¿"Vacunación" en niños?

Pamploneses salen a la calle contra la “vacunación” anti-covid en niños (1)

(Por José Fermín Garralda) –

ANTEAYER nos impresionaba el absoluto vacío de las calles pamplonesas, vacías incluso de la minoría que hoy comienza a reaccionar porque sospecha de la pronta obligatoriedad de la “vacuna” anti covid en los niños y niñas sin permiso paterno.

Pues bien, HOY nos ha impresionado el número de gente que, después de año y medio de “pandemia”, comienza a manifestarse en la plaza del Castillo de Pamplona. (Decir “pandemia” no significa que neguemos la existencia del coronavirus o que rechacemos protegernos de él a ciencia y conciencia)

Hablo de impresiones, porque de nuevo, en esta concentración del día 14 de agosto, hemos comprobado que el lenguaje del corazón funciona muy bien en la dinámica de masas.

La concentración realizada en Pamplona el 14 de agosto contra la vacuna Covid en los niños y jóvenes, y la posible imposición de ésta, ha estado bien. Lo decimos teniendo en cuenta la tremenda diversidad de los asistentes, que la fecha de la concentración haya sido en pleno agosto veraniego por necesidades del guión -es momento de prevenir lo que pueda plantearse a comienzos del nuevo año escolar-, el calor tórrido de verano, y la novedad del caso. Se ha cumplido el objetivo aunque, como diré, de forma algo desviada, y en ciertas cosas se debiera mejorar.

El Acto del 14 de agosto ha sido simultáneo en más de una docena de ciudades españolas, focalizándose como “buque insignia” en la ciudad condal de Barcelona. En Pamplona ha durado una hora. Ha sido un Acto dinámico, ya declarativo justificando las razones, ya participativo gracias a un buen puñado de intervinientes llenos de activismo, podríamos decir que de tendencia izquierdista.

Otro día explicaré por qué el Acto ha sido una NOVEDAD para quien esto escribe. La inmediatez y brevedad del periodismo hace que no desarrollemos ahora lo que se dijo, ni las consideraciones que se pueden hacer al respecto. Ahora tan sólo adelantamos un apunte.

¿El objeto de la convocatoria del día 14?: la “MANIFESTACIÓN contra la vacunación en niños y la manipulación de los medios masivos de comunicación”. ¿El lema?: “Todos los padres UNIDOS”. Al pie de la convocatoria: “¡Salud con seguridad para nuestros hijos! ¡Son niños, no cobayas!”.

Aquí hay varios temas: el coronavirus en sí mismo y las medidas generales que contra él se deben tomar, la vacunación de adultos y mayores, la vacunación en los niños en sí misma, y la obligatoriedad de ésta última con o sin permiso paterno. La manifestación ha sido contra la vacunación de los niños y jóvenes, así como contra su obligatoriedad.

Había gente muy diversa en la plaza, desde la que insiste en el derecho irrenunciable y primario de los padres a la educación, al cuidado y valoración de riesgos de sus hijos -aquí nos situamos nosotros-, hasta la postura o tesis libertaria o anarcoide que centra la atención en la libertad absoluta sobre el propio cuerpo y la oposición a cualquier tipo de autoridad pública. Nosotros no compartimos esta segunda tesis, que es la que más expuso el público interviniente, pues hay que tener en cuenta la existencia del coronavirus y la necesidad del bien común con una autoridad que vele por él.

Por eso, el tema es delicado. Se debe partir de los grandes errores cometidos por los políticos, de la promiscuidad social y la falta de responsabilidad de muchos, del dirigismo político del mundo apreciado entre bambalinas, de las exageraciones oficiales y la política del miedo, del control de la información y de la necesidad de evitar malas interpretaciones hacia nuestra postura crítica. Si tener dudas sobre la vacunación es más que razonable, lo que se desea son libertades cívicas y personales, información fehaciente y fiable, y no imposiciones y menos secretos. Que personas de ambas posturas estuviesen juntas, muestra la gravedad de la situación. Puede ser que, en este 2021, los pobladores del mundo comiencen a sentirse abocados entre el ser y el no ser.

La convocatoria estaba abierta a todos, y, aunque se dijo que se planteaba como Acto no político, ni de parte, sino sólo social y abierto, las participaciones espontáneas y asamblearias de los asistentes se escoraron a favor de unas tesis de sabor libertario. Incluso una señora se marchó protestando: “¡Hemos venido al tema de las vacunas!”.

Los animadores mostraron dominar el arte de convocatoria de masas. Pusieron los puntos sobre las íes. Criticaron con cierta agresividad -no puede ser de otro modo-, las exageraciones de las instituciones públicas del Gobierno de España y Navarra. Criticaron a los políticos y sindicatos -todos ellos paniaguados-, a parte de los médicos y personal sanitario -que se deben a lo común admitido, careciendo además de libertad ante quien les coloca, manda y paga tanto en el sector público como en el privado-, a los periodistas y medios de comunicación -que más que ser transmisores de la verdad siguen consignas-, a la TV convertida en mero instrumento de lavar el cerebro… y eso sin excepción alguna, referidos a España y en nuestro caso también Navarra.

Argumentaron extrañándose enormemente de los comportamientos oficiales y además impuestos , que estarían en conflicto con datos que se tiene sobre el coronavirus, las “vacunas” y las mascarillas. ¿Qué se ha hecho y cómo en España y Navarra, quién y cuándo, y con qué exageraciones, paradojas y omisiones?

Esta argumentación, que ha debido plasmarse en el ámbito de la calle con cierta emotividad, justificaría el profundo rechazo del ciudadano al engaño y la mentira de las medias verdades, al ocultamiento y la manipulación, al poder civil casi absoluto y dictatorial, al borreguismo, y al dominio de cuatro oligarcas sobre todos los Estados, que nosotros sintetizamos como mundialismo y Gobierno mundial. De este contundente rechazo, nos alegramos. Eso mismo, aunque con matices y ciñéndose a los hechos, los tradicionalistas lo avisaron aplicándolo al Régimen de democracia liberal, que además no es de veras representativa.

Es decir, si el conservadurismo ha tenido siempre un problema, ahora el problema lo tienen los de izquierdas que sean contrarios a vacunar a los niños y jóvenes, que se han quedado sin Gobierno, sin partidos, sin sindicalistas, sin periodistas… sin nada de todo lo mucho que han alcanzado cuando han estado directa o indirectamente al servicio de los que ahora ellos critican con tanta razón, los cinco oligarcas del mundo y sus cada vez más comparsas.

Nuestro mundo da vueltas sin encontrar sosiego, pues lo que antes decían los tradicionalistas a los conservadores y los izquierdistas, ahora lo dicen gentes de Izquierda -¿por desengaño o con astucia?- sobre el funcionamiento del actual sistema, el sistema mismo, y sobre las certezas y sospechas que se tienen en relación a la utilización política del coronavirus para otros fines más allá de lo sanitario. (Como dice un amigo, los políticos deberían haber dejado todo en manos de los médicos desde el comienzo).

Es un espectáculo muy grato escuchar a los actuales críticos. Ahora bien, esperamos que su protesta no sea aparente, para pescar en aguas revueltas, y capitalizar la sana reacción social para así poder desviarla. Que no se quiera hacer el juego poner tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias. En principio, no hay por qué recelar de ellos, pues son padres de familia y existe algo que se llama sentido común y el deseo de ejercitar las propias libertades. Cuando menos lo parece, surgen personas individuales desengañadas, y, siendo esto muy propio del estilo hispano, ojalá pasen del desengaño a posiciones desideologizadas.

Está claro que, en esta encrucijada, los tradicionalistas no podemos perder la ocasión para hacer el bien y para evitar la politización con dejes izquierdistas de ciertos intervinientes, que fagociten demagógicamente, quizás sin desearlo, la reacción popular que comienza. Hay que estar presentes y tomar simple y llanamente la palabra: pero nunca estando solos en la asamblea.

Lo prometido es deuda. ¿Qué se dijo en Pamplona sobre las vacunas de niños y jóvenes? (y 2)

(Por José Fermín Garralda) –

Con estas líneas acabo “mi tercio”, para decir qué me movió para asistir a la concentración de 14 de agosto en la Plaza del Castillo de Pamplona. Y que nadie diga que rechazo -todo lo contrario- el que debamos ser muy prudentes para evitar los contagios. Ahora bien, prudencia no es seguidismo, omitir la sana crítica, ni exagerar ni reducir los peligros. Desde luego, aunque tratemos sobre la vacunación ante el coronavirus -sobre todo de niños y jóvenes-, no haremos un tratado sobre él.

“- ¿Es Vd. unos de los negacionistas? ¿Peligroso para el bien común? Es un pedante… Pero… ¿de quién se deja aconsejar…?

“- ¡Uf…! ¿Yo negacionista? pero… ¡qué horror…! ¡qué se cree Vd….! No, no lo soy, porque justifico la no vacunación, y sobre todo la no obligatoriedad de vacunarse de nuestros hijos, con argumentos médicos y científicos. Luego está mi derecho a tener una vida recoleta y hasta monástica. Con las medidas que he tomado ante doscientos de alumnos durante un año entero, ni me han contagiado ni he contagiado a nadie. Déjeme con la buena salud que por ahora Dios me ha dado, y en mi sencillez de vida, y no me aterre… Pudiera rogarle que tampoco me llame conspiranoico cuando ejerzo mi criterio de vida y hasta mi objeción de conciencia, ni egoísta como un ser un tanto despreciable contrario al bien común. Existe el coronavirus, es peligroso, hay que protegerse de él, pero no se caiga en simplificaciones ni extremos como el decir que además puedo ser positivo sin tener síntoma alguno.

“- Bueno, si es así… pero no se le ocurra estar conmigo”.

Así acaba todo, pero teniendo que justificar mis opciones de vida privada. Para terminar este lance, en la manifestación en la plaza del Castillo se dijo lo siguiente.

No es ser negacionista quien denuncia que sólo se escucha en nuestra sociedad la voz del Gobierno, y quien constata que aún no se ha debatido un tema, un debate que sigue siendo evitado a toda costa. ¿Negacionista cuando para no vacunar a nuestros hijos -niños o jóvenes-, a los motivos de salud sumamos otros como es la libre expresión del amor hacia ellos, y la libertades personales sobre el propio cuerpo y nuestra vida cotidiana?

El problema de la vacunación y la mascarilla AFECTA A TODAS las personas: afecta a las hijas e hijos -sean niños o jóvenes-, y afecta a los maduros y viejos, según los términos de la pirámide de población. Parte de los argumentos -pero no todos- que justificaban el “¡No toquéis a los niños y niñas!”, se extienden a todas las edades. De ahí que, algún interviniente fue algo imprudente al mostrar que se fiaba absolutamente de la “farmacia” que llevaba en su propio cuerpo… (- Sí, majo, a tus cincuenta años).

HE AQUÍ LAS RAZONES aportadas para la no vacunación -veo que unas son generales y otras sólo para niños y jóvenes-, ofrecidas en la concentración realizada en Pamplona el día 14 de agosto. Se partió de que el PRIMER ERROR de la narrativa oficial es llamar “vacunas” a lo que han sido registrado como “terapia génica sujeta a receta médica”.

Estos son los cinco motivos alegados y que afectan a toda la población: nos encontramos ante unas inyecciones experimentales y con una aprobación provisional. Las “vacunas” tienen como efecto secundario la miocarditis, y puede dejar secuelas para toda la vida. Además no inmunizan bien, pues el 40% de las personas “vacunadas” puede contagiarse o enfermar de nuevo. (¿Y si el “vacunado” que enferma sufre menos por haber recibido su dosis?). La inyección también se puede dañar la inmunización natural, pues se trata de sustituir nuestro sistema sólo contra el covid-19 y no contra otras enfermedades. Más todavía: puede provocar esterilidad según los prospectos.

Las cinco razones específicas para los niños y jóvenes, que se suman a las anteriores, son las siguientes. La OMS no recomienza las inoculaciones para estas edades. (Quizás con esto bastaría). La inmunidad natural de este grupo de población tiene una tasa de supervivencia del 99’99%. Los jóvenes hospitalizados en la CAV y Navarra son 165 de un total de 541.398, y los ingresados en la UCI son 9 del mismo total. (No hemos comprobado las cifras). Un joven tiene más posibilidades de morir de accidente de tráfico, caídas, la propia “vacuna” que morirse por Covid (aunque ciertamente no se debiera llegar a este extremo). La probabilidad de muerte por Covid en esas edades es casi inexistente (1 frente a 541.398, lo que me queda por comprobar). Por lo mismo, y esto es importante, estas edades se contagian ocho veces menos que las personas mayores.

Dicho esto, también eran extensibles a toda la población los diez argumentos que se dieron para mostrar que las mascarillas no protegen a los hijos, y que omito.

Llegó el turno del PÚBLICO. Llegaron sus intervenciones, espontáneas, breves y a veces hasta divertidas…, y al final se puso música festivalera. Cada intervención ofreció un mensaje, y además cargado de emotividad. Hubo algo de demagogia, comprensible cuando la voz es indiscriminada y no precisamente de médicos. Una vez tratado el tema de salud, aquí se subrayó la vertiente social y política de la cuestión. El lenguaje era muy expresivo, llegaba al corazón más que a la razón, incitaba a la acción, debiendo por ello buscar el argumento bajo las apariencias. Ahora bien, se coreó algo infantilmente: “¡No tenemos miedo…!”. No faltaron expresiones algo soeces -sin duda fruto del enfado-, y algunos no pudieron evitar expresarse políticamente con el puño en alto. No hubo otros gestos -y podía haberlos si se toleraba el del puño-, quizás porque otros concentrados por el lema: “¡No toquéis a lo niños y niñas!”, no quisieron mostrar ideología alguna. Ya se dijo ahí que la concentración estaba abierta a todos y que no tenía carácter de parte. Cuando alguno recordó que en ésta plaza del Castillo corrieron delante de los grises y esas cosas, una señora, situada por el centro del grupo, se dio media vuelta diciendo en voz alta: hemos venido aquí por el tema de la vacuna de los niños. Y no le faltaba razón. Tampoco faltaron simplificaciones y tanto demagógicas como la “farmacia” que llevamos dentro, culpar de todo de forma rotunda e incisiva a la Cía….

Sinteticemos las intervenciones del PÚBLICO. Obsérvese que más que de la vacunación de niños y jóvenes, se habló en general.

¿En qué situación nos encontramos? Se trata de un engaño colectivo y a gran escala, y en vez de pandemia esto es una plandemia y una manipulación. Esto es una pesadilla. Aquí domina la Cía. Estamos en la situación que “profetizó” Huxley en Un mundo feliz (1932), donde todos íbamos a estar controlados. Hemos llegado a un momento de censura informativa brutal, que ni en tiempos de Franco. Es una situación rarísima, paradójica y casi de risa: en esta plaza del Castillo, donde hemos hecho de todo, correr delante de los grises, tirar petardos, manifestarnos mil veces, ahora se ha hecho necesario decir públicamente: “¡no me vacuno!”. (Esta imagen es muy buena. Y yo añadiría: y manifestarte junto a un tradicionalista que a su vez corea Osasuna, askatasuna). Un médico jubilado se admiró de lo bien que hablaban los asistentes, y se refirió a DIOS. Un francés mencionó la movida que hay en su país, pues se quiere obligar a todos a vacunarse, y a exigir certificado de vacunación, mientras confundía graciosamente “la vacuna” con “el vacuno”. Si hoy tenemos miedo, llegará el momento que querrán marcarnos, como marcaron a los judíos en tiempos del nazismo -recordó una simpática señora que se dijo judía creo que de Argentina- (También se podía añadir el control de presos por la KGB, Stasi, Securitate… que afectaba a toda la población).

¿Qué Gobierno tenemos en Navarra? En Navarra -se dijo- tenemos un gobierno fascista. (Por lo visto todo lo que no gusta, lo es, como término comodín en vez de ese otro término que es el marxista y otros). Estamos bajo un Gobierno PSOE que nos trata como a borregos. Es un escándalo el cartel de la fachada del edificio que se ve delante, donde pone: “Navarra se vacuna”. ¡Pues yo no! (El era adulto y de edad, no un niño o joven motivo de la concentración). Su toque de queda es propio de las dictaduras. Tenemos un Gobierno de mierda, títere -como en todos los países- de los cuatro mangantes que mandan en el mundo. Están todos pagados, todos los partidos políticos, todos los sindicatos, además de los periodistas, la televisión y todos los que tienen voz. Causa asombro el silencio de aquellos médicos y personal sanitario (a quienes se les respeta de corazón), que vacunan sin informar antes al paciente, que es lo que debieran hacer.

¿Qué hacer? No vamos a pedir nuestros derechos, sino que vamos a ejercerlos. Aquí está el derecho a la libertad sobre el propio cuerpo y a nuestro dinamismo personal en la vida cotidiana. Estamos aquí gente de Navarra y el resto de España, de Francia, de Grecia y el mundo…por lo que debemos unirnos todos y de todos los lugares. No sé cómo saldremos de ésta, pues somos minoría y los acosan los medios de desinformación. Ahora bien, sin miedo y juntos, lo lograremos, pues las minorías son las que mueven las situaciones por difíciles que sean. ¡Es hora de actuar! Hay que protegerse de la vacunación, pero también de la segregación que vendrá después en los niños y jóvenes no vacunados, tal y como empieza a ocurrir entre los mayores conforme al testimonio expreso de una señora que sufría una enfermedad.

¿Cuál va a ser el futuro? Parece que va a a ser de control de las personas, de falta de libertad. Todas las dictaduras vienen para quedarse -se dijo-.

Para terminar. Hemos mencionado la politización que sobraba en algunos de los intervinientes espontáneos, pero nos falta por añadir lo siguiente:

1º) Es bueno mencionar como argumento ante la posible obligatoriedad de la “vacunación” el derecho irrenunciable de los padres a la educación y cuidado de sus hijos, es decir, la patria potestad. No en vano la familia es la célula básica de la sociedad. Los padres están obligados con sus hijos y el bien común, que deben armonizarse y la patria potestad recordada y respetada.

2º) Es preciso actuar por ser padres y sociedad civil, y no principalmente por rechazo libertario a cualquier poder y Gobierno, sobre todo si no es de la propia cuerda política.

No debe escandalizarse ni poner el grito en el cielo porque el poder civil -la autoridad pública- se preocupe por nuestra salud tratándose de un mal o amenaza general. De ahí que haya que ser muy prudentes para evitar los contagios.

3º) Adviértase que el derecho del hombre sobre su cuerpo debe estar armonizado con sus propias obligaciones hacia él. La posición libertaria que las niega, suele relegar la defensa directa y expresa de los propios hijos.

4º) Hay que esgrimir los derechos personales -individuales y familiares- y sociales, hasta la objeción de conciencia, nunca insolidaria con la verdad de las cosas. Objeción de conciencia no ya hacia cualquier vacuna, sino hacia la necesidad universal de la actual, urgencia, modo, quién la dicta y el dictado mismo en un tema en el que han aparecido no pocos recelos.

5º) Los padres y personas sin ideologizar, debe participar activamente en las concentraciones, sin preocuparse por dejar su marca política -si la tienen-. No pueden dejar el terreno a otros cuando la convocatoria es para todos, y todos los convocados son necesarios.

6º) Debieran crearse más plataformas que unan a todos los padres afines, presentándose como tales. Ya hay digitales como “Rebelión en la Granja”, “Rambla Libre”, “Amor para romper el miedo” (micelio.es). Por mi parte, PROPONGO crear la plataforma: “Padres por sus hijos, niños con sus padres”, que equilibre la argumentación.

7º) Recordar el afán antinatalista de los actuales poderes globalistas. Este es el sustrato más grave y ante él hay que abrir bien los ojos.

Finalmente es altamente paradójico que personas de ideologías apoyadas por los globalistas (izquierdismo en general, y separatismos periféricos) se vuelvan contra los mundialistas. Sin embargo, no se debe recelar, pues todos somos padres, ciudadanos que intentamos ser responsables en el recto ejercicio de las libertades civiles, y el sentido común se encuentra aquí y allá. Seguramente nos encontramos antes realidades universales inscritas en la naturaleza humana. En eso, y en otras muchas cosas, podemos estar todos unidos con la debida distinción y respeto.

Como el tema es serio, sigue en pie la discusión, las denuncias y la exigencia de respeto. Y que nadie diga que rechazo -todo lo contrario- el que debamos ser muy prudentes para evitar los contagios. (Perdón por lo largo).