Las malas doctrinas han avanzado gracias a la táctica de no atacar de frente sus contrarias buenas, sino sencillamente de silenciarlas. Especial relevancia tiene en este marasmo el pacifismo y la no violencia. No se habla del pecado original ni del pecado en general. Todo el mundo es bueno. Besitos a los herejes. Censura a la pena de muerte y lenidad con el aborto. Se ataca la confesión individual y se promueven las absoluciones colectivas. Toda violencia es mala y venga de donde viviere. Etc Ect. no se habla de las condiciones que hacen santa a la guerra y a la legítima defensa (…) cuando empezó (Vegas Latapie) a explorar voluntades para derribarla (la IIª República) se encontró que las filas católicas estaban llenas de “peguistas” que se le resistían apoyados en consideraciones aparentemente piadosas” (JU, 752).

Vegas Latapie cuenta que conspirando contra la República “descubrió dos clases de personas: los peguistas y los inútiles. Los peguistas le oían con gusto hablar mal de la República pero, cuando trataba de concretar su colaboración para un complot que la derribara, venían ráfagas de “pegas” o dificultades inexistentes o sobrevaloradas: “si, pero” …; “sí, pero ahora no e el momento”; “cuando llegue la hora (que nunca llegaba), cuente Vd. conmigo”, etc./ Una variedad significativa de “peguistas” eran los mpls. Con escrúpulos religiosos que decían que no encontraban lícita una sublevación contra el poder constituido” (MSC, 788). “Los inútiles eran entusiastas pero sin oficio para nada: después de una fugaz llamarada de entusiasmo, resultaba que no sabían escribir una carta al nuncio, ni conducir automóviles, ni hablar idiomas extranjeros…” (MSC, 788). “Parte de esos estudios técnicos en contrarrevolución ha de ser educar a los católicos en colaborar sin poner “pegas”, en obedecer sin delegar. En nuestras filas no caben los “peguistas”, ni los que no saben “llevar un mensaje a García’ “(MSC, 788).

Vegas Latapie “decía que, cuando alguien pronunciare los términos ‘oportuno’ o inoportuno, le cortáramos su discurso pidiendo que dijera inmediata y concretamente para quién o para qué eso era algo oportuno o inoportuno, porque sucede en política que lo que es inoportuno para unos, resulta oportuno para otros, o viceversa” (PE, 789).

“‘Si, pero no’. Estamos de acuerdo con la confesionalidad, pero no ahora. La cosa fue que pasaba el tiempo y los tales seguían saboteando con su lema de que ‘sí, pero no ahora’. Nunca llegaron a definir en toda su vida cuáles eran las circunstancias afirmativas de que el momento había llegado. Son como los que cuando se les propone para incorporarse a un complot ponen la única condición de que este previamente haya triunfado (…)”. “Quedó así claro y descubierto que para muchos existían una falta de sinceridad y que sólo utilizaban la alusión a la presenta ausencia de oportunidad como un mentiroso pretexto o una careta ara ocultar su avance hacia la peor doctrina liberal” (MSC, 732). Ahora bien, lo que para unos es inoportuno para otros es oportunísimo. “La cuestión de la oportunidad no es fácil ni se puede despachar a priori ni frívolamente, como a diario vemos. La historia es tremendamente versátil” (MSC, 732). “Debemos ocuparnos en estar preparados. Esto quiere decir que, si no vamos a actuar de momento, sí estaremos dispuestos a hacerlo de repente, sin demora, y más adelante”, pues el ideólogo debe estar preparado mucho antes de que le planteen el asunto francamente. De ahí que sea necesario preparar el camino propagando la tesis de la confesionalidad (MSC, 732).

“Algunos mpls dicen que son partidarios de la confesionalidad como nosotros, los integristas de las cavernas, pero que ahora no es momento de hablar de esto. Esto colea por lo menos dese finales del siglo XVIII (sic.), porque el famoso Padre Ramiére ya entonces se quejaba de los que dicen que sí pero que no ahora. / Y si esa postura en vez de ser como es una coartada y un sofisma, fuera acertada, ¿qué hacer? Deberíamos seguir igual, luchando como ahora por salvar la doctrina y procurar en cambio de las circunstancias desfavorables. Porque no es la doctrina lo que debe adaptarse a las circunstancias, sino al revés, las circunstancias a la doctrina. Aunque las fricciones a esas adaptaciones deben ser atemperadas por la prudencia. Hay que evitar el error liberal y laico, que en política se encarna principalmente en la ‘democracia cristiana’, de condicionar su proyecto cristiano a que el sufragio universal le conceda su placet y si no, no. O sea, servir a Dios tanto cuanto lo determine la chusma” (MSC, 761).

“Vemos con alarma que la sal se vuelve insípida y que han aparecido personas y grupos que se llaman tradicionalistas, y se presentan cobijados bajo el lema de ‘Dios-Patria-Rey’ y que se niegan a luchar por la confesionalidad católica del Estado, primer punto de ese lema. Tratan de justificar ese sabotaje y esa traición diciendo que ‘ahora no es el momento’. Engañan así a las buenas gentes que se les acercan precisamente buscando en ellos dirigentes y compañeros en la lucha contra el laicismo, que no aparecen (MSC, 769).

“Ante las primeras noticias alarmantes del giro radical de Vistalegre (añadido: concentración de Podemos en Madrid, 11-XI-2o16), unos tradicionalistas notables se reunieron y sugirieron reconstruir el Requeté. Todos estuvieron de acuerdo en principio, pero prevaleció la teoría hipócrita clásica de que ‘sí, pero no es ahora el momento’. Faltó pedirles a esos valientes que definieran cuándo y cómo será el momento, si quiera para la fase pacífica de pie de paz. Para aminorar el peligro de la pérdida de tiempo que produce el ‘sí, pero no ahora’ convendría ir pacíficamente exhumando y estudiado la licitud religiosa y política de la violencia física como legítima defensa y como servicio al derecho natural y cristiano” (ES, 773).

15. No es difícil encontrar católicos que rindan un contradictorio tributo al llamado mal menor. Parece que ha sido el deporte de muchos fieles piadosos e inoperantes que se fían mucho “de los que saben”. Para ellos el “mal menor” es el gran recurso, propio de gente inteligente y prudente. “- Porque, mire Vd.: hay que ser muy prudentes en estas cosas”. En realidad, el tema del “mal menor” fue trillado en la mal llamada restauración alfonsina (mejor sería decir liberal conservadora) iniciada con el golpe de Estado de Sagunto en 1875, falsa restauración ésta que conllevará el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, y poco después ese otro golpe de Estado vergonzante de don Alfonso XIII que trajo la IIª República en 1931. La práctica del mal menor suele conducir a los mayores males. Los autores que se pueden citar son muchos y las firmas periodísticas que comentamos siguen sus pasos.

Este tributo malminorista es contradictorio, porque el mal menor se convierte para algunos en un cajón de sastre que reúne todas las claudicaciones y perezas vergonzantes, o el entorno pragmático y liberal donde se desenvuelven. Así dice José de Ulíbarri:

34. El clericalismo o influencia del clero en ámbitos en los que no debiera influir, es muy perjudicial, sobre todo cuando hoy día se hace necesario apoyar más que nunca a la Iglesia y particularmente a la Iglesia docente.

Este clericalismo supone hoy la intromisión de los clérigos en temas temporales. Por ejemplo, declarar sobre la democracia como sistema político lo que la Iglesia nunca dijo, e igualmente sobre la guerra justa, la pena capital etc.

Más concretamente, en España se observa un claro enfeudamiento de los eclesiásticos en general con el sistema político actual. Este último incurre en el Liberalismo condenado por la Iglesia, que ha provocado innumerables males a la moral más básica y la religión, en perjuicio de toda la sociedad y de la Iglesia. ¿No es responsable de todo ello que España sea declarada tierra de misión? Hoy ya es tierra de persecución religiosa. Ello explica que haya clérigos, laicos e instituciones de la Iglesia, que, en crítica a los males de hoy, no quieran descubrir sus verdaderas causas para no ponerse en entredicho, y pongan tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias. Así, ante las voces que piden reformar la Constitución,

33. Entre los católicos se detectan de hecho varios modos de reaccionar frente al laicismo. Esto es lamentable en un tema donde debiera existir una total unidad conforme a la mejor tradición de la Iglesia. En realidad, el laicismo de hoy es un gran mal y resulta totalmente advenedizo en la Iglesia.

No había que esperar a la sangrienta persecución religiosa en Próximo Oriente para afirmarlo, pero ésta última ha mostrado que la cacareada reciprocidad era sobre todo una coartada que permitió arruinar la Unidad Católica en España y otros países:

32. Un gran engaño inicial: reciprocidad en la libertad religiosa.

Manuel de Santa Cruz, Aurelio de Gregorio y otras firmas, consideran que la Declaración “Dignitatis Humanae” del Concilio es pastoral. Quienes para admitirla argumentaron la reciprocidad por parte de las religiones falsas, se equivocaron de hecho y ello más pareció una coartada en beneficio de una obediencia ciega a una Declaración que tiene un rango menor dentro de los textos conciliares. Admitida la Declaración y su aplicación en la España del momento, siguieron alegando el deseo de la reciprocidad como coartada para que en el pueblo cristiano admitiese la ley de libertad religiosa del Gobierno de Franco. La sistemática falta de reciprocidad por parte de los islamitas debiera remover a no pocas conciencias, pero ya es tarde pues dicha coartada paralizó a muchos católicos en la defensa de la intolerancia práctica y política en España de las religiones falsas.

¿Cómo podían asegurar la reciprocidad, como lo hacían, si ésta depende de dos partes? ¿Era lógico abandonar una seguridad como eran las leyes en España, hipotecándola a una gran inseguridad como la reciprocidad? ¿Era legítimo para buscar un posible bien ajeno, sacrificar el máximo bien de la unidad católica de España? ¿Debía prevalecer la aceptación a una Declaración conciliar sobre la doctrina y práctica constante de la Iglesia en España? Estas y otras preguntas debían de ser respondidas, aunque no fue necesario debido a un pueblo absolutamente confiado en sus dirigentes.

Manuel de Santa Cruz, Aurelio de Gregorio y otras firmas, fueron testigos de lo que cuentan en sus artículos y lo expresan con la confianza y desenfado propio de la edad.

De estas TRAMPAS, dando libertad al mal para que los mahometanos y otros se la den al bien, se insiste en un artículo titulado “La reciprocidad en materia de libertad religiosa”:

IV. El enemigo acecha el santuario

Las acechanzas del enemigo -el mal y el maligno deben ser citados así- sobre la Santa Iglesia no deben escandalizar a nadie, como tampoco que el humo de Satanás que ha entrado en la Iglesia, azuzado por sus enemigos, según afirmó Pablo VI.

Por otra parte, y sin llegar a estos niveles de explicación, hay algunos aspectos de la política vaticana criticables desde la tradición española, así mismo coincidentes con las afirmaciones de Manuel de Santa Cruz y otras firmas.

En las luchas entre católicos y liberales del siglo XIX y parte del XX, no nos referimos a cuántos Obispos estuvieron por entonces con la Dinastía llamada carlista, o, al menos, cuántos la veían con buenos ojos, aunque la aceptasen muchísimos fieles católicos. Tampoco nos referimos a que León XIII ensalzase después a la regente María Cristina de Habsburgo y Lorena, hasta el punto de que el pueblo carlista le llamase Doña virtudes, que alguna virtud tendría.

Nos referimos a algo mucho más sutil, como es el intento de ralliement de León XIII para España, a imitación de lo efectivamente realizado por él en Francia a finales del siglo XIX. Este intento obligaba a los católicos a aceptar el régimen republicano de la III República francesa y, de trasladar el plan a España, obligaría a aceptar la restauración alfonsina moderada y al propio don Alfonso XII.

La política vaticana del ralliement fue criticada en Francia, aunque muchos la aceptaron con un desastroso resultado. En España la aceptaron algunos intelectuales, creyendo que lo dicho para Francia debía aplicarse en España, aunque no se llegase a formular pública y documentalmente como bien afirmó el gran periodista Senante.

Añadamos por nuestra parte que flaquearon personas tan valiosas como el filósofo Ortí y Lara, el periodista de “El Tradicionalista” de Pamplona F. M. de las Rivas y Velasco, y al parecer también el escritor pamplonés Juan Cancio Mena (aunque adelantase su posición a 1877). Citamos estos tres porque los hemos estudiado a fondo. Quizás por flaqueza y cierto clericalismo, los tres citados quedaron inutilizados -el primero falleció pronto y pidiendo silencio sobre este tema a su muerte- o se hicieron alfonsinos. Don Carlos VII, como rey aunque en el exilio, sabía muy bien que la diplomacia vaticana no podía perjudicar sus derechos regios ni la suprema potestas, y que él -y no su primo Alfonso- era quien tenía que aceptar o no la validez de la intromisión de León XIII: y no la aceptó.

Según Manuel de Santa Cruz, el proyecto de León XIII para España fue detenido por el gran jefe carlista Polo y Peyrolón y el integrista Manuel Senante (SP’ nº 826).

Pero vayamos a la actualidad. Hoy, la situación es totalmente diferente a la de la Francia y España de finales del siglo XIX. Pero también es mucho más grave, porque hay eclesiásticos que opinan y actúan desde la heterodoxia liberal, convirtiendo la hipótesis en tesis, o aceptando directamente las tesis liberales para nuestro tiempo. No creo que nadie se escandalice porque afirmemos esto, pues mayores escándalos provocan algunos clérigos con el horrendo tema de la pederastia, tan aprovechada por los enemigos del catolicismo y de la Santa Iglesia.

El lío que se montó con la Declaración “Dignitatis humanae” sobre la libertad religiosa fue mayúsculo, aunque fuese finalmente ortodoxa según el P. Victorino Rodríguez, y, a fuerza de pastoral, confusa e imprudente según opinión de otros. Unos terceros juzgaron dicha Declaración con mayor dureza.

A raíz de dicha Declaración y desde una perspectiva política, la ley de libertad religiosa del general Franco fue un gran error según la Regencia Nacional de Estella. Las firmas recogidas en nuestro trabajo también se opusieron a dicha ley, alegando motivos religiosos y políticos. No en vano, P. Echániz presentó los dos tomos del libro de César Alcalá (2001) sobre don Mauricio de Sivatte y de Bobadilla (1901-1980), que fue secretario de dicha Regencia (SP, 16-III-2002).

Con posterioridad, la postura duramente crítica y secularista frente a la legislación española de la Asamblea Conjunta formada por algunos obispos y sacerdotes en 1971, fue rechazada por la Santa Sede. Sin embargo, parece que Pablo VI dio su anuencia al artículo 16 de la Constitución de 1978 que establece la no confesionalidad del Estado, sustituida en realidad por una confesionalidad laica y roussoniana. Así llegó la lamentable aprobación condicionada de la Constitución por gran parte del episcopado español, a excepción de una minoría de ocho obispos encabezados por el arzobispo de Toledo. Casi todos los católicos han cometido el error de aceptarla totalmente de la mano del alto clero. Más adelante, éste último ha perdido muchas oportunidades para detener al Enemigo, que ha dejado lamentablemente pasar, por ejemplo ante es la deseada rectificación que no se vio en el 40 aniversario de la Constitución laica, laicista, del laicismo positivo y negativo…

31. ‘Repoblar’ es restaurar haciendo el bien.

Cada vez resulta más conveniente recordar, a jóvenes y mayores, que el hombre es sociable por naturaleza. Ello es debido al actual abandono de las propias obligaciones sociales y a considerar que el poder civil (hoy lo confunden indebidamente con el Estado) es un mal menor. Esta sociabilidad exige combatir el mal con abundancia de bien. A ello se le suma, en las materias y grado que sea necesario, el uso de la violencia ejercida por las legítimas autoridades. ¿No es el brazo armado del poder civil el que vela por el bien común y los derechos-deberes de cada habitante?

En otro ámbito, cuando se trata de reconstruir, asegurar y avanzar, a la sociabilidad y responsabilidad para mantener el éxito se le llama repoblar, como ocurrió en la repoblación cristiana durante la Reconquista. No hay verdadera reconquista sin asentarse en el terreno y repoblar.

En primer lugar hay que reunirse, hacer amistad, y pasarlo bien. De la reunión frecuente sale la tertulia sobre temas más serios y específicos, que ayuda a perseverar porque la convivencia está en nuestra naturaleza y ofrece muchas posibilidades de organización.

Poco a poco será preciso sanear la tertulia, concretar qué va a hacer cada cual según sus dotes y vocación, y evitar que el trabajo se delegue (AdG, 754). Como orientación para su funcionamiento, es preciso que los tertulianos eviten perder el tiempo con chistes y bobadas, se reúnan con regularidad, distribuyan encargos y den cuenta de lo hecho al inicio de cada reunión. Quien presida la tertulia debe actuar a veces con energía. Así, la tertulia puede ser el lugar como se fomenten vocaciones específicamente políticas -aunque todos hagamos y trabajemos en política-, es el medio para que todos puedan desarrollar sus obligaciones sociales, y se presenta como un lugar propio para el intercambio de libros, de revistas, información y relaciones (ES, 803).

La tertulia no es propiamente una Junta, aunque esta última pueda estar dentro de ella y, siendo mando, dirigirla. La Junta puede actuar dentro o fuera de la tertulia, y, si está dentro de ella, la debe fermentar. Así, la Junta se reunirá antes que plantear las cuestiones en un ámbito más amplio y menos comprometido como es la tertulia. De por sí, la Junta se reúne sólo para trabajar, se propone ser más rápida y eficaz, más disciplinada y comprometida, puede reunirse física o virtualmente, y depende de una superioridad externa ante la que rinde cuentas.

Las dos realidades de las que hablamos no son excluyentes, son complementarias y pueden ser parcialmente inclusivas. La Junta puede actuar dentro de la tertulia como hemos dicho, pero lógicamente no conviene que sea al revés.

Este aspecto tiene una gran importancia. Hoy, la necesidad de tertulias se ha agudizado debido a los inconvenientes de la vida llamada post moderna, hasta el punto que hay amigos vecinos que nunca se reúnen, lo que es totalmente ajeno a la sociedad tradicional y un gran inconveniente práctico. La crisis en la familia, las distancias físicas, y el entretenimiento puede generar una generación de solitarios, sobre todo en las grandes ciudades y entre los jubilados.

28. Desarrollar la táctica de la nube de mosquitos. Manuel de Santa Cruz y otras firmas periodísticas insisten en que “Es clásico el ejemplo de que en ciertas ocasiones es más invulnerable una nube de mosquitos que un elefante” (ES, 740). Es como la táctica de guerrillas contra un Ejército imbatible, propia de los españoles, que es como se actuó en la segunda fase de la guerra por la Independencia contra las tropas de Napoleón, en la posterior guerra realista o en los inicios de las tres guerras carlistas -o anticarlistas según se mire-. Es más, hoy las fuerzas contrarias no se presentan en un ataque frontal, ni de forma monolítica, sino que han llevado a cabo una vasta política de infiltración, de maquillaje y de pasar desapercibidos. Esta táctica permite que los contrarios no conozcan nuestra realidad que combaten, y da seguridad a los últimos. No obstante, esta táctica tiene sus condiciones para ser eficaz.

La principal condición es que actuar pegados al terreno, lo que indica: 1º Trabajar en cosas pequeñas y no irse a fantasías incontrolables. 2. La “Intransigencia debe ser nuestra consigna para estos tiempos, aunque a algunos les parezca paradójico” (JU, 719). Resistir, contraatacar y ser matador que no suelta los asuntos hasta un final absolutamente victorioso (JU, 719). 3. La resistencia pasiva no es hacer nada sino un enjambre de actuaciones microscópicas, difíciles de apresar, inasequibles al desaliento porque “Nuestro auxilio es el nombre del Señor”. 4. Hay que realizar una campaña permanente o guerra al camelo, a los términos vagos, utilizados por todos y por ello confusos, como los de valores, humanismo cristiano, raíces cristianas…; hablemos mejor de virtudes, virtudes cristianas, cristiandad. “La Cristiandad se pondrá en marcha cuando Dios quiera, pero no lo hará con mentiras, engaños, respetos humanos, ni con elementos aburguesados” (JU, 719).

29. El católico de hoy no debe escudarse, para no hacer nada, en la existencia de una vocación particular a la política, precisamente porque toda persona tiene la vocación genérica como llamada o servicio a la Patria y al Bien Común.

En efecto, la política tradicional no es la política liberal, hoy partitocrática, pues en aquella lo social se da la mano con lo más estrictamente político en una sucesión de representaciones “hacia arriba”.

Lo directamente político se encamina propiamente al mandato y la coerción inherente a toda ley -salvo las leyes permisivas- y normativa pública, que responde a un contenido -materia o forma- de necesidad y gran conveniencia y, por ello, de obligatoriedad social.

Hay que involucrarse en los trabajos de la política, aunque en esto haya grados. Pensemos en lo que se llama servir en la política. Si se trabaja como español responsable que asiste y colabora, seguramente entre los que se den cita haya algunas personas con una mayor llamada a la política, expresada en sus tendencias y preferencias, en su dedicación de hecho y en su saber hacer, esto es, con una vocación más directamente política. En el caso de enviar a alguno a las Cortes, a un acto de representación, a organizar algo público ennoblecido por la ley y la norma, o bien a tratar con los medios de comunicación, precisamente se contaría con ellos. Además, en momentos de emergencia son ellos los que suelen actuar conforme al toque de rebato. Están y conviven con todos, expresan la necesidad sentida por todos, estos confían en ellos y además los elegidos lo hacen bien, por amor al arte, obligándose a representar cuestiones concretas y dando cuenta de sus actos.

30. Las alianzas pueden ser puntualmente convenientes, pero en tal caso deben ser útiles para trabajar más y mejor, para mejorar los objetivos y para evitar la frivolidad del juego político de hoy.

Recogemos un texto largo en varias partes. La segunda de ellas es buena parte del artículo titulado “Las tentaciones de las alianzas electorales” de José Ulíbarri (JU, 736):

El tradicionalista de hoy es reducto -hoy no tiene “zona base”-, y expedición. Del reducto sale el apoyo al expedicionario, la doctrina y la visión limpia. “El reducto impide que la expedición sea estéril, floja, derrotista y de combate desordenado” (AdG, 710). El reducto debe mantenerse puro y casto como una doncella. La “zona base” de la que hoy se carece, es una zona dominada, un territorio cuya población está en su mayoría dispuesta a prestar muchas ayudas ocasionales a los más activos. En ella se dificulta la acción del Estado, y es donde el revolucionario se mueve ahí como “pez en el agua” (AdG, 804). La expedición es la larga mano de la acción, son las avanzadillas con encuentros de escaramuza o bien las batallas dentro de un plan mantenido en el tiempo.

27. Un vehículo de amistad, de consolidación y expansión, es la tertulia que es necesario fomentar.

La tertulia es lo más natural del hombre sociable después de la familia y el trabajo, y ahora es lo más necesario en nuestra sociedad de la informática, del móvil y el ordenador, que omite el contacto visual, reduce y la profundidad en el trato así como el compromiso. La tertulia ayuda a perseverar:

26. Quienes se polarizan en buscar resultados políticos en versión escaños parlamentarios, conviene que levanten los ánimos, sabiendo que desde la oposición social y política también se gobierna. Esto puede parecer un exceso imaginativo, pero hemos comprobado más de una vez que así es.

En ello insistía Vázquez de Mella y desde luego sirve de ánimo para todos. Esta afirmación se puede comprobar en la política de los grupos izquierdistas. Incluso, en la actual política de alianzas postelectorales, los que parece que nada cuentan, pueden poner condiciones a los poderosos antes y después de las elecciones. Manuel de Santa Cruz se refiere a las alianzas necesarias que permitirán desestabilizar el laicismo, sus cómplices y maniobras (MSC, 726).

En otros aspectos del ámbito público, se puede aprovechar las lagunas del derecho positivo civil para actuar, desarrollar diferentes habilidades y procedimientos, utilizar algunos medios del Estado, y recurrir a los tribunales administrativos o de justicia.

Si no hay prensa convencional, se puede recurrir a la prensa digital que llega a más público. Más todavía: se puede criticar poniendo en evidencia actos y a personas ante la opinión pública, máxime cuando hay muchos que actúan presionados por el qué dirán. La prensa de pequeño alcance puede influir en este sentido más de lo que parece. Desde la oposición se pueden constatar hechos para que su legitimidad no prescriba, utilizar los errores ajenos en contra de quien se deba, y evitar la soledad de quienes más compañía necesitan.

25. Es un acto de piedad cristiana ser solidarios. Se debe ser con todo lo bueno, desde luego sin olvidar a quienes trabajan por la Causa. Por ejemplo, en la IIª República los tradicionalistas crearon el Socorro Blanco, del cual se hace frecuente mención en el “Boletín de Orientación Tradicionalista”, con el que hoy también hay personas comprometidas a beneficio de los correligionarios que atraviesan problemas por sus trabajos a favor de la Causa.

Esta solidaridad tiene muchos perfiles, que recogen diversas obras de misericordia. Por ejemplo, y por mencionar lo más fácil y de simple educación cívica, ¿tanto cuesta saludar a los amigos, hacerse visibles, interesarse por los demás, estar presentes en los actos públicos que otros organizan no sin renuncia y esfuerzo…?

24. En el ámbito de lo económico o pecuniario, es preciso trasvasar limosnas materiales -sanamente promovidas por instituciones de la Iglesia- al frente educativo, cultural y político, que está muy más necesitado de ellas por lo exiguas que son.

El hecho es que si las limosnas de los católicos son cuantiosas para misiones, la Iglesia Diocesana, Cáritas, los Santos Lugares etc., no ocurre lo mismo para el frente educativo, cultural y político.

Este trasvase no sólo es admisible, sino que resulta necesario, porque de hecho son pocos ya quienes lo hacen, ya los que por formación lo pueden realizar. Quien sólo quiere dar fondos a las obras de la Iglesia, suele ser de los que nada hacen en otros ámbitos, incluido el político, inoperancia ésta que le impide ver las necesidades. Como pocos comprenden esto, recordarlo se dirige especialmente a los que han asimilado su importancia, toda vez que en este punto lo que interesa es el resultado final, aunque ciertamente ahí está el ejemplo multiplicador del óbolo de la viuda pobre Desde luego, no se puede desconfiar del buen destino de los fondos para otros fines relacionados indirectamente con la religión, para lo cual los recursos del Derecho son insustituibles.

Así, el “dar” no debe ser sólo a las actividades de la Iglesia, sino también a otras iniciativas como su defensa desde el ámbito civil, tan desatendidas por el buenismo e inoperancia clerical. En esto debemos ser algo “diferentes” y distanciarnos algo de la costumbre establecida hasta ahora.

Sí, hay que ayudar a la Iglesia en sus necesidades, pero sin olvidar el trasvase dinero a la acción política, entendiendo por tal no un diálogo pastelero estéril y caro, sino la construcción de un Estado confesionalmente católico (JU, 702).

Manuel de Santa Cruz constata de deformación que existe entre los fieles en el tema de las limosnas: “Porque sus propios asociados dan más dinero para la beneficencia material, reparto de comida y de ropa, que para la propagación de la fe. Es que están poco formados” (MSC, 718). Por eso, es preciso cambiar la mentalidad del pueblo fiel volcado en la beneficencia material, y hacerlo a beneficio de otra que también asigne recursos dinerarios a la defensa y propagación de la Fe (AdG, 724).

23. Es plenamente satisfactorio, como actuación social que previene muchos males, conmemorar los grandes hechos religiosos y patrios, estén o no vinculados, buscando así su sentido, sabiéndose parte de una comunidad bien asentada, y extendiendo la familia en la Iglesia como pueblo de Dios y/o también en el ámbito civil o del Estado.

22. Frente a la flojera espiritual y la tibieza, es saludable mantener una verdadera voluntad de vencer. Antes que buscar medios y dinero, está la “voluntad de vencer”, lo que exige rechazar el complejo de que es el enemigo quien debe perdonar la vida, o bien conformarse con las migajas de las subvenciones propias de los funcionarios a cambio de estar calladitos, situación que es absolutamente cómoda y totalmente ineficaz (JU, 702). Dicha voluntad de vencer no irá separada de las consideraciones antes planteadas que la justifican.

La voluntad de vencer se encamina a sanear el propio fundo o predio, y a enviar a otras personas a otras mieses para evangelizar (AdG, 738). La paralización general de hoy, se debe a no haber existido un firme propósito apostólico en el ámbito religioso, o bien una “falta de una sincera voluntad de vencer” en el social y político (PE, 741) por evangelizar, sino un claro sincretismo, y un falso pacifismo y buenismo ajeno a la realidad. Los textos recogidos son abundantes pero muy expresivos:

21. Para prevenirse, es conveniente una militancia sin condiciones. Esta militancia se sitúa dentro del ámbito civil, y no al estilo religioso ignaciano, y menos -en nuestro caso presente- con un pie de guerra. Semejante militancia no es la aplicación directa del milites Christi del sacramento de la confirmación, aunque no está lejos de ello por ser una de sus prolongaciones en el ámbito civil. En este último, hay herramientas temporales que aplican y ponen en práctica la Gracia del sacramento cristiano bajo la exclusiva responsabilidad de cada cual. La política cristiana y el actuar cristiano en política, reclaman la conexión entre el ámbito de la Gracia y el temporal opinable.

Conviene tomar algo del estilo ignaciano, como el “todismo” (ofrecer toda la libertad y voluntad, memoria y entendimiento…), que por otra parte es lo que exigen algunas instituciones eclesiales fundadas en la vocación personal y no la mera identificación grupal y mutua ayuda.

Si trasladamos esto a otros ámbitos, las Margaritas o mujeres tradicionalistas deben ser un apoyo para la organización, y las madres e hijas para el padre que seguramente será más activo en política. ¿Saben las mencionadas Margaritas que hoy son más necesarias que nunca, para servir, para dar y para construir? ¿Lo saben de verdad las que siempre dieron, hasta sus esposos e hijos en pie de guerra?

19. Conviene estar dispuesto, si llega el momento, a aceptar la incomodidad extrema como ir a juicio o a la comisaría.

Pongamos algunos ejemplos diferentes entre sí, relacionados con la afirmación religiosa y el recurso a los tribunales de justicia. Quienes en Madrid boicotearon la puesta en escena de cierta obra de teatro ofensiva a las creencias del católico, fueron juzgados y tuvieron su condena, aunque suave. Otros han recurrido a los tribunales, sin éxito, como la denuncia a la tal Mestre por su sacrilegio cometido en la universidad de Madrid, o la denuncia al sacrilegio cometido por Abel Azcona en del monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada en 2015-2016. Unos terceros descubrieron una cámara oculta en la cripta de dicho monumento en el año 2017, y tras acudir a los tribunales y testificar en juicio, el juez resolvió condenar al infractor en abril de 2019. No es plato de buen gusto, pero es necesario realizar estos recursos, presentar denuncias y testificar en juicio. Si no se quiere ver las caras de los contrarios encausados que tanto daño han hecho, puede pedirse protección de testigos aunque ponga en entredicho a aquellos, como dejaron ver en el último juicio citado. Lo contradictorio es el espiar y luego quejarse de que no se les quiera ver la cara.

Quizás la falta de costumbre de denuncias y juicios por parte de los católicos hace todo ello más complicado de lo que es. Por el contrario, los perseguidores están acostumbrados a las infracciones, tienen sus protectores, la prensa les corea creando un ambiente que puede influir en el magistrado, y enmarcan todo en una campaña mucho más amplia llevando los asuntos hasta sus últimas consecuencias. Desde luego, no hablamos aquí de algo mucho más elevado y comprometido, como es la teología del martirio, tan olvidada por los católicos, que verdaderamente es un don de Dios.

20. Prevenirse exige movilizarse para la acción y mover a otros a actuar.

Participar en este movimiento social, eclesial y aún político, no tiene edades, es de todos, “con cargos o sin cargos, sabiendo que servimos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo”.

2. Soluciones

La anterior situación descrita no se mantiene en el tiempo, pues siega la hierba bajo nuestros pies y avala un posterior abandono. Para evitarlo convendría ejercitar algo de gimnasia espiritual, por ejemplo en torno a los aspectos que abordamos a continuación.

18. Es preciso que tener proyectos, estar ocupados y mirar hacia adelante con un espíritu positivo que supone y desarrolla la virtud de la esperanza.

También el mal es tal que se infiltra en el interior de cada persona. Ahí está la presencia de lo mundano, el clericalismo, el ambiente y raíces liberales. Ello exige recuperar el temple católico de las cuatro virtudes cardinales, que son como la gimnasia del espíritu que soporta las teologales. Ya que esto es muy personal, nadie puede exigir a los demás si no nos exigimos a nosotros mismos.

Esta falta de lealtad debiera de ser advertida por quien, abandonando los buenos proyectos, vea en la infiltración el modo de trabajar con más comodidad y menos riesgo:

17. Es muy conveniente combatir la táctica de infiltrarse en otros.

Una manera de prevenir que se abandonen los buenos proyectos, es desvelar el camino que puede emprender quien los abandona. Se trata de la nueva ruta de infiltrarse en otras organizaciones, o, avanzado millas, asumirse en ellas alegando que admiten varias corrientes ideológicas y cosas parecidas que les permitan sentirse en tal organización con pleno derecho y estar en todo y en todos.

Digamos que la estrategia de infiltrarse no es leal, y que participar con pleno derecho en una organización con contradicciones internas lleva a crear más divisiones, temporalidad, desconfianza y mal ambiente:

16. Tengamos presente que existen personas de responsabilidad e instituciones eclesiales muy poderosas que evitan que se nutran las filas tradicionalistas. Lo hacen de una forma indirecta y sutil, en privado y como dejando caer en la conversación, pretendiéndolo o no.

De entrada, cierto autor -un ilustre periodista que ejerció de historiador- puso en entredicho el término tradicionalismo en general confundiéndolo con el tradicionalismo filosófico (o falso tradicionalismo), como si no existiese un tradicionalismo político diferente de aquel. Leopoldo-Eulogio Palacios ya clarificó este tema en sus “Estudios sobre Bonald” (1987). Malo es también que ese primer autor identificase el tradicionalismo con la falta de libertad y otras valoraciones muy básicas y reiterativas, propias de los liberales históricos, por lo que nada nuevo aportó.

Hay instituciones eclesiales laxas en cuestiones económicas y políticas, que ansían acercarse a su época, que ésta les admita, pero que a la vez son escrupulosas en la obediencia hacia los suyos para garantizar un rechazo al tradicionalismo político español que -ignoran- no es el tradicionalismo filosófico francés. Su preocupación desaparecería si supieran que es el liberalismo político y no el tradicionalismo político español, el que verdaderamente depende del tradicionalismo filosófico.

Existen personas de toda edad formadas en estos ambientes y que contradictoriamente se fían “de los que saben”, que tienen repelús a que les llamen tradicionalistas, porque los “ismos” les desmerecen, quizás para evitar encasillamientos. En principio, esto parece prudente ante los clichés del marxismo y la manipulación de las palabras. Ahora bien, esta forma de prudencia inicial les lleva a otro tipo de manipulación para ocultar su tributo a la ideología y maneras liberales, y a ignorar términos que ellos utilizan como “cristianismo” -con perdón-, “liberalismo”, “pacifismo”, “europeísmo”, “comunitarismo”, “personalismo”, “clericalismo” etc. Los seguidores de Maritain, que aún quedan, se creen únicos y exclusivos en defensa de la libertad humana, postura preferida por algunos excomunistas de juventud. Para reducir el Carlismo a los arcanos de la historia, lo identifican con un romanticismo cultural.

Tales posicionamientos se traducen o suponen -según cada cuál- política, y mucha, aunque se aparente lo contrario y se presenten como apolíticos al no comprometerse con partido alguno, e incluso estar -en mayor o menor grado- con todos. Más que proyectar la Fe católica en la cultura, proyectan una cultura democrática y católico-liberal, como su estuviesen exigidas por la Fe, tan antigua como el Liberalismo o la democracia-cristiana. No es de extrañar que adolezcan así de cierto estiramiento académico como si ellos hubiesen descubierto la piedra filosofal. No tienen empacho de considerar que la Iglesia decimonónica no habría estado a la altura de las circunstancias, al no sustraerse a la perspectiva de una pérdida de libertad. Quienes mantienen estas posturas pueden adolecer de cierto seguidismo a las posiciones de un concreto profesor, cuya labor de apostolado puede indicar en ellos cierto clericalismo tan elevado como su rechazo a ser calificados de “clericales”. Hay que advertirlo, y es bueno desvelar este punto.

Las batallitas aisladas y el retroceso continuado sólo sirven para aparentar resistencias, dejando no obstante el camino expedito al enemigo. Las batallas concretas deben ir precedidas de las necesarias escaramuzas, deben estar bien trabadas, seguir un plan, y adelantarse a la posición de trincheras. Hay que estar activos, y no como “los que se inhiben totalmente, asqueados por las contradicciones y ambigüedades y se encierran en sus casas sin querer saber nada ni dar explicaciones” (MSC, 707).

Una campaña de carteles en la calle es verdaderamente eficaz si reúne ciertos requisitos: método, igualdad de contenidos, simultaneidad, constancia, y reproducción en otros lugares de España, engarzarse dentro de un plan amplio, sostenibilidad en el tiempo etc. No se necesitan multitudes, sino que una sola persona puede hacer una campaña bien hecha en un lugar o población, con un eco prolongado si responde a las condiciones señaladas.

Hay un grupo de católicos:

De un punto se llega a otro, de un eslabón a otro, formando una cadena. Pensemos por ejemplo en la secularización de los cementerios.

“Con un calificativo o con otro, el Estado, ningún Estado, no puede vivir sin alguna forma de confesionalidad, o filosofía, o ideología, como los individuos. / (…) (Nota: pensemos en la segunda mitad del s. XX). “En contra de la confesionalidad católica tenemos, pues, a los ‘progresistas’. Eras y siguen siendo los ‘parvenus’ (los recién llegados) personas que nunca se notaron entre la feligresía católica, pero que inesperadamente y de repente, empiezan a interesarse por lo religioso y con los entusiasmos propios de los conversos aportan sus anteriores ocurrencias y quieren instalarlas, forzadamente, en el acervo común hasta su llegada de todos los fieles y les divide. Entre esas novedosas ocurrencias están el laicismo y la no confesionalidad” (…) / Otro gran grupo es el de los católicos de toda la vida que (…) Reaccionan al ver ese postulado enemigo de la confesionalidad infiltrándose en los estamentos de la Iglesia oficial. Asqueados por la contradicción muchos se encierran en sus casas. Sin más explicaciones. Su disimulado éxito es una de las causas de la crisis de la Iglesia en torno al concilio./ Pero de ellos quedan núcleos duros, supervivientes, y decididos a mantener, ‘cueste lo que cueste’, la antorcha de la Religión Verdadera, que merecen consideración aparte (…)/ Unos, defienden la confesionalidad en todo momento, y otros dicen, con hipocresía, que también son partidarios de ella, ‘pero’ que ahora no es el momento de plantear esa cuestión (…) Apelan a la prudencia para enmascarar su secreta y contradictoria oposición. Así, de un prudente aplazamiento en otros, la cosa se va olvidando…” (MSC, 748).

“En los años centrales de mi vida me tocó soportar que gran parte del clero español pretendiera calmar la indignación de los fieles contra la libertad religiosa diciéndoles que la Iglesia tendría que aceptarla, porque si no, carecería de fuera moral para pedirla para sí. Ya ha movido ficha. ¿Cómo ha respondido el Islam? Ya hay más de mil mezquitas en España ¿Quién pide perdón por haberse dejado estafar? ¡Sólo se pide perdón por los pecados de pederastia que, curiosamente, son otros los que los han cometido!” (JU, 723).

“Para dorarnos la píldora, una nube de curas y frailes progresistas explicaban que la Iglesia no podía pedir para sí misma una libertad que negaba a otros. Este razonamiento pedestre partía de la barbaridad de que todas las religiones eran iguales y de que la católica no era la única verdadera”. “Ahora que la Iglesia Católica que ha movido ficha, no denuncian la falta de reciprocidad de los anticristianos. ¿Quién responde de aquella estafa, de aquel supuesto trueque ciertamente chapucero hecho sin garantías?” (PE, 741; PL, 770).

“En los umbrales del Concilio España fue víctima de una colosal estafa. Para sosegar al pueblo español de la conmoción que produjo la libertad de cultos que se anunciaba, se dijo intensamente que España debía aceptarla, porque si no, los católicos de otras partes no tendrían fuerza moral para pedirla para sí. A España se le sacrificó su Unidad Católica, pero el respeto a católicos de otros sitios como anunciada contrapartida sigue sin aparecer sin denunciarse” (AdeG, 775).

“Los españoles aceptamos, aunque a regañadientes y provisionalmente, las religiones falsas aquí para mejorar la situación de los católicos en tierra de infieles. No ha habido reciprocidad. Aquello fue una gran estafa consentida” (AdG, 731).

“Grupos de presión religiosos poderosos decían que la renuncia a la Confesionalidad Católica del Estado Español era un mal menor y una garantía de que ya no se podría perseguir a los cristianos en el resto del mundo. Ya se ha visto, pero aquí entre tantos practicantes teóricos de la virtud de la humildad no aparece identificado ningún culpable de ese planteamiento desastroso y fracasado” (JU, 793).

“En cabeza de los sofistas estaban prestigiosos sacerdotes y religiosos que hasta poco antes tronaban contra los protestantes. Ni ellos mismos creían en lo que decían, pero el hecho fue que prestaron un apoyo psicológico importante a la aceptación resignada del escándalo de la libertad religiosa como ‘tesis’/ Las persecuciones actuales de los cristianos confirman una vez más que aquellas supuestas explicaciones contributivas a la libertad religiosa han sido unas trampas. ¿Qué ha recibido la Iglesia como contrapartida de aquella desnaturalización propia? Algún día habrá que revisar la Declaración Conciliar Dignitatis Humanae sobre libertad religiosa. Y, sí se examinan sus frutos, habrá que historiar aquel ambiente consciente y deliberadamente tramposo” (AdG, 719).

“Este es el “Ralliement” impuesto a España ya. Se diferencia del de León XIII impuesto a Francia, por ser más sutil, discreto lento y eficaz. Se ha ido dejando hacer alevosamente, sin documentos solemnes importantes y claros a los que combatir, como fue la Carta “Au milieu des solicitudes”, de León XIII; se ha destilado gota a gota, con aire inocente y apariencia ocasional, ocultando la participación de cada entrega en el horrible conjunto, y silenciando posibles reacciones y protestas siquiera o fueran menores que las que hubo en Francia. Aquí todo se ha hecho de puntillas, con sutilezas y habilidades para no despertar el genio de España hasta que fuera tarde. Pero esto se acabó” (MSC, 826, p. 3)

“‘Repoblar: Repoblar. Repoblar’ los ambientes con símbolos religiosos, pero aisladamente y con independencia de la polémica general política” (MSC, 724). “’repoblar, repoblar y repoblar’ de símbolos y mensajes religiosos la mayor extensión posible de nuestro entorno” (MSC, 746). “Contra el laicismo, repoblar, repoblar y repoblar” de símbolos religiosos los espacios públicos (JU, 753, MSC 758 y 775, PE, 785). “Empecemos a repoblar de signos y conceptos católicos todos los ambientes con una densidad tal que de ella fluya impetuosamente una institución oficial. Sin excluir otras medidas” (MSC, 789). “Frente al laicismo he leído en estas páginas la consigna de ‘repoblar, repoblar, repoblar’ los espacios públicos de símbolos religiosos y de mensajes apostólicos. Esto es buenísimo, a condición de no estancarnos en este proceso (…)” (MSC, 805).

“Rodean a esta intransigencia, que es urgente organiza dos cantos de sirena: ensanchar la base en vez de afilar la punta de ataque y delegar en otros cuyo grado de intransigencia desconocemos. Hay una ley antropológica que dice que el hombre ante las dificultades busca alianzas. Es cierto. Las alianzas son el ajedrez de la política y a eso tendremos que jugar. Pero no hay que confundir los aliados decentes con los caballos de Troya del Enemigo” (PE, 731). Sobre esta ley antropológica de alianzas, tener en cuenta:

1º “Alianzas, ¿para qué?, ¿con quiénes?, ¿a qué precio?, ¿cómo?, ¿con qué garantías? / “(…) alianzas ¿para qué? Para remediar insuficiencias de la propia capacidad. Insuficiencias justificables unas y punibles otras. Las alianzas forman parte de la filosofía perezosa de muchos, que apenas se sientan para hablar del objetivo y ya empiezan por mencionar, como un rasgo genial suyo, lo de las alianzas, antes de ver si hay una insuficiencia propia auténtica y legítima y si es remediable o si hay que desistir del objetivo por inalcanzable. Las alianzas resultan ser a veces un síntoma más del cáncer que es la manía de delegar en otros”.

2º “ ‘¡Es que si no buscamos alianzas no ganamos las elecciones!’. Identificar toda actividad política con un triunfo electoral coyuntural es otra enfermedad política. Desde la oposición también se gobierna, a condición de tener ganas de trabajar y pericia. La Providencia Divina para una sociedad no se agota en el sufragio universal; además de las escaramuzas electorales, un grupo político serio está ejerciendo permanentemente un magisterio de largo alcance, más allá de la coyuntura urnesca, y puede tener una ejemplaridad que es preferible salvar a todo trance. Victoria pírrica la de unas elecciones que arruinan el honor y la integridad del mensaje previo y permanente. Los que han corrido a establecer frívolamente unas alianzas inadmisibles, como son las que empiezan por sacrificar lo religioso, quedan descalificados para el futuro. ¿Qué garantías ofrecen para sus proyectos futuros los adictos a los enredos sincretistas? Los dirigentes no pueden ponerse nerviosos ni proceder de manera atolondrada. Las vidas de santos están cuajadas de episodios difíciles ante los cuales mostraron una gran sangre fría. Muchos mártires pudieron salvar la vida pactando, y no lo hicieron. A veces no se sabe qué es lo que hay que hacer, pero sí se sabe lo que no hay que hacer. Hay ocasiones en que es urgente no hacer nada. La inacción es mayoritariamente mala. Pero no hay que caer en la manía de la acción por la acción sin fundamento”.

3º Hay que preguntar mucho cuando se dice que la unión hace la fuerza, lo que a primera vista es verdad. Preguntemos: “¿costeada en qué grado por quienes?, ¿hacia qué objetivo concreto y supuesto en las prioridades?, y, sobre todo, ¿administrada y dirigida por quienes? Como aconsejaban los antiguos polemistas: hay que preguntar mucho. / ¿He querido desacreditar las alianzas? No. Simplemente, salvarlas de la frivolidad” (JU, 736).

“Se nos ha repetido hasta el hastío que la célula básica de la sociedad es la familia. ¿Y cuál es la célula básica de la acción política? LA TERTULIA. Tenemos que sembrar España de tertulias políticas”. “La tertulia no debe ser un fin en sí mismo, de carácter recreativo, sino un medio, un instrumento, de trabajo político”. “Hay que darle la vuelta a la observación cierta de que el ambiente pesa mucho y tomar conciencia de lo que nosotros podemos pesar en el ambiente, que es mucho también. El primer escalón del Principio de Subsidiariedad es el individuo, y el segundo, la tertulia”. Las tertulias deben ser preparadas, y lugar para que salgar a la luz vocaciones políticas (PL, 741).

“Hace tiempo que hemos sido rebasados por la prensa impía, pero seguimos confortados con la parábola del grano de mostaza que cuando Dios quiere se hace árbol frondoso” (MSC, 737).

“Nosotros vamos a resistir al laicismo oficial desde la sociedad, porque desde la oposición también se gobierna. Cuando y donde los políticos implanten disposiciones laicas, serán suplidos con inteligencia y generosidad por los funcionarios y los ciudadanos de pie católicos. Nosotros vamos a una resistencia pasiva, no solo informar y espontánea, sino científicamente organizada según los más modernos principios de la guerra psicológica” (MSC, 741).

“Somos como la caballería ligera (…) que se adentraban en territorio desconocido, no para combatir y destruir al enemigo, que para eso ya venía detrás el “grueso” del ejército, sino para descubrirle y tenerle localizado. Lo malo de España, hoy, ha sido que el pueblo fiel no ha presentado detrás de nosotros un “grueso de ejército” (MSC, 700).

Los tiquismiquis y la falta de solidaridad. No con la frecuencia debida y deseable a veces vemos que ante un ataque impío surge rápida y encendida una réplica católica a cargo de una persona o grupo verdaderamente católico. Pero los demás católicos del entorno no acuden a reforzarla, a ayudarle; se alegran, pero se quedan quietos, en vez de movilizar un batallón solidario. Tratan de justificar su falta de solidaridad señalando defectos y anteriores faltas de ayuda que en otras ocasiones cometieron los que ahora levantan un banderín para el buen combate. Es verdad que no todos vamos a estar en todo. Es verdad que no es prudente improvisar alianzas universales y prolongadas con cualquiera sin conocerle a fondo. Pero una ayuda puntual y provisional escapa a esos riesgos y en bienhechora (…). Al percibir el toque de cornetín que llama al buen combate, el que solamente cree se queda quieto y el que ama da un salto y sale corriendo a ayudar a la buena causa sin detenerse a pensar en anteriores defectos y agravios y en delegar” (JU, 781).

“Esto nos lleva a recordar que los católicos militantes tenemos como una asignatura pendiente la transformación de nuestra mentalidad limosnera. Es necesario y urgente desplazar una gran parte del dinero que damos a la beneficencia material, a los pobres, a cubrir los gastos ingentes de organizar la defensa de la Religión en la política” (ES, 760). Trasvasemos “limosnas materiales clásicas a la financiación actual de la defensa e imperialismo de nuestra civilización católica” (MSC, 762). “los católicos debemos gastar menos en beneficencia material, pasar esa beneficencia material al Estado, y dedicar nuestras limosnas a la caridad o beneficencia cultural, ideológica y espiritual” (MSC, 778). “Es urgente y necesario cambiar la mentalidad limosnera del pueblo fiel español” (JU, 781), y también financiar estudios especializados en contrarrevolución (MSC, 788).

“las conmemoraciones dan supervivencia a las ideas. Se ha repetido muchísimo que los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo. No olvidemos, pues, algunas de las causas de aquellos hechos” del alzamiento del 18 de julio (MSC, 788).

“La decadencia de un pueblo pasa por el olvido de sus conmemoraciones, y su resurgir por la exaltación de estas” (MSC, 766). “el calendario de conmemoraciones de una persona sirve para conocerla. A la felicidad de compartir ideas y sentimientos hay que añadir la de encontrarse con amigos en unas conmemoraciones. No seamos, pues, frívolos ni decadentes y exaltemos nuestras conmemoraciones y entre ellas, muy destacadamente, la del Alzamiento del 18 de Julio de 1936. Para ensalzarla, basta ver el empeño que ha puesto el enemigo en suprimirla” (MSC, 766).

Purificar, clarificar, no confundir el 8-VII con lo que luego vino. El alzamiento fue una gracia de Dios. “los católicos españoles estábamos viviendo de las rentas del gran susto que les dimos a nuestros adversarios el 18 de Julio. Pero que esas rentas se iban agotando y que teníamos que movilizar recursos nuevos. Esa movilización, inspirada en la conmemoración, legitimidad y enseñanza del 18 de Julio es ya ineludible frente al laicismo, venga de donde viniere” (MSC, 766).

“(…) si nos acostumbramos a no recordar como es debido la Victoria Nacional del 1 de Abril de 1939, o la celebramos con flojedad, corremos el riesgo e ir paralelamente olvidando el patrimonio religioso y patriótico que simboliza, el cual, además, tiene unos reflejos bienhechores correlativos en nuestra vida espiritual individual. No son pocas las observaciones que las deserciones del espíritu de aquella Cruzada coinciden con crisis y enfriamientos en la práctica religiosa individual. Enfrentemos, pues, a la general apostasía, nuestras celebraciones, aunque sea en pequeños grupos o aun individualmente. / Ejemplos para recordar y aprender: Uno, dedicado con urgencia a nuestros enemigos de hoy y a los católicos pusilánimes: los católicos de entonces supieron reaccionar ante los ataques de Satanás. A veces, tarde y mal es cierto, pero al fin, reaccionaros y vencieron sin condiciones. Victoria yol y firme de la Religión sin pasteleos con “humanismos cristianos”, porque todos los humanismos tienen, más o menos, un tufo antidivino. (…) / La Victoria del primero de Abril de 1939 rebosó de la península al resto del mundo evangelizándole nuevamente (…). / otra enseñanza decisiva, imperecedera de aquella victoria: la licitud y aun el deber de emplear la fuerza física mecánica y sangrienta en defensa del Derecho Natural y de la Civilización Cristiana, y aún al servicio activo de su propagación (…)” (MSC, 781).

“¿Qué hacer? Reunirnos, aunque sea en pequeños grupos locales, para activar recíprocamente el entusiasmo de aquellos días, como vienen haciendo en fecha próxima el día 10 de marzo de cada año, Fiesta de los Mártires de la Tradición, los requetés desde hace siglo y medio. Que en nuestras conmemoraciones no falte nunca una ceremonia religiosa (…) Están aún por divulgar inmensos yacimientos históricos favorables a la Causa Nacional. Que no se pierdan por nuestra desidia (…). Es un frente (nota: la Memoria Histórica) que no debemos descuidar, porque es una verdad lamentable pero cierta que una mentira repetida cien veces, acaba siendo estimada como cierta”.

“La ausencia de voluntad de vencer es uno de los más notables rasgos del catolicismo español actual. Y contribuir a su reposición y remedio, hasta los niveles que exige la Reconquista de la Confesionalidad Católica del Estado, es uno de los rasgos más notables de nuestra vocación. A los fieles actuales, herederos y epígonos de los viejos soldados de la cruzada de 1936 se les ha ido sangrando aquella voluntad de vencer, y se les ha reemplazado por una enfermiza voluntad de ir tirando, con pena y sin gloria de cambalache en cambalache con el enemigo. En estos cambalaches, que siguen al famoso ‘diálogo’, siempre se acaba entregando y perdiendo algo de nuestro patrimonio espiritual. (…) / Dicho de otro modo. El estudio de los sucesos de Lavapiés (nota: Madrid) nos pude ayudar a corregir algunos defectos de nuestras filas, como son la lentitud y la resistencia pasiva en la ejecución de nuestros propios proyectos y el responder a las solicitudes de colaboración con ráfagas de pegas y de exigencias de explicaciones inacabables. Debemos tener más amigos y simpatizantes que en un momento puedan convertirse en colaboradores decisivos” (AdeG, 804).

“Los escritos del Cardenal Cañizares en su propia defensa y su alocución ante los concentrados en la Plaza de la Virgen han sido bonachones, infantiles y contradictorios y no constituyen el documento importante con el debido fuste teológico que cabía esperar. No alimentan seguir su guerra hasta la Victoria, sino una paz separada al servicio del modus vivendi actual sincretista, pobretón y laicista. Los laicos movilizados tienen miedo de que sus dirigentes religiosos les dejen una vez más colgados (…). No se ve en la Iglesia Voluntad de vencer, que es el primer factor de todo combate, sino voluntad de ‘ir tirando’ a cualquier precio. / Si hubiera habido ‘voluntad de vencer’, si los laicos estuvieran decididos de una ve a que no les tomen el pelo, jugando a dos cartas, hubieran ido a concentrarse en son de protesta a los locales de las organizaciones enemigas y ante los domicilios de las personas que les atacan. No se puede quedar bien con todos más que cuando no se cree en nada. / Los ataques de Pamplona, Barcelona y este de Valencia y otros, no se han cerrado con broches precisamente de oro. Han quedado cicatrizados en falso y volverán. Politique d’Abord. Hasta otra” (PL, 765).

“Ahora toca al dispersarnos contagiar ese entusiasmo en todas partes. Es nuestro mejor activo y una de las diferencias, junto con la purea doctrinal, de otros grupos piadosos. Sostiene, contra viento y marea, la voluntad de vencer, que es el primero y principal factor de toda confrontación. Sin esa voluntad, los recursos quedan mustios” (AdeG, 804).

“De la Memoria Histórica debemos extraer ejemplos, que sobran, de cuanto puede una persona sola. Decía Don Ramiro de Maeztu que un hombre decidido a morir puede cambiar el curso de la historia. Muchos no hacen nada porque creen que sus actividades no pueden pasar de insuficientes, pero la letra pequeña de los sucesos demuestra que no es así y hay que explicárselos./ La reconquista del Estado pasa por un sistema de Jerarquías paralelas Estas son organizaciones que imitan en sus objetivos y funcionamiento a las del Estado pero con la ideología y sentido de la oposición a las organizaciones oficiales Desde ellas los particulares acorralan al organigrama del Estado enemigo, limitan su influencia y se aprestan a sustituirle. Forman un campo atrincherado donde replegarse ordenadamente después de la desmovilización. Evitando la desbandada y la desorganización y aprestándose para la reconquista. Es importante mantener en las jerarquías paralelas la actitud de convertirlas en un cómo gueto autosuficiente pero sin agresividad. / Cada católico debe descubrir en su biografía ciertas cualidades, aficiones y recursos, qué posibilidades tiene de enfrentarlas concretamente al Enemigo, derrotarle y desplazarle. Saber con precisión qué puesto puede ocupar de manera competente en el organigrama del Estado Nuevo, como escribió Don Víctor Pradera en las vísperas del Alzamiento, para cuando dé la vuelta la tortilla, ¡que dará! / Aquellas tropas victoriosas fueron desmovilizadas. Tremendo error. El hecho, la situación actual, es que, dentro del régimen democrático, tenemos que construir un sistema de jerarquías paralelas para defendernos de la apostasía del Estado y reconquistarlo. Tenemos muchas; hay muchos centros de enseñanza católicos; editoriales, libros, periódicos, revistas y boletines, actos culturales, agencias de noticas como Faro, emisoras como Radio JLD, acceso a internet y redes sociales, hermandades, cofradías, mutualidades (…) Pero necesitamos más, y sobre todo más voluntad de vencer para no quedarnos en un quiste dentro de la sociedad pagana y apátrida” (JU, 803).

“Para impulsar y realizar esto (nota: repoblar, repoblar, repoblar), ya sería mucho la adhesión personal de muchos católicos, pero no será suficiente. Será necesario además, organizarse afiliándose, con disciplina y sin pegas, a los grupos que ya se ocupan de esto, o bien, si los que hay no les gustan, crear otros nuevos que tengan por lo menos el mismo grado de idoneidad. Pero pronto” (PE, 785).

“Los que no saben qué hacer ni como corresponder, lo que tienen que hacer es ponerse a las órdenes de los que sí que saben lo que hay que hacer y ayudarles sin pedirles largas explicaciones previas desde los fenicios, ni poner ‘pegas’ “(AdG, 724).

“Un análisis de la situación, de los aspectos de la política relacionados con la Religión, (…) muestra un firme predominio anticristiano en lo público y en el menos malo de los casos, una mentalidad generalizada que acaba resultando igualmente anticristiana por el hábito que tienen los que debieran defender lo religioso en los contubernios, de ceder, de entrada y casi sin combatir, las posiciones religiosas avanzadas de seguridad, para mejor defender otras en sus transacciones” (…)./ Hay distintas etapas sucesivamente telescopadas en el conjunto de nuestra posición contra el laicismo, a saber: la voluntad de vencer, la intransigencia, la disuasión, la inexistencia de unos cuadros de formación, un pie de paz, la movilización general, el derecho a la rebelión y la guerra justa”(…)/. La desmovilización que produjo el Concilio y no adelantarse a los acontecimientos con planes previstos previamente, fueron un error. “Las pequeñas reacciones son necesarias pero no son suficientes. En dichoso diálogo y los sincretismos nos llevan a un ¡ir tirando’ que es el mejor camuflaje para un avance silencioso y no contenido del Enemigo, que un mal día se quite de repente la careta, nos sorprenda y deje sin capacidad de reacción. Para que un día nos acostemos católicos y al siguiente nos levantemos satanizados por largo tiempo irreversiblemente. / Una movilización general debe tener en forma operativa, por lo menos tres grandes seccione: información, operaciones y recursos. Vea cada católico en cual debe encuadrarse según su vocación. Hay que terminar con la tertulia y la delegación, y concretar qué va a hacer cada uno. Renovarse o morir rápidamente. Entre la apostasía universal y la Parusía, hay un espacio para situar el Imperio Español” (AdG, 754).

“Una Iglesia, unas organizaciones católicas sin disgustos, detenciones y multas que son el género chico del martirio, no es una Iglesia militante, sino una suma amorfa de ‘buenecitos’ (como les llamaba irónicamente el P. Ángel Carrillo de Albornoz, S.J.), entregados como buenos funcionarios al mal menor, al bien posible, o al nuevo camelo de relevo que es la ‘comprensión del otro’ “(MSC, 735). Hay que estar dispuestos a la bronca, a la comisaría, a los procesos…

“Las vírgenes prudentes y las necias del Evangelio se diferencian en que las primeras tenían hechos proyectos, y las segundas no. Las personas sin proyectos es que no tienen entusiasmo. Los que aman a Dios viven desbordados por sus propios proyectos (…) / El mantenimiento comprende el reclutamiento, la instrucción y los asentamientos en jerarquías paralelas y en zonas base. / Para el reclutamiento tenemos que dominar con soltura todo lo relacionado con la vocación personal. Empezando por convencer a la gente, uno a uno, que debemos corresponder a las gracias divinas recibidas gratuitamente, haciendo ‘algo’. Los que no saben qué hacer ni cómo corresponder, lo que tienen que hacer es ponerse a las órdenes de los que sí que saben lo que hay que hacer y ayudarles sin pedirles largas explicaciones previas desde los fenicios, ni pone ‘pegas’ “” (AdG, 724).

“Este Congreso (del PP) ofrece una gran oportunidad de tener la teoría de la acción política de la infiltración, o sea, de maniobrar tramposamente donde dentro de un partido para que sus actividades tengan resultados distintos de los pretendidos en los documentos básicos de ese mismo partido. Es una táctica pecaminosa e indecente impropia de caballeros y de católicos y propia de camaleones arribistas. Esta táctica se basa en la oscuridad de frases de conceptos y en la falsificación el valor de las palabras. Todos los españoles, incluidos los ajenos al partido Popular, deben exhortar a los compromisarios de ese Congreso a hacer suyo el famoso propósito de San Juan Berchmans: “no me dejaré enredar en cuestiones que no me sean claramente expuestas” (MSC, 776).

“La falta de detalles concretos es parte maliciosa de la táctica, pecaminosa, de” la infiltración”, verdadera lacra que algunos incluso católicos presentan como un prodigio de inteligencia. Consiste en acceder a un cargo o empleo y desde él hacer cosas ajenas y divergentes de su cometido correspondiente” (MSC, 785).

“Las tácticas de ‘infiltración’ y actuar ‘desde dentro’ de los partidos no cristianos son desde antiguo la alternativa que el liberalismo ofrece a la confesionalidad católica, para destruirla. Aparte de los malos resultados que han dado esas tácticas, hay que decir que no se pueden realizar sin mentir, engañar, falta a compromisos previos, y otros enredos pecaminosos. Y aunque se descubriera que recorrer esas maniobras un sendero no pecaminoso, siempre quedará en pie el gran principio de la cultura española de que hay cosas que aunque no sean pecado, no puede hacer un caballero español. Recordemos también el juicio análogo de los ingresos cuando dice, refiriéndose a un tercero, que ‘es demasiado listo para ser gentleman’ “(MSC, 756).

Sin embargo, la gente no es tan tonta como creen los listos (MSC, 704). Ha dado un “voto” de castigo al PP: “A los católicos no se les toma el peño impunemente” (MSC, 743).

Los aplausos en política siempre son “contra” alguien (MSC, 704).

“(…) Veo instaladas también hoy mismo en otros ámbitos ajenos y distintos de los carlistas, en la política y en la Iglesia. Forman la mentalidad y la táctica llamadas “la infiltración”, que se extiende hasta constituir un género con pretensiones de inteligentísimo. Incluso se ha llegado a señala, bien que informalmente, como un gran acierto propio de algunos grupos católicos”. “Los estudiosos y legisladores de las incompatibilidades entre distintos cargos, en general, han advertido el peligro de la formación y situación bipolares o multipolares de tener cada pie en un sitio distinto. Fraga lanzaba pullas contra sus enemigos diciendo que a algunos les interesa más que el cargo en sí, lo que le es propio, por lo que tiene de posible punto de apoyo para enredar en otras cuestiones distintas. Pero mucho antes hemos leído en el Evangelio que no se puede servir a dos señores. En la táctica de infiltración política actual, un señor es conocido, y otros desconocidos, oculto o maquillado. El infiltrado sirve a dos señores mediante unas series premeditadas y pecaminosas de mentiras, deslealtades y engaños a los cuales el ser habilidosos no les exculpa de pecado. / A veces puede suceder que un moralista sentencia que cierto enredo no sea pecado; pero no por ello puede ser cometido por un caballero español. En la legislación española teníamos contra los infiltrados listillos y no escandalosamente pecadores sin honor, los “tribunales de Honor”. Las izquierdas siempre se han opuesto a ellos” (MSC, 802).

“¿Por qué muchos católicos que pudieran ayudar no vienen? Por muchas y variadas razones. Entre ellas porque desconfían de la lealtad de otros a los organigramas políticos, propios y ajenos. Esta falta de lealtad, sutil y gaseosa toma muchas formas y especialmente la que se sirve de la infiltración, táctica de lobo con piel de oveja y mentalidad traicionera peligrosísima. Algunos hacen gestiones y defienden ideas simultáneamente contrarias, o al menos divergentes, de las que corresponden al puesto que ocupan en un organigrama al que accedieron y en el que permanecen libremente” (MSC, 802).

Recomendando el voto al PP, disuaden “pero solo de manera verbal de ir a engrosar otros grupos políticos verdaderamente católicos” (AdG, 740). “(…) tampoco tiene mucho sentido hablar hoy en España de crear un nuevo partido católico, porque ya existen y no uno solo sino varios, suficientemente católicos, como la Comunión Tradicionalista, y grupos epígonos de Falange Española, y otros. Lo que pasa es que están gravemente enfermos de raquitismo impuesto son piedad y con contumacia por amplios sectores de un clero ignorante holgazán y suicida, que encima orienta a los fieles a partidos no católicos como el Partido Popular, con la esperanza equivocada de que mediante tácticas de “infiltración” inadmisibles moralmente, puedan ser instrumentalizados al servicio de lo religioso con el resultado que ahora vemos y al que se vio en la Segunda República, con la CEDA. Lo que tienen que hacer muchos católicos es dejarse de cómodas pamplinas y afiliarse a cualquier organización de probada mayor eficacia” (MSC, 756).

“El Partido Popular nos interesa especialmente porque recogía oficiosamente y sin publicarlo gran parte del voto católico, descarrilado y mal orientado por un clero ignorante y liberal que además venía refrendando sus malos consejos con otros paralelos y disuasorios a los fieles de nutrir las filas tradicionalistas. Análogamente a como durante la Segunda República había impulsado el voto católico hacia la CEDA, versión española de la democracia cristiana”. Eso sí, Rajoy nunca se refiere al voto católico (AdG, 744).

“(…) como escribió el Conde de Maistre a final del siglo XVIII, toda gran cuestión política se remonta hasta una cuestión teológica. Y en dirección contraria, todas las ideas traen consecuencias. También a nivel supranacional, hoy tan cargado. / Esto no lo ven muchos católicos sencillos y elementales, pero estas ideas siempre han estado presentes en católicos listos y fervorosos, que se han aprestado de muy diversas maneras, no siempre visibles, a la defensa de los intereses de las almas en la política. Lo que ahora ha pasado es que han sido traicionados por sus propios y más altos dirigentes, como en la batalla de Guadalete por el obispo Don Opas y los hijos de Witiza. Se han cumplido las palabras bíblicas de que ‘heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’. Tenemos que volver a empezar. Pero con más cautela en lo referente a la obediencia a los jefes” (JU, 798).

“que está intoxicado de un pragmatismo que a fin de cuentas resulta contraproducente, está formado por personas que corren como bomberos alocados de un lado a otro para sofocar batallitas sueltas, pero encubriendo a la vez la causa primera y superior que las genera y sostiene, que es la apostasía de la Ley de Leyes que es la Constitución. Vayan otros, discretos, selectos y elegantes a ocupar los despachos que otros conquistaron con su sangre. Nosotros siempre, siempre, al fuego, como la legión, y con una visión mayormente sobrenatural antes que posibilista” (MSC, 707).

“Los que van a un frente, aunque sea a uno de confrontación no sangrienta, deben saber que en sus propias filas irán apareciendo, poco a poco, en cuanto se prolonguen los sacrificios, tipos cobardes que quieren abandonar la lucha. (…) San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales describe unas personas a las que llama las del ‘segundo binario’. Son las que dicen que van a arreglar las cosas pero no por los medios adecuados sino por otros de su agrado que son ineficaces. Unos son inconscientes y otros, de mala fe. Si el santo hubiera conocido os refinamientos de la guerra psicológica los hubiera asimilado a los saboteadores (…) El truco de los saboteadores está en decir que aquí y ahora se cumplen las palabras iniciales del párrafo papal (nota: sobre el aborto, Evangelium vitae): “Cuando no sea posible…”/ ¡Claro que no es posible!, después de años, repito años, predicando día tras día, el laicismo positivo de Benedicto XVI y últimamente callando ante la laicidad y el diálogo con las religiones falsas de Francisco I en Río de Janeiro, ¡Claro que no es posible!, si el clero, masivamente, ha apoyado al Partido Popular, que ahora les sale rana, como se veía venir, y desaconsejando a los fieles que vayan a los grupos tradicionalistas que son los que saben arreglar estas cosas. ¡Claro que no es posible, si se presentan como doctrina católica ideas que harían saltar de gozo a Mme. Blavatski y a sus teósofos! ./ (…) / ¿Cuántos de esos manifestantes han ido después a darse de baja en el Partido Popular, cuántos han ido a darse de alta en los grupos que trabajan por la confesionalidad católica del Estado? ¿Cuántos luchan contra el ‘laicismo positivo’ y la laicidad?” (Dr.FFdezA, 707).

Los que sólo miran los mártires de la tradición. “Algunos sufren mucho a veces parcialmente de forma visible, para que aprendan los que miran, y siempre muchos más, en silencio” (MSC, 713).

“Finalmente, como siempre, el fantasma del mal menor. Algunos devotos de la convivencia pacífica con ese Mal de Males (añado: la aconfesionalidad) tratan de justificarse con invocaciones abusivas de la teoría del mal menor. Además de aplicarla mal, le amputan una parte esencial que es que el que se sitúa, con razón o sin ella, en una situación de mal, menor pero mal, está obligado moralmente a tratar de salir de ella. Todo lo contrario de la conformación viciosa de la realidad, que consideran como una solución cómoda, precisamente porque descartan el trabajar por salir de ella” (JU, 751).

“Se aceptan situaciones malas en beneficio del mal y para aprovechar la oportunidad de que a veces también y a la vez favorecen al bien en un terreno práctico pero siempre con oscurecimiento o detrimento doctrinal. Una vez aceptado y propuesto conjuntamente el mal menor, un segundo error es que ese error se exhibe al público no como un mal menor, que podría ser defendible, sino que se oculta esa condición y mediante el silencio se deja creer que es una gran cosa con rango de doctrina buena, que no tiene. Las gentes incultas creen que lo que existe es bueno por el mero hecho de existir y con esta manera errónea de pensar aseguran el ascenso del mal menor a un rango doctrinal” (PE, 787). Hay “otro engaño que es ignorar que ‘el mal menor’ acaba siendo muchas veces el mal mayor” (JU, 793).

“Parece una aproximación a la inversión del orden natural correcto. Según éste, los Estados y sus organismos deben ser religiosos y confesionales y solamente de manera secundaria y accidental hacer concesiones a los no católicos. Pero ahora se insinúa como bueno o posible la situación inversa de que lo correcto y bueno sería el laicismo, que secundariamente harían concesiones a los católicos” (PE, 750).

“Ya no se trata de la ‘inmunidad de coacción’ con que querían disfrazar lo del concilio, sino de conceder a las religiones falsas el alto honor de tratarse en público de tú a tú con la única Religión Verdadera. ¿Para qué? Para capitular, para moverse solamente desde el género ‘cultural (Maritain)’ (PE, 759).

“Así, de silencio en silencio, de sincretismo en sincretismo, del mal menor al laicismo, dialogando, dialogando hemos llegado al punto de que un día nos hemos acostado católicos y al siguiente nos hemos levantado…. ¿qué?” (Dr.FFdezA, 760).

“No se han desencadenado voces católicas con parecidas pretensiones tocantes a lo religioso. Ese silencio de los católicos apunta, con otros rasgos, a que la Iglesia Oficial, olvidando la custodia de su depósito, está conforme con la actual situación política, y que más o menos hábilmente, como si fuéramos tontos, tratará de zafarse del compromiso de condenar el laicismo y el liberalismo, queriendo quedar bien con todos, lo cual es siempre imposible. Será una nueva prueba de fuego para el Episcopado y el Pontificado. Allá ellos.” (PE, 767).

“Cuando es una mesa de juego el que hace las trampas es el crupier, cuesta más tiempo descubrirle que si el que las hace es un jugador corriente. Pero al fin se le acaba pescando”. El crupier es el cardenal Cañizares “que ha declarado públicamente que “los artículos sobre libertad religiosa o sobre Derechos Humanos son permanente, son irrenunciables” y que la Constitución es nuestro gran apoyo al que no podemos renunciar” (MSC, 795).

“Me contaba el gran jefe carlista Don Mauricio de Sivatte que cuando en una mesa de juego se nota que alguien hace trampas, si es el crupier cuesta más descubrirle que si es un jugador cualquiera, pero al final, también al crupier se le pesca. En esta lenta agonía del catolicismo español desde la Revolución Francesa y el Derecho nuevo, el crupier que hace las trampas anida en la Santa Sede. Durante mucho tiempo, demasiado tiempo, hemos hecho la vista gorda. Pero eso se ha acabado, ahora nos van a oír. Alea jacta est. / Para verdades, el tiempo. Vamos a esperar a que el nuevo gobierno que salga de las elecciones del 26-J siga fielmente las nuevas teorías laicistas de Francisco I y quite las frondosas subvenciones económicas a la Iglesia y al clero. Despertará este, sobresaltado, de sus silencios cómplices y apelará a la contribución económica directa de los fieles; pero muchos de estos le contestaran, como el Señor a las vírgenes necias: “No os conozco” (MSC, 763).

35. En los temas exclusivamente temporales, y en los aspectos temporales de los llamados temas mixtos -que interesan a la iglesia y al Estado por conceptos diferentes aunque complementarios-, los laicos o seglares deben actuar por cuenta propia, sin necesidad de preguntar a los eclesiásticos lo que pueden resolver ellos mismos, ya por afectar sólo a la vida temporal ya como fieles maduros. Los motivos son dos: primero, para ejercer la propia jurisdicción, y segundo porque de preguntar el riesgo de doblegarse a lo establecido de hecho es muy elevado, e incluso, muchas veces hoy día en estos temas, los preguntados han perdido toda autoridad.

Resulta contradictorio que los clérigos quieran captar la atención de la sociedad en cuestiones que no afectan a la doctrina católica ni propiamente a la administración interna de la Iglesia. También es comprensible que los clérigos sean muy celosos de su ámbito y competencias, bien estipuladas en el Derecho Canónico, y que se abstengan de ciertas orientaciones, suposiciones y perspectivas.

Manuel de Santa Cruz insiste en esta relativa independencia de los fieles respecto a la Iglesia docente y jerárquica, que si bien aquella no existe en temas de dogma, magisterio, moral y disciplina eclesiástica, sin embargo es total en muchas cuestiones en las que el clero ha intervenido por la moda temporalista, por intereses económicos, por enfeudamiento hacia las instituciones temporales liberales o democráticas. Ejemplos recientes son los casos del actual obispo de Solsona y las declaraciones del recién nombrado de Tarragona sobre el separatismo. No se espere tanto de los eclesiásticos que reciben influencias, tienen sus deudos y opiniones, quieren que la cultura y opiniones políticas modelen la fe o el Gobierno de la Iglesia, y además quieren lidiar con esa gran señora que llaman oportunidad.

Lo más dramático es que haya fieles azorados ante los excesos que consideran de la jerarquía católica en España, por comisión como por omisión, a favor del liberalismo.

Puede observarse que, en los textos recogidos que pueden leerse seguidamente, los comentarios de los autores son abundantes y recios al respecto. Dicen así:

El enfeudamiento de la Iglesia en cuestiones temporales abarca el ámbito político pero también a veces la vida en general. Imaginemos un laico que pertenece a una institución eclesial con vocación apostólica. Toda institución tiene un contenido, en este caso religioso y espiritual, y un estilo generado en la vida misma. Además, las organizaciones temporales, sanitarias y educativas, creadas por voluntad en el desarrollo de dicha vocación, y vinculadas a dicha institución, deberían aplicar disciplinadamente su espíritu fundacional.

Un seguimiento amplio y general de la actividad de los laicos dentro de la institución eclesial en el ámbito apostólico, para garantizar que cada cual es respetuoso con el dogma y la moral (antes se exigía el nihil obstat e imprimatur a los libros), no debe convertirse en un control, pues en tal caso se resentiría la libertad personal y permitiría creer que todo o gran parte del apostolado depende del agente humano en vez del dueño de la viña. Hasta aquí todo es muy sencillo.

No todo el quehacer de dichos laicos estará siempre sujeto a la larga mano de la correspondiente institución eclesial, pues podrían actuar en otras actividades no directamente apostólicas. Tampoco las instituciones eclesiales deberían poner inconvenientes a dichos laicos en sus actuaciones directa o indirectamente temporales -que son muchas-, como si aún de lejos pudiese “comprometer” a la Iglesia o a su Institución particular en perjuicio de la “credibilidad” o de su “eficacia pastoral o apostólica”.

Lo más difícil será no trasladar el estilo de dicha institución a los ámbitos que no dependen de ella, precisamente porque aquel está asumido de una forma inconsciente. Si este laico debiera superar sus alergias hacia cualquier estilo diferente al suyo en el ámbito de su apostolado, con mucho más motivo en otros ámbitos.

Tenemos presente un caso sutil de intromisión. Alguien de una institución de la Iglesia alegó su juicio personal y opinable en un concreto objetivo indirectamente apostólico y compartido con otras personas, prohibiendo taxativamente -no aconsejando ni sugiriendo- a una de ellas, la libertad de ejercer por sí un periodismo ceñido a informar, detallada y simpáticamente, sobre una concreta vivencia pública en cierta Iglesia local. Tal persona, alegó que dar la información no era oportuno para el buen desarrollo del objetivo apostólico, y que se debía dejar que la Iglesia hiciese su propia labor informativa de sus propios actos y resoluciones. Esta rotundidad contradecía la cacareada participación de los fieles en la vida de la Iglesia, o que el fiel pueda investigar e informar verídicamente de la vida eclesial a los mismos fieles y a la misma sociedad. La contradicción resultó mayor a transformarse la opinión y criterio, a la privación de libertad. La queja fue por la información en sí misma, por el medio digital utilizado, y por quien lo hacía. Meses después, tal persona se encontró con la publicación en otro medio de unas opiniones comprometidas y temporales ya por su contenido ya por los cargos políticos (UPN y PP) de sus autores.

Quizás esta posición defina a quienes ellos y sólo ellos quieren hacer las cosas, o quieren tenerlas bajo control por intervenir en ellas desde su vocación apostólica. Por lo general esto se debe a la voluntad de no meterse en nada, mostrando pavor hacia lo que diga la galería sobre uno mismo o aquello en lo que colaboran. Casi parece que se creen necesarios para hacer el bien.

36. El laicismo, además de un error, es un error advenedizo en la Iglesia.

Las algo confusas palabras de Benedicto XVI en París (2013) y las menos confusas de Francisco I en Río de Janeiro (2018), no debieran alterar la paz del catolicismo que como tal es contrario a la ideología del Liberalismo:

Esto es tan antiguo como 1931. Así, el jurista Amadeo Hurtado decía a la minoría vasco-navarra:

“Estamos huérfanos de magisterio eclesiástico que no hace más que callar y retroceder, y que no nos acompaña. Vamos, pues, a tener que defender la religiosidad de nuestro pueblo, por libre, sin contar con la ayuda de grandes sectores del clero, y de su jerarquía. Se acabó lo de delegar en lo que digan -más bien, en lo que no digan- los curas” (MSC, 759).

El clero se raja con facilidad cuando hace lo que es propio de los laicos. “Hay una tendencia del clero protagonista a ceder y a replegarse cobardemente. Un estudio de las intervenciones contemporáneas sacerdotales en episodios mixtos de religión y política, casi siempre encaramados motu proprio a la dirección del cotarro, muestra que no tienen “tiempo y fuego”, se cansan enseguida, y se rajan y llevan al colectivo a una retirada sin contrapartidas, a un abandono de la lucha, o a una paz separada con graves concesiones. A veces, por órdenes de sus superiores escondidos. Hacen una buena labor, que los seglares comodones no quieren hacer, pero son frágiles, poco fiables y poco responsables. Se conforman con poco” (PE, 759).

“(…) nos va a tocar la curiosa paradoja de tener que defender la religiosidad de nuestro pueblo desde fuera, de manera que recuerda, mutatis mutandis, la teoría y postura de Charles Maurras. Hay que exhumar, para estudiarlo, el asunto de la Acción Francesa” (MSC, 762).

“(…) cada vez está más claro que los seglares vamos a tener que defender nuestro patrimonio religioso por libre, desde fuera, sin contar con las oficinas de la Iglesia, que se pronuncian tarde y mal. Esto no excluye que en su momento haya que ajustarles las cuentas a los “perros mudos” por sus silencios y traiciones culpables y generadores de la situación actual” (PL, 765).

“Es de esperar que algunos católicos que puede, defiendan los intereses de la Iglesia, abandonada de sus pastores, desde fuera, es decir, sin apelar ni contar con ellos, dejándoles presos de sus contradicciones. Debemos arropar a esos seglares desde ahora mismo” (PE, 767).

“Hace tiempo que los católicos españoles vamos deduciendo de distintas observaciones que vamos a la curiosa situación de tener que defender a la Iglesia desde fuera de ella misma, sin contar con su andamiaje burocrático oficial, por libre, por lo civil y por lo cultural. Ya está sucediendo de hecho: hay párrocos que se pasan la vida coqueteando con sectas y grupos anticristianos y luego se niegan a peticiones a grupos tradicionalistas de celebrar la fiesta de Cristo Rey en la fecha y con el contenido con que fue instituida” (MSC, 769).

“En el caso que nos ocupa (nota: recuperar la confesionalidad cuando llegue la posible reforma constitucional), sí que sabemos y desgraciadamente muy bien, lo que no hay que hacer, que es delegar en la iglesia oficial. Esta ya no da más de sí y a nosotros pobres huerfanitos, nos toca defender la religiosidad de nuestro pueblo por libre, desde fuera, sin perder el tiempo delegando en pastores mercenarios y mudos Alguno dirá que estas frases son escandalosas. Le contesto que aquí el mayor escándalo es callar” (MSC, 789).

“Parecería una alternativa no hacer nada a la espera que sea la Jerarquía Eclesiástica la que nos saque las castañas del fuego a los españoles. Pero esto no es una alternativa sino una fantasía venenosa, porque nuestros amadísimos Prelados ya tienen acreditada su afición a las buenas digestiones, al buenismo, al irenismo, al sincretismo, y por supuesto, de siempre, al mal menor (…). Seremos los seglares, los laicos, los que tengamos que salvar a la Iglesia desde fuera, por nuestra cuenta. Si tenemos éxito, ya vendrá la Jerarquía a socorrer al vencedor (…)” (MSC, 729).

“Pero ya no es de recibo que los seglares se hagan los tontos y deriven todas las culpas hacia la Jerarquía. Porque ya son mayorcitos y saben cuál es su deber sin que otros se lo tengan que estar recordando en cada ocasión. Por otra parte ya saben que actualmente la Jerarquía no da más de sí y que esperar más de ella es perder el tiempo (…). En las próximas luchas lo que no conquisten los seglares se perderá. Parafraseando la famosa síntesis de Spengler, en su decadencia de Occidente: Al final, será un pelotón de soldados (seglares) los que salvarán la civilización (a la Iglesia)” (PL, 730).

“(…) nos queda de aquello la posibilidad, y aún la necesidad, de servir a la Iglesia desde fuera, sin contar con su estructura oficial” (PE, 731).

“(…) grandes sectores del clero, culpables de la doble corriente de orientar a los fieles hacia el PP y de sabotear el reclutamiento de los grupos católicos tradicionalistas, cegaos ya por la evidencia de las traiciones en materia religiosa del partido al que han patrocinado –“las últimas desacralizaciones de la coronación” (nota: de don Felipe-, en vez de reconocer humildemente sus malos consejos dichos, y de rectificar inmediatamente para el futuro inminente, predican que, como la política es un asco, los católicos no deben meterse en ella, como si no hubiera formas excelentísimas y urgentísimas de hacerlo” (JU, 723).

“Es posible que para mantener una gran impregnación religiosa de nuestra sociedad tengamos que ir a otras fuentes fuera de la burocracia eclesiástica, con algunos visos tomados, “mutatis mutandis” de Maurras y de la Acción francesa” (MSC, 741).

“Sectores mayoritarios de la Iglesia oficial ni se han opuesto ya, ni probablemente se van a oponer en el futuro a la revolución mansa, por lo cual vamos a tener que defender la religiosidad de los españoles desde fuera de esos sectores laicistas de la propia Iglesia, sin contar con ellos, y sin insistir, por ser inútil, en la parte que tienen en la configuración de la actual situación” (MSC, 746).

Lepanto. “recuperación de esa memoria histórica. Si la Iglesia oficial no quiere colaborar, que no colabore. Allá sus dirigentes con sus responsabilidades. No perdamos tiempo con eso, y empecemos a constituir desde este mismo año, desde dentro de unos días, un caso particular de un planteamiento general nuevo que se avecina y que es defender la religiosidad de nuestro pueblo desde fuera del mundo eclesiástico” (PE, 747).

“Un tal Blázquez ha estado ambiguo por la manía eclesial de no buscar la verdad, sino de jugar varias cartas por estar bien con todos” (ES, 749).

“Es evidente la responsabilidad de la Iglesia docente oficial en este naufragio del cristianismo en España, de los obispos y del clero. Es inútil y una pérdida de tiempo y un error la comprensión de la situación e insistir en ello. Pretender pasarles las “patatas calientes” es una forma traidora de delegación, porque ya está visto que no dan más de sí. Allá ellos. Tenemos que acostumbrarnos a defender a la Iglesia desde fuera sin apelar a sus propios recursos. Es el colmo de la hipocresía que seglares con cultura media y superior y suficiente posición social, en cuanto tienen noticia de una impiedad pública empiezan a clamar por lo que deberían hacer el clero y los obispos, que saben de sobra que no hacen nada, en vez de examinar sus propias posibilidades de acción personal” (JU, 781).

“Todo esto vuelve a plantear la cuestión del respeto y obediencia al papa. Mis primeros recuerdos político-religiosos se remontan a nuestra guerra de 1936. Pronto descubrí que la devoción al Papa había dejado de ser en muchos católicos españoles como la que a mí me habían imbuido en mi primera infancia. Les dolía la lentitud y exigüidad de apoyo de la Santa Sede a la España nacional. Algunos supervivientes de la última guerra carlista me abrieron los ojos con la narración del apoyo del Papa León XIII al liberalismo y de las dificultades que tuvieron los carlistas con él. Se amontonaban recuerdos desagradables” (el tema es el desprecio del Papa Fco. I a la evangelización de América) (PE, 745).

“Pero resistiremos (nota: al aplauso de Fco. I al Estado laico en 2013) como resistieron con éxito los carlistas a las pretensiones del papa León XIII de implantar en España su teoría del ‘Ralliement’ para Francia” (AdeG, 766).

“Repudiada por los Papas (nota: la laicidad de la revolución francesa) como conjunto de ideas dirigidas a la construcción de una sociedad sin Dios. Sin mayores disquisiciones la aceptó, de hecho, el Papa León XIII cuando puso en marcha su tristemente célebre experimento del “Ralliement” en Francia” (PL, 776).

“Las reacciones ante esto (nota: la laicidad, lo laico etc. según Benedicto XVI en 2008 y de Francisco I en 2013) fueron mínimas (nota: en Francia) porque la devoción al Papa se había evaporado desde el “Ralliement” de León XIII y de la condena, luego levantada, de la Acción Francesa” (MSC, 782).

“En el pontificado de León XIII el liberalismo consiguió notables infiltraciones, si no en la doctrina, sí en la praxis, con la maniobra del ‘Ralliement’ con la que el Papa renunció prácticamente a la confesionalidad católica de Francia. Intentó extender su maniobra sobre España pero fue detenido por los carlistas” (AgG, 785).

“Estamos curtidos para encajar traiciones”. Estamos “para futuras acciones defensivas y ofensivas, armaos nada menos que con las palabras del Señor: Por los frutos los conoceréis” (JU, 703).

El Ralliement de León XIII fue una “indigna capitulación religiosa ante el Mal, que tuvieron intentos, ambos, de irradiarse a España” (JU, 703). “(…) intentando trasplantar a España la funesta táctica que empleó en Francia de querer aplacar a los impíos, táctica conocida como el ‘ralliement’ “(PE, 725).

“Antecedentes fueron los intentos del Papa León XIII de trasplantar su ‘ralliement’ impuesto a los franceses a España (…) El religioso le contestó que no dudara en apoyar a Franco, “porque es el único que nos defiende del Vaticano’” (MSC, 757).

“Su integrismo católico y su deseo de mantener o de restaurar el principio de la unidad católica, que les haría negar las libertades de otros, no tendría la adhesión del Vaticano) …)” (MSC, 757).

“Pues a estudiar la historia de la Iglesia y del Papado en la que abundan páginas negras tranquilizadoras. Por ejemplo: el ‘ralliement’ de León XIII que hizo pasar a Francia de ser la hija primogénita de la Iglesia, a ser actualmente, un ‘país de misión’ “(MSC, 763).

“No le demos más vueltas. Si no reconquistamos pronto la confesionalidad católica del Estado, España acabará como Francia a causa del ralliement de León XIII, siendo ‘país de misión’ “(JU, 751). Porque se está constituyendo un modus vivendi, una coexistencia pacífica que llevará a los católicos a reformar cuestiones políticas en la Constitución sacrificando la reforma de su laicismo.

“Hay actualmente en España un importante contingente de eclesiásticos traidores y de seglares a sus órdenes que “ocupan” puestos de dirección de la Iglesia y que desde ellos, con disimulo pero con eficacia, constituyen una especie de iglesia paralela a la verdadera, pero heterodoxa, desde la cual se está erosionando de manera sostenida la Fe Católica de nuestro pueblo. Pero del seno de éste han surgido FOCOS DE RESISTENCIA que en parte le disuaden de insistir en sus manifestaciones y ataques. Uno de ellos es esta revista, Siempre P’alante. Estamos en guerra con los herejes y traidores” (MSC, 800).

“Estas declaraciones del papa Francisco han disgustado a muchos católicos. Estos se dividen en dos clases: unos dicen que, además de disgustados, están desorientados, y en consecuencia que se retiran a sus casas y que no van a hacer nada. Otros, además de disgustados, como todos, dicen que no están desorientados, como algunos otros, sino que han quedado perfectamente orientados acerca del magisterio pontificio ordinario y del infalible; y añaden que se aprestan a la publicidad de la tesis clásica de la confesionalidad católica de los Estados” (PL, 764).

“Los tradicionalistas enfermos de laicismo invocan unas palabras del Rey Don Carlos VII en su Manifiesto de Morentín (1874). Dicen, -sin leer el documento-, que “no daré un paso adelante ni un paso atrás que la Iglesia Católica”. Pero estos tránsfugas al laicismo amputan la frase que sigue, y es: “Por eso, no molestaré a los compradores de sus bienes”. Esta frase declara que el Rey se refería a la cuestión concreta de su conducta ante la desamortización de Mendizábal. Y que no se puede generalizar” (SC, 758).

“El ‘ni un paso más adelante ni más atrás que la Iglesia de Jesucristo’ de Carlos VII, se refería a responder si aprobaba, o no, la aceptación de los bienes de la desamortización. No tenía otra aplicación ni pretensiones doctrinales” (MSC, 702).

“De la culpabilidad evidente de la Iglesia oficial en la descristianización de España muchos deducen otro error, el de que la Iglesia no debe “meterse” en política. De que se haya “metido” mal, no se deduce que no deba intervenir de ninguna manera, sino que debe hacerlo, pero bien y no mal. La neutralidad, que nunca es tal, no repara como es debido el daño causado. / Dicen algunos mpls que todos tenemos la culpa. Supongamos que sí, pero está claro que unos más que otros” (MSC, 762).

L a u s D e o

V. Conclusiones

Acaba aquí nuestra relación de tesis, con algunos comentarios nuestros en algunas de ellas, extraídas de los artículos de prensa firmados por don Manuel de Santa Cruz y otras firmas. Creemos haber sido fieles a su pensamiento, por lo que admitimos cualquier tipo de corrección.

A corto plazo se observa que el mal se cae siempre a trozos. Cuando así ocurre, hace mucho ruido y sobre todo mucho daño Y este daño hay que evitarlo con el trabajo y la confianza en Dios providente.

El triunfo temporal del bien no está determinado, sino que exige la participación directa y libre de los hombres y sobre todo a la vez la mano providente de Dios. Por eso, es de suma importancia formarse bien intelectual y psicológicamente, y no sólo en el ámbito teórico sino también en el teórico-práctico de las aplicaciones.

A veces, cuando se enfoca mal la vida cotidiana es porque se ha desertado de los buenos planteamientos teórico-prácticos.

37. Estas indicaciones, pretenden rearmar interiormente a los católicos y españoles, que los cansados se reactiven, que los siempre recelosos sepan qué es vivir en Comunión y en un encuentro común permanente social y político, que los algo o muy apartados vuelvan a encontrarse, y prevenir el bajón del cansancio, la desilusión, y la tentación del abandono ante los poderosos Goliath.

La tradición española no es un a priori, ni una varita mágica o talismán, ni un icono, ni una etiqueta, ni un fin, sino algo más sencillo y real. Es el nombre simplificado que todo lo bueno que recibieron y sin duda reciben los que quieren ser los mejores españoles, las mejores personas incardinadas y completas por abarcar todos los ámbitos individuales, familiar, social y público-político. Y como sabia y luz en esa Tradición, se encuentra la vivencia de la religión católica, que también tiene sus tradiciones, está incardinada y conlleva una fe hecha cultura.

La gente de bien debiera reunirse de forma constante, entusiasta y activa, pues la unión hace la fuerza. Si pasamos a los detalles, en la vida cotidiana es bueno decir gracias a un mensaje, decir estoy dispuesto, aportar una idea nueva, ofrecer los propios brazos y tiempo y dinero, sembrar un buen ambiente, dejar de lado la “cultura de la queja”, y distribuir trabajos apropiados al perfil de cada cual, incluidas las personas que tienen dificultades y hoy se llama tóxicas. Cualquier cosa menos el silencio del eremita, del apartado, del reconcentrado en sus deberes cotidianos y su familia. Sobre todo se hace necesario acudir a la llamada, verse entre los propios y hacerlo de forma intergeneracional… que luego cada cual se agrupará con sus semejantes. Pensemos que el núcleo de la vida y la sociedad es la familia.

¿Tanto cuesta esto? Si otros no lo hacen, allá ellos; habrán dejado de estar entre los que se reúnen, trabajan, colaboran por alcanzar el futuro, y por eso estarán en proceso de alejarse. Tales habrán dejado de ser luz y argamasa de la sociedad.

No puede haber silencio cuando el lobo acecha el rebaño, ni cuando la ciudad está ardiendo, y no lo hay si se cultiva la paciencia y amor abriéndose a la Gracia. El naturalismo no puede con las tormentas ni se abre a la Gracia divina, siempre necesaria.

Mejor es situarse en el frente, como adelantado respecto a los hombres de retaguardia, que ser un sujeto pasivo en la gran crisis actual. La vida es breve, y en el proceloso mar de la vida cada palo debe aguantar su vela.

Que la sociedad necesite faros políticos, es evidente, como recordaban muchas veces Domingo Fal Conde y Miguel Garisoain Fernández. Los tradicionalistas se enfrentaron a un Gobierno autoritario y personalista anterior a 1975, y entre ellos destacaron don Manuel Fal Conde y don Mauricio de Sivatte. Tras la trampa de Montejurra de 1976, de la que muchos estaban prevenidos y Sivatte lo hizo públicamente, ambos se mantuvieron fuertemente críticos a la falsa reforma o ruptura que cada vez alejaba más a España de sí misma.

Luego los tradicionales o tradicionalistas han sido argamasa de Impulso Social, un referente o autoridad para todos, y siempre han estado dispuestos a enriquecer a otros grupos, sectores e instituciones como intendencia ideológica. Saben que hay que estar presentes en la política, pero que a la vez es necesario reconstruir el tejido social, las asociaciones libres e independientes, potenciar las relaciones interpersonales más allá del uso del WhatsApp, la solidaridad y el asociacionismo. Que los tradicionales o renovadores no quieren ir a las catacumbas voluntariamente, también es evidente porque trabajan para evitarlo, sin ser responsables de los males que hoy abruman a España y los españoles. Se preparan para todo, pues ni siquiera los primeros cristianos estaban todo el día en las catacumbas durante las persecuciones. Si tienen mucho que decir es porque tiene mucho que servir y dar gratis.

Notas:

(1) Se conservan las colaboraciones de Manuel de Santa Cruz en infinidad de boletines, revistas de todo tipo, y prensa local y nacional. Citemos: Guías, Siempre, El Adelantado, La Cruz, Ejército, El Enchufe, Militares, Hydra (Colegio Mayor Jorge Juan, Madrid), Dique (ídem.), El Eco de la Milagrosa, Esto Vir (Valencia), Boletín de la Campaña pro moralidad, Reconquista, La Tradición, Nuevo Diario, Informaciones, El Mensajero, Punta Europa, Pensamiento y Acción, El Bieldo y la Criba, Formación, Tala, Revista de Pastoral Juvenil, Cuadernos de Pensamiento hispánico, Nord-Norte, El Eco de Cartagena, Noticiero Ulldeconense, Comarca del Montoria, Cuadernos del Centro Cultural Jaime Balmes (Gerona),

Revistas intelectuales: Verbo, ¿Qué Pasa?, Roca Viva, Iglesia-Mundo. Otras son más periodísticas como Cristiandad, Roma (Buenos Aires), Fuerza Nueva, Integridad (Monterrey), El Cruzado Español, Siempre P’alante.

Relativas a la Medicina: Profesión Médica, El Monitor de la Farmacia, Noticias médicas.

Como prensa diaria escribió en ABC, Ya, Arriba, El Alcázar, Pueblo, El Comercio (Gijón), Las Provincias, y sobre todo en El Pensamiento Navarro.

Boletines: Cuadernos de Pensamiento hispánico, Círculo Vázquez de Mella, Boletín del Círculo Familiar Virgen del Camino, Boletín de la Comunión Católico Monárquica, Unión Carlista, El Fuerista, Revista Monárquica Maestrazgo, Boina Roja, Lealtad, Boletín Fal Conde (Granada), Boletín CT de Sevilla, Montejurra, Boletín Excombatiente de Granada, Hoja Informativa del Círculo Roca y Ponsa (Canarias)…

Conservamos los artículos que el autor nos entregó, con fecha completa y numerosos pseudónimos, aunque el más común es el de Manuel de Santa Cruz, el nombre del conocido guerrillero guipuzcoano Manuel Santa Cruz Loydi estudiado por Juan Olazábal y Ramery –entre otros-.

(2) SANTA CRUZ, Manuel de (seud. Alberto Ruiz de Galarreta), Más allá de la deontología médica, Madrid, FAX, 1962, 216 pp.; IDEM. El doctor José Gómez Ocaña. Su vida y su obra, Madrid, Inst. Arnaldo de Vilanova, CSIC, 1958, 125 pp.: IDEM. Apuntes y documentos para la Historia del tradicionalismo español (1939-1966), Madrid-Zamora, 1979-1993, 34 vols. (enumerados del 1 al 29, hay 4 dobles más uno de índices temáticos), cada uno de 200 a 300 pp.

Sobre ésta última enciclopédica Historia, ha comentado Miguel Ayuso en “Historia y teoría política tradicionalista (Los “Apuntes y documentos” de Manuel de Santa Cruz” en la revista Aportes (p. 84-88).

Manuel de Santa Cruz también ha colaborado en la revista “Aportes” de Historia, sobre la persona de Ignacio Hernando de Larramendi (nº 46, 2001), y analizando el libro relativo a don Javier, escrito por doña María Teresa, Clemente y Cubero (Plaza & Janés, 1997, 424 pp.).

(3) En sus trabajos anteriores a Siempre P’alante, Manuel de Santa Cruz insiste en la denuncia de tres principios liberales: 1º) la Iglesia católica no debe meterse en política, 2º) no hay que intervenir en los asuntos internos de otros países (principio de no intervención), y 3º) considerar que toda forma de violencia es mala y anticristiana, sin distinguir la violencia buena de la mala, y omitiendo la necesidad de tener un “pie de paz” y otro “pie de guerra”.

Nuestro autor incita a que se promuevan las vocaciones políticas, el estudio y la observación, alejarse del “costumbrismo político” del aficionado, aplicar el principio de subsidiariedad en el ámbito civil y la responsabilidad de los fieles en el eclesiástico, así como el amor a España toda vez que se considera mal visto en el extranjero.

Otros temas de denuncia son el llamado pacifismo –ajeno a ser pacífico-, el contenido liberal del juramento a la Bandera constitucional, el europeísmo como ideología y práctica, las batallitas de los católico-liberales y que estos pongan tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias. Afirma la necesidad de mantener los grupúsculos y la táctica de los mosquitos, el derecho a la rebelión, y hace una crítica a la totalidad del problema ya por coherencia interna ya como medio de actuación práctica.

Cuando desarrolla la relación entre España y la política Vaticana (ostpolitik), Manuel de Santa Cruz lo hace como si se tratase de las relaciones entre dos Estados soberanos, destaca la necesidad de ser católicos pero no vaticanistas, abunda sobre la unidad católica frente al Concilio Vaticano II, y denuncia los malos frutos de éste último. Esto se une a su análisis del falso ecumenismo (sincretismo, objeción de conciencia, falsas religiones y Sectas), de las asociaciones que sustituyen la caridad por la filantropía (masonería, rotarios, B’nai B’rith…), de las pseudo religiones (la parapsicología y espiritismo, el yoga, teosofía, esperanto, los vegetarianos y el nudismo) etc.

Sobre el Gobierno mundial aborda temas como la sinarquía, los clubes de los Leones y Bilderberg, la Nueva Acrópolis, los Rosacruces, el altruismo de las multinacionales, UNICEF, el sionismo, la Cruz Roja, el falso ecumenismo…

Fuentes:

Quincenal navarro católico “Siempre P’alante”, nº 700 (16-VII-2o13) a 810 (16-VII-2018). Siglas según orden alfabético: AdG: Aurelio de Gregorio; ES: El Serviola; Dr.FFdezA: Doctor Felipe Fernández Arqueo; JU: José Ulíbarri; MSC: Manuel de Santa Cruz; PE: P. Echániz; PL: P.Loidi.

AYUSO Miguel, La política, oficio del alma, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2007, 152 pp.

CUERVO ARANGO, Mª, “La Comunión en acción. Reflexiones”, Boletín “Acción Carlista”, nº 143, 1-VIII-2018

GARRALDA ARIZCUN, José Fermín, Historia reciente de la Unidad Católica: un gran bien a conservar en España. XXV Jornadas de ‘Seglares españoles por la Unidad Católica’, Pamplona, 2015, col. “Bemba” nº 2, en Blog. “Navarra y Pamplona. España. Cuba”, 211 pp. Vid. historiadenavarraacuba.blogspot.com (digital, entrada del sábado 1-VIII-2015).

Ídem. “XXX Jornadas de la Unidad Católica desde el XIV Centenario del Concilio de Toledo (589 – 1989 – 2019)” en “Ahora Información” (digital), 18-V-2019

Ídem. “XXX Jornadas desde el XIV Centenario del Concilio de Toledo (589 – 1989 – 2019)”, Pamplona, 2019, col. Nueva Bermeja nº 20, 51 pp., en Blog. “Navarra y Pamplona. España. Cuba”. Vid. historiadenavarraacuba.blogspot.com (digital, entrada del lunes 19-VIII-2019).

José Fermín Garralda Arizcun.

25-VII-2019