Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
El Triunfo del Corazón Inmaculado de María
Junio 28, 2025
+ ¡Ave María! Queridos hermanos, “no separe el hombre lo que Dios ha unido” (Mt 19,6), ante todo el Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María. Esta unidad es el Triunfo de Ambos, el cumplimiento del Reino de la Divina Voluntad, en espera de que participemos a ese Triunfo. +
Queridos hermanos, al día siguiente de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, junto con El celebramos la del Corazón Inmaculado de María. En su tercera aparición en Fátima, la Stma. Virgen anunció el triunfo de su Corazón Inmaculado. Pero el triunfo del Corazón Inmaculado de María había sido prometido por Dios desde el principio, inmediatamente después del pecado de Adán y Eva, cuando dijo a la serpiente infernal, al demonio: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer” (con mayúscula, porque no podía ser Eva, que había pecado, ni tampoco “la mujer” en general, sino la Mujer Inmaculada, eternamente predestinada a ser la Madre del Verbo Encarnado, del Hijo de Dios)… “Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya” (o sea, Jesucristo, y no El solo, sino con su Cuerpo Místico, con los que le pertenecen). “Ella te aplastará la cabeza y tú pondrás acechanzas a su talón” (“Ella”: una sola palabra que se refiere al mismo tiempo a la Mujer y a su Descendencia, a la Madre y al Hijo, a la Madre y a nosotros, sus hijos).
Por eso, el Triunfo ha de ser a la vez de la Madre y de sus hijos, y no es sino el Triunfo de la Divina Voluntad el que, como fue en Ella hace veinte siglos, ahora se debe cumplir en nosotros, sus hijos. Es el cumplimiento en nosotros del Reino prometido, el que pedimos siempre en el Padrenuestro: “Venga tu Reino”, es decir, que tu Voluntad sea en la tierra lo que es en el Cielo, que sea para los hijos lo que es para el Padre, ¡la Vida! El triunfo del Corazón Inmaculado de María ya ha tenido cumplimiento para Ella, en Ella; ahora todavía falta que se cumpla en nosotros, sus hijos. ¿Pero de qué forma puede suceder?
Dios le dió a María su Divina Voluntad en el mismo instante en que Ella entregó a Dios de modo absoluto su propia voluntad de criatura, en el acto en que su alma fue concebida en el Corazón de Dios, en el seno de las Tres Divinas Personas. Ese don recíproco, ese triunfo que formó en María su Reino, dependió de Ella.
La Iglesia refiere a María estas palabras de la Sabiduría en la Sagrada Escritura: “Yo he salido de la boca del Altísimo y he recubierto como nube la tierra. He puesto mi morada en lo alto, mi trono era una columna de nube. El extremo del cielo yo sola he recorrido, he paseado en lo profundo del abismo. Antes de los siglos, desde el Principio, El me creó; por toda la Eternidad no faltaré” (Eclesiastés 24,9), y estas otras: “El Señor me creó al principio de su actividad, antes de sus obras más antiguas. Desde la eternidad he sido constituida, desde el principio, antes que existiera la tierra” (Proverbios 8,22-23)
Dios la quiso y la creó para que fuese la Madre del Verbo Encarnado, junto con El, antes de pensar a todo el resto de las criaturas. Por eso la creó perfecta, Inmaculada, lo cual dependía sólo de Dios. La creó como una copa preciosísima, sin defecto ni mancha, precisamente, para poder llenarla de Sí, pero eso dependió también de Ella, y al entregarse a Dios, dandole su propia voluntad, Dios la hizo ser la Llena de Gracia.
Notemos como, en todos sus dones,
1°) la iniciativa parte de Dios (en el caso de María, predestinada desde la eternidad, Dios la creó Inmaculada);
2°) Dios hace saber, da un primer anuncio del don que ofrece (en el caso de María, dotandola de perfecto uso de razón, no sólo humana, sino también divina, le mostró su Amor); es la propuesta de Dios.
3°) A su propuesta, Dios pide una respuesta (en el caso de María, Ella Le dió pleno derecho sobre Ella y sobre su vida, Le entregó su voluntad, “el cheque en blanco” de sí misma, como diciendo “soy toda tuya”);
y 4°) Dios no se deja vencer en generosidad: cuando da después pide, pero cuando pide es para poder dar mucho más, a Dios le gusta hacer una competición de amor con sua criatura, como antes hacen entre Ellas las Divinas Personas, a quien de Ellas da más, más glorifica, más ama… (En el caso de María, Dios le dió su Voluntad Divina, la hizo Llena de Gracia, le dió el derecho y la posesión de todo lo que Dios hace, poseer a Dios, como diciendo “Soy todo tuyo, oh María”, es decir, desde el primer instante la hizo Reina e inició en Ella su verdadero Reino)
Desde el primer instante, María comprendió plenamente la Gracia, la Verdad y el Amor de Dios, y respondió a todo ello, respondió a las preguntas fundamentales de Dios: «¿Quién eres tú y Quién soy Yo?» «¿Cuál es mi Amor a ti y cuál es tu amor a Mí?» «¿Qué es lo que quiero de ti y qué quieres tú de Mí?»
Desde el primer instante de su vida, María consagró su vida a obtener de Dios el Mesías, el Salvador, no imaginandose que precisamente Ella había de ser su Madre. María se consagró al Redentor, dedicó Sí misma a la realización del Proyecto de Dios, se entregó totalmente a Dios y por eso le consagró su virginidad, en su inmenso deseo de obtener la venida al mundo del Mesías Redentor, a causa del amor materno y universal que desde entonces La movió a ofrecerse por la reconciliación y la unión entre Dios y las criaturas.
¿Qué cosa es la consagración que María hizo de sí y que ha vivido? Es el absoluto amor, el perfecto sacrificio, el desposorio con Dios, la desarmante confianza de Hija, la constancia en alcanzar su supremo deseo, el pleno abandono... Es transformación en Dios, perfecta imitación de Dios, un continuo subir y crecer en el Corazón de Dios, para hacerle descender continuamente en su Corazón...
María hizo de sí misma en manos de Dios una garantía y una prenda de toda la humanidad, y no sólo, sino de todas las criaturas: todo lo que hizo, lo hizo en nombre propio y de todos nosotros. Para pedir la venida del Redentor y para recibirlo, María se sustituyó a todos nosotros, se hizo la portavoz de todas las criaturas, nos puso a todos en su Corazón y en su respuesta a Dios, porque en la Divina Voluntad nos ha encontrado a todos.
Desde el primer instante, toda la vida de María y de su Hijo está contenida en su respuesta a Dios, en su «FIAT» («FIAT» = hágase). El «sí» de María es la perfecta unión de cada «sí» que las criaturas habríamos debido decir y dar con el mismo «Sí» o «FIAT» de Dios. El «FIAT» de María ya contenía en sí la Encarnación y la Redención: el Querer Divino y el querer humano unidos definitivamente en un abrazo de amor, de paz y de vida. El «FIAT» de María contiene la Omnipotencia, la Santidad y la Inmensidad del «FIAT» de Dios. El «FIAT» de María ha formado el puente entre el Cielo y la tierra, para que pudiera descender el Pontífice. El «FIAT» de María ha sido, desde el primer instante de su vida, el verdadero triunfo de su Corazón Inmaculado y el triunfo y cumplimiento del Reino de Dios
¿Qué ha de hacer la criatura, qué debemos hacer para acoger este Don? Ya hemos dicho que ante todo es un “don”, por tanto es iniciativa de Dios, que lo ha deseado y preparado desde la eternidad. Es el fin para el que Dios nos ha creado: no se trata sólo de salvarnos y llevarnos al Cielo, no sólo hacer que seamos sus hijos, sino compartir todo con nosotros, para que vivamos como hijos y seamos para El como otros tantos Jesús.
Cuando nos llega una primera noticia del Don de su Voluntad, es señal de que Dios nos la quiere dar; no nos da la noticia o el anuncio para darnos erudición o cultura teológica, sino para que empecemos a interesarnos y a prepararnos. “Hoy, si oís su Voz, no endurezcais el corazón”, nos dice en un Salmo.
Para poseer y para vivir es necesario conocer. Es un conocimiento gradual, corresponde a un diálogo entre Dios y la criatura, que supone la lectura y meditación seria (en oración) de cuanto El ha querido darnos, en primer lugar a partir de la Sagrada Escritura y en los Escritos sobre su Divina Voluntad, de la actualmente “Sierva de Dios” Luisa Piccarreta, que ella escribió por obediencia a sus Confesores y al Censor oficial de sus escritos, San Anibal María Di Francia. Ese conocimiento no se improvisa, requiere tiempo (años) y constancia. Un conocimiento que es a la vez “Camino, Verdad y Vida”. Se hace vida en la medida que se conoce, pero es conocimiento en la medida que se vive y que transforma nuestra vida. En la medida que conocemos una cosa la apreciamos, la deseamos, la amamos. En la medida que conocemos la Divina Voluntad, Corazón de la Stma. Trinidad, y comprendemos el ardiente deseo de Dios de poder darla a nosotros como su don supremo, para que sea nuestra Herencia, es más, nuestra Vida, como lo es para Dios, en esa misma medida la deseamos, la pedimos, la recibimos, la poseemos, la conocemos y la amamos.
Dios llama y la criatura debe responder. A su propuesta debemos dar como la Virgen una respuesta. Naturalmente exige por justicia el don total de nosotros mismos a Dios, o sea, la entrega o sacrificio de nuestra voluntad, porque la finalidad de Dios es darnos el don total de Sí mismo. Es un intercambio, un don recíproco total que Dios nos propone; para darnos “el cheque en blanco de Sí mismo”, firmado por El, como se lo dió a María, nos pide “el cheque en blanco” de nuestra voluntad y de nuestra vida. Debemos poder decir con hechos y con la vida “soy todo tuyo, Dios mío”, para poder decir “y Tú eres todo mío”. Como dice Luisa, “a quien todo da, todo se le da”. A ese Ofertorio sigue una Consagración y culmina en una Comunión, como sucede en la Misa.
Se trata de quitar el obstáculo, nuestro querer humano, que ha de ser sustituido en todo con el Querer Divino que Dios desea que llegue a ser nuestro. No es caer en un quietismo estéril, que no corresponde al verdadero Amor, porque ya en un primer tiempo Jesús desea que lo llamemos en todo, para cada cosa, a que El sea el Protagonista de nuestra vida en cada instante, para enseñarnos poco a poco a ser también nosotros ‒digamos‒ “co-protagonistas” con El de su Vida y de todas las Obras de Dios, a ser con El y en El hijos para el Padre.
La Mujer vestida de Sol quiere estar rodeada por sus hijos, vestidos también ellos de Sol, como Ella. Esa es la verdadera gloria de María, tener con Ella a sus hijos que se le parezcan en todo, que reinen con Ella en su Reino, que es el Reino de Jesús, el Reino de la Voluntad del Padre. Y atención: ¡estamos en el centenario de la institución de la fiesta de Cristo Rey!
El triunfo de su Corazón Inmaculado no será por ejemplo una solemne proclamación “urbi et orbi”, hecha por l Papa desde el balcón de San Pedro, en Roma; ni será por ejemplo un gran Milagro, como el que Ella ha anunciado en algunas de sus apariciones… Esas cosas serían externas a nosotros, mientras que el verdadero Milagro del Sol (representado y anunciado en ese “milagro del sol” ocurrido en Fátima el 13 de Octubre 1917), el Milagro de su Triunfo, que será el Triunfo de la Divina Voluntad, debe ocurrir en nosotros, en nuestra vida, y entonces sin duda se verá, lo verá quien tenga ojos capaces de verlo y lo verá porque no sucederá externamente, sino que surgirá de dentro de cada hijo que haya acogido y cultivado como vida propia la Divina Voluntad.
“Pero al fin mi Corazón Inmaculado triunfará, el Santo Padre Me consagrará Rusia, que se convertirá, y al mundo se le concederá un tiempo de paz”. Un tiempo de paz, que será el tiempo del cumplimiento del Reino de Dios, de su Voluntad, el que en el Padrenuestro pedimos “que venga”, está indicado en el Apocalipsis como “el Milenio” y fue proféticamente anunciato y representado por los 40 días que Jesús Resucitado quiso transcurrir visiblemente en la tierra con los suyos después de la Pasión y de su Resurrección hasta la Ascensión, y así vivimos “esperando la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”.