Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

"A quien todo da todo se le da. ¿Pero cómo se toma?"


Julio 20, 2023


+ ¡Ave María! 

Queridos hermanos, cuando el Señor nos da, debemos recibir. ¿Y cómo se toma su Querer Divino? Con la fe y la confianza, con sencillez y deseo, sabiendo qué es lo que recibimos. + 



Queridos hermanos, acoger el Don del Querer Divino significa darle nuestra voluntad al Señor para poder recibir la Suya, que desea darnos. Hace falta la intención y la atención, gran deseo y plena  disponibilidad. 

Por cuanto damos, tanto recibimos. Y lo que El nos da, lo debemos recibir. ¿Y cómo se toma? Con la  confianza, la sencillez, la fe viva. “Señor, tú me das todo y, haciendome ser dueño de todo lo que te  pertenece, tomo en mi mente tus pensamientos, lo que digo lo tomo de tus palabras, de lo que Tu dices;  tomo tu obrar en mis manos”.  

“El velo que cubre mi Presencia en ti, –dice Jesús‒ la corteza que cubre mi Don será tu pequeña  acción”. Nuestras pequeñas acciones, insignificantes de por sí, son ocasiones extraordinarias de hacer  comunión con el Señor, recibiendo vida de la Vida de Jesús, como otras tantas hostias sacramentales  que la Divina Voluntad consagra. 

En la Hostia consagrada la sustancia es Jesucristo, mientras que antes de ser consagrada era pan:  después deja de ser pan, es Jesús vivo y realmente presente, pero los accidentes no cambian. No cambia  de color o aumenta su tamaño o bien tiene otro sabor: ¡sigue igual! Lo mismo pasa con nuestros actos,  nuestras acciones, nuestros momentos de existencia vivificados por la Voluntad Divina, es decir, los  momentos en que tenemos la intención de llamar a Jesús como protagonista, de llamar a la Voluntad  Divina a que sea vida de ese acto que exteriormente no cambia.  

La Voluntad del Señor se disfraza de una puesta de sol magnífica, de pajarito que canta en una rama,  de sabor en un fruto, de tempestad, trueno y relámpago, de perrito que mueve la cola por estar contento,  de persona que encontramos; se esconde bajo el aspecto de tantas cosas. Pues bien, se oculta también en  todos nuestros pequeños actos si se lo concedemos, pero dentro se hace presente El mismo.  

Jesús nos dice que para recibir el Don hace falta darse a El y en todo hacer su Voluntad mediante la  intención y la atención. A quien todo da, todo se le da. 

Y en el Vol. 11° (4.7.1912) le dice a Luisa: “Hija mía, ¿qué hay, quieres perder el tiempo? ¿Quieres  salir de tu nada? Ponte en tu puesto, en tu nada, para que el Todo pueda tener su puesto en tí. Pero  debes saber que debes morir del todo en mi Voluntad, al padecer, a las virtudes, a todo. No te debe  importar ya si sufres o no sufres, si tienes virtudes o no las tienes. No te debe importar nada”.  

Es decir: “Mi Querer ha de ser la tumba del alma y como en la tumba la naturaleza se consume  hasta desaparecer del todo y después de la misma consumación resucitará a vida nueva y más bella,  así tu alma, sepultada en mi Voluntad como en una tumba, morirá al padecer (o sea, no existirá ya, por  lo que se refiere al padecer, ya no le importará nada), a sus virtudes, a sus bienes espirituales, y  resucitará en todo a la Vida Divina”.  

Este es siempre el punto esencial, el Señor dice: Si tú me das todo, Yo te doy todo. Te doy mi cheque  en blanco firmado, si tú me das tu pequeño cheque en blanco, por tí firmado. Si me lo das, Yo seré dueño  de todo, pero tú también serás dueño de todo lo que Yo soy, de lo que es mío”. 

Para entenderlo con un ejemplo, imagino que voy pedaleando con mi vieja bicicleta y que Jesús pasa  con su “Ferrari”, un bólido estupendo, y me dice amablemente: “Ven y sígueme”, y yo le digo: “¡Estás  bromeando, Señor! ¿Cómo puedo yo seguirte?”  

“¡Es muy fácil! No te digo que hagamos una carrera entre tu bicicleta y mi Ferrari porque sería  ridículo, no cabría ni siquiera empezar, sino que la cosa es mucho más sencilla: si tú me das tu bicicleta  Yo te doy mi Ferrari”. ‒ “¿Te estás burlando de mí, Señor?” ‒“No, Yo no me burlo de nadie. Yo no sé  engañar. ¡Si Yo hablo, hablo en serio! ¡O me crees o no me crees!” ‒ “¿Pero Tú qué ganas con eso,  Señor?” ‒ “¿Que qué gano? ¡Me gano un amigo; me gano otro Jesús, nada menos! Por lo tanto, ¿te  decides? ¿Mi crees? ¿Quieres mi Ferrari? Olvidate de tu bicicleta. ¿Quieres mi Ferrari?” ‒ “Bueno,  Señor, es estupendo, pero…” ‒ “Ningún pero... Pon tu bicicleta en el portaequipajes, si no Yo no habría  pasado por aquí; habría ido por otras carreteras. Pues bien, mete tu bicicleta en el coche y súbete. Desde  este momento sabe que la bicicleta, aun siendo tuya, es también mía y de ella dispongo Yo; y mi Ferrari,  aun siendo mío, y siempre será mío, es también tuyo. ¡Ves qué comunión!” 

“Señor, está bien, es un coche magnífico, pero yo no sé manejar o conducir, no sé hacer nada” ‒ “No  te preocupes. Pon atención a como manejo Yo, porque cuando veré que has aprendido bastante, haré  que tú manejes. Y por tanto sólo así serás dueño de hecho; porque ahora es tuyo, sì, porque Yo te lo doy  y tú dices que sí, pero de hecho no sabes qué hacer de este bólido del cual tú aún no sabes nada. Cuando  lo conocerás lo suficiente, en esa misma medida serás dueño de hecho y no sólo teóricamente”.  

Y El dice: “en conclusión, todo lo que de esta lectura debes sacar para tu vida es: Señor, dame tu  Voluntad, que yo te doy la mía”. Sí, todo está en estas pocas palabras: “¡Héme aquí, HÁGASE EN MI  según tu palabra!”, lo mismo que la Stma. Virgen respondió al anuncio del Angel, y en aquel momento,  con esas palabras, el Hijo de Dios se encarnó en Ella. Si de verdad lo decimos, esa Palabra del Señor se  encarna en nosotros, toma posesión de nuestra vida, se hace vida de nuestra vida y, mientras le damos  vida en nosotros, ella nos da vida en Sí.  

¡Ella nos da vida! Todo es recíproco. Jesús nos ofrece este modo práctico y real de morir a nosotros  mismos, de consumar nuestro ser humano en el Ser Divino:  

“Hija mía, Yo quiero la verdadera consumación en tí, no fantástica, no imaginaria, sino verdadera,  de una forma simple y realizable. Supon que te viene un pensamiento que no es para Mí, tú debes  destruirlo y sustituirlo con un pensamiento divino; así habrás hecho la consumación del pensamiento  humano y habrás adquirido la vida del pensamiento divino. O si los ojos quieren mirar una cosa que  me disgusta o que no se refiere a Mí y el alma se mortifica, ha consumado el ojo humano y ha adquirido  el ojo de la vida divina, y así todo lo demás de tu ser” (Vol. 11°, 21.5.1913).  

Es decir, que nos vienen tantos pensamientos, pero apenas nos damos cuenta, tan pronto somos  conscientes, en ese momento debemos decirle: “Señor, este pensamiento ¿qué tiene que ver contigo? Yo  quiero ocuparme de Tí, de tus cosas, como Tú te has ocupado de las cosas del Padre”.  

Por ejemplo, si piensas en tus deudas… o que debes pagar esto o lo otro…, entonces debes decirle:  “Este pensamiento, Señor, que de por sí no tiene que ver contigo, quiero que sea tuyo; por lo tanto,  Señor, ahora paga Tú”…, supongamos.  

Ya ven, antes somos nosotros los que manejamos nuestro coche y el Señor nos pide que le llevemos,  y así decimos: “Bueno: ven, Jesús, a pensar en mi mente, ven, Divina Voluntad, a mirar en mis ojos, a  palpitar en mi corazón, etc. etc.” De ese modo Jesús viene con nosotros. Y llegamos al semáforo y  quisieramos saltarlo, y El dice: “No, si tú quieres saltarlo, Yo me bajo. Yo no hago que mi Padre reciba  una multa; no quiero darle ningún dolor. ¡Si tú quieres hacerlo, te vas tú solo!”  

Por tanto, así dice el Señor: “El alma se mortifica de este modo: ha consumado la mirada humana y  ha adquirido la mirada de la vida divina, y así lo demás de tu ser. Oh, cómo estas nuevas vidas divinas  me las siento correr en Mí (como sangre en las venas) y toman parte en todo mi obrar” (Vol. 11°,  21.5.1913).  

Por eso quien ama de verdad a Jesús y en todo hace suyo su Querer forma con El un solo palpitar.  Para eso se requiere un despojo perfecto, y Jesús dice “debe ser más vida de Cielo que de tierra, más  Vida Divina que humana”. Ese despojo del alma, estar convencida de ser nada, de su nulidad, le permiten  a Jesús obrar en ella.  

“Para vivir en el Divino Querer –dice Jesús– quiero el ‘sí’ de la criatura, que se preste como cera  blanda a lo que quiero hacer de ella” (Vol. 12°, 6.3.1919), o sea, no ponerle a Jesús ningún pero...,  ninguna condición. Sin embargo Jesús dice: “Pocos son los que se disponen a eso, porque hasta en la  misma santidad las almas quieren alguna cosa para su propio bien, mientras que la santidad de vivir  en mi Querer no tiene nada de propio, sino todo de Dios; no quiere nada para sí, sino todo para Dios,  y disponerse a eso las almas, despojarse de los propios bienes (también espirituales), cuesta  demasiado; por eso no serán muchas. Pero tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos”  (Vol. 12°, 15.4.1919). Y dice: “Si leen estas verdades y no están dispuestos, no entenderán nada,  quedarán confundidos y deslumbrados por la luz de mis verdades” (Vol. 13°, 23.10.1921)

De ahí que un exámen de conciencia muy significativo, no es sobre los diez mandamientos, sino  simplemente esto: “Señor, Tú me has dado todo, todo lo que soy, lo que tengo y lo que hago; todo viene  de Tí porque yo soy nada. Me has dado tanto y todo por amor. Si Tú me pidieras alguna cosa, ¿te la  negaría? ¿Hay algo que no te daría, si me la pidieras? Señor, no te fijes en esa cosa, pasa de largo…  Pues sí, Te doy todo, pero esa cierta cosa mejor no”.  

Nosotros a veces hacemos así, basta un pequeño apego. “Señor, ¿qué podrías pedirme?” Entonces,  dentro de mí, en mi estado de ánimo, en mi mente y en mi decisión debo enfocar en ese momento de qué 

se trata y decir: “¡Jesús, confío en Tí! Si Tú me pidieras esa cosa que me gusta tanto, o que mi da tanto  miedo o que me causa tanto fastidio, tanta repugnancia que me sentiría morir, si Tú me la pidieras,  ¿tendría el valor, la desvergüenza de decirte que no? Señor, estoy seguro de que en tal caso y en ese  momento me ayudarías, me darías la gracia suficiente, abundante, para decir “¡hágase en mí, Fiat!” Y  si tuviera que someterme por ejemplo a una operación quirúrgica o a una prueba dolorosa, física o  moral, Tú en ese momento me darías también tu anestesia”.  

Porque San Pablo dice (¡y es Palabra de Dios!): “No permitirá Dios que seáis tentados por encima de  vuestras fuerzas, sino que con la tentación, os dará la gracia de poder superarla” (1a Cor 10,13). Para  entrar en el Divino Querer basta quitar el obstáculo, la voluntad humana, basta quererlo y se realiza.  O crees, o no crees. Y dice Jesús: 

“Hija mía, para entrar en mi Querer no hay caminos, ni puertas, ni llaves, porque mi Querer está  en todo, corre bajo los pies, a derecha e izquierda, sobre la cabeza y todas partes (se encuentra en  cada cosa). La criatura no debe hacer más que quitar la piedrecilla de su voluntad, que a pesar de que  está en mi Querer, no toma parte ni disfruta de sus efectos, haciendose como extraña en mi Querer,  porque la piedrecilla de su voluntad le impide como al agua que corra de su cauce para correr afuera,  porque las piedras se lo impiden. Pero si el alma quita esa herrumbre que ha puesto, quita la piedrecilla  de su voluntad, en ese mismo instante ella corre en Mí y Yo en ella; encuentra todos mis bienes a su  disposición, fuerza, luz, ayuda, ¡lo que quiera! Por eso no hay caminos, ni puertas, ni llaves; basta  quererlo y ya está hecho. Mi Querer se encarga de todo y de darle lo que le falta y le hace volar en  los confines interminables de mi Voluntad. Todo lo contrario es con las otras virtudes: ¡cuántos  esfuerzos hacen falta, cuántas luchas, cuántos largos caminos! Y mientras parece que la virtud le  sonría, basta una pasión un poco violenta, una tentación, un encuentro inesperado, que la echan atrás  y le hacen que tenga que emprender desde el principio el camino” (Vol. 12°, 16.2.1921).