Meditación

Padre Pablo Martín Sanguiao

La Resurrección del Señor

Marzo 31, 2024

 



+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, FELICIDADES en esta Santa Pascua! Y como dice Luisa en una carta: “la felicitación más bella que puedo desear es que vuestra voluntad resucite en la Divina Voluntad+


Queridos hermanos, ¡FELIZ y Santa Pascua de Resurrección! Doy las gracias tantos de vosotros por la  bellísima comunión de espíritu que me mostrais: quiero que sepais que os tengo presentes a uno por uno y quiero daros en cambio el Amor del Señor. Pero no quiero que este abrazo espiritual, esta “felicitación de Pascua” sea palabras vacías, sino un verdadero don, un verdadero resurgir. Para tantos es una costumbre y cada uno sigue metido en su propio sepulcro…, durmiendo, como los Apóstoles en el huerto de los olivos, y el dolor del Señor continúa, porque, como El ha dicho, “este pueblo me honra con la boca, pero su corazón está lejos de Mí; es inutil  

el culto que me dan, enseñando cosas que son preceptos humanos” (Mt 15,8-9). 

Hoy celebramos la Resurrección del Señor, es la Pascua… ¡Hay palabras que debemos comprender bien! En primer lugar: ¿qué cosa es “la Pascua”? ¿Qué significa? “Pascua” quiere decir pasaje, paso. ¿Paso de  quién? ¿De dónde a dónde? La primera Pascua antigua, representativa, fue como una figura profética de una cosa  futura mucho más importante, fue la que celebraron los israelitas para pasar de la esclavitud a la libertad. Aquella  noche Dios pasó por Egipto por medio del ángel de la Justicia, protegiendo a los israelitas y haciendo morir a los  primogénitos de los egipcios opresores. Así los egipcios los expulsaron de su país y pocos días después aquel  pueblo pasó milagrosamente a través del mar Rojo, hacia el desierto y hacia la Tierra prometida por Dios. Fue la  primera Pascua de la historia, que sin embargo (San Pablo lo explica) fue como el símbolo, la imagen, el anticipo  de otro pasaje mucho más importante para nosotros: pasar de la esclavitud, no ya del faraón sino del demonio, del  pecado a la libertad de ser hijos de Dios, y a través del mar, no el mar Rojo, sino otro preciosísimo, rojo por la  Sangre del Señor, pasaje que para nosotros se cumple a través de las aguas del Bautismo. También Jesús ha pasado ‒lo dice el Evangelio‒ del mundo al Padre, pero no ha querido volver solo, sino  llevandonos a todos nosotros, incorporados a El. Y atención: hemos sido concebidos con El (nuestra alma) en el  acto de su Encarnación, después nacimos como hijos de Dios mediante su Muerte, pero luego, su Resurrección es  para llevarnos con El al Padre.  

Su Pascua, Jesús personalmente la ha realizado mediante su Pasión, Muerte y Resurrección. Pero para  nosotros su Pascua todavía no está cumplida: ESTAMOS EN LA PASCUA, y la finalidad de esta fiesta que cada  año celebra la Iglesia es para hacernos comprender que todavía se ha de cumplir para nosotros y en nosotros. 

La obra de la Redención no terminó con la muerte de Jesucristo en la cruz, porque su Vida no acabó en el  sepulcro: continuó viva en el Corazón traspasado de su Madre, como en una especie de nueva “gestación”. Después  Jesús volvió de la muerte a la vida, porque El es la Resurrección y la Vida, y ‒como El había dicho‒ “tiene el  poder de dar la vida y de volver a tomarla de nuevo”. Pero con su Resurrección no ha terminado su Pascua, su  regreso con nosotros al Padre. “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”, fue el mensaje que  Jesús Resucitado encomendó a María Magdalena que comunicara a los Apóstoles. 

Y ahora, vamos a pensar: Jesús ya había resucitado, había vuelto vivo a su Stma. Madre y así también Ella  sintió volver de la muerte a la vida… ¿Qué cosa habrá sido “la última tentación” de la Stma. Virgen? Es posible  pensar que el demonio haya podido decirle: “¿Tu Hijo ha resucitado?... Enhorabuena, felices Pascuas…, ¿Pero  de qué ha servido si ninguno de los suyos lo cree, si siguen como siempre?” ¡Esa habría podido ser una última  cruel puñalada al corazón! ¡Terrible dolor! Porque no podía terminar ahí la obra de la Redención

Por eso Jesús durante el día, antes aún que a los discípulos de Emaus por la tarde y a los Apóstoles reunidos  en el Cenáculo, se apareció a Simón Pedro (como se lee en el evangelio de San Lucas y lo dice también San Pablo  en la Primera carta a los Corintios), una aparición especial, precisamente a él por ser su Vicario, como para “pasar las consignas”, como diciendo: Yo he hecho la parte mía, ahora mi Pascua se ha de cumplir en vosotros… 

Por eso nuestra vida debe ser una Pascua continua y creciente. Así se comprende lo que San Pablo dice:  “Cada día muero”. Y a los Gálatas (sin duda ha tomado estas palabras de nuestra Madre): “Hijitos míos, que yo  de nuevo doy a luz en el dolor hasta que no haya formado la vida de Cristo en vosotros”. Sólo entonces será el Triunfo de su Corazón Inmaculado. 

Estamos en la Pascua, el pasar del mundo al Padre, que ahora Jesús quiere realizar en nosotros. También es  la hora de prepararnos a nuestro éxodo, saliendo de la esclavitud de nuestro querer humano, y de refugiarnos,  como el Apostol Juan, en el Cenáculo del Corazón Inmaculado y Doloroso de nuestra Madre en espera de su  Triunfo. Es la hora de la gran decisión: ¡adelante, sin volver atrás, con Jesús y María en la Divina Voluntad! 

Así, queridos hermanos, cuando ahora decimos “felíz Pascua”, debemos entender bien lo que decimos, como dice Luisa en una carta: “Gracias por la felicitación, y yo os la digo de corazón; pero la felicitación más bella que  puedo desear es que vuestra voluntad resucite en la Divina Voluntad, para que estéis en vuestro puesto de honor en todo el orden de la Creación”, o sea, “os deseo que podais tomar plenamente parte en la Muerte y en la  Resurrección del Señor, que con El podáis pasar al Padre, llevar a cabo vuestra Pascua, ¡que Jesús la pueda realizar  en todos nosotros!”