Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Por Cristo, con Cristo, en Cristo
Septiembre 12, 2024+ ¡Ave María!
Queridos hermanos, a partir del conocimiento, el Reino de Dios se realiza viviendo Jesucristo en nosotros nuestra vida, y nosotros viviendo en El su Vida, hasta la consumación de nuestra voluntad humana en la Voluntad Divina. +
Queridos hermanos, Dios se presentó a Moisés diciendo: “Yo Soy el que Soy” (Es 3,14) y Jesús dijo a Santa Catalina de Siena: “Yo Soy el que es, tú eres la que no es”. Es infinita la distancia entre el Ser Divino y nosotros criaturas. Pero inmediatamente su Amor quiere reducir, incluso borrar esa distancia, porque al darnos la existencia (y nos la da en cada instante) nos colma de los dones de su Amor para enriquecernos y atraernos cada vez más a El. San Pedro nos lo dice: “Su potencia divina nos ha dado todo bien por lo que se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento de Aquel que nos ha llamado con su gloria y su poder. Con eso nos ha dado los bienes grandísimos y preciosos que habían sido prometidos, para que fuéramos por medio de ellos partícipes de la Naturaleza divina” (2a Pedro 1,3-4). De aquí parte todo el Proyecto de Dios.
El Señor nos ha dado una naturaleza humana a imagen de su propia Naturaleza humana, la cual es espejo perfecto de su Naturaleza Divina. Jesucristo ha querido vivir y hacer todo por nosotros, ha querido quedarse con nosotros, con la finalidad de vivir en nosotros. Primero ha querido adaptarse a nosotros, come un licor se adapta a las dimensiones y a la forma de la botella o del recipiente que lo contiene. Pero su deseo es que también nosotros vivamos en El y nos adaptemos a El, que tomemos su forma de pensar, de sentir, de obrar. Por tanto, decir “Por Cristo, con Cristo, en Cristo”, no sólo es una fórmula litúrgica de la Misa, sino que expresa tres niveles de unión del alma con Dios. No sólo debemos vivir por Dios y con Dios, sino en Dios: eso es la verdadera virtud, que da al alma la misma forma de la Divina Persona en la que vive. Y así lo dice Jesús a Luisa:
“Animo, hija mía, el alma verdaderamente mía no sólo debe vivir para Dios, sino en Dios. Tú trata de vivir en Mí, que en Mí encontrarás la morada de todas las virtudes, y paseando en medio de ellas te alimentarás con su perfume, tanto que quedarás llena, y tú misma no harás más que dar luz y perfume celestial, porque el vivir en Mí es la verdadera virtud, tiene l poder de darle al alma la misma forma de la Divina Persona en la que vive y la transforma en las mismas virtudes divinas de las que se nutre”. (09.07.1900)
La cosa más grande, que basta por todas, es el Querer de Jesús. Así el alma vive en Jesucristo y por medio de El y viceversa: no sólo es unión de voluntades, sino personal. Unión no sólo de intención o por estar de acuerdo, sino de hecho: dos personas que viven una en otra, una por medio de la otra. “En aquel día conoceréis que Yo soy en el Padre y vosotros en Mí y Yo en vosotros” (Jn 14,20).
Su Voluntad Divina y la nuestra, unidas en un solo Querer Divino, forman una unión que va más allá de solo “vivir en Gracia”, hace de la criatura como otra Humanitad para Jesús en cuanto que toma parte activa en su Vida. “Dulce Bien mío ‒dice Luisa‒, en cuanto a mí, no quiero sino tu Stma. Voluntad; yo no miro si siento dolor, ni si gozo, sino que tuo Querer es todo para mí”.
Y El ha añadido: “Pues eso quiero Yo y es mi intención sobre ti, y eso me basta y me acontenta, y es el culto más grande y más honroso que puede darme la criatura y que me debe como su Creador. Y haciendo así el alma, se puede decir que su mente vive y piensa en mi mente; sus ojos, estando en los míos, mirar por medio de mis ojos; su boca habla por medio de mi boca, su corazón ama por medio del mío, sus manos obran en mis mismas manos, los pies caminan en mis pies y Yo puedo decir: «Tú eres mis ojos, mi boca, mi corazón, mis manos y mis pies». Y el alma puede decir lo mismo: «Jesucristo es mis ojos, mi bocca, mi corazón, mis manos y mis pies». Y estando el alma en esta unión, no sólo de voluntad, sino personal, al morir nada le queda que purgar y por tanto el purgatorio no la puede tocar, porque el purgatorio toca a los que viven fuera de Mí, en todo o en parte” (08.02.1904).
Como dice San Pablo: “Vestíos del Señor Jesucristo” (Rom 13,14). Para El eso es más que un modo de decir. Toda la vida espiritual y todas las virtudes tienden a la CONSUMACION de la voluntad humana en la Voluntad Divina, para vivir en Ella. Y Jesús le dice a Luisa:
“Hija mía, ya ves cuántas cosas se dicen de virtudes, de perfección, pero todas van a parar a un solo punto, o sea, a la consumación de la voluntad humana en la Divina. Por tanto quien está más consumado en ella, se puede decir que contiene todo y es más perfecto que todos, porque todas las virtudes y las obras buenas son tantas llaves que abren los tesoros divinos, hacen adquirir más amistad, más intimidad, más trato con Dios, pero sólo la consumación es la que hace una sola cosa con El y pone en nuestras manos el divino poder, y eso es porque la vida debe tener una voluntad para vivir. Ahora, vivir de Voluntad Divina, naturalmente es adueñarse de Ella” (17.06.1904).
La Humanidad Stma. de Jesús cubre su Divinidad; por eso debemos hacer todo con El, con su misma Voluntad, como si El mismo hiciera nuestras acciones:
“Continuando mi habitual estado, cuando apenas ha venido, Jesús bendito me ha dicho: “Hija mía, es necesario obrar a través del velo de la Humanidad de Cristo para encontrar la Divinidad”, o sea, obrar junto con su Humanidad, con la misma Voluntad de Cristo, como si su Voluntad y la nuestra fueran una sola, para agradarle sólo a El; obrando con sus mismos modos, dirigiendo todo a Cristo, llamándole en todo lo que hacemos, como si El mismo tuviera que hacer nuestras acciones. Haciendo eso, el alma se halla en continuo contacto con Dios, porque la Humanidad de Cristo no era más que una especie de velo que cubría la Divinidad; así que obrando por medio de esos velos, se encuentra ya con Dios. Pero quien no quiere obrar por medio de su Stma. Humanidad y quiere encontrar a Cristo, es como uno que quisiera el fruto sin encontrar la cáscara; eso es imposible” (17.10.1904)
¿Quién es el que habla? Es muy significativo, y confirma la perfecta unión creada entre Jesús y Luisa, que ella, al referir las palabras que Jesús le ha dicho, prosigue hablando ella directamente, continuando como suyo lo que le dice Jesús. Gramaticalmente es un error, pero corresponde alla realidad espiritual.
La resignación a la Voluntad de Dios es el primero de los cuatro pasos necesarios para CONSUMARNOS EN LA UNIDAD con Ella:
“Hija mía, al alma que se resigna a mi Voluntad le pasa como a uno que, cuando ve un alimento atractivo, siente el deseo de comerlo, y excitandose la gana pasa a saborear ese alimento y a transformarlo en su carne y en su sangre. Si no hubiese visto el alimento agradable no le habría venido el deseo, no habría podido sentir el gusto y por tanto se habría quedado en ayunas. Pues bien, así es la resignación para el alma: mientras se resigna, en esa misma resignación descubre una luz divina y esa luz disipa lo que le impide ver a Dios; viendolo desea gustarlo y, mientras lo gusta, siente como si lo comiera, de forma que siente convertido en ella al mismo Dios. Por lo tanto el primer paso es resignarse, el segundo es el deseo de hacer en todo la Voluntad de Dios, el tercero es hacer de El su alimento exquisito de cada día, el cuarto es consumir la Voluntad de Dios en la suya. Pero si no da el primer paso, se quedará en ayunas de Dios” (08.11.1905).
Modo como Luisa toma todo el Ser de Jesús, su felicidad y armonía:
“Habiendo recibido la Comunión, estaba diciendole a mi adorable Jesús: “Ya me he estrechado a Tí, más aún, me he identificado contigo. Si ya somos una sola cosa, yo dejo mi ser en Tí y tomo el tuyo. Así que te entrego mi mente y tomo la tuya; te doy mis ojos, mi boca, mi corazón, mis manos, mis pasos. ¡Oh, qué felíz seré de ahora en adelante! Pensaré con tu mente, miraré con tus ojos, hablaré con tu boca, te amaré con tu Corazón, obraré con tus manos, caminaré con tus pies, y si alguna cosa me pasará, diré: mi ser lo he dejado en Jesús y he tomado el suyo; id a Jesús, que os responderá por mí. ¡Oh, qué felíz me siento! Ah, sí, también tomo tu felicidad, ¿no es verdad, Jesús? Pero, Vida mía y todo mi Bien, Tú con tu felicidad haces felíz a todo el Cielo y yo, tomando tu dicha, no hago dichoso a nadie”.
Y Jesús me ha dicho: “Hija mía, también tú, tomando todo mi Ser y con él mi felicidad, puedes hacer felices a los demás. ¿Por qué mi Ser tiene el poder de hacer felíz? Porque todo es armonía en Mí, una virtud armoniza con la otra: la justicia con la misericordia, la santidad con la belleza, la sabiduría con la fortaleza, la inmensidad con la profundidad y altura, y así todo lo demás. Todo es armonía en Mí, nada es discordante; esas armonías me hacen felíz a Mí mismo y hago felices a todos los que a Mí se acercan. Y así tú, tomando mi Ser, sé atenta a que todas las virtudes estén en armonía entre ellas, y esa armonía comunicará la felicidad a quien se te acerque, porque viendo en tí bondad, dulzura, paciencia, caridad, igualdad en todo, se sentirán felices estando a tu lado” (04.11.1909).
La unión suprema consiste en la CONSUMACIÓN DE LA VOLUNTAD HUMANA EN LA VOLUNTAD DIVINA: en eso está la potencia más grande:
“Hija mía, la unidad suprema es cuando el alma llega a una unión tan estrecha con mi Voluntad, que consume cualquier sombra de su querer, de tal forma que ya no se distinga cual sea mi Querer y cual el suyo. Así que mi Querer es la vida de esta alma, de manera que cualquier cosa disponga, tanto de ella como de los demás, de todo está contenta; cualquier cosa parece conveniente para ella; la muerte, la vida, la cruz, la pobreza, etc., mira todo como cosa suya y que sirve para mantener su vida. Llega a tanto, que hasta los castigos no la impresionan, sino que en todo está contenta del Querer Divino, tanto que le parece que si Yo lo quiero, ella lo quiere, y si ella lo quiere el Señor lo hace. Yo hago lo que ella quiere, y ella hace lo que Yo quiero. Eso es el último respiro de la consumación de tu voluntad en la Mía, que tantas veces te he pedido y que la obediencia y la caridad hacia el prójimo no te lo han permitido; tanto que muchas veces Yo he cedido a tí, a no castigar, pero tú no has cedido a Mí, tanto que me veo obligado a esconderme de ti para estar libre, cuando la justicia me obliga y los hombres llegan a provocarme, a que tome el látigo en la mano para castigar a las gentes. Si te hubiera tenido conmigo, con mi Voluntad, en el momento de castigar, tal vez habría disminuido el castigo, habría sido escaso, porque no hay potencia mayor, ni en el Cielo, ni en la tierra, que un alma que en todo y por todo está consumada en mi Voluntad. Llega a debilitarme y me desarma como quiere. Esa es la unidad suprema; luego está la unidad baja en que el alma está resignada, sí, pero no mira mis disposiciones como cosa suya, como vida suya, ni se siente felíz en Ella, ni pierde la suya en la Mía. La miro, sí, pero no llega a enamorarme, ni llego a enloquecer por ella, como hago por las de la unidad suprema.” (01.11.1910)