Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

Conocer para vivir en la Voluntad de Dios



Septiembre 21, 2023


+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, antes de ver qué es lo que quiere de nosotros el Señor o lo  que debemos hacer o no hacer, debemos comprender, en la medida de lo posible,  lo que es la Voluntad de Dios y qué cosa es vivir en Ella +



Queridos hermanos, hablábamos de la necesidad de conocer antes de hacer. Sólo en la medida  que conocemos, así amamos y poseemos y tanto mayor valor tiene lo que tenemos o lo que hacemos. Si me regalan un aparato, una computadora, por ejemplo, pero yo no entiendo de eso  o no sé usarla, es como si no la tuviera; y así en todo.  

El Señor nos lo dice con un ejemplo (Vol. 13°, 25-08-1921): supongamos que alguien tiene  una gema y sabe que vale 10 euros; es rico de 10 euros. Pero se la hace ver a un experto, el cual  le dice que esa piedra preciosa vale mil euros. Más adelante la ve un joyero, que le asegura que vale diez mil euros y está dispuesto a comprarsela si quiere venderla, entonces sabe que tiene diez mil euros: así aprecia más su piedra y la conserva con mucho más cuidado, sabiendo que es toda su fortuna, mientras que antes no le daba importancia. Y sin embargo la piedra no ha cambiado, sigue siendo como era, el cambio lo ha hecho él al saber su valor. Pues así pasa con la Divina Voluntad, o con las virtudes; en la medida que comprendemos su valor y aumenta  nuestro conocimiento, así cambian nuestros actos, nuestro modo de ver todo y nuestra vida.  

Con la Gracia de Dios, hoy queremos dar un pasito más en nuestra formación espiritual, que se traduzca en vida. Debemos comprender suficientemente qué cosa es la Divina Voluntad y qué es lo que pedimos, cuando en el Padrenuestro decimos “hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. Porque si no, decimos lo que sabemos y no sabemos lo que decimos. Y antes de ver qué es lo que quiere de nosotros el Señor o lo que debemos hacer o no hacer, debemos  comprender, en la medida de lo posible, lo que es la Voluntad de Dios: se puede decir que es “su Sueño de Amor”, su perfecta Voluntad eternamente realizada. Que se haga en el Cielo  depende de El, de su Voluntad, pero que se cumpla en la tierra depende de nosotros, de la nuestra. 

Ese conocimiento parte de comprender bien que nuestra existencia no depende absolutamente  de nosotros ni de las demás criaturas, que la vida no nos la damos nosotros mismos; debemos comprender que no existe la “casualidad” y que cada criatura y cada cosa que existe tiene una  función y una finalidad que forma parte de un Proyecto único, inmenso, como tantos  innumerables componentes de un mecanismo que funciona hacia un fín sublime. Vemos que todas las cosas creadas se comportan según su naturaleza programada por el Creador mediante  leyes físicas y químicas (que el hombre apenas conoce y sin la luz de Dios se confunde), así  como mediante muchas clases de instintos, pero no tienen historia, no deciden, al no tener libre albedrío. Solamente el hombre, dotado de libre albedrío, puede decidir, puede obrar de un modo  consciente y voluntario, conforme con la Voluntad de Dios o en desacuerdo con Ella, y en ese caso crea graves desórdenes dolorosos para él mismo y daños en el mecanismo de la Creación.  

Ninguna cosa procede de la nada, sino que todo viene de Dios y ha de volver a Dios, y eso por  medio nuestro, destinatarios de todo. “Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” (1a Cor 3,22-23). Por eso debemos saber que todo lo que somos, lo que tenemos y lo  que hacemos está conectado con Nuestro Señor y lo afecta, lo siente como suyo, y de la misma  forma todo lo que El es, sus obras y su vida, todo tiene que ver con nosotros. Jesucristo, en el acto de su Encarnación, ha llamado a la existencia a todas las almas, ha establecido nuestra vida  como tenía que ser, santa y perfecta, según la Voluntad Divina, pero ha tomado como suya esa  misma vida nuestra, en la forma miserable como nosotros la hemos profanado. Dios se ha hecho como nosotros para hacernos como El, ha tomado todo de cada uno de nosotros, se ha revestido  de nosotros; por eso ahora quiere que nosotros hagamos nuestro todo lo que es suyo y nos revistamos de El, como dice el mismo San Pablo, “revestíos del Señor Jesús” (Ef 4,24) (eso es lo que significa el “fundirnos en Jesús”). Debemos comprender que nosotros somos y existimos por Cristo, que estamos conectados en todo con El y que nos invita a vivir su misma Vida en El,  como El es todo para nosotros, está siempre con nosotros y quiere vivir en nosotros.  

Por último, debemos empezar a comprender la diferencia entre estar en Gracia y el vivir en la Divina Voluntad (que supone vivir en Gracia, es lógico). Imaginemos una estatua de sal, que representa al hombre: ¿cuánta agua puede absorber sin perder su forma, sin deshacerse?  Supongamos, 5 litros. Pero un día el Señor hace que la estatua descubra el mar y se acerque a él.  “¿Sabes quién soy?”, le dice el mar. “Soy tu padre, la sal con la que estás hecha ha salido de mí, te la he dado yo. Míra cuánta agua hay en mí, cuánta agua soy yo. ¿Quieres entrar a vivir  en mí?” Si la estatua acepta, llega una pequeña ola, un poco más fuerte, y se lleva la estatua  dentro del agua, en la misma orilla. La estatua podría salirse del agua y seguir siendo como antes,  pero si persevera y permanece, poco a poco esa agua que la envuelve la va deshaciendo, de manera que pierde su propia forma y va adquiriendo la misma forma del mar, y así empieza a  conocer tantas cosas que hay en el mar (nunca se acaban), a reconocerlas y apreciarlas como suyas y a hacer junto con el mar todo lo que él hace, a tomar parte activa en todo.  

La persona creada que somos cada uno de nosotros sigue siendo ella, es lógico, pero la unión con Dios es a nivel de voluntad. Debemos perder nuestra forma de pensar, de amar, de obrar, de vivir, para adquirir su forma de pensar, de amar, de obrar y de vivir, tomando parte en sus obras y en su misma Vida.  

El agua representa la Vida divina, que se nos da por pura Gracia; el mar representa la Divina  Voluntad. Sólo así la criatura puede decir como Jesús y Jesús puede decirle a la criatura lo que dijo al Padre: “Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío”. Y aquí viene el vértigo, ¡porque “todo” significa “todo”! Y el Señor quiere que todo lo que El nos da lo reconozcamos y lo  poseamos como nuestro, que lo amemos como El y con El y sea nuestro reino. ¡Este su “sueño  de amor”, esta es su finalidad última en todo lo que Dios ha hecho, esto es vivir y reinar en la  Divina Voluntad!