Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

El tiempo de Pascua, el tiempo del Reino

Abril 18, 2024

+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, hoy Jesús nos muestra su Proyecto, su Vida que se ha de copiar en su Iglesia, y una  particular relación de su Resurrección con nosotros y la vida creciente de su Querer en nosotros. + 



Queridos hermanos, hemos de conocer el Proyecto de Dios, lo que El hace y lo que nosotros debemos  hacer. Jesús nos muestra su Proyecto, su Vida que se ha de copiar en su Iglesia, y una particular relación  de su Resurrección con nosotros y la vida creciente de su Querer en nosotros, y le dice a Luisa:  

“Ah, hija mía, la verdadera felicidad la da mi Voluntad. Sólo ella hace que el alma contenga todos  los bienes y, haciendose corona en torno a ella, la hace ser reina de la verdadera felicidad. Sólo estas  almas serán reinas de mi trono, porque son fruto de mi Querer. Tan verdad es eso, que aquellas gentes  no fueron felices; muchos me vieron, pero no me conocieron, porque mi Querer no estaba en ellos  como centro de vida, por eso, a pesar de que me vieron, siguieron infelices, y sólo los que tuvieron el  bien de recibir en sus corazones el germen de mi Querer se dispusieron a recibir el bien de verme  resucitado. Ahora bien, el portento de la Redención fue mi Resurrección, que más que fúlgido sol  coronó a mi Humanidad, haciendo resplandecer hasta mis más pequeños actos con un esplendor  maravilloso tal, que asombró a Cielos y tierra y que será principio, fundamento y cumplimiento de  todos los bienes, corona y gloria de todos los bienaventurados. Mi Resurrección es el verdadero sol  que glorifica dignamente a mi Humanidad, es el sol de la religión católica, es la verdadera gloria de  todo cristiano. Sin la Resurrección habría sido como el cielo sin sol, sin calor y sin vida.  

Pues bien, mi Resurrección es imágen de las almas que formarán la santidad en mi Querer. Los  santos de los siglos pasados son imágen de mi Humanidad, los cuales, aunque resignados, no han  tenido un acto continuo en mi Querer, por tanto non han recibido el toque del sol de mi Resurrección,  sino el toque de las obras de mi Humanidad antes de la Resurrección. Por eso serán muchos: casi como  estrellas me formarán un hermoso ornamento al cielo de mi Humanidad. Pero los santos del vivir en  mi Querer, que representarán a mi Humanidad resucitada, serán pocos.1 De hecho muchos,  multitudes y gentes vieron mi Humanidad antes de morir, pero mi Humanidad resucitada la vieron  pocos, sólo los creyentes, los más dispuestos y, podría decir que sólo los que tenían el germen de mi  Querer, porque si no lo hubieran tenido, les habría faltado la vista necesaria para poder ver mi  Humanidad gloriosa y resucitada y así ser espectadores de mi ascensión al Cielo. 2 

Ahora bien, si mi Resurrección representa a los santos del vivir en mi Querer 3 –y eso con razón,  porque cada acto, palabra, paso, etc. hecho en mi Querer es una resurrección divina que el alma  recibe, es una señal de gloria que recibe, es un salir de sí para entrar en la Divinidad, y el alma,  escondiendose en el fúlgido sol de mi Querer, ama, obra, piensa–, ¿qué tiene de extraño si queda toda  ella resucitada e identificada en el mismo sol de mi Gloria y me representa mi Humanidad resucitada?  Pero pocos son los que se disponen a eso, porque en la misma santidad las almas quieren algo como  su propio bien, mientras que la santidad del vivir en mi Querer no tiene nada, nada de propio, sino  todo es de Dios. Y para disponerse las almas a eso, a despojarse de sus propios bienes, demasiado  hace falta; por eso no serán muchos. Y tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos; por eso  sé siempre atenta a la llamada y a tu vuelo continuo”. (Vol. 12°, 15.4.1919) 

“Hija mía, el número de cuarenta días en mi vida acá abajo es simbólico y significativo. Cuarenta  días al nacer quise estar en la cueva de Belén, símbolo de mi Voluntad Divina, la cual mientras estaba  en medio de las criaturas estaba como oculta y fuera de la ciudad de sus almas, y Yo, para reparar los  cuarenta siglos de voluntad humana, quise estar cuarenta días fuera de la ciudad en una mísera choza, 

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1 - Así Jesús ha formado en su vida terrena la vida y la vocación específica de todos los miembros de su Iglesia, su  Cuerpo Místico, que como tal, en el curso de toda su historia, ha de reproducir la Vida de su Esposo y Cabeza.  2 - Por eso podemos deducir que “sólo los que tengan el germen de su Querer” serán espectadores de su regreso,  de su Venida gloriosa: “Hombres de Galilea, ¿por qué estáis mirando el cielo? Este Jesús, que de entre vosotros  ha ascendido al cielo, un día volverá de la misma forma como lo habéis visto subir al Cielo” (Hechos, 1,11). “Y  de nuevo vendrá con gloria para juzgar (o sea, separar) a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin”.  3 - Y los 40 días de Jesús resucitado en la tierra antes de la Ascensión, hablando a sus discípulos del Reino de Dios,  fueron figura del cumplimiento del Reino de su Voluntad, “así en la tierra como en el Cielo”. “La era del vivir  en su Querer”, como a menudo dice en estos escritos, no tiene nada que ver con el milenarismo, herejía acerca  del modo de concebir el Reino de Dios de un modo materialístico y mundano, carnal. 


llorando, gimiendo y rogando, para llamar a mi Voluntad Divina a la ciudad de las almas, para darle  su dominio. Al cabo de cuarenta días salí para presentarme en el templo y revelarme al santo anciano  Simeón; era la primera ciudad que llamaba a que conociera mi reino, y fue tanta su alegría que cerró  los ojos a la tierra para abrirlos a la eternidad. Cuarenta días estuve en el desierto y a continuación  fui a mi vida pública, para dar los remedios y los medios para llegar al reino de mi Querer. Cuarenta  días quise estar en la tierra después de mi Resurrección, para confirmar el reino del «Fiat» Divino y  sus cuarenta siglos de reino que debía tener 4. Así que en todo lo que Yo hice acá abajo, la primera  cosa fue restablecerlo; todo lo demás eran cosas secundarias, pero el primer eslabón de unión entre  las criaturas y Yo era el reino de mi Voluntad. Por eso, cuando se trata de Ella no pongo límites, ni de  luz, ni de sacrificios, ni de manifestaciones, ni de felicidad; son mares que hago salir de Mí para  hacerla conocer, amar y reinar.” (Vol. 22°, 8.9.1927)  

Todo esto no lo dice el Señor para nuestra erudición o curiosidad, que sería inutil, sino para alimentar  nuestra esperanza y nuestro deseo: “¡Venga tu Reino! ¡Ven pronto, Señor! ¡Maranathà!” Por eso nos  dice: “Déja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve y anuncia el Evangelio” Y como dice a Luisa:  

“¡Hija mía, ánimo! Vendré, vendré; tú no te ocupes más que de mi Querer. Dejemos a un lado la  tierra; se cansarán en el mal, irán sembrando terrores, cosas espantosas y matanzas; pero llegará el  final, mi amor triunfará sobre todos sus males. Por eso, tú extiende tu querer en el Mío, de modo que,  como un segundo cielo, con tus actos lo extiendas sobre la cabeza de todos, y Yo miraré los actos de  las criaturas, a través de tus actos divinos, porque todos son fruto de mi Querer, y obligarás a mi  Querer eterno a que descienda bajo las esferas, para triunfar sobre la maldad de la voluntad humana.  Por eso, si quieres que mi Querer descienda y que mi amor triunfe, tú debes subir más allá de las  esferas, formar allá tu morada, extender tus actos en mi Voluntad y resistir. Por eso, por ahora  dejemosles que hagan; vive en mi Querer y ten paciencia”. (Vol. 12°, 23.4.1921) 

“Hija mía, te lo repito, no mires la tierra, dejemosles que hagan. ¿Quieren hacer guerra? Pues que  la hagan, y cuando se cansen, Yo también haré mi guerra. Su cansancio en el mal, las desilusiones, los  desengaños, las pérdidas que sufrirán, les dispondrán a recibir mi guerra. Mi guerra será guerra de  amor. Mi Querer bajará del Cielo en medio de ellos. Todos tus actos y los de los demás, hechos en mi  Querer, harán guerra a las criaturas, pero no guerra de sangre: guerrearán con las armas del amor,  dandoles dones, gracias, paz; les darán cosas sorprendentes que asombrarán al hombre ingrato. Esta  Voluntad mía, ejército de Cielo, con armas divinas confundirá al hombre, lo arrollará, le dará la luz  para que vea, no el mal, sino los dones y riquezas con que quiero enriquecerle. Los actos hechos en mi  Querer, llevando en ellos la potencia creadora, serán la nueva salvación del hombre y, bajando del  Cielo, traerán todos los bienes a la tierra, traerán la nueva era y el triunfo sobre la iniquidad humana.  Por eso multiplica tus actos en mi Voluntad, para formar las armas, los dones, las gracias, para poder  descender en medio de las criaturas y hacerles guerra de amor”.  

Después, con acento más afligido, ha añadido: “Hija mía, a Mí me pasará come a un pobre padre,  a quien sus hijos malvados no sólo le ofenden, sino que quisieran matarle, y si no lo hacen es porque  no pueden. Así esos hijos, queriendo matar al propio padre, no es extraño que se maten entre ellos, que  uno esté contra el otro, que se reduzcan a la miseria y lleguen a tanto, que todos estén a punto de  perecer, y lo peor es que ni siquiera se acuerden de que tienen un padre. Ahora bien, ese padre, ¿qué  hace? Desterrado por sus propios hijos, mientras ellos se pelean, se hieren y están a punto de morir de  hambre, el padre está sudando por adquirir nuevas riquezas, dones y remedios para sus hijos, y cuando  los ve casi perdidos va a buscarles para hacerles más ricos, lleva remedios para sus heridas y a todos  da la paz y la felicidad. Entonces esos hijos, vencidos por tanto amor, se unirán al padre con paz  duradera y lo amarán. Así pasará conmigo. Por eso, en mi Voluntad quiero que estés, como fiel hija  de mi Querer, y junto conmigo trabajes para adquirir nuevas riquezas que dar a las criaturas. Séme  fiel y no te ocupes de otra cosa”. (Vol. 12°, 26.4.1921) 

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4 - Sin duda, “el día y la hora” son secretos del Padre, pero de esto resulta que el Reino de la Divina Voluntad ha  de durar 40 siglos, tantos como fueron los del querer humano antes de la Redención. ¡Y se han de contar a  partir de Luisa! Cuarenta siglos “por lo menos”, porque Ntro. Señor no ha reparado sólo los siglos anteriores  a su Venida al mundo, sino también los posteriores, en los que su Voluntad aún no ha reinado. No es casual  que, hablando del “Milenio”, en el capítulo 20 del Apocalipsis repita seis veces, con clara insistencia, que ha  de reinar “mil años”. La obra de la Creación fue hecha en “seis días”, o sea, en seis actos creativos, y San Pedro  dice que “para el Señor un día es como mil años y mil años como un solo día” (2a Pedro, 3,8). A buen  entendedor…