Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
La PASCUA de Jesús y nuestra Pascua
Abril 24, 2025
+ ¡Ave María! Queridos hermanos, ¡Cristo ha Resucitado! Resucitado con su Cuerpo físico, en vista de la Resurrección, la transformación de su Cuerpo Místico, de su Pascua, pasar del mundo al Padre: o sea, el cumplimiento de su Reino. Por eso felices Pascuas y bendiciones con Jesús y María, Madre de la Resurrección. +
Mis queridos hermanos, “el primer día de la semana, María Magdalena fué al sepulcro muy de madrugada, cuando aún era de noche, y vió quitada la piedra del sepulcro. Corrió entonces a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: «¡Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto!». Salió entonces Simón Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro. Corrían los dos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinandose, vió las bendas, pero no entró. Llegó entre tanto Simón Pedro que lo seguía, entró en el sepulcro y vió las bendas en el suelo y el sudario que le había sido puesto sobre la cabeza, no con las bendas, sino doblado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que llegó el primero al sepulcro, y vió y creyó. No habían comprendido la Escritura, que El había de resucitar de entre los muertos.” (Jn 20,1-9).
Después de la Stma. Virgen, la primera que vió a Jesús Resucitado fue María Magdalena. Después de la Madre de Jesús, la primera que ha visto el resurgir de la Divina Voluntad ha sido su “pequeña Hija”, actualmente “Sierva de Dios”, Luisa Piccarreta, la cual ‒qué casualidad‒ como terciaria dominica había recibido el nombre de “Magdalena”. Precisamente ayer, 23 de Abril, era su cumpleaños, habiendo nacido en 1865. Su nacimiento al Cielo fue el 4 de Marzo de 1947: ese día pasó definitivamente de la Tierra al Cielo, fue su “Pascua”.
Estos días nos felicitamos diciendo “felices Pascuas”. ¿Qué cosa es “la Pascua”? ¿Qué significa? “Pascua” significa “pasar”. Pasa la vida, víspera de Fiesta – muere la muerte, el Paraíso nos espera…
¿Quién pasa? Esta vida se va y cada instante, cada día para nosotros se convierte en pasado… Todos tenemos que pasar más allá de esta vida. Como acaba de pasar el Papa Francisco: es significativo que su muerte haya sido al día siguiente de la Pascua de Resurrección del Señor. Y durante la novena de la Divina Misericordia.
La epístola a los Hebreos, 9,27, dice que “está establecido que los hombres mueran una sola vez, después de lo cual viene el juicio”. Por eso el verdadero juicio pertenece a Dios y no a los hombres. El dice: “Yo no miro lo que mira el hombre; el hombre mira la apariencia, el Señor mira el corazón” (1° Samuel 16,7), y la gente vive sólo de emociones y con lo que le presentan los “mass-media”. Pero el Señor también ha dicho: “¿Se coge uva de los espinos, o higos de los abrojos? Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo produce frutos malos; un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. El árbol que no produce frutos buenos es cortado y echado al fuego. Por sus frutos, pues, los conoceréis.” (Mt 7,16-20).
Espero que haya pasado toda la discusión y la polémica sobre este Papa, si era o no era, el cual sin embargo en el 2020 había suprimido en el Anuario Pontificio el primer título de cada sucesor de S. Pedro: “Vicario de Cristo”. El ha cumplido su paso, pidamos por él y por nuestra pobre y Santa Iglesia, viendo las divisiones y el actual caos y oscuridad del “humo de satanás” que ha entrado en ella, como dijo Pablo VI. Pero a nosotros el Señor nos dice: “Déja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete y anuncia el Reino de Dios” (Lc 9,60), no otras cosas.
San Pablo dice: “Dios que dijo: Brille la luz en las tinieblas, la ha hecho brillar en nuestros corazones, para que hagamos resplandecer el conocimiento de la gloria divina que resplandece en el rostro de Cristo. Pero este tesoro lo llevamos en vasos de barro, para que se vea que este poder extraordinario viene de Dios y no de nosotros. Por todas partes somos atribulados, pero no nos abatimos; somos trastornados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; golpeados, pero no morimos, llevando siempre y por doquier en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues siempre, mientras vivimos, somos expuestos a la muerte por amor de Jesús, para que también Jesús manifieste su vida en nuestra carne mortal. De modo que en nosotros obra la muerte, en vosotros la vida. Pero animados por el mismo espíritu de fe del que está escrito: “He creído, por eso he hablado”, también nosotros creemos y por eso hablamos, convencidos de que Aquel que ha resucitado al Señor Jesús, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos pondrá a su lado con vosotros. Porque todo es por vosotros, para que la gracia difundida en muchos multiplique el hímno de alabanza a la gloria de Dios. Por eso no nos desanimamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se va deshaciendo, nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues el momentáneo, ligero peso de nuestra tribulación, nos prepara una gloria incalculable y eterna, porque no fijamos la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles. Las cosas visibles son de un momento, las invisibles son eternas.” (2° Cor 4,6-18). Todo pasa, gracias a Dios.
También Jesús ha pasado ‒dice el Evangelio‒ del mundo al Padre, pero no ha querido volver El solo, sino llevandonos a todos, incorporados en El. Fuimos concebidos con El (nuestra alma) en el acto de su Encarnación, después nacimos como hijos de Dios gracias a su Muerte, pero luego su Resurrección ha sido para llevarnos con El al Padre.
Jesús ha llevado a cabo personalmente la Pascua mediante su Pasión, Muerte y Resurrección. Su Pascua para nosotros aún no se ha cumplido: ESTAMOS EN PASCUA, y esta solemnidad que cada año celebra la Iglesia es para hacernos comprender que aún se tiene que cumplir en nosotros.
La obra de la Redención no terminó con la muerte del Señor en la cruz, porque su Vida no acabó en el sepulcro: continuó viva en el Corazón traspasado de su Madre, como en un nuevo “embarazo”. Después Jesús volvió de la muerte a la vida, porque El es la Resurrección y la Vida, y ‒como El había dicho‒ “tiene el poder de dar la vida y de tomarla de nuevo”. Pero con su Resurrección no terminó su Pascua, su regreso con nosotros al Padre. “Subo al Padre mío y Padre vuestro, a mi Dios y vuestro Dios”, fue el mensaje que Jesús Resucitado dio a María Magdalena para darlo por ella a los Apóstoles
Jesús dice a Luisa (Vol. 12°, 15-4-1919):
“Mi Resurrección es imágen de las almas que formarán la santidad en mi Querer. Los santos de los siglos pasados son imágen de mi Humanidad, los cuales, aunque resignados, no han tenido un acto continuo en mi Querer, por tanto no han recibido el toque del sol de mi Resurrección, sino el toque de las obras de mi Humanidad antes de la Resurrección. Por eso serán muchos: casi como estrellas me formarán un hermoso ornamento al cielo de mi Humanidad. Pero los santos del vivir en mi Querer, que representarán a mi Humanidad resucitada, serán pocos. De hecho muchos, multitudes y gentes vieron mi Humanidad antes de morir, pero mi Humanidad resucitada la vieron pocos, sólo los creyentes, los más dispuestos y, podría decir que sólo los que tenían el germen de mi Querer, porque si no lo hubieran tenido, les habría faltado la vista necesaria para poder ver mi Humanidad gloriosa y resucitada y así ser espectadores de mi ascensión al Cielo.
Pues bien, si mi Resurrección representa a los santos del vivir en mi Querer –y eso con razón, porque cada acto, palabra, paso, etc. hecho en mi Querer es una resurrección divina que el alma recibe, es una señal de gloria que recibe, es un salir de sí para entrar en la Divinidad, y el alma, escondiendose en el fúlgido sol de mi Querer, ama, obra, piensa–, ¿qué tiene de extraño si queda toda ella resucitada e identificada en el mismo sol de mi Gloria y me representa mi Humanidad resucitada? Pero pocos son los que se disponen a eso, porque en la misma santidad las almas quieren algo como su propio bien, mientras que la santidad del vivir en mi Querer no tiene nada, nada de propio, sino que todo es de Dios. Y para disponerse las almas a eso, a despojarse de sus propios bienes, demasiado hace falta; por eso no serán muchos. Y tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos; por eso sé siempre atenta a la llamada y a tu vuelo continuo”.
Y ahora podemos imaginar: Jesús ya había resucitado, había regresado vivo a su Madre y así también Ella se había sentido volver de la muerte a la vida… ¿Cuál habrá sido “la última tentación” de la Stma. Virgen? Es posible pensar que el demonio haya podido decirle: “¿Tu Hijo ha resucitado?... Enhorabuena, felicidades…, ¿Pero para qué ha servido si ninguno de los suyos lo cree?” Eso habría sido una última puñalada cruel en su corazón, ¡un tremendo dolor!
“En El estaba la vida y la vida era la luz de los hombres; la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron… El estaba en el mundo y el mundo fue hecho por El, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Pero a los que lo han recibido les ha dado poder ser hijos de Dios…” (Gv 1,4-12)
No podía acabar la obra de la Redención con la sola Resurrección de Jesús. Por eso es que durante el día, antes aún que a los dos discípulos de Emaús esa tarde y luego a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo, Jesús se apareció a Simón Pedro (como leemos en el evangelio de San Lucas y lo dice también San Pablo en la 1ª carta a los Corintios), una aparición especial, precisamente a él, su Vicario, como para “pasarle las consignas”, como diciendo: Yo he hecho ya mi parte, ahora os toca a vosotros, ahora debo continuar Yo mi Pascua en vosotros…
iciendo: Yo he hecho ya mi parte, ahora os toca a vosotros, ahora debo continuar Yo mi Pascua en vosotros… Por eso nuestra vida, que es una especie de camino cuaresmal, el camino de regreso del hijo pródigo a la Casa paterna, debe ser a la vez una Pascua continua y creciente. Así se explica lo que San Pablo dice: “Cada día muero”. Y a los Gálatas (sin duda tomó estas palabras de nuestra Madre): “Hijitos míos, que yo de nuevo doy a luz con dolor hasta que no haya formado la vida de Cristo en vosotros”.
Queridos hermanos, estamos en la Pascua, el pasar del mundo al Padre que ahora Jesús quiere hacer en nosotros. Es también la hora de prepararnos a nuestro éxodo personal, es la hora de salir de Babilonia, saliendo de la esclavitud de nuestro querer humano, y refugiandonos, como Juan, en el Cenáculo del Corazón de nuestra Madre en espera de su Triunfo. Es la hora de la gran decisión: ¡adelante, con Jesús y María en la Voluntad Divina!
Y así, cuando ahora nos felicitamos diciendo “Felices Pascuas”, debemos comprender bien lo que decimos, es decir, “te deseo que puedas tomar parte plenamente en la Muerte y en la Resurrección del Señor, que tú puedas realizar tu Pascua, pasar con Jesús del mundo al Padre, ¡que El pueda realizarla en ti!”