Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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la Divina Voluntad
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El Mensaje de la vida y de los Escritos de Luisa Piccarreta
7 de Marzo, 2025
+ ¡Ave María!
Carísimos, en el 78° aniversario del fallecimiento de Luisa Piccarreta nos unimos a ella, acogiendo el mensaje que el Señor nos da con sus Escritos y con su vida, y respondiendole a El en esta Cuaresma +
Queridos hermanos, el 4 de Marzo de 1947 Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad”, pasó definitivamente de la tierra al Cielo habiendo vivido 81 años, 10 meses y 9 días, de los cuales más de 60 en cama, su “habitual estado”. Murió al final de la noche, a la misma hora en que todos los días el Sacerdote mediante la obediencia la llamaba de su estado de “muerte” a volver de nuevo a su cuerpo. Ya han pasado 78 años.
Luisa ha escrito “las Horas de la Pasión”, “La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad” y sobre todo los 36 Volúmenes en forma de diario, titulados por el Señor “El Reino de mi Divina Voluntad en medio de las criaturas. Libro de Cielo. El llamado a la criatura al orden, a su puesto y en el fin para el que fue creada por Dios”. Teniendo una cultura humana súmamente pobre ‒había ido sólo uno o dos años a la escuela primaria‒ tuvo que escribir sólo por obediencia a la Iglesia, sin esconder lo que sentía, susreacciones humanas, a veces provocadas por lo que otros decían. Pero escribió también las maravillosasrevelaciones sobre la Divina Voluntad, manifestadas por el Señor, que El –como le dice en una ocasión– antes había escrito con su dedo de luz en el alma de Luisa. Es decir, ella no habla por haber oido o leido, sino que escribe sólo lo que vive. Es su testimonio. Es vida vivida.
Esa es la verdadera cuestión que se debe examinar: que lo que ha escrito, ella lo ha vivido. Cuantos la recuerdan y la aman, que la veneran conociendola sobre todo por medio de sus escritos, desean justamente verla glorificada en la Santa Iglesia. En respuesta a sus deseos y plegarias, el Espíritu Santo hizo que se abriera su Causa o proceso de Beatificación, el 20 de Noviembre de 1994. Así, por ahora Luisa Piccarreta, la pequeña Hija de la Divina Voluntad, tiene oficialmente el título de “Sierva de Dios”.
Considero justa y necesaria una cierta reflexión sobre esta paradoja, a la luz de la Divina Revelación y de las mismas palabras de Luisa: “Me parece que quieren hacerme sierva en tu casa, si buscara adquirir méritos; no, no quiero ser sierva, sino hija” (23.01.1908) Ambos títulos son perfectamente compatibles, pero considerados en dos sentidos diferentes: hija en vez de sierva, pero sierva fiel y obediente en vez de extraña y desobediente.
Mi deseo no es tanto que LUISA sea glorificada por la Iglesia, sino que sea glorificada LA DIVINA VOLUNTAD, en la forma como Jesús la manifiesta en la vida y en los escritos de Luisa. Que, como ella dice en una carta, “la Iglesia reciba este alimento celestial, que la hará resucitar en su máximo triunfo”.
Glorificar la Divina Voluntad –que no significa aprobarla, sino acogerla con júbilo, con gratitud, con amor–, tendrá como justa consecuencia glorificar también a “la Sierva de Dios” Luisa Piccarreta, reconocer el puesto y la misión única, extraordinaria, que Dios le ha querido dar en su Proyecto de amor, y reconocer la fidelidad con que ella la ha cumplido. Pero pensar en glorificar o beatificar a Luisa (si alguien lo ha pensado), dejando a un lado lo que ella ha vivido, dejando todavía en cuarantena sus escritos otros cuarenta años, eso Dios no lo permitirá, como no habría consentido que se predicara un Cristo sin Evangelio, ni un Evangelio sin evangelizadores ni testigos. No soy yo el que lo dice, sino el mismo Nuestro Señor a Luisa:
“No te asombres por cuantas cosas grandes y maravillosas puedo decirte sobre esta misión, por cuantas gracias puedo concederte, porque no se trata de hacer un santo, de salvar a las generaciones, sino que se trata de poner a salvo una Voluntad Divina, que todos regresen a su principio, al origen del que salieron todas las cosas, y que la finalidad de mi Voluntad alcance su cumplimiento”. (04.05.1925)
“Por eso te he dicho tantas veces que tu misión es grande, porque no se trata sólo de la santidad personal, sino de abrazar todo y a todos y preparar el Reino de mi Voluntad a las generaciones humanas”. (22.08.1926) “Quiero el sí de la criatura y que como cera blanda se deje moldear como Yo quiero. Más aún, has de saber que antes de llamarla del todo a que viva en mi Querer la llamo de vez en cuando, la despojo de todo, le hago superar una especie de juício, porque en mi Querer no hay juícios, todas las cosas quedan conformadas conmigo, el juício es fuera de mi Voluntad, pero de todo lo que entra en mi Querer, ¿quién se atreverá a hacer un juício? Pues Yo nunca me juzgo a Mí mismo...” (06.03.1919)
Por lo que a mí se refiere, esperaré a que llegue la Autoridad de la Iglesia, igual que ante el sepulcro de Cristo, vacío, Juan esperó a que llegara Pedro para entrar; sin embargo nada le impidió “ver y creer”. En tanto, pidamos por quien, como Pedro, tiene una autoridad, por su grave responsabilidad… La nuestra, la mía, es diferente…
Las dificultades que Luisa encuentra en su camino en la Iglesia son debidas a lo que ella ha escrito. Hay quien en alguna ocasión ha dicho: “Luisa es sin duda una santa, una gran santa; ¡pero qué lástima que haya escrito! ¡Qué desgracia sus escritos!” Increíble, pero cierto.
Quien habla o escribe de ella no puede ignorar que haya escrito, lo que ha escrito y por qué ha escrito. Y hablar de todo eso conforme a la verdad resulta incómodo. Yo quisiera que quien lee o quien escucha se sintiera sacudir la conciencia o se despertara del sueño, yo el primero. Sobre todo a los responsables de la causa de beatificación les deseo que puedan dar “un salto en la silla” y que entren en crisis por motivo de su responsabilidad.
Es cierto que el Arzobispo de Trani que abrió la Causa de beatificación y su sucesor dieron orden de no publicar por el momento los escritos de Luisa, ya que, entre otras cosas, en los últimos años ha habido no poca confusión y muchos han hecho como a ellos les parecía bien, a veces sin criterio y también sin garantías de que fuera fiel lo que han publicado o han traducido; en una palabra, sin esperar a la Iglesia. Pero después de que el Sol ha salido nadie puede detenerlo. Me parece justo y necesario que la Iglesia intervenga con seriedad en todo esto, confiando en el Señor, porque sucede sólo lo que sirve a su Proyecto de Amor. Pero me parece que hay también el peligro, como ya he dicho, de querer hacer de Luisa “una Santa” (una Santa más), evitando el problema de sus escritos, de su doctrina, porque no se conoce, no se comprende y… tal vez no se desea comprender. Temo que no haya suficiente amor a la Verdad, suficiente apertura sincera del corazón para acoger lo que el Señor nos ofrece. Es por eso que, como algunos dicen, “Luisa Piccarreta es una santa como todas las demás Santas: ¡eso es todo!”
La respuesta está en las palabras de Jesús a Luisa. Por una parte, como víctima, el Señor le dice: “Hija querida mía, no te extrañes de lo que ves, porque no eres tú sola o eres única, pues en todos los tiempos he tenido almas de las que, en la medida que es posible a la criatura, he podido obtener de algún modo perfectamente el fin de mi Creación, Redención y Santificación, y la criatura ha podido recibir todos los bienes para los que la he creado, redimido y santificado. De lo contrario, si Yo no tuviera en cada época al menos una sola, se haría inutil toda mi obra, al menos para ese tiempo. Eso es orden de mi Providencia, de mi Justicia y de mi Amor, que en cada tiempo haya al menos una a la que Yo pueda hacer partícipe de todos los bienes, y que la criatura me dé todo lo que me debe como criatura; de lo contrario, ¿para qué conservar el mundo? En un momento lo destruiría. Para eso, precisamente, escojo las almas víctimas, para que, así como la Divina Justicia encontró en Mí todo lo que debía encontrar en todas las criaturas y a la vez me hizo partícipe de todos los bienes que había de darles a todas, de modo que mi Humanidad poseía todo, así encuentro todo en las víctimas, y las hago partícipar de todos mis bienes". (Vol. 6°, 4-9-1905)
Por tanto el Señor le dice que en todos los tiempos ha escogido almas víctimas (como Luisa), a las que ha dado todos sus bienes y sus penas, y de las que recibe la correspondencia que todos le deben. Por eso, bajo este aspecto de víctima con Jesús, Luisa no es única. Pero luego, cuando Jesús habla de la novedad de vivir en su Voluntad (y no sólo hacerla), le dice, por ejemplo:
“Los mismos Santos se unen a Mí y hacen fiesta, esperando con ardor que una hermana suya sustituya sus mismos actos, santos en el orden humano, aunque no en el orden divino; Me piden que enseguida haga entrar a la criatura en este ambiente divino…” (Vol. 12°, 13-2-1919)
Estaba pensando Luisa: “¿Será posible que (Jesús) haya dejado pasar tantos siglos sin dar a conocer estos prodigios del Divino Querer y que no haya elegido entre tantos Santos a uno que diera comienzo a esta santidad totalmente divina? Y eso que estuvieron los Apóstoles y tantos otros grandes Santos, que han asombrado a todo el mundo…” (Vol. 13°, 3-12-1921) –“Amor mío y Vida mía, yo aún no logro convencerme: ¿cómo es posible que ningún Santo haya hecho siempre tu Stma. Voluntad y haya vivido de la forma como ahora dices, en tu Querer?”
“Desde luego que han habido Santos que han hecho siempre mi Querer, pero han tomado de mi Voluntad en la medida que la conocían. Ellos conocían que hacer mi Voluntad era el acto más grande, lo que más honor Me daba y lo que conducía a la santificación, y con esa intención la hacían y eso tomaban, porque no hay santidad sin mi Voluntad, y no puede resultar ningún bien, santidad grande o pequeña, sin Ella”.
“Hija mía, en mi Voluntad eterna encontrarás todos mis actos, como también los de mi Madre, que envolvían todos los actos de las criaturas, desde el primero hasta el último que habrá de existir, como dentro de un manto, del cual, teniendo como dos partes, una de ellas se elevava hasta el Cielo para devolver a mi Padre, con una Voluntad Divina, todo lo que las criaturas Le debían: amor, gloria, reparación y satisfacción; la otra permanecía como defensa y ayuda para las criaturas. Nadie más ha entrado en mi Voluntad Divina para hacer todo lo que hizo mi Humanidad. Mis Santos han hecho mi Voluntad, pero no han entrado en Ella para hacer todo lo que hace mi Voluntad y recoger como en una sola mirada todos los actos, desde el primer hombre hasta el último, y hacerse sus actores, espectadores y divinizadores. Con hacer mi Voluntad no se llega a hacer todo lo que mi Eterno Querer contiene, sino que desciende limitado a la criatura, en la medida que la criatura puede contenerlo. Sólo quien entra dentro de El se ensancha, se difunde como luz del sol en los eternos vuelos de mi Querer y, encontrando mis actos y los de mi Madre, añade el suyo. Mira en mi Voluntad: ¿acaso hay otros actos de criatura multiplicados en los míos, que llegan hasta el último acto que ha de cumplirse en la tierra? Fíjate bien; no encontrarás ninguno. Eso significa que nadie ha entrado. Estaba reservado abrir las puertas de mi Eterno Querer sólo a mi pequeña Hija, para unificar sus actos a los míos y a los de mi Madre y hacer que todos nuestros actos fueran triples ante la Suprema Majestad para bien de las criaturas. Ahora, habiendo abierto las puertas, pueden entrar otros, con tal que se dispongan a un bien tan grande”. (Vol. 14°, 6-11-1922)
¿Qué nos ha dejado Luisa? ¿Sólo un afectuoso recuerdo? Su Confesor, Don Benedetto Calvi, recogió de labios de Luisa, una hora antes de su muerte, sus últimas palabras, que él llama “el testamento espiritual de Luisa y su grande y consoladora promesa”:
“Ahora muero más contenta, porque el Divino Querer me ha consolado más que de costumbre con vuestra presencia en estos últimos momentos de mi vida. Veo ahora un largo, bello y espacioso Camino, iluminado por infinitos y resplandecientes Soles... ¡Oh, sí, los conozco! Son los Soles de mis actos hechos en la Divina Voluntad. Es la vía que ahora debo recorrer; es la vía preparada para mí por el Divino Querer, es la vía de mi triunfo, es la vía de mi gloria, para unirme a la inmensa felicidad de la Divina Voluntad. Es mi vía, es la vía que haré reservar para Usted, querido Padre; es la vía que haré reservar para todas las almas que quieran vivir en la Divina Voluntad”.
Ese triunfo es el final de su vida, pero recordemos que el comienzo de su misión en la tierra fue cuando a los 13 años vió a Jesús llevando la Cruz, que mirandola le dijo “¡Ayúdame!” Ahora nos lo pide a nosotros. El sufre cuando nos ve sufrir, lo siente como suyo. Nuestras pequeñas cruces, reunidas, han formado la Suya, que en este momento se ha hecho mucho más pesada, por el pecado y la rebelión del mundo, que han superado mucho la del tiempo del Diluvio y el de Sodoma y Gomorra, y si la Justicia Divina no es sostenida por quien lo ama, hay peligro de que caiga sobre el mundo y lo destruya. Que este pensamiento nos acompañe en este tiempo de Cuaresma.