Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Tomemos parte activa en el Acto eterno de Dios
Mayo 22, 2025
+ ¡Ave María! Queridos hermanos, Dios desea que todos los momentos de nuestra vida sean vivificados por su Querer y que tomemos parte activa en todo lo que hace su Acto único y eterno: nos quiere con El en todo. +
Queridos hermanos, pidamos por la Iglesia y por el Vicario de Cristo, el Papa, para que tenga la Luz y la dé a toda la Iglesia, la Luz de la Divina Voluntad. Pero ahora volvamos a nuestro tema, al que el Señor nos llama.
Nosotros hacemos muchas cosas: basta pensar a cuántos años tenemos, cuántos días, cuántos minutos y segundos, a cuántos actos forman nuestra vida… A cuántos son los actos de toda la humanidad y de todas las criaturas durante toda la historia, desde el principio de la Creación hasta el fin del mundo… Todos esos actos son creados por la Voluntad de Dios en un solo Acto eterno. Jesús nos descubre ahora que desea que tomemos parte en todo lo que El hace en su Acto eterno. Dios hace todo por amor a nosotros, y es justo y necesario que en cada cosa y en cada instante le respondamos con nuestro amor, por nosotros y por todos, en todo lo que El ha creado.
Para comprender o intuir lo que es su Acto eterno, pongamos un ejemplo. Vemos una procesión: el primero pasa ante nosotros a mediodía, el último a las dos de la tarde. Ha durado dos horas. Pero desde la terraza de un edificio de treinta pisos, desde el primero que vemos hasta ver el último pasa sólo media hora: se ha abreviado el tiempo. Pero mirando desde un avión, vemos la procesión completa con una sola mirada: se ha cancelado el tiempo. Así ve Dios toda la historia del mundo, desde el comienzo hasta el fin, con una sola mirada: para El no existe el pasado ni el futuro, todo está presente al mismo tiempo. Es su Acto único y eterno, en el que cada criatura y cada momento de nuestra vida está establecido, en el puesto asignado por la Sabiduría de Dios.
Otro ejempio. En el Evangelio se repite muchas veces un milagro, que pasa inobservado: Jesús habló tantas veces a las muchedumbres que le seguían, como cuando multiplicó cinco panes y dos peces para cinco mil personas. ¿Pero cómo habrá hecho para que toda aquella gente le oyera, sin un micrófono ni altavoces…?
En realidad sí que tenía un micrófono y una inmensa instalación, la de su Voluntad, con la que su palabra llegaba a todos, a toda la tierra y también al Cielo. Un micrófono que ahora nos ofrece a nosotros.
Un día, en una iglesia, un niño de 3 o 4 años se acerca al altar, se levanta de puntillas hasta el micrófono y lanza un gritito, que resuena amplificado y potente en toda la iglesia. Su vocecita se ha vuelto la de un gigante. De igual forma ahora el Señor nos ofrece el micrófono de su Voluntad y nos invita a decirle algo, por ejemplo “Jesús, te amo”, simples palabras que así resuenan por todas partes: en el Cielo y también en el Purgatorio, en toda la tierra y en todas las cosas, en cada criatura y, con una simple intención, de parte de todos. La voz es la nuestra, pero su timbre, su potencia, su alcance y su eficacia son la Suya. Para eso es el don que ahora nos ofrece. Eso es tomar parte activa en su Acto único y eterno. Y ya antes había dicho al Padre en su última cena lo que ahora quiere decirnos a cada uno de nosotros: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn 17,10).
El Señor le dice a Luisa en el Volumen 15° (13.02.1923):
“Hija mía, ánimo, séme fiel y atenta, que la fidelidad y la atención producen en el alma igualdad de estados de ánimo, forman un solo estado de ánimo y la perfecta paz, que la hace dominadora, de modo que hace lo que quiere y llega adonde quiere. Sobre todo a quien vive en mi Querer le sucede como al sol, que nunca cambia, uno sólo es su acto: emana de su esfera luz y calor; no hace hoy una cosa y mañana otra, es siempre fiel y constante en hacer la misma cosa. Pero mientras que uno es su acto, cuando ese acto desciende y toca la superficie de la tierra, ¿cuántos actos diferentes se producen? Casi innumerables. Si halla una flor entreabierta, con el beso de su luz y calor la abre, le da el color y el perfume; si encuentra el fruto acerbo, lo madura y le da la dulzura; si encuentra los campos verdes, los hace rubios; si halla aire podrido, con el beso de su luz lo purifica; es decir, que a todas las cosas les da lo que necesitan para existir en la tierra y para que produzcan la utilidad que contienen, establecida por Dios, de modo que el sol con su fidelidad y con hacer siempre lo mismo, es el cumplimiento de la Voluntad Divina en todas las cosas creadas. Oh, si el sol no fuera siempre igual en enviar su luz, ¡cuántas oscilaciones, cuántos desórdenes habría en la tierra! Y el hombre no podría hacer ninguna previsión, ni sobre los campos, ni sobre las plantas; diría: «Si el sol no me manda su luz y su calor, no sé cuando puedo segar ni cuando madurarán los frutos». Así sucede con el alma fiel y atenta, en mi Voluntad uno es su acto, pero los efectos son innumerables; mientras que si es inconstante y desatenta, ni ella ni Yo podemos hacer ninguna previsión, ni establecer el bien que puede producir.”
Y en el Vol. 11° (29-10-1914) Jesús le dice: “Sé atenta a que no se te escape nada de este Ser mío que vive en ti y que cada acto tuyo esté unido a mi Voluntad, porque mi Voluntad contiene actos completos del todo. Basta un solo acto de mi Voluntad para crear mil mundos, todos perfectos y completos. No necesito actos sucesivos, uno me basta por todo. Así tú, haciendo el acto más sencillo unido con mi Voluntad, me darás un acto completo, o sea, de amor, de alabanza, de agradecimiento, de reparación; es decir, que todo contendrás en ese acto, más aún, me contendrás a Mí mismo y me darás a Mí. Ah, sí, sólo estos actos unidos a mi Voluntad pueden estar ante Mí, porque para un Ser perfecto que no sabe hacer actos incompletos, hacen falta actos perfectos y completos para darle honor y complacencia; y la criatura sólo en mi Voluntad hallará esos actos perfectos y completos. Fuera de mi Voluntad, por más buenos que fueran sus actos, serán siempre imperfectos e incompletos, porque la criatura necesita actos sucesivos para perfeccionar y completar una obra, si es que lo logra. Así que todo lo que la criatura hace fuera de mi Voluntad, Yo lo miro como una nada.”
La Divina Voluntad contiene actos completos; no necesita hacer actos sucesivos, uno Le basta por todo. Dios es “Aquel que es”, Dios es Plenitud, Dios es en su Acto puro, único, absoluto, simplísimo, infinito, eterno, que no necesita añadir actos. Dios no tiene un “antes” ni un “después”. Y si para Dios no existe el pasado ni el futuro, estos dos conceptos nuestros, que acompañan inexorablemente el camino de nuestra vida, no existen en la gran Realidad objetiva. Son conceptos nuestros puramente subjetivos.
Y sin embargo el tiempo es una realidad objetiva: es un componente esencial de la Creación, del Universo creado, es su cuarta dimensión (además de las tres dimensiones del espacio: longitud, anchura y altura), es el modo de existir propio de cada ser creado, porque al ser limitado no es capaz de tener o de realizar al mismo tiempo todas sus posibilidades, sino que en momentos sucesivos ha de pasar del poder hacer un acto a realizarlo.
El hombre no es puro espíritu, como los ángeles. El hombre no se posee ni se realiza en un solo acto que abarque todo lo que él es, y por tanto de una vez por todas, en una única decisión de adherir a Dios, en la que definitivamente se exprese del todo él mismo. Dios nos da tantos momentos que forman el camino de nuestra vida, para que pueda aumentar nuestro conocimiento de El y nuestra respuesta de amor a El. Dios nos concede a cada uno un tiempo conveniente y suficiente, perfecto, en el que pueda madurar nuestra libre respuesta a Dios. Sólo al final de ese tiempo nuestra respuesta (sí o no) se hace definitiva, con todas las consecuencias. Disponemos sólo del instante presente para poder hacer algo. Pero en cuanto criaturas, siempre hemos de pasar de las muchas posibilidades al acto de realizarlas; por tanto siempre existirá el tiempo. Para eso sirve el tiempo.
Y en efecto, Dios recibirá gloria “por los siglos de los siglos”: en un tiempo sin fin.
Por eso es logico que no habrá un fin del tiempo. Cosa diferente del “fin de los tiempos”, los tiempos de espera y la llegada del Tiempo tan esperado, del cumplimiento del Reino.
¿Por lo tanto “tiempo eterno”? Aparentemente parece una contradicción, una paradoja; ¿cómo se explica? Es verdad que el tiempo empezó con la Creación (“en el principio”), pero no tendrá fin (“por los siglos de los siglos” o “en los siglos eternos”). El paso del tiempo no existe para Dios, sino para la criatura. Lo que para nosotros es pasado, presente y futuro, para Dios es un solo acto eternamente presente. “Ante Dios un día es como mil años y mil años como un día” (2ª Pt 3,8). Dios ve desde siempre y para siempre “con una sola mirada” todos los siglos de la historia, y los que seguirán sin fin, después de que concluirá nuestra historia sobre la Tierra.
Así mismo, come Dios tiene el tiempo en su Acto eterno, así es también para nosotros: nuestro tiempo en el que ahora vivimos no será seguido por la eternità “que nos espera”, sino que ya, en el presente, tiempo y eternidad son dos dimensiones, dos niveles de existencia, dos realidades coexistentes, concomitantes, y así serán siempre. Nuestra eternidad ya está aquí y ahora, presente en cada acto de existencia (“colocado” en su correspondiente espacio-tiempo). Por eso cada acto es imborrable, imperecedero: cada instante de nuestra vida, como cada evento, grande o pequeño, de la entera historia del Universo; es decir, todo, absolutamente todo, desde el momento en que recibe la existencia, permanece así para siempre, como lo ha querido Dio. Lo que Dios crea no desaparece, sólo va más allá de nuestra percepción. Desaparecerán eternamente sólo los pecados perdonados con sus consecuencias, porque estas no vienen de Dios. ¡Cada acto nuestro, en su instante, tiene valor de eternidad!
Esta relación misteriosa entre el tiempo y la eternidad explica la presencia de toda la Vida de Jesús, de su Pasión, Muerte y Resurrección, viva y real, en la Eucaristía. Dice el Señor:
“Siendo Yo infinito, en un simple acto de mi Voluntad poseo todos los bienes, que desbordandose de mi Ser descienden para el bien de todos”. (20-05-1918)
“Un solo acto de mi Voluntad e incluso un instante está lleno de vida creadora, y quien posee esta vida, en ese instante puede dar vida a todo y conservar todo, por tanto de ese único acto de mi Voluntad el sol recibe la vida de la luz, la tierra su conservación, las criaturas la vida”. (13-02-1919)
El Querer Divino, que es eterno e inmenso, contiene todo, el pasado y el futuro lo reduce a un solo punto, en el Acto único de Dios, en el que todo lo que hace está en acto.
La Divina Voluntad posee la inmensidad, el poder de multiplicar los actos cuanto quiere, la eternidad que contiene el presente, el principio y el fin de todas las cosas, su inmutabilidad. Lo dice Jesús a Luisa:
“Hija mía, mi Voluntad fué el punto central de mi vida. Desde el primer momento de mi concepción hasta el último respiro me precedió, me acompañó, haciendose vida del mismo acto, y me seguía, conteniendo mi acto en el ámbito eterno de mi Querer, del que no hallaba la salida. Y como mi Voluntad Eterna era inmensa y no hay nada en que no circule, ni generación en la que Ella no deba dominar, para Ella era como cosa natural formar mis actos, multiplicarlos por todos, como si fueran por uno solo”. (15-06-1922)
“En mi Voluntad todo existía y todas las cosas eran para Mí un punto solo. Te veía entonces como te veo ahora, y todas las gracias que te he dado no son sino la confirmación de lo que eternamente se te había dado; y no sólo te veía a ti, sino que en ti veía mi pequeña familia que habría vivido en mi Querer. ¡Qué contento estuve! Ellos me calmaban mi llanto, me calentaban y, formando corona en torno a Mí, me defendían de la perfidia de las otras criaturas”. (25-12-1921)
él existe y del que nada falta, pasado, presente y futuro, y haciendome corona de todos, en nombre de todos presentaba ante la Divina Majestad mi homenaje, mi amor, mi reparación, etc.” (05-01-1921)
Esa es la participación activa en su Acto infinito y eterno, participación a la que Dios nos llama. Eso es vivir en la Divina Voluntad. Eso es su Reino.