Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Jueves Santo
Abril 17, 2025
+ ¡Ave María! Carísimos, el Jueves Santo Jesús nos pide que lo acompañemos en su última Cena, cuando instituyó la Eucaristía y en ella perpetuó su Vida y su Sacrificio, y mediante sus Sacerdotes El llega a nosotros. Pero hoy desea nuestra compañía en el Huerto de los Olivos. Nos pide, en la medida de lo posible, que le dediquemos estos días tres horas de adoración ante la Eucaristía, en particular por los Sacerdotes. +
Queridos hermanos, el Jueves Santo contemplamos en particular la última Cena de Jesús y la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, dos medios maravillosos que su Amor ha inventado para quedarse siempre con nosotros y formar por medio de ellos su vida en nosotros. ¿Qué significa bendecir? Es “decir el bien”. Con su bendición Dios lo que dice lo realiza. Con nuestras bendiciones lo que nosotros decimos lo deseamos. Por lo tanto, ¿qué cosa es la bendición? Es lo que Dios nos da o lo que nosotros deseamos: el bien que Dios ha preparado. Lo contrario de bendecir es maldecir: “decir el mal”. El mal es la negación del Bien. ¿Quién bendice? Dios es el que bendice: “El inferior es el que es bendecido por el superior” (Hebreos 7,7) Por eso, cuando “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó, Dios los bendijo y les dijo: sed fecundos y multiplicaos; llenad la tierra y dominadla…” (Gén 1,27- 28) “Dios bendijo el séptimo día y lo consagró…” (Gén 2,3) Cuando bendecimos al Señor, le estamos correspondiendo, diciendo y proclamando el bien de Dios. Cuando bendecimos al prójimo, le estamos deseando el bien de parte de Dios. Cuando bendecimos las cosas, por ejemplo, el alimento, estamos invocando sobre esas cosas la bendición de Dios, que renueve su bendición (el bien que puso en esas cosas cuando las creó), anulando así la maldición que dió a la tierra por culpa del pecado (Gén 3,7). El pecado del hombre lo separó y separó las cosas del Querer de Dios, y del ser todo sacro (perteneciente a Dios) lo hizo profano (profanado, extraño a Dios): por eso la bendición es para que cada cosa sea de nuevo sagrada, para que vuelva a ser como Dios la quería y así vuelva a Dios. Así podemos comprender el significado de bendecir: “Responded bendiciendo, porque a eso habéis sido llamados, para recibir como herencia la bendición” (1 a Pedro 3,9). ¿Por qué se acompaña la bendición con la señal de la Cruz? Porque gracias a la Redención ha podido volver a nosotros la bendición, todo bien, cancelando todo mal.
Y hoy en particular acompañamos a Jesús cuando fue a despedirse de su Stma. Madre y leemos en el Volumen 5° de los escritos de Luisa Piccarreta, el 3.10.1903: «Mientras estaba pensando en la hora de la Pasión, cuando Jesús se despidió de su Madre para ir a la muerte y se bendijeron recíprocamente, estaba ofreciendo esa hora en reparación por aquellos que no bendicen en cada cosa al Señor, sino que lo ofenden, para impetrar todas las bendiciones que nos son necesarias para conservarnos en la Gracia de Dios y para llenar el vacío de la gloria de Dios, como si todas las criaturas lo bendijeran. Mientras hacía eso, me lo he sentido moverse en mi interior, y decía: “Hija mía, en el acto de bendecir a mi Madre quise también bendecir a cada criatura en particular y en general, de modo que todo está bendecido por Mí: los pensamientos, las palabras, los latidos, los pasos, los movimientos hechos por Mí, todo, todo está valorizado con mi bendición. Es más, te digo que todo el bien que hacen las criaturas, todo fue hecho por mi Humanidad, para que todo el obrar de las criaturas antes fuera divinizado por Mí. Además, mi vida continúa todavía real y verdadera en el mundo, no sólo en el Santísimo Sacramento, sino en las almas que están en mi Gracia, y siendo muy reducida la capacidad de la criatura, no pudiendo abrazar una sola todo lo que Yo hice, hago de forma que en un alma continúe mi reparación, en otra la alabanza, en otra el dar gracias, en otra mi celo por la salvación de las almas, en otra mis sufrimientos, y así todo lo demás; según como me corresponden así desarrollo mi vida en ellas. Por tanto, debes pensar en qué estrecheces y penas me ponen, mientras Yo quiero obrar en ellas y ellas no me hacen caso”.» Y en el volumen 12°, el 28.11.1920 leemos: «Estaba pensando, cuando mi dulce Jesús, para dar comienzo a su dolorosa Pasión, quiso ir a pedirle a su Madre la bendición, y Jesús bendito me ha dicho:
“¡Hija mía, cuántas cosas dice este misterio! Quise ir a pedirle la bendición a mi Madre querida, para darle ocasión de que también Ella me la pidiera. Eran demasiados los dolores que había de soportar y era justo que mi bendición la reforzase. Yo acostumbro a pedir cuando quiero dar. Y mi Mamá me comprendió enseguida, tan es así que no me bendijo, sino cuando me pidió mi bendición, y después de haber sido bendecida por Mí me bendijo Ella. Pero hay más. Para crear el Universo dije un «FIAT» y sólo con el «FIAT» puse orden y embellecí cielo y tierra. Al crear al hombre, mi Soplo omnipotente le infundió la vida. Al dar comienzo a mi Pasión, con mi palabra omnipotente y creadora quise bendecir a mi Madre, pero no la bendecía sólo a Ella; en Ella veía a todas las criaturas. Era Ella la que tenía el primado sobre todo y en Ella bendecía a todos y a cada uno, es más, bendecía cada pensamiento, palabra, acción, etc., bendecía cada cosa que debía de servirle a la criatura. Como cuando mi «FIAT» omnipotente creó el sol, y este sol, sin que disminuya su luz y su calor, prosigue siempre su curso para todos y cada uno de los mortales, así, mi palabra creadora, benediciendo, quedaba en acto de bendecir siempre, siempre, sin cesar jamás de bendecir, como nunca dejará el sol de dar su luz a todas las criaturas.” Pero eso no es todo.
Con mi bendición quise renovar todo lo valioso de la Creación, quise llamar a mi Padre Celestial a que bendijera, para comunicar a la criatura la Potencia; quise bendecirla en nombre mío y del Espíritu Santo, para comunicarle la Sabiduría y el Amor, y así renovar la memoria, la inteligencia y la voluntad de la criatura, restituyéndole la soberanía sobre todo. Has de saber, sin embargo, que cuando doy quiero, y mi Madre querida comprendió y enseguida me bendijo, no sólo por Ella, sino en nombre de todos. Oh, si todos pudieran ver esta bendición mía, la sentirían en el agua que beben, en el fuego que les calienta, en el alimento que toman, en el dolor que los aflige, en los gemidos de la oración, en el remordimiento de la culpa, en el abandono de parte de las criaturas…, en todo sentirían mi palabra creadora que les dice (pero por desgracia no la oyen): «te bendigo en el nombre del Padre, en el mío, de Hijo, y del Espíritu Santo; te bendigo para ayudarte, te bendigo para defenderte, para perdonarte, para consolarte, te bendigo para hacerte santo». Y la criatura haría eco a mis bendiciones, bendiciéndome también ella en todo. Estos son los efectos de mi bendición, por lo que mi Iglesia, enseñada por Mí, me hace eco, y en casi todas las ocasiones, al administrar los Sacramentos y demás, da su bendición”.»