La unidad de los carlistas en el Congreso de 1986 (1)

Cómo fue la unión de los carlistas en 1986

(Por José Fermín Garralda Arizcun) –

Después de 36 años caminando juntos y en armonía entre claros y florestas, y con los comprensibles altibajos de organización y funcionamiento, y la dureza de la lucha, llegamos a la gran explanada de 2022 donde el sol golpea sobre el árido y arbustivo campo, ardiendo hasta cumplir su objetivo 2030. El mal hoy día es mundial, y por eso hoy más que nunca debemos volver al espíritu de unión de 1986, cuando se unieron los hombres de Comunión Tradicionalista, Unión Carlista y Comunión Católico Monárquica, nombres todos ellos -y más- registrados. En delante se irán sumando los más, para que nadie de los que se nos ha dado, se pierda.

Nuestros padres tenían razón: también hoy es importante insistir en que la Revolución quiso y quiere a los carlistas divididos. Los carlistas seremos individualistas como buenos hispanos, y a la vez y por ello creativos, pero la Revolución es atomizadora y estéril sin remedio.

Estar siempre en la oposición y mantenerse firme, ser heredero de algo tan grande como la tradición española, ayuda a desarrollar mucho la personalidad, por lo que es comprensible que entre los carlistas haya personalismos y quizás roces. A veces muchas tonterías, como decía el gran Carlos VII. Pues nada, a superarlos. Con prisa y sin engaño. Los milagros son posibles, y los pedimos con insistencia. Cada cuál deberá luchar para corregir sus propios defectos y así hacer Comunión. Unos más, otros menos, pero sin duda en eso estamos todos. No nos ayudemos demasiado en la corrección por muy fraterna que sea, porque nos podríamos "misericordiar" -término hoy en boga- sin remedio.

La Revolución preparó su camino. Al fin, en los luctuosos sucesos de 1976, la Revolución dio un golpe al Carlismo en Montejurra que quiso ser mortal. El Carlismo “Huele a sangre y telarañas”, dijo el ministro franquista Alfonso Osorio en TV. Pobre Montejurra. ¿No sabemos que la “transición-ruptura” está jalonada por asesinatos “de derechas” –qué mentira, ironía y vergüenza- como los de Montejurra, Germán en Pamplona, Gladis d’Estal en Tudela, otro en Vitoria…? Luego están los centenares de asesinatos por los "izquierdas". Pues bien, los héroes silenciosos de 1833, de 1848, de 1872, de 1936, se vieron burlados en 1976 por todos a su alrededor, con silencios cómplices, gestos atronadores, muecas ridiculizadoras, desdén de gente “inteligente”, desde gentes piadositas conservadoras hasta malas gentes convertidas en lava ardiente que, sin hacer ruido, arrasaba cualquier memoria y fidelidad.

La contrarrevolución ¿podía seguir su camino? Parecía imposible. Pues lo siguió. Fue muy poco a poco, pues, en alguna ciudad otrora muy carlistona, se “movían” dos personas: café y copa de pacharán para uno, o sólo café por la edad para otro.

Por providencia divina y con muchos esfuerzos, durante diez largos años los carlistas que se resistían en ser aniquilados, se iban reuniendo, inquietos. Primero se reunieron, luego se unieron. De Unión Carlista recuerdo el semblante y siento el pulso de aquella época de don Ignacio de Orbe, Miguel Garisoain Fernández, el capitán Carlos Etayo, Carmen Lafuente, Felipe Vives, Teófilo Andueza, García-Daspa y Elizalde, Javier Morte, Félix Igoa, Juan Indave, Martínez-Úbeda, y tantos otros como Álvaro D'Ors, Javier Nagore, Nemesio Cortés Izal... –omito quien aún vive- de nuestro entorno inmediato.

El 1 y 2 de mayo de 1986 se celebró con éxito el Congreso de la unidad en El Escorial. Lo precedió una reunión clave en Talavera de la Reina. Todo fue una Gracia. El de Arriba suele actuar de forma insensible... pero, ¡quién puede dudar que actuó! ¡Pero si teníamos que haber desaparecido! Pues no, en cierto rincón aún perdura un poblado de arriscados españoles... que dan la lata. Se hizo posible lo que parecía imposible. ¡Qué triunfo sobre la Revolución –así, sin trompetas ni cañonazos-, triunfo por el que ahora más que nunca ésta nos sigue acechando…! Fue un nuevo Montejurra, un nuevo Isusquiza, un nuevo Codó.... ¿Es que no nos damos cuenta?

Aún quedamos algunos de los que vivimos a fondo aquel Congreso, los preparativos y su desarrollo. Pues bien, tan importante o más que los contenidos del Congreso fueron los congresistas. La clave son los hombres, fieles y desinteresados. Hombres de palabra, lealísimos, sencillos y en nada pedantes. Nadie quería ser ni presidente, ni secretario, ni tesorero... salvo que los demás le urgieran lealmente. Nadie afeaba a los demás, aunque se dijesen las cosas en comunión. No había cosas raras, ni anómalas. Se buscaba la conciliación y ceder, siempre en verdad. Había corrección fraterna, pero sin aristas ni alma árida, ni mil razones que ocultan sinrazón. Había amor sincero, no bandos y menos bandas. En Acción Carlista (2º Tr. 1986, p. 4-6 y suplemento), 23 de ellos se retrataron en sus observaciones, pero en nuestro recuerdo está su semblante y gestos, su voz, sus cualidades y experiencia -fruto en cada caso de décadas de sufrimientos y glorias-. Está su pluralidad contenida y mesurada, sus gestos de amistad, sus énfasis, cabreos y tensiones, sus perdón mutuo para prevenir posibles ofensas, las mil llamadas por teléfono, las reuniones aquí y allá, las perplejidades y esperas, el empuje y la ilusión, el “ahora o nunca”. “El nudo gordiano se cortará”, dijo don Juan Casañas Balcells en el Cerro de los Ángeles de 1985. Y se cortó. ¿Y ahora vamos a volver a enredarlo? Ni que fuéramos chiquilicuatres.

A esos hombres recuerdo. A esos hombres admiro. De ellos me fiaba y a ellos me confío.

Recuerdo a nuestros mayores –porque para los jóvenes eran “los mayores”- durante las sesiones del Congreso de El Escorial. Hete aquí que por entonces tenían menos edad que nosotros hoy. Entre ellos recordamos la ponderación de Domingo Fal Conde y don Ángel Onrubia con su proverbial generosidad, el sentido común de Carlos Ibáñez y Jaime Bordegaray, la gravedad de Juan Casañas, Luis Luna, y del Moral, la actividad del bueno de José María Cusell, los Francisco y Carlos Vives, el entusiasmo de Gilberto Motilla, la mesura de nuestro Pachi Asín, y personas como el buen profesional Roberto Bayod Pallarés, Alfonso Triviño de Villalaín, Raimundo de Miguel con su saber jurídico, Cabrero procedente de Santander, Padura Vizmanos con Vieitez de la Hermandad de excombatientes, la seguridad y templanza de Salvador Ferrando, la clarividencia y mesura didáctica de José Miguel Orts, la rectitud de Pepe Monzonís y la bondad de Vicente Febrer, los Fonseca y hasta Palomino, el activo Eladio Huguet, los más solemnes Tomás Barreiro y García de la Concha, el celo de Fermín Echeverría y de Eloy Landaluce... Hubo otros en los primeros Congresos como Rafael Gambra, José María Artola y Luis Comas, Ángel Armentia, la gravedad Evaristo Casariego, solemne en el IIº Congreso, el también activo y hombre práctico como buen marino Carlos Etayo, nuestro Gabriel de Armas de Canarias, el marqués de Jaureguizar, Salazar Ayerra (Gares), Baeza Herrazti de Ceuta, Tortós, Travers, Fco. Javier Lizarza etc.. Siento olvidarme sin duda de otros. Luego estaban los jóvenes como los Urzáiz y Bullón de M., los Zazus y Vives mil, los hoy profesores Barraycoa y Ayuso, los Ibáñez, Mir, Canals, Ram de Viu y los Hernández, Fernández de la Cigoña y María Uriarte, Onrubia y Ana Fal, Martínez Galán, de Orbe Sivatte y Garralda... siempre inquietos, observando a los “mayores” y participando en la medida de su mayor o menor atrevimiento.

En el Congreso de la unidad se debatieron cuatro ponencias: ideario, programa, organización y estrategia. Se logró una disciplina política en la Junta de Gobierno, un Consejo nacional, se aprobó la ponencia ideológica (dos puntos: la unidad católica y los partidos políticos como expresión de opiniones, quedaron pendientes, lo que luego se resolverá, en un sentido favorable a la unidad católica y en un sentido absolutamente crítico hacia los partidos políticos), una línea programática, la configuración de Juntas sin tener en cuenta la procedencia de sector anterior, y se aparcó por el momento –que se esperaba prolongado- el tema de concreciones sobre legitimidad. Había mucho que hacer; demasiado para tratar este importantísimo tema, por cierto que difícil y paciente como la mar.

Lo acordado en dicho Congreso se tomó como Norte. Se inició con ilusión un apasionante camino, se pusieron grandes esperanzas, un grupo que inicialmente fue -como siempre suele ser- reducido, trabajó de firme hasta el agotamiento, y Dios le habrá pagado. Sobre todo trabajaron para Él. Yo creo que nosotros hoy no sabemos agotarnos sino que pronto nos "retiramos", ni tenemos su empuje pues nos falta ilusión -lo que no significa ser "ilusos"-, ni tenemos paciencia y habilidad en el trato personal. ¿Nos habrá contagiado el ambiente decadente, falso y aparente, ambicioso e inmisericorde, estéril, de nuestro entorno?

Nada y nadie más amplio, equilibrado y prudente que la misma Comunión Tradicionalista Carlista. Así ha sido y así deberá seguir siendo. A quien vuelve a casa de la tradición española, nunca se le ha mirado mal, al estilo del hermano del hijo pródigo: todo lo contrario. Nunca se ha exigido pedigrí familiar. Nunca se ha sido puntilloso en lo secundario. Nunca se ha hecho un listado de artículos y reglas a cumplir como sí hacían los fariseos. Nunca... Los carlistas aman todo lo que sea España.

Cabían todos los que no eran “carlos-huguistas”, pues estos habían rechazado el Ideario, el programa básico del Carlismo de siempre, y hasta la legitimidad. Las Regencias no se heredan. Esto se vio fácil. Tampoco cabían los juegos "legales" al estilo Napoleón III.

Nunca se ha ido más allá de lo que dijo don Juan Casañas en Pamplona aquel diciembre de 1985, en el ya desaparecido restaurante Bidasoa: “no sabemos quién es el Rey, pero sí quien no lo es”. Ser rey es un tema de poder serlo (conforme a Derecho) y de querer (aceptar las humillaciones dirigidas por el enemigo y la carga del destierro, por amor a los españoles y a España). Ser verdadero rey es darse y acoger primero a los que le buscan.

Tras 1986 la Permanente de la Junta de Gobierno siempre urgió la mejora de:

1. La organización: un organigrama, una afiliación

2. La búsqueda de medios: cuotas, donativos, secretaría Técnica, boletín y revista

3. Ir a la sociedad: desde el trabajo de cada cual hasta pensar ahora en la Liga Tradicionalista.

4. La disciplina, sin insubordinaciones.

“Afiliación, cotización, organización y trabajo, son las coordenadas que debemos de trazar, para seguidamente hacer nuestro camino por ellas” (Domingo Fal-Conde, Pte, “Acción Carlista” nº 18, IX-X-1991, p. 2).

Se ansiaba una “verdadera organización: seria, disciplinada, eficaz, con personas comprometidas y leales. Recordamos el objetivo aprobado en el último Congreso: “Hacer de la CTC un medio útil y eficaz para influir en la visa social y política española. Que la opinión de la CTC sea respetada o, al menos, sea un punto de referencia claro para todos los españoles” (“Normas sobre organización. Junta de Gobierno de la CTC”, Dic. 1997)

Para terminar, tras 1986 siempre se mantuvo la necesidad de una autoridad política, una voz y una disciplina en una única organización: “No olvides que si hoy, después de fragmentaciones y divisiones estériles, mantenemos el deseo de una Autoridad política, una voz y una disciplina es una única Organización política es porque lo quisimos, apenas ayer en 1986” (Miguel Garisoain Fernández, “Acción Carlista” 3ª época nº 2, enero 1994 p. 1).

Unión, unidad e ilusión pusieron nuestros mayores en 1986; lo mismo pondremos nosotros en nuestro XIVº Congreso de 2022. Cuando la Revolución brama en España y el mundo, ¿quién no va a querer ser fiel?

Imágenes 5 y 6, propiedad del autor.

Publicado en Ahora-Información 11-X-2022