Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

"La Gloria de María,

Reina de la Divina Voluntad"


Agosto 22, 2023

+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, en la Asunción de María al Cielo contemplamos su gloria como Reina, la gloria y el triunfo de la Divina Voluntad en Ella, pero todavía su Fiesta se ha de  completar con el triunfo de la Divina Voluntad en sus hijos. Su Reino se debe formar en  nosotros y así se ha de poblar. + 


Queridos hermanos, hemos celebrado la gran fiesta de la Asunción de María al Cielo con su cuerpo glorificado como su Hijo, el triunfo de la Divina Voluntad en Ella. Y el 22 de Agosto la  Iglesia la celebra como Reina, porque la Stma. Virgen puede decir como Jesús y con El: “Se me  ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18), porque Ella ha dado todo poder a la  Voluntad de Dios sobre Ella misma. Si el Señor dice en el Apocalipsis (3,21): “al vencedor le haré sentarse conmigo, en mi trono, como Yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”, ¡cuánto más puede decirlo de su Madre!  

Por eso, el salmo 44 presenta al lado de Cristo Rey a la Reina y a la pequeña hija del Rey junto con toda su descendencia: “Hijas de reyes están entre tus predilectas; a tu derecha la Reina, vestida con oro de Ofir. Escucha, hija, mira, pon atención, olvida a tu pueblo y la casa de tu padre; al Rey le gustará tu belleza. El es tu Señor: póstrate ante El (…) La hija del Rey es toda espléndida, de perlas y tejido de oro es su vestido. Es presentada al Rey con preciosos bordados; con ella las vírgenes sus compañeras son llevadas a Ti; guiadas con gozo y alegría entran juntas  en el palacio del Rey. En lugar de tus padres serán tus hijos; los harás reinar en toda la tierra”. Por tanto debemos comprender que esta fiesta de María Reina tiene que ver con nosotros, sus  hijos. Pero todavía está esperando que la Divina Voluntad sea nuestra vida y que forme en  nosotros su Reino, como lo formó en Ella.  

Y el Señor le dice a Luisa en el 24° Volumen (7 de julio 1928): 

“Hija mía, desde luego que en esta casa de Nazaret reinaba mi Divina Voluntad «así en la tierra como en el Cielo». Mi Mamá Celestial y Yo no conocíamos otra voluntad, San José vivía  de los reflejos de la nuestra, pero Yo era como un Rey sin pueblo, aislado, sin corte, sin ejército, y mi Mamá como Reina sin descendencia, porque no estaba rodeada por otros hijos dignos de Ella, a los que poder dar su corona de Reina para tener la estirpe de sus hijos  nobles, todos reyes y reinas. Y Yo tenía el dolor de ser Rey sin pueblo, y si pueblo puede decirse  el que me rodeaba, era un pueblo enfermo, uno ciego, otro mudo, éste sordo, aquel cojo, el otro cubierto de llagas; era un pueblo que me daba vergüenza, no honor, es más, que no me conocía,  ni quería conocerme. Así que era Rey sólo de Mí y mi Mamá era Reina sin la larga generación  de la estirpe de sus hijos reales, mientras que, para poder decir que tenía mi reino y gobernar,  debía de tener ministros, y si bien tuve a San José como primer ministro, un solo ministro sin  embargo no constituye un ministerio; debía de tener un gran ejército, todo dispuesto a combatir para defender los derechos del reino de mi Voluntad Divina, y un pueblo fiel que tuviera sólo  como ley la ley de mi Voluntad. No había nada de eso, hija mía; por eso no puedo decir que cuando vine al mundo tuve por entonces el reino de mi «Fiat». Por tanto nuestro reino fue para  nosotros solos, porque no fue restablecido el orden de la Creación, la realeza del hombre,  mientras que con vivir la Madre Celestial y Yo de Voluntad Divina en todo, fue sembrada la  semilla, fue formada la levadura para hacer brotar y crecer nuestro Reino en la tierra. Así que  fueron hechos todos los preparativos, obtuvimos todas las gracias, sufrimos todas las penas,  para que el Reino de mi Querer viniera a reinar en la tierra. Por tanto Nazaret puede decirse el punto de reclamo del Reino de nuestra Voluntad.”  

La Mujer vestida de Sol, como la ve el Apocalipsis, quiere estar rodeada por sus hijos,  vestidos también de Sol, como Ella. Esa es la verdadera gloria de María, tener con Ella a sus hijos que se le parezcan en todo, que reinen con Ella en su Reino, que es el Reino de Jesús, el  Reino de la Voluntad del Padre.  

La Stma. Virgen anunció en Fátima el triunfo de su Corazón Inmaculado, que ya había sido anunciado desde el principio por Dios, a continuación del pecado de nuestros primeros padres.  Ese triunfo no será por ejemplo una solemne proclamación “urbi et orbi”, que un Papa haga  desde el balcón de San Pedro, en Roma; no será por ejemplo un gran Milagro, como el que Ella  ha anunciado en distintas apariciones… Esas cosas serían externas a nosotros, mientras que el  vero Milagro del Sol (representado y anunciado en aquel “milagro del sol” que tuvo lugar en Fátima en la sexta aparición de la Stma. Virgen el 13 de Octubre 1917), el Milagro de su Triunfo, que será el Triunfo de la Divina Voluntad, ha de tener lugar en nosotros, en nuestra  vida, y entonces sin duda se verá, lo verán los que tengan ojos capaces de verlo y lo verán porque no será externo, sino que sucederá en el interior de cada hijo que haya acogido a la Divina  Voluntad como vida propia.  

En su primera aparición en Fátima la Stma. Virgen anunció que se habría aparecido “siete  veces”; entonces fueron sólo seis las apariciones, pero la séptima parecería la indicada en el Apocalipsis: “Entonces se abrió el santuario de Dios en el cielo y en él apareció el Arca de la  alianza. Y hubo relámpagos y voces y truenos, un terremoto y una tormenta de granizo. En el  cielo apareció luego un signo grandioso: una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Apoc. 11,19 e 12,1).  

“El Santuario de Dios en el Cielo” es su morada, es decir, es su Voluntad, y en Ella se nos concede contemplar a María, “el Arca de la Alianza”. Es su presencia materna en tantas apariciones suyas, en aumento, en todas partes del mundo. Es significativo que esa aparición suya en el cielo “sea precedida” por la gran tribulación actual, indicada en el capítulo 9 del Apocalipsis come “la quinta y la sexta trompeta”, que a su vez indicó Ella misma, cuando dijo   que “los buenos serán maltratados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas”. Y a ella seguirán otras fuertes señales y llamadas a la conversión por parte  del Cielo (relámpagos y voces y truenos) y también castigos (terremoto y una tormenta de granizo).  

Parecería haber una distinción entre la aparición de María, “el Arca de la Alianza”, y esta otra  como “la Mujer vestida de Sol”, porque el texto dice “en el cielo apareció luego”. En esa  segunda aparición María representa y es figura de la santa Iglesia, que “está encinta y grita por  los dolores y las ansias del parto” (12,2), el parto de Cristo Rey en su Venida gloriosa. “Pero al  fin ‒dijo‒ mi Corazón Inmaculado triunfará, el Santo Padre me consagrará Rusia, que se 

convertirá, y al mundo se le concederá un tiempo de paz”, cosas que estamos esperando y por  las cuales pedimos. Ese tiempo de paz, que será el tiempo del cumplimiento del Reino de Dios,  de su Voluntad, que en el Padrenostro pedimos “que venga”, está indicado en el Apocalipsis con  el nombre de “el Milenio” y fue proféticamente anunciado y representado en aquellos 40 días  que Jesús quiso transcurrir visiblemente en la tierra con los suyos después de la Pasión y de su 

Resurrección hasta la Ascensión, y así nosotros vivimos “en espera que se cumpla la dichosa  esperanza y venga nuestro Salvador Jesucristo”.  

Madre Santa, en el Cielo tú eres la Reina; pero aquí en la tierra son otros los que nos dominan y ya no podemos más… ¿Para cuándo tu Reino? ‒ Hijos míos, os toca a vosotros, como dice San  Pedro, “esperarlo y apresurarlo” (2a Pedro 3,12).