Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

Qué cosa es vivir en la Divina Voluntad

Enero 25, 2024

+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, en la medida que conocemos apreciamos, amamos y poseemos. El Señor ha dado  la luz a su Iglesia de forma creciente, hasta manifestar el Don supremo: el vivir en su Querer Divino. + 


Queridos hermanos, todo parte del conocimiento, de lo que el Señor ha querido manifestar. La Revelación pública es completa, pero no ha terminado ni terminará nunca, eternamente. Lo dice la misma Sagrada Escritura:  “Muchas cosas tengo aún que deciros, pero por el momento no sois capaces de comprenderlas. Pero cuando  venga el Espíritu de la Verdad, El os llevará a la Verdad por entero, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá todo lo que habrá oido y os anunciará las cosas futuras” (Jn 16,12-13). San Pablo dice: “Yo, hermanos, hasta  ahora no os he podido hablar como a hombres espirituales, sino como a seres carnales, recién nacidos en Cristo.  Os he dado leche, no un alimento sólido, porque no erais capaces. Y ni ahora lo sois; porque todavía sois carnales: si entre vosotros hay envidia y discordia, ¿no sois acaso carnales y os comportais de manera humana?” (1a Cor 3,1-3). San Pedro nos dice: “Preparando vuestra mente a la acción, vigilad y poned toda esperanza en  aquella gracia que se os dará cuando Jesucristo se revelará(1a Pe 1,13). Y San Juan: “Carísimos, ahora ya  somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Mas sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos como El es” (1aJn 3,2-3). 

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 8, leemos que el ministro de la reina de Etiopía regresaba  de una peregrinación a Jerusalén. “Dijo entonces el Espíritu Santo a Felipe: «Acércate y llégate a ese carro».  Apresuró el paso Felipe, y oyendo que leía al profeta Isaías, le dijo: «¿Entiendes eso que estás leyendo?» El  otro le respondió: «¿Y cómo podría, si nadie me instruye?»” 

Lo mismo vale para los Escritos de Luisa, no porque su contenido sea dificil, sino porque quien se acerca a  ellos se siente en un primer momento desorientado, tanto por el tema como por como se expresa Luisa, y sobre  todo porque lo que el Anuncio del Señor descubre es una gran sorpresa. En cada cosa que leemos en los Escritos deberíamos preguntarnos: “¿Esto quién lo está diciendo: Jesús o Luisa?”. Si es Luisa, el problema ahí termina;  pero si es algo que dice Jesús y no lo reconocemos o aceptamos, lógicamente no aceptaremos muchas otras cosas estrechamente vinculadas con eso y sin duda ya presentes, al menos en embrión, en la Revelación pública. Por  tanto, cuidado con no valuar con ligereza cosas que, a primera vista, pueden parecernos extrañas o desconcertantes.  “La clave” para el discernimiento podrá ser sólamente la Revelación pública, conforme a la fe de la Iglesia, y la  extraordinaria lógica interna y la unidad de los Escritos.  

Para comprender su contenido, su mensaje, no basta leerlos o estudiarlos. Quien lee comprenderá, en la medida  que esté abierto a la Voluntad de Dios y permita a la Gracia transformarlo conforme a lo que lee. “Mi doctrina  no es mía, sino de Aquel que Me ha enviado. Si uno quiere hacer la Voluntad de El comprenderá si esta doctrina  viene de Dios o si Yo hablo por mi cuenta” (Jn 7,16-17). 

Enseguida se siente una íntima conmoción y atracción, o por el contrario se traduce en un instintivo rechazo y desacuerdo. Antes aún de poder juzgar lo que se lee, somos nosotros juzgados. En los Escritos buscamos la razón de lo que sentimos, sin darnos cuenta de que el motivo está dentro de nuestra conciencia.  

Desde las primeras páginas de los Escritos (Vol. 2°, 19 de Mayo 1899), el Señor nos avisa: Yo me comunico tanto a los humildes como a los sencillos, porque enseguida creen en mis gracias y las tienen en gran estima, aunque sean ignorantes y pobres. Pero con esos otros que ves Yo soy muy reacio, porque el primer paso que acerca el alma a Mí esla creencia. Por tanto, con toda su ciencia y doctrina, e incluso santidad,  nunca sienten un rayo de luz celestial, o sea, que van por el camino natural y nunca llegan a tocar ni siquiera un  poco lo que es sobrenatural. Ahí tienes la causa de por qué en el curso de mi vida mortal no hubo ni un sabio, o  un sacerdote, o un potentado entre mis seguidores, sino todos ignorantes y de pobre condición, por ser más humiles y sencillos, y también más dispuestos a hacer grandes sacrificios por Mí”. 

Para orientarnos en la lectura de los Escritos, debemos considerar las “líneas maestras” de la espiritualidad  de Luisa Piccarreta, que se encuentra en sus Escritos. 

Ante todo, ¿cómo debemos considerarlos? Hay quien los llama de un modo y quien de otro. ¿Cómo sería justo llamarlos? “¿Obras”? “¿Diario”? Ya vimos que el título se lo ha dado el mismo Jesús: “Libro de Cielo”. Desde las primeras páginas Luisa aparece como un alma “mística” que ha escrito, come tantos otros autores antiguos y recientes en la Iglesia, de los que se conocen sus esperiencias íntimas espirituales. Luisa sólo en parte  se puede considerar así, porque sus escritos no describen sólo un itinerario de vida espiritual, sino que son ‒ya lo  hemos dicho‒ la proclamación del Decreto o Proyecto eterno de Dios, que anuncia el cumplimiento de su Reino:  el Reino de su Voluntad.  

Lo que ella ha escrito no es fruto de su voluntad ni de su capacidad. De hecho, ¿de quién son estos Escritos?  Sólo hasta un cierto punto son suyos. Sólo en parte, y no la parte principal. Ella ha puesto en ellos su vida, destilada  gota a gota, a costa de hacerse inmensa violencia, con obediencia heroica. Ella ha puesto su lucha interior continua,  la victoria de la Voluntad Divina sobre su enorme repugnancia. Ella ha puesto su fatiga, su pobrísima cultura (sólo  fue a la escuela uno o dos años), su ortografía y sintaxis más que aproximada, su lenguaje con rasgos dialectales, 

su mano llagada, con la que escribió unas 14.000 páginas durante casi 40 años. Ella ha puesto la parte humana, lo  que cubre el contenido. El contenido lo ha puesto el Señor. Ella representa la paja, Jesús el trigo; de Luisa es el envoltorio, los accidentes; de Jesús la sustancia. El la reclama tantas veces como suya, pero aunque no lo hiciera  es evidente. Los Escritos por tanto son de ella, pero sobre todo de El. Son suyos “los derechos de Autor”. Son,  como bien había comprendido el último Confesor de Luisa, Don Benedetto Calvi, “los hijos de Jesús y de Luisa”

“Hija mía, si quien te guía y dirige te da esta obediencia, significa que ha comprendido que soy Yo el que te  habla y el valor que tiene hasta una sola de mis palabras (…) Ah, tú no sabes cómo lo asisto y estoy en torno a  él, mientras lee los escritos míos y tuyos sobre mi Voluntad…” (09.09.1926). 

“Hija mía, no te angusties; estos escritos son míos, no tuyos, y en mano de quien puedan ir a parar, nadie  podrá tocarlos para estropearlos. Yo los sabré custodiar y proteger, porque es algo que Me pertenece, y todo el  que los tome con buena y recta voluntad hallará la cadena de Luz y de Amor con que amo a las criaturas. Puedo  llamar estos escritos desahogo de mi Amor, locuras, delirios, excesos de mi Amor, con los que quiero vencer a  la criatura, para que vuelva a mis brazos, para hacerle que sienta cuánto la amo”. (19.05.1938). 

“Hija mía, no te preocupes (de los escritos). Yo seré atento custodio, porque Me cuestan demasiado. Me cuesta  mi Voluntad, presente en estos escritos como vida primaria. Podría llamarlos testamento de amor que mi  Voluntad hace a las criaturas: se entrega a Sí misma y las llama a que vivan en su Heredad (...) Por eso, estos  escritos estan llenos de Vidas divinas, que no se pueden destruir (...) Demasiado haría falta para tocar lo que te  he hecho escribir sobre mi Voluntad, porque puedo llamarlo nueva Creación viviente y hablante. Será el último  desahogo de mi Amor hacia las humanas generaciones...” (20.06.1938). 

Pero volvamos a lo esencial: por tanto, ¿qué cosa es “vivir en la Divina Voluntad”, este Don supremo? ¿No es tal vez “hacer” o cumplir la Voluntad de Dios, que todos los Santos conocen y hacen? Está claro que no se  trata de palabras, sino que estamos ante una cosa nueva, no conocida hasta ahora. Así Jesús le dice:  

“Los mismos Santos se unen conmigo y hacen fiesta, esperando con ardor que una hermana suya sustituya  sus mismos actos, santos a nivel humano, aunque no a nivel divino; Me ruegan que cuanto antes haga entrar  a la criatura en este ambiente divino…” (13.02.1919) 

En otro pasaje Luisa dice: “¿Será posible que Jesús haya dejado pasar tantos siglos sin dar a conocer estos  prodigios del Divino Querer y que no haya elegido entre tantos Santos a uno que diera comienzo a esta santidad  totalmente divina? Y eso que estuvieron los Apóstoles y tantos otros grandes Santos, que han asombrado a todo  el mundo…” (03.12.1921) 

–“Amor mío y Vida mía, yo aún no logro convencerme: ¿cómo es posible que ningún Santo haya hecho  siempre tu Stma. Voluntad y haya vivido de la forma como ahora dices, en tu Querer?” –“…Desde luego que  han habido Santos que han hecho siempre mi Querer, pero han tomado de mi Voluntad en la medida que la  conocían. Ellos conocían que hacer mi Voluntad era el acto más grande, lo que más honor Me daba y lo que  conducía a la santificación, y con esa intención la hacían y eso tomaban, perché no hay santidad sin mi Voluntad,  y no puede resultar ningún bien, santidad grande o pequeña, sin Ella” (06.11.1922) 

“Hija mía, en mi Voluntad Eterna encontrarás todos mis actos, como también los de mi Madre, que envolvían  todos los actos de las criaturas, desde el primero hasta el último que tendrá que existir, como dentro de un manto,  del cual, teniendo como dos partes, una de ellas se elevaba hasta el Cielo para devolver a mi Padre, con una  Voluntad Divina, todo lo que las criaturas Le debían: amor, gloria, reparación y satisfacción; la otra permanecía  como defensa y ayuda para las criaturas. Nadie más ha entrado en mi Voluntad Divina para hacer todo lo que  hizo mi Humanidad. Mis Santos han hecho mi Voluntad, pero no han entrado en Ella para hacer todo lo que  hace mi Voluntad y recoger como en una sola ojeada todos los actos, desde el primer hombre hasta el último, y  hacerse sus actores, expectadores y divinizadores. 1 Con hacer mi Voluntad no se llega a hacer todo lo que mi  Eterno Querer contiene, sino que desciende limitado a la criatura, en la medida que la criatura puede contenerlo.  Sólo quien entra dentro de El se ensancha, se difunde como luz del sol en los eternos vuelos de mi Querer y,  encontrando mis actos y los de mi Madre, añade el suyo. Mira en mi Voluntad: ¿acaso hay otros actos de criatura  multiplicados en los míos, que llegan hasta el último acto que ha de cumplirse en la tierra? Fíjate bien; no  encontrarás ninguno. Eso significa que nadie ha entrado. Estaba reservado abrir las puertas de mi Eterno Querer  sólo a mi pequeña Hija, para unificar sus actos a los míos y a los de mi Madre y hacer que todos nuestros actos  fueran triples ante la Suprema Majestad para bien de las criaturas. Ahora, habiendo abierto las puertas, pueden  entrar otros, con tal que se dispongan a un bien tan grande”. (06.11.1922) 

En conclusión, digamosle cada día: “Todo lo mío es tuyo, y todo tuyo es mío. ¡Te doy mi voluntad, dame la  Tuya!”. Y como en una escala que nos lleva a lo alto: “¡Perdoname, purificame, reordename, llename de Tí,  santificame, sustituyeme, transformame, transustanciame, consagrame, divinizame y llevame contigo al Padre!” 

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1- Esta es una definición de lo que es vivir en la Divina Voluntad.