In memoriam. Santiago Arellano Hernández

(por José Fermín Garralda)-

Más que satisfactorio, es gozoso recordar al maestro y amigo. Siguiendo  sus pasos y el eco de su magisterio y consejo, aceptamos el riesgo de ofrecer unas líneas sobre Santiago, con permiso de sus interesados. Como cualquier desfiguración admite reproche, quien la advierta en estas páginas que no calle.

Muy escasos de medios de difusión, aprovechamos la Red que por ahora nos permite dar a conocer nuestro más sincero recuerdo. Para que conste.

Alguien escribirá la biografía de Santiago Arellano Hernández (Corella, 1944, Pamplona 2023) abordando sus múltiples facetas, que vivió estrechamente relacionadas y formando una maravillosa unidad. Todos los ámbitos que frecuentó eran buenos, aunque él no podía estar en todos los que existen, ni tampoco de la misma manera pues dependía de la naturaleza de cada uno de ellos.

Fue padre de familia, adorador nocturno y catequista, amigo de sus amigos, y riberica del Ebro en el viejo Reyno de Navarra. Fue catedrático, profesor y educador con una gran variedad de alumnos. Es conocida por todos su capacidad de consejo en los ámbitos más diversos, de escritor y ameno conferenciante. El amor le hacía volar y dedicarse a la formación de otros como servicio, y precisamente por eso daba solución a las realidades prácticas con humana inteligencia. Así, ocupó cargos de gestión en varios institutos, de inspección educativa,  llegó a ser director general de Educación del Gobierno de  Navarra durante doce años, y director del INECSE. Recibió muy merecidamente la Cruz Alfonso X el Sabio entre otros premios.

No fue hombre de capillitas ni partidos que dividen. Conocía la necesidad de instituciones y asociaciones sanas y fuertes, del principio de subsidiariedad, del “más sociedad y menos Estado”, para impedir la desvertebración social y masificación, la pérdida de derechos innatos y libertades, provocadas por la ideología racionalista, liberal y su hijuela socialista, y la increencia del falso progreso religioso. Así lo anunciaron los primeros pensadores de la tradición, luego Tocqueville, Aparisi Guijarro y otros. ¿Y hoy que vemos ante nuestros ojos el estatismo ya casi totalitario, ocupado por oligarquías?

Santiago fue un maestro y testigo, fue sabio porque hacía suyo lo que decía. Aquí nos interesa como tradicionalista pre político y político –es decir carlista-, un ámbito vivido por él indirecta o directamente con intensidad. Por lo que se refiere a la pre política, sus contenidos coincidieron lógicamente con sus aportaciones en aquellos otros ámbitos en los que colaboró. Al margen de estos últimos, ¿qué aportó Santiago Arellano a la pre política y política tradicionalista o carlista?

En cursiva destacaremos algunas de sus claves en el ámbito pre político, y más directamente en el político como es el caso de la organización carlista. Quien se dedique  al tipo de formación que impartió Santiago, podrán seguir a las mil maravillas sus pasos desde el ámbito de la  filosofía y teología políticas, pero sin desvincularlos del resto, pues tras la formación viene la acción en todos los ámbitos fundamentales de la vida individual y social.

En segundo lugar, Santiago contaba cómo, en su estancia de juventud en Barcelona, conoció a muchos tradicionalistas o carlistas y al entorno de la Regencia Nacional Carlista de Estella, presidida por don Mauricio de Sivatte, marqués de Valbona, creada en 1958. Conoció en profundidad al filósofo tomista dr. Francisco Canals Vidal, a Alsina, Petit Sullá, al P. Orlandis, la revista “Cristiandad” de Barcelona… a Juan Casañas Balcells (+ 2009), José María Cusell, Luis Luna, Moral, Hernández, Bartomeu, los Vives y tantísimos otros.

Pasó el tiempo. Santiago fue un estudioso y formador allá donde podía servir. Esa era su vocación. En torno a 1975, formaba a los jóvenes tradicionalistas de Pamplona, en el amplísimo local del Círculo Familiar Virgen del Camino de la calle Eslava nº1 (1971-1995), círculo que siendo carlista, no podía mostrarse abiertamente como tal. Aquellos jóvenes, de cuya formación se ocupó tan generosamente, ya son abuelos (1).

Santiago conformó este núcleo de formación y acción social y política con don Ignacio de Orbe y Tuero (1926 a 2-II-2006), barón de Montevilla, que expresaba el sentido de continuidad de principios y lealtad carlista, y don Miguel Ángel Garisoain Fernández (1934-2017), de un talante activo, político y organizador. Él era el formador y hombre de consejo, un  faro luminoso y afable, y un guía prudente y hasta cauto, y, como don Miguel, era de lo más dicharachero y entretenido.

Si él tenía tan sólo unos treinta años, para nosotros era “mayor” y las experiencias que contaba nos resultaban algo lejanas. Le esperábamos en una amplia biblioteca, iluminada con una luz fluorescente, con dos armarios llenos de libros y revistas buenísimas, con una gran mesa y abundantes sillas, presididos por la imagen entronizada del Corazón de Jesús y enfrente un cuadro en blanco y negro de Ntra. Sra. del Camino, patrona de Pamplona, y a ambos lados un gran dibujo de Arazuri sobre la Pamplona de 1500 y otro del escudo de Navarra laureado.

De natural afable y bondadoso, cercano y de fácil sonrisa, a quien nada de lo ajeno le era indiferente, Santiago veía a todos como iguales, hijos de Dios y elevaba a quien se le acercaba. Sus explicaciones conectaban con facilidad la realidad cotidiana con los grandes principios. Recordamos sus clases de hace 50 años: durante un año estudiamos con él El problema de Occidente y los cristianos del filósofo Federico Wilhelmsen (Sevilla, Ecesa, 1964, 229 pp.) y, al año siguiente, Signo de contradicción de Karol Wojtyla (Madrid, BAC, 1978, 264 pp.).

Fue un maestro y testigo, pues vivía lo que decía. A medida que hoy las cosas evolucionen en uno u otro sentido, la memoria nos hará más presente su constante aviso: “Algún día se nos tentará en la fe” -lo que ya se está haciendo realidad-. De ahí su devoción al arcángel San Miguel.

Veló por nuestra juventud, para que no fuese utilizada por nadie, tampoco por los afines. Más que impulsarnos a la acción, indicaba su por qué y para qué. No era un ingenuo pues conocía los rostros de la malicia. Decía: “Si os persiguen, que sea por lo que sois realmente y no por lo que otros dicen de vosotros”. Insistía que la contrarrevolución no es una revolución contraria, sino lo contrario a la revolución, como afirmaban los clásicos. Admitía la actividad en la forma a la que cada uno está llamado, pero antes y a la vez exigía mucha formación. Parte de nosotros y desde entonces, hemos llevado a la última concreción práctica lo que estudiábamos.

En todo momento –decía- debíamos estar con todo lo bueno, aplaudir lo justo donde se hallare, y reconocerlo donde se encuentre. Nos prevenía frente a las tentaciones antropocéntricas y los errores sobre la Gracia cometidos por el pelagianismo y semipelagianismo, y hasta el molinismo. También nos previno frente el llamado tradicionalismo filosófico francés que nada tiene que ver con el tradicionalismo o tradición política.

 Conocía bien la naturaleza y origen de la actual crisis, y el sentido de la historia para un cristiano y español, de modo que nada de lo que está ocurriendo nos es extraño: ya lo sabíamos. Sólo nos quejamos de que la realidad supere en mucho sus predicciones en rapidez y hondura: ziraua estali diteke.

Como médico que ausculta, transmitió claramente por qué descristianiza el Liberalismo –la víbora que se puede ocultar- como también lo hizo lo hizo el dr. Francisco Canals en 2003 (2), entre otros autores.

Hombre consciente del drama de una larga época de cinco siglos, y de la tragedia en la que ha desembocado, tenía un fino sentido del humor a lo Tomás Moro, al que tanto gustaba citar, sabiendo que por mucho que hagamos –y mucho hay que hacer- todo está en manos de Dios.

Redactó, con los citados Miguel Garisoain e Ignacio de Orbe, un precioso folleto titulado “Reflexiones de un español en tiempos críticos para su historia” (Barcelona, Círculo Familiar Montserrat, 1977, 47 pp.), completo y esquemático, con numerosas ideas a modo de prontuario y programa sociopolítico. Sus últimas páginas sobre la legitimidad son del todo significativas. Ya el término “tiempos críticos” coincidía con la cabecera muy valorada por don Miguel, de una revista política editada por el entorno de don Mauricio.

Tercero. Mientras formaba a los jóvenes del Círculo junto con de Orbe y Garisoain, Santiago conocía los pasos de la organización Unión Carlista, creada en 1978 hasta 1986, y el boletín de este nombre (1980-1981).

Apoyó a ambos en la unión de los carlistas en 1986. Con el seudónimo Jaime Arriaga, ofreció ideas en la revista “Acción Carlista” (1986), creada por dicho Garisoain, cabecera que éste último regaló generosamente a la Comunión Tradicionalista Carlista en abril de 1986. En su artículo “Entre españoles”, Santiago desvelaba el alejamiento de Europa de sí misma y la necesidad de que volviese a sus raíces. Escribió lo siguiente:

“La única Europa con sentido fue la Cristiandad. Renunció a él y se ha quedado en cuerpo sin espíritu. España se la jugó por ser fiel a la Europa de siempre. Su concepción del hombre y de la política los descubrió a la par que aquellos pueblos. España no quiso olvidar su origen, Quizás tenga como reto, si no cae en la vieja trampa, recobrar para la actual Europa el espíritu que un día perdió. Entonces se reconocerá que la única nación europea en verdad ha sido durante muchos años nuestra Patria” (3).

Participó activa y decisivamente en el Congreso de la unidad carlista, celebrado en El Escorial del 1 al 4-V-1986. En el boletín “Acción Carlista” previo al Congreso, escribió como S. Arellano unas palabras que mantienen todo su valor en 2024:

“¿Ha pasado nuestra hora? ¿El mundo de la Tradición no ha de encontrar eco en ningún español honesto, en ningún pecho cristiano? La política que reconoce como límite a Dios y al orden natural y niega que la soberanía de la voluntad de unos pocos o de muchos sea la única fuente del derecho y de la justicia, ¿no ha de encontrar su momento y sus defensores?

De sobra conocemos todos la importancia de la hora presente para el porvenir de España y del mundo, y la necesidad que tiene nuestra Patria de que se encuentre consigo misma, de que se fundamente en su propio ser para remontar y alejarse de sus infortunios.

El Carlismo, pese a quien pese, marginado, denigrado, deformada y escamoteada su historia hasta el olvido, es el único que puede y debe ser la voz de la conciencia de todos, fiel a su trayectoria y fija su mirada en el hombre de mañana” (4).

Este último párrafo se constata con frecuencia cuando, en lugares “académicos”, se repiten incluso los dicterios de los liberales decimonónicos.

Para que así fuese, los carlistas debían apartarse de “majaderías”,  “ambiciones bastardas y tonterías sobre todo”, como indicaba don Carlos VII en su conocido diario. En esto mismo insistía con fuerza don Miguel. Todo un aviso para superar las adherencias del camino hasta la actualidad.

En el Congreso para la unidad de mayo de 1986, Santiago defendió la ponencia Programática. Esta no supuso cambios doctrinales sino que planteó como estrategia el incidir en la sociedad. Mostró que el Carlismo debía de ser a modo de la intendencia “ideológica” de la sociedad, que el Programa debía de estar en fidelidad con el Ideario de siempre –que se reiteraba- pero adaptándolo -sin desvirtuar lo más mínimo- al quehacer práctico de un momento concreto.

Importa decir que su extensa ponencia fuese aprobada sin dificultades y por unanimidad. Su aportación fue la base para clarificar después la ponencia ideológica de don Raimundo de Miguel, que alguno de sus puntos –unidad católica y partidos políticos- se dejaron para más adelante, y de cuyo estudio se encargó al Consejo creado. El IIº Congreso de 1987 fue continuación del primero, porque debía tratar sobre los estatutos, la ponencia organizativa, y terminar de perfilar el Ideario.

El Ideario fue recogido en “Acción Carlista” (1987 y 1991) (5). De ahí también la importancia del libro oficial “Carlismo otra vez” (Madrid, CTC, abril de 1989, 96 pp.), prologado por Fco. Javier de Lizarza como secretario general de la Comunión. A Santiago se le deben muchas de sus páginas, como la línea programática (p. 11-20) entre otras, y el prontuario sobre las bases fundamentales del Carlismo, escrito para los jóvenes de campamentos, a modo de catecismo dividido en  ocho temas (p. 69-89). Santiago propuso con éxito  durante varios años, que los jóvenes monitores de los campamentos “Cruz de Borgoña” tuviesen que aprobar un examen sobre aquel.

En el ámbito político, entendió que el Carlismo –la legitimidad monárquica y los instrumentos llamados Unión Carlista UC en su caso, y luego Comunión Tradicionalista Carlista CTC- era necesario para preservar y difundir el Ideario de la tradición española, mantener la legitimidad dinástica, preocuparse de la la vida municipal y de la cuestión social, hacer las aplicaciones políticas debidas, y buscar medios de unión y organizativos, de influencia y acción. El objetivo no era crear un partido político, sino organizarse políticamente para servir a España, abriéndose todas las puertas; si había que pasar “por ventanilla” para poder hablar de todo, aprovecharse de algunos recursos en período electoral, y poder presentarse a las elecciones, pues “se pasaba”.

Gran parte de los carlistas activos se dedicaron a ello, otros añadieron a esto el ser formadores, y unos terceros como Santiago, Javier Nagore y Álvaro D’Ors -entre otros-, posicionados en la vida, se centraron en la formación y el consejo. Recordemos que D’ Orts figuraba como garante ante la opinión, en el último puesto de la primera lista electoral de la CTC, que fue al Parlamento Europeo en 1994. La presencia electoral fue muy importante, porque así nadie podía confinar el Carlismo a la historia de España, ni "museizarlo".

Santiago, como cada cual, tenía su propia vida y otras muchas actividades en las que llegó mucho más lejos que otros debido a su gran capacidad.

Cuarto. En todos los Congresos nacionales de la CTC hasta el XIVº de 2022, Santiago fue elegido consejero nacional con una suma de votos cada vez mayor. El primer Consejo se formó en el Hotel Tres Reyes de Pamplona el 19-VII-1986, según acta notarial de Javier Nagore del Año 1986 nº 874. Santiago estaba entre los 13 presentes, aunque el listado de consejeros ascenderá a un total de 53. No participó mucho en el Consejo, y a los pocos años le pareció bien que más que un cuerpo de Consejo hubiese consejeros. Como tal, estuvo en algunas Diputaciones Generales de la Comunión.

Quinto. Desde 1986 Santiago apoyó la primera andadura de la CTC de Navarra, estuvo siempre afiliado, y durante años fue consejero.

Sobre todo impartió cursos de formación para jóvenes en diferentes momentos. Estaba siempre dispuesto a servir, incluso cuando el público se preveía reducido, por ejemplo con ocasión de la mesa redonda celebrada en el Colegio Mayor Larraona sobre la política social y laboral (27-V-2005).

Fue autor del texto de la “Consagración de la juventud carlista de Pamplona a la Inmaculada Concepción”, festividad celebrada el domingo siguiente a su Octava por privilegio de S. Pío X de 1905 y mantenida ininterrumpidamente hasta hoy (6). Lo mismo diremos de la “Consagración de las juntas carlistas a San Miguel de Aralar. Nor Jaungoiko aña?”, que se reza todos los años desde su inicio en 1990, cuando comenzó la peregrinación carlista anual al santuario de San Miguel, prolongada hasta hoy durante 34 ediciones. En ellas destaca la perseverancia a favor de la civilización del Amor. También redactó un texto crítico cuando el Gobierno de Navarra cerró sus puertas al Ángel de Aralar hace unos años.

Sus brindis al final de la comida de hermandad en la peregrinación a San Miguel de Aralar y en la fiesta de la juventud carlista de Pamplona, enardecían los ánimos, conservándose el resumen de algunos de ellos en las crónicas de los Actos.

En sexto lugar, es conocida la presencia de Santiago en la vida de la Comunión Tradicionalista Carlista de ámbito nacional. Sería imposible hacer una relación de las múltiples charlas, jornadas y foros en los que participó al servicio directo de la organización carlista, y muchas veces su orientación y contenido podía ser totalmente compartido por los que no se consideraban carlistas.

Se le debe agradecer mucho haber compatibilizado su servicio en la administración pública con la formación de jóvenes y adultos que impartió en el marco de la organización carlista nacional.

En unas diez ocasiones participó activamente en las Jornadas del Foro Alfonso Carlos I, con un predicamento cada vez mayor. En tales casos trató sobre “Tomás Moro, (como) modelo de nuestra vocación política” (2000), los “Medios para la acción social y política católica” (2001,), y otros temas en 2002. Tuvo un máximo interés, por su recogida de textos históricos y emotividad, su exposición “Claves para comprender la situación política actual. Revolución liberal y claudicación católica en los s. XIX y XX” (7). Las incoherencias de los liberales “moderados” las analizó en “El Carlismo en la IIª República: la resistencia al proceso revolucionario” (Morella, 2013). En adelante, trató diversos temas de actualidad: sobre el municipio, “Política municipal y municipalismo” (Javier, 2014) y “La aventura de crear familia” (2016). Relativo a Europa, se expresó con una singular inspiración en “La Contienda entre la Cristiandad española (s. XVI y XVII) y el nacimiento de la Europa del s. XVIII y siguientes” (Madrid, 2018). Al año siguiente, participó sobre el feminismo (2019). Otras veces presentó la mesa redonda como el “Aportaciones del Carlismo a la historia de España” (2008). Un suma, temas amplios, grandes líneas, intuiciones fundadas.

Muy generoso con su tiempo para orientar a los jóvenes y dar cuerpo a iniciativas de formación, participó en las Jornadas para la juventud en la asociación carlista “Cruz de Borgoña”. Por ejemplo lo hizo en sus conferencias a finales de marzo y comienzos de diciembre de 1999, lejos de una visión pietista de la fe y la política, aunque en la segunda tratase sobre la temporalidad del hombre y nuestra llamada a la felicidad. El actualísimo tema de la manipulación del lenguaje lo desarrolló en 2002, tema tratado por Plinio Correa de Oliveira, Rafael Gambra, Amando de Miguel, Víctor Manuel Arbeloa etc. Si se dice que el papel todo lo aguanta, Santiago afirmaba que, si no se prevé la amenaza de  posibles distorsiones en la formulación y el espíritu de la ley, la palabra escrita puede retorcerse a voluntad

Sus colaboraciones en “Ahora-Información” (revista impresa de la CTC) fueron frecuentes, de gran valor y los últimos temas fueron: “Para entender Navarra: los fueros, nuestra seña de identidad” (nº 163), la participación de los padres en la educación (nº 164), y el Covid-19 (nº 165). Tiene que haber alguien que recopile todos los artículos y colaboraciones de Santiago, como también de José Miguel Orts y otros amigos y correligionarios. En todo momento trataba de todos los temas, los más vertebrales, los de siempre y los más actuales. La amplitud de su mirada no quedaba en vaguedades, sino a modo de pilares del palafito en los terrenos anegables de nuestros días.

Le gustó mucho el lema de los carlistas de fines del s. XIX: “El Carlismo no es un temor, es una esperanza”.

Octavo. Tuvo una personalidad libre de complejos y del “qué dirán”. Difundió la verdad y la tradición política navarra y española que nos sustenta, la auténtica, y no la caricatura que de ella hacen el falso progreso, los seguidores de Maritain, o los liberales-católicos tendentes al racionalismo, naturalismo y la secularización.

Santiago, Javier Nagore y don Álvaro D’Ors, que no estaban pendientes del qué dirán en las comunidades científica e ideológica, valían tanto profesionalmente que otros les solicitaran su saber y magisterio. Nadie buscó excusas tildándoles de algo que “justificase” el rechazo. Lo decimos porque en el variopinto ámbito académico y cultural… hay quien dice respetar a todos, pero recela del que sea tradicionalista en política o carlista. Aunque éste no les comprometa, le alejan como al “original de la familia”, etiquetan y confunden reduciéndolo a un tradicionalismo cultural, creado por ellos con un fuerte sabor historicista y mariteniano. Son capaces de señalarle como contrario a la libertad, al progreso espiritual, a las necesidades del presente… revelando así un punto de partida filosófico, oportunista y acomplejado. La vieja crítica liberal oponía libertad y tradición, ésta última a la verdad y al progreso, y acusaba al defensor de la tradición –que no quería entender- de encadenar a la Iglesia a moldes humanos caducos y comprometer el trabajo ajeno etc.

El noveno lugar, las claves intelectuales que recogía Santiago fueron recurrentes, compendio de su formación y constatación  práctica.

Primero, y relativo al método, advertía las influencias racionalistas y positivistas en los estudios universitarios, y recelaba de la primacía absoluta que se da a los datos empíricos por parte del historiador y otras ciencias. He aquí su punto de partida y método, su desvelar presuposiciones y su intención propedéutica.

Santiago llegaba más alto que los historiadores, pero por otras vías, demostrando sus tesis por caminos diferentes: desde la filosofía y teología de la Historia, y desde la historia de la literatura.

En todos los ámbitos–incluido el pre político-, aplicaba sus conocimientos de la lengua castellana e historia de la literatura, reconociendo que su formación teológica, filosófica e histórica eran complementarias de aquella, y “requisito para tener una visión coherente y un sentido de la vida que ama con pasión la verdad, imprescindible para poder enseñar” (8).

Entendía los hechos en su conjunto, a partir del sentido de la vida, de modo que más que entretenerse en cada árbol, era amigo de contemplar el bosque en su conjunto, porque “es más fácil encontrar las claves del sentido y las enseñanzas, que la Historia, como maestra de la vida puede transmitir para hoy”.

A veces, el “ver” sabiendo mirar, vale más en todos los sentidos que una demostración tras otra, lo que sin duda es herencia de San Agustín.

Intuitivo, su oratoria era como un Vázquez de Mella según Álvaro D’Ors, y su facilidad de palabra permitía entender con él profundas enseñanzas e identificarse con ellas. Si de evangelizar se trataba, lo hacía a través del testimonio y la escucha a través el oído. Con formas bellas en el decir, rubricaba la verdad y vivencia expresando así la unidad del ser humano.

Segundo, Santiago admiraba a autores tradicionales como Balmes y Donoso Cortés, y a los carlistas Vicente Pou y Aparisi Guijarro, entre otros. Conocía la Obra de San Agustín -insistía en De Civitate Dei-, la escuela de juristas de Salamanca, sacaba mil enseñanzas de La Celestina, El Quijote, y mostraba su inmenso aprecio por el siglo de Oro, las populares comedias de Lope de Vega o la profundidad de Calderón de la Barca… O autores como Gerardo Diego y tantos otros. Esto y mucho más lo demostró en sus aportaciones sobre la literatura universal en “La Verdad”, recopiladas en su libro Aprender a mirar para aprender a vivir (2020).

Entendía que la vida debe realizarse en plenitud y que el Amor es el centro y motor de todo, también de la lucha socio política. En política, el Amor se  fundamenta teológicamente en la realeza social de Jesucristo, como primero explicaba el P. Ramiére, y más tarde fundamentó Pío XI en su encíclica magisterial Quas Primas sobre Cristo Rey. Así, en Santiago, el vértice de la virtud de la obediencia estaba en Cristo Rey, lo que tuvo que vivir porque, hoy día, los niveles de director general estaban influidos por la pertenencia a cierta Obediencia iluminista como brazo de infiltración.

Tercero. Como conocedor de la historia de la literatura, el Santiago de las aplicaciones nos prevenía sobre las rupturas renacentista, protestante y luego ilustrada, que quisieron pivotar todo en torno a las fuerzas, capacidades y cálculo de cada cual. (Del Renacimiento e Ilustración él hablaba en singular, aspecto que nosotros matizamos por el plural). Nos prevenía frente al pelagianismo y semipelagianismo, y hasta el molinismo de Luis de Molina. Tales tentaciones antropocéntricas no quedaron en el pasado, pues se pretenden culminar hoy. También advertía sobre el peligro del esteticismo de Rubén Darío, Valle-Inclán, y el culto a las formas.

Concretando el caso español, Santiago desvelaba el origen de los males que han desquiciado el ser de España hasta nuestros días: el afrancesamiento del período borbónico, la Ilustración, “la aparición de una, a modo de ‘escuela’ política en la corte española de Carlos III y Carlos IV”, “una escuela revolucionaria que cambió la historia”, un despotismo ilustrado y ministerial, fruto a su vez del afrancesamiento anterior, y, retrospectivamente, del protestantismo y el Renacimiento paganizantes. Apreciaba las aportaciones del Manifiesto de los persas de 1814, la cercanía algo distante de Menéndez Pelayo, y conocía algunas de las importantes tesis de Suárez Verdeguer sobre la historia.

Reconocía la valía cultural y grandeza de España, y estaba lejos de cualquier complejo de inferioridad, que por orgullo, ignorancia o malas artes,  anida en no pocos españoles, sujetos a un europeísmo que ha acabado como una ideología compendio de otras.

Cuando aceptaba las posiciones de Menéndez Pelayo, y también cuando  suponía la existencia de cierto carácter nacional, unos elementos comunes y específicos, un estilo y sesgo que conformaban España y a los españoles, Santiago no lo hacía según el idealismo romántico, el historicismo o el evolucionismo contrario a la libertad, sino en sentido amplio y desde las constantes de una tradición –tradere- modelada durante siglos. Recordemos que la historia de la literatura era un buen medio, utilizado a su vez por don Marcelino, desde luego muy diferente –pero no contrario- y más profundo, al seguido –por ejemplo- por Miguel Olza Zubiri sobre la psicología del habitante de la Ribera tudelana (1974) y la población rural vasca de la Montaña navarra (1979).

Para Santiago, entender a los españoles exigía comprender que los contenidos transmitidos por la tradición española no eran un romanticismo. Reducir la tradición española al romanticismo y al tradicionalismo cultural, era reverdecer viejas posiciones combatidas por los carlistas tanto del pasado como del presente. Como demostró Alsina Roca (1985), el tradicionalismo filosófico francés , inmerso en una confusión y desenfoque radicales, está en la génesis de la generación romántica catalana, y se incorpora casi exclusivamente a través de la España liberal.

El pensamiento político tradicional español tenía un soporte metafísico, escolástico y tomista, implicaba una religión positiva, era teológico, exigía el tradere y sentido común, era mucho más amplio y profundo que las formas expresivas de una época –verbales, gestos, posicionamientos-, lo que permite  comparaciones entre diferentes etapas culturales y países. Así nos lo explica también Canals, Ayuso, Evaristo Palomar y otros autores del derecho natural hispánico (2001).

Valorar la tradición española y vivirla no era un romanticismo de época ni una posición historicista, aunque el envoltorio podría revestir formas románticas en un siglo como el XIX, del realismo, del noventayochismo etc.

Destaquemos un cuarto punto. Santiago vibraba cuando reconocía al verdadero pueblo español. Para identificarlo y más allá de la literatura y la práctica cotidiana, le salió al paso el testamento de don Carlos VII, y, después, la lectura del libro Requetés. De la trinchera al olvido con recopilaciones de dos autores como son el dr. Larraz y Sierra-Sesúmaga. De ella decía:

“Este es el pueblo español. (…) De sus declaraciones se percibe no sólo al guerrero, sino al hijo, al trabajador, al creyente, al paisano, al enamorado, al miembro de una familia, al vecino de un pueblo, al hombre arraigado en su comarca, que ama con pasión a su región, a su Patria, a su España Católica y Monárquica, a una sociedad cuajada en la Fe de la Iglesia. Isla superviviente de LA CRISTIANDAD”. “La Madre, el fruto más sazonado de la Tradición” (9).

¡Ah!, creemos que además de ser hombre de fe y oración cristiana, y de cultivar el sentido común en la carrera de la vida, existe en Santiago un dato biográfico, que le desvela cuando afirma: “Debo aclarar que este sentido de la vida no lo da, por desgracia, la Universidad. Quizás los datos sí, pero el sentido sólo puede darlo quien lo posee. En mi caso, mis padres, campesinos sencillos y santos de la Ribera de Navarra, que en paz descansen” (10).

Este carácter popular, de cuna y temperamental, le hizo apreciar en mucho la profesión de maestro, las devociones y fiestas populares, los autores de los siglos XVI y XVII y, en especial, como buen ribero, la cultura y sensibilidad barroca.

Esto y la propia reflexión, le hizo distanciarse de los oropeles versallescos, del ambiente cortesano y sus imitadores, del absolutismo monárquico, de un falso populismo, y de pretendidas élites intelectuales que tomaban como propios los desvíos que copiaban de allende los Pirineos y luego de los movimientos italianos. Todo ello lo hacía en favor de la austeridad y devoción escurialense, los movimientos populares e intelectuales propios que brillan en la historia de España e Hispanoamérica, el sentido común y el realismo no exento de sensibilidad artística.

La sociedad, el pueblo, sí importaban -y mucho-. También cómo se toman las decisiones de gobierno. El “todo para el pueblo pero sin el pueblo” del despotismo ilustrado del s. XVIII, del Liberalismo posterior y actual, suponía un orgullo disfrazado de un presunto servicio, aunque fuese para cosas buenas –que ni eso-. ¿Servirse de los demás o servirles lisa y llanamente? ¿Sustituir a los  agentes sociales, que saben muchísimo de aquello que viven?

Quinto, Santiago también cultivó el asociacionismo. Por un lado, apoyó a la asociación carlista “Cruz de Borgoña” en aspectos formativos. Por otro, organizó y participó en la fundación navarra del Movimiento de Renovación Pedagógica “Amado Alonso” con fines exclusivamente educativos. También tomó parte en el proyecto –no llevado a cabo- de diversos sectores laicos católicos, de crear una plataforma para coordinar sus acciones concretas en Navarra y aglutinarles en defensa de sus derechos civiles como católicos y con propuestas en positivo (21-III-2005). Una plataforma así otros la desarrollaron en el tema de la vida humana y el crimen del aborto.

Impulsó la Fundación Luis de Trelles, sin relación con la CTC. Lo hizo como director y ponente del XVIII Curso de verano con el tema monográfico “Luis de Trelles y Noguerol”, celebrado en Irache, Viana y Vitoria del 28 al 30-VI-2007. Es  conocido que Trelles era carlista, que trabajó en el canje de prisioneros durante la guerra, y que al acabar ésta fundó la adoración nocturna española en 1877. La conferencia se tituló: “La perspectiva del Reino de Cristo de un enamorado del Santísimo Sacramento”. Años después, en 2023 dirigió el “Encuentro sobre don Luis de Trelles y la Adoración Nocturna” (11).

Organizadas por carlistas conocidos, impartió conferencias de temas sin la etiqueta “carlista” con los títulos: “La enseñanza de la Religión en los centros públicos para una educación integral” (Oviedo, 11-3-2005), y “Reflexiones en tiempos críticos para nuestra historia” (Gerona 2006). Nadie estaba obligado a pensar que por sus contenidos, el ponente fuese carlista, pero eso es precisamente actuar como tal, salvo en el momento de concretar una fidelidad dinástica y organización política, lo que supondría salirse fuera del ámbito de la estricta formación general.

Para terminar, y en sexto lugar, Santiago también vibraba al contemplar que el Amor es el quicio, soporte y motor del mundo, y que su mayor o menor falta y hasta desaparición, se traduce en el crecimiento del odio hasta su forma más destructiva. Aplicado a todo resulta que:

Dios es la única garantía de quien nada tiene, y ante Dios Padre no hay que impostarse sino humillarse, porque todo lo bueno es Gracia. Es el Quién como Dios de San Miguel: nor Jaungoikoa aña?, es el Beneditus dominus Deus meus de la Leyenda del antiguo escudo del Reino, o el Pro libertate patria gens libera state o divisa de los Infanzones de Obanos.

En la polis o urbe, en el foro y el mercado… todo debe ser servicio, deben respetarse las libertades personales y sociales, su jurisdicción privativa, los Fueros, la familia como fundamento de la patria y España, el principio clásico de la subsidiariedad –en el Tratado de Maastrique de 1992 está invertido- (12) y el peso de la historia con sus últimas concreciones, deberán ser respetados.

Tratándose de la polis y a imitación de Dios, los Gobiernos deben justificarse en el bien común, en ayudar a vivir en sociedad, en su mejora temporal,  y en facilitar las condiciones para la salvación eterna –comunicarla es misión de la Iglesia-, sin querer dirigir la vida ajena como hace el despotismo ilustrado, y además de gente que siembra corrupción. Más aún, el rey debe conducirse como verdadero padre de los más débiles, y por eso, que firmase la ley del aborto fue aberrante.

Para Santiago, la naturaleza humana, la incidencia de la salvación cristiana como realidad sobrenatural, y la sociedad concreta navarra, española y la  hispanidad, expresaban el Dios, Patria, Rey de la tradición española. El peso específico de ésta configura y perdura más de lo que permiten suponer los avances de la revolución anticristiana, contra natura y antiespañola.

En fin, Santiago fue un hombre completo y participó en toda la realidad, también política, según sus cualidades y posibilidades. Fue familiar, alegre y generoso, tenía un fino sentido del humor,  y sin duda puede decirse que detrás de un gran hombre hay una gran mujer: tal fue su esposa Maite. Sus hijos son un reflejo de ambos.

Querido Santiago, los tradicionalistas o carlistas de Navarra te damos las gracias. Rogamos por ti ante el buen Padre Dios, y tú ruega por la Iglesia, por nosotros, Navarra y el resto de España.

Recogemos la oración de Santo Tomás Moro, suplicando al Señor un poco del sentido del humor (13) -que es humildad-, que tanto gustaba a Santiago:

“Concédeme, Señor, una buena digestión, / y también algo que digerir. // Concédeme la salud del cuerpo, / con el buen humor necesario para mantenerla. // Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar / lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante / el pecado, sino que encuentre el modo de poner / las cosas de nuevo en orden. // Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, / las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no / permitas que sufra excesivamente por ese ser tan / dominante que se llama: YO. // Dame, Señor, el sentido del humor. / Concédeme la gracia de comprender las bromas, / para que conozca en la vida un poco de alegría y / pueda comunicársela a los demás. // Así sea”.

Cada cual ampliará y juzgará lo dicho aquí como desee, incluso creer que el hombre de hoy no puede leer tanto. Ocurre que la vida es larga y densa. De todas maneras, perdone el lector a los pedantes por no haber querido sintetizar más. Sea lo que fuere, sobre todo no pequemos por nuestros olvidos.

Algún día conoceremos la verdadera dimensión de la aportación de  Santiago a la civitas Dei, porque si es hermoso advertir hoy el brillo instantáneo del cometa, más lo será contemplar –donde sea- el brillo parpadeante de la estrella fija en el firmamento.

Muchas gracias Santiago, maestro y amigo.

Notas:

(1) En dicho Círculo Familiar participó activamente el capitán de navío e investigador en arqueología naval, Carlos Etayo Elizondo (1921-2006), quien de vivir se quedaría atónito porque, todo lo que nos enseñó sobre la revolución mundial, se está cumpliendo ante nuestros ojos. Sólo podemos quejarnos de que si bien anunciaron los males venideros, se quedaron "cortos", aunque no podían calibrar bien su rapidez y radicalidad. En el Círculo también conocimos a Teófilo Andueza Armendáriz y Mari Carmen Lafuente Anaut (+ 2007) con su devoción a Ntra. Sra. de Garabandal, la prodigiosa memoria del primero, y la defensa que hizo Mari Carmen, de la laureada del escudo de Navarra, el día de la gran manifestación del 9 de marzo de 2007 bajo el lema "Fuero y libertad. Navarra no es negociable". Disgustadísima por tener que rescatar una bandera laureada que -con orden de sus superiores políticos de UPN- la policía foral secuestró a unos manifestantes carlistas, falleció a las pocas horas de un infarto (“Acción Carlista” nº 87, III-2007). Amigo de sus amigos, al fallecer Ignacio de Orbe y Miguel Garisoain, Santiago les compuso preciosos sonetos (el don Ignacio se recogió en “El Irrintzi” nº 108, III-2006), y luego un poema al catalán de casta Felipe Vives Suriá (+ 2020, “Ahora Información”, nº 166, IX-X 2020). Otros miembros del Círculo eran Félix Elizalde Agorreta (+ 2001), Félix Barrio Andrade (+ 2002), Jesús García Daspa (+ 2013) y un largo etcétera.

(2)  La XLI Reunión de Amigos de la Ciudad Católica se reunió en la Fundación Balmesiana de Barcelona del 28 al 30-XI-2003, “Verbo” nº 419-420 (XI-XII-2003). CANALS VIDAL, Fco. “¿Por qué descristianiza el Liberalismo?”, en “Verbo”, nº 439-440 (XI-XII-2005). “Si los católicos liberales hubiesen atendido a las fuentes filosóficas del liberalismo, hubieran podido advertir la razón profunda de su devastadora influencia descristianizadora” (p. 822).

(3) ARRIAGA, Jaime, “Acción Carlista”, 2º Tr. 1985, pág. 5

(4) ARELLANO S. “Acción Carlista”, 2º Tr. 1986, pág. 1

(5) “Acción Carlista”, nº 1, IIª época, s.f. aunque creo que de julio de 1987, y nº 17 de I al IV-1991

(6) SAB (seud. Fco. López Sanz), “El Pensamiento Navarro”

(7) Editado por el dr. Evaristo Palomar, ARELLANO, Santiago, “Claves para comprender la situación política actual. Revolución liberal y claudicación católica en los s. XIX y XX”, Madrid, Ed. Tradere, 2010, Cuadernos nº 5, 27 pp., p. 6

(8) ARELLANO, Santiago, “Claves para comprender…”, vid. nota 7, p. 6

(9) ARELLANO, Santiago, “Claves para comprender…”, p. 23 ss.

(10) ARELLANO, Santiago, “Claves para comprender…”, p. 6.

(11) “La Verdad”, nº 4326, 19-V-2023

(12) GARRALDA, J. F., “Europa y el retorno del principio de subsidiariedad”, en VV.AA. Subsidiariedad: Historia y Aplicación. Subsidiarity: history and application, Pamplona, Centro de Estudios Europeos, Universidad de Navarra, 2000, 598 pp. pág. 99-124; ampliada en Ed. Speiro, Madrid, Revista Verbo nº 387-388 (VIII-X- 2000), pág. 593-629.

(13) VÁZQUEZ DE PRADA, Andrés, Sir Tomás Moro. Lord Canciller de Inglaterra, Madrid, Rialp, 1962, 395 pp., p. 190.

Publicado en "Ahora-información" 17 y 20-I-2024