"¿Qué actitud debemos tener ante todas esas cosas?











Sólo al Credo y a la Palabra de Dios como la conoce la Iglesia debemos creer al 100%,  y esa es la Fe llamada “teologal" ..."


 Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

Prudencia, no es Prevención

Padre Pablo Martín Sanguiao



Mayo 11, 2023

Prudencia, No Es Prevención


¡Virgen Prudentísima, ruega por nosotros! 

Queridos hermanos, vivimos en una gran guerra de espíritus, una guerra que se combate ante todo dentro de cada uno de nosotros, en nuestra propia conciencia. Una  guerra que en primer lugar es entre la Verdad y la mentira, que a menudo se nos presentan revueltas y fácilmente distraen la mente y el corazón de lo que de verdad cuenta ante Dios,  de la “única cosa necesaria”, como ha dicho el Señor.  

No me refiero sólo a la inundación de noticias, a menudo malas y preocupantes, de lo  que pasa en el mundo y por desgracia en la Iglesia, sino también a tantos mensajes,  revelaciones, profecías, etc. ¿Qué actitud debemos tener ante todas esas cosas? 

Sólo al Credo y a la Palabra de Dios como la conoce la Iglesia debemos creer al 100%,  y esa es la Fe llamada “teologal”; a todo lo demás podemos creer sólo con fe humana, en la medida que son creíbles y van de acuerdo con las Verdades de Fe. Es necesaria la luz  para ver, la luz de la recta razón y la que viene del Señor en la oración. Digamos como diría un niño: “¡Mamá, enciende la Luz!” ¡Virgen Prudentísima, Tú que meditabas esas cosas en tu Corazón, ruega por nosotros! 

Sabemos que en este mundo, donde Dios construye “una casa” llega poco después el  diablo a poner “un edificio”, y si hay un dinero auténtico no es extraño que haya también  dinero falso y que a primera vista sea difícil darnos cuenta y distinguirlo. El demonio,  “padre de la mentira”, cuando no puede frenar empuja y cuando no puede negar exagera.  A menudo basta apenas una gota de veneno para envenenar toda una sopa o una gran predicación… O como decía un loco en el manicomio: “Ni son todos los que están, ni  están todos los que son”. 

Ultimamente ha sido creado un “Observatorio vaticano” para detener los cultos marianos no reconocidos, a partir de los que han surgido estos últimos años en Roma y  alrededores: ciertas “apariciones”, imágenes que lloran con sus correspondientes  mensajes, etc.. ¿Se busca la verdad o no será que algunos busquen más bien oscurecer a la Stma. Virgen, arrasando con todas esas cosas como si todas fueran lo mismo? Esté claro que no nos toca a ninguno de nosotros dar una sentencia acerca de la autenticidad de los  hechos, y menos aún sobre la conciencia de nadie.  

Lo que digo debería ser un reclamo a la prudencia, no a la sospecha y a la  desconfianza. San Juan dice: “Carísimos, no creáis a cada inspiración, sino poned a  prueba las inspiraciones, para ver si vienen realmente de Dios, porque muchos falsos  profetas han surgido en el mundo” (1 Jn. 4,1) 

El Señor ha dicho: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se  cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos? Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos; un árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol  malo dar frutos buenos. El árbol que no da frutos buenos es cortado y arrojado al fuego.  Por los frutos, pues, los conoceréis” (Mt 7,15-20) 

Y a los Apóstoles dijo: “Cuidad que nadie os engañe, porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos. Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras, pero no os turbéis; es necesario que todo eso suceda, mas no es  aún el fin (es decir, el fin del mundo, conforme a la pregunta de los Apóstoles). Se levantará nación contra nación y reino contra Reino; y habrá hambres y terremotos en

diversos lugares; pero todo eso es sólo el comienzo de los dolores. Entonces os entregarán  a los suplicios y os matarán, y seréis odiados por todos los pueblos a causa de mi nombre.  Muchos se escandalizarán, se traicionarán unos a otros y se aborrecerán. Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos y por el exceso de la maldad se  enfriará la caridad de muchos. Mas el que persevere hasta el fin será salvado. Entre tanto  este evangelio del Reino (no sólo de la Redención, que ya vino, sino del Reino que en el  Padrenuestro pedimos que venga) será anunciado en todo el mundo, testimonio para 

todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. 

Y San Pablo dijo a los cristianos de Tesalónica hace ya veinte siglos, porque pensaban  que el Día del Señor fuera “inminente”: “Os rogamos, hermanos, por lo que hace a la  venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con El, que no os dejéis tan fácilmente confundir y turbar, ni por pretendidas inspiraciones, ni por mensajes, ni por  alguna epístola presentada como nuestra, como si el Día del Señor fuera inminente. Que  nadie os engañe en modo alguno, porque antes ha de venir la apostasía y ha de  manifestarse el hombre de iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra  todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse 

Dios a sí mismo” (2 Tes 2,1-4); es el que San Juan llama el anticristo (1 Jn. 2,18). El deseo, junto con el temor, no ayudan a comprender los tiempos. Nuestra percepción del tiempo es muy relativa, mientras que el número de los siglos, años o días es preciso,  establecido por Dios, aunque para nosotros sea bastante misterioso. Para poder darnos  cuenta ‒por ejemplo‒ si la venida gloriosa del Señor sea “inminente” o si el tiempo nuevo  de su Reino esté “cerca” hace falta ver los signos de los tiempos, algunos de los cuales muy precisos, indicados por el Señor y por los Apóstoles. 

Han sucedido cosas que habían sido profetizadas: hay que ver si la profecía fue dada  en un tiempo “no sospechoso”, cuando no se podía prever con esos particulares.  En el libro del Deuteronomio (18,18-22) el Señor dice: “Yo llamaré a un profeta en  medio de sus hermanos y le pondré mis palabras en la boca y él les dirá lo que Yo le  ordene. Si alguien no hace caso de las palabras que él dirá en mi nombre, Yo le pediré  cuentas. Pero el profeta que se atreva a decir en nombre mío una cosa que Yo no le he dicho que diga o que hable en nombre de otros dioses, ese profeta morirá. Si tú piensas:  ¿cómo reconoceremos la palabra que el Señor no ha dicho? Cuando el profeta hable en  nombre del Señor y no suceda ni se cumpla lo que haya dicho, esa palabra no la ha  dicho el Señor; la ha dicho el profeta por presunción: de él no tengas temor”.  Y Jeremías dijo, dirigiéndose a un falso profeta (28,8-9): “Los profetas que vinieron  antes de ti y de mí, desde tiempos muy antiguos predijeron contra muchos países, contra reinos potentes, guerra, hambre y pestilencias. En cuanto al profeta que predice la paz,  será reconocido como profeta realmente enviado por el Señor sólo cuando su palabra  se cumpla”. 

A veces sin embargo puede ser que Dios le muestre un cierto castigo futuro, pero que la intercesión del vidente obtenga que la Justicia Divina suspenda o retire la amenaza. Así vemos en el profeta Amos, cap. 7: “«Señor Dios, perdona, ¿cómo podrá resistir Jacob?  Es tan pequeño». El Señor se apiadó: «Eso no sucederá», dijo el Señor”. O bien el anuncio  catastrófico que hizo el profeta Jonás a la ciudad pagana de Nínive: “Le fue dirigida a  Jonás por segunda vez esta palabra del Señor: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad,  y anúnciale lo que Yo te diga». Jonás se levantó y se fue a Nínive según le dijo el Señor.  Nínive era una ciudad muy grande, de tres días de camino. Jonás empezó a recorrer la 

ciudad, por un día de camino y predicaba: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida». Los ninivitas creyeron a Dios y proclamaron un ayuno, se cubrieron de saco,  desde el mayor al más pequeño (…) Dios vio sus obras, que se habían convertido de su conducta malvada y se apiadó, retirando el castigo con que les había amenazado y no lo  mandó” (Jonás 3,1-5.10). Mientras que Jonás se lo tomó a mal y Dios tuvo que darle una  pequeña lección personal… 

Ante ciertos mensajes o anuncios proféticos puede servir esto que se lee en Hechos  de los Apóstoles 23,9, cuando San Pablo contó su conversión ante el Sanedrín: “Se  produjo un grande alboroto y algunos escribas del partido de los fariseos, levantándose,  protestaban diciendo: «No vemos nada de mal en este hombre. ¿Y si un espíritu o un  ángel le hubiera hablado de verdad?».”  

En fin, la regla de oro nos la dice San Pablo: “No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinad cada cosa, conservad lo que es bueno. Evitad toda clase de mal”  (1 Tes 5,19-22) 

Se dice: no te creas todo lo que oigas, no digas todo lo que sabes, no todo lo que podrías hacer es conveniente hacerlo. Recuerda: eres dueño de tus silencios, pero esclavo  de tus palabras. Cuidado con “no tirar al niño junto con el agua sucia”. Y cuidado con lo  que decimos: a veces basta una palabra, un juicio, para destruir a una persona, o peor, una  realidad o una gracia que viene de Dios. Por eso “de toda palabra inutil que decimos tendremos que dar cuenta”. Peor aún, si es mala. ¡Y peor sobre todo, si hacemos inútil una palabra dicha por el Señor! 

Para terminar, una palabra que Luisa dice al Señor en el 10° Volumen (8.11.1911):  “Oh, Amor, sólo Tú me entiendes, sólo Tú me comprendes, mi silencio te dice aún más.  En tu Corazón (en tu Querer) se dice más con el silencio que con hablar y amando se  aprende a amar. ¡Amor, Amor, habla Tú sólo, que siendo Amor sabes hablar!” 

Virgen Prudentísima, Tú que meditabas estas cosas en tu Corazón, ruega por  nosotros! “¡Mamá, enciende la Luz!”