"...en cambio, con querer entrar en mi Voluntad, el alma depone la suya y quita la sombra de su querer, 


y mi Voluntad hace resplandecer su vívida luz, la inviste, la transforma en la misma luz" 


Libro de Cielo Vol. 15-31

De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta Vol. 15-31  Junio 21, 1923 

Diferencia 

entre quien reza y obra 


en el Divino Querer teniendo conocimiento

de lo que hace, 

y entre quien se encuentra en Él porque la Divina Voluntad

lo envuelve y que por su naturaleza se encuentra por todas partes


 

(1) Estaba haciendo mi acostumbrada adoración al crucificado bien mío, y estaba diciéndole:  "Entro en tu Querer, es más, dame tu mano y ponme Tú mismo en la inmensidad de tu Voluntad, a fin de que nada haga que no sea efecto de tu Santísimo Querer".  Ahora, mientras esto decía pensaba entre mí:  "¿Cómo, la Voluntad Divina está por todas partes, por lo tanto ya me encuentro en Ella, y yo digo entro en tu Querer?"  Pero mientras esto pensaba, mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:

(2) "Hija mía, sin embargo hay gran diferencia entre quien reza u obra porque mi Voluntad lo envuelve y por su naturaleza se encuentra en todas partes, y entre quien por su propia voluntad, teniendo en sí conocimiento de lo que hace, entra en el ambiente divino de mi Voluntad para obrar y rezar.  ¿Sabes tú qué sucede?  Sucede como cuando el sol llena la tierra de su luz, pero no en todos los puntos la luz y el calor son iguales; en algunos puntos hay sombras, en otros puntos hay luz directa y el calor es más intenso; ahora, ¿quién goza más luz, quién siente más calor, quien está en la sombra o quien está en los puntos donde la luz no está cubierta por la sombra?  Aunque no se puede decir que donde hay sombra no hay luz, pero donde no está la sombra la luz es más viva, el calor es más intenso, es más, los rayos del sol parece que invisten el lugar, lo absorben, y si el sol tuviera razón y una criatura por su espontánea voluntad se expusiera a sus ardientes rayos, y a nombre de todos dijera al sol:  ‘Gracias, ¡oh! sol por tu luz, por todos los bienes que haces con llenar la tierra, por todos quiero darte la correspondencia por el bien que haces’.  ¿Qué gloria, honor, complacencia, no recibiría el sol?  Ahora, es verdad que mi Voluntad está por todas partes, pero la sombra de la voluntad humana no deja sentir la vivacidad de la luz, el calor y todo el bien que contiene; 

en cambio, con querer entrar en mi Voluntad, el alma depone la suya y quita la sombra de su querer, y mi Voluntad hace resplandecer su vívida luz, la inviste, la transforma en la misma luz, y el alma abismada en mi Querer Eterno me dice:  ‘Gracias, ¡oh! Santo Querer Supremo por tu luz, por todos los bienes que haces con llenar Cielo y tierra de tu Eterno Querer, por todos quiero darte la correspondencia del bien que haces’.  

Y Yo siento tal honor, gloria y complacencia, que ningún otro la iguala.  Hija mía, cuántos males hace la sombra de la propia voluntad:  Enfría el alma, produce el ocio, el sueño, el entorpecimiento.  Diversamente es quien vive en la luz de mi Querer".

(3) Después de esto me he encontrado fuera de mí misma, y veía como si debieran venir enfermedades contagiosas, y muchos eran llevados a los lazaretos; reinaba un espanto general, y tantos otros males de nuevo género, pero espero que Jesús quiera aplacarse por los méritos de su preciosísima sangre.