Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

Dios nos hace saber primero lo que quiere darnos

Abril 11, 2024

+ ¡Ave María! Queridos hermanos, antes de poseer el don de la Divina Voluntad que Dios quiere darnos, hay que recorrer un largo camino en que nos prepara y nos da a conocer poco a poco las verdades que luego, si respondemos, han de ser nuestra vida, como fue para María en el momento de la Anunciación. + 


Queridos hermanos, el sol da su luz y su calor, como el amor es “manifestación y comunicación”. El Padre  Divino se manifiesta en el Hijo y Ambos se comunican en el Espíritu Santo. Cuando quiere dar un bien, primero lo manifiesta; pero la señal de que el alma lo ha aceptado es que Dios le sigue revelando otras verdades. Dios se adapta a nuestra pequeñez y a nuestros límites. Por eso no revela todo al principio, sino después de haber hecho  las cosas. Cuando Dios da a conocer una verdad es porque desea dar el bien que contiene y el alma se ha de  preparar con el deseo y la confianza, y entonces toma posesión de ese bien.  

Y dice Jesús: “Hijita mía de mi Querer, tú has de saber que cuando Yo manifiesto un bien, una verdad, es la señal más segura que quiero dar ese bien o el don de una verdad mía para que pertenezca a la criatura. Si así no fuera, Yo la engañaría, la atraería, le haría perder el tiempo con mil deseos inútiles, sin poseer el bien que  le hago conocer. Yo no sé engañar a nadie, ni hago cosas inútiles, sino que primero decido dar ese bien y después manifiesto lo que es ese bien, y mientras lo manifiesto estoy poniendo esa semilla en el fondo del alma, para que empiece a sentir el comienzo de la nueva vida del bien que le hago conocer, y la continuación de mis manifestaciones que le hago que conozca sirve para hacer que esa semilla germine, para regarla y hacer que forme la vida entera del don que quiero darle. 

Y la señal que el alma ha aceptado y acogido con agrado la nueva vida del don que quiero darle es que Yo  le sigo manifestando las diferentes cualiades, las bellas prerrogativas, el valor inmenso de mi don, y cuando  estoy seguro de que ya posee toda la vida entera del don que quería darle, entonces le hago conocer mi intención,  el trabajo que he hecho en ella y el don que ya posee. Mi Sabiduría es infinita, las soluciones de mi Amor son 

innumerables. Primero hago los hechos y después las palabras, que sirven para instruir a la criatura, para hacer que reciba, que conserve y se sirva del bien que le he dado y que ha conocido. Dar un bien sin hacerlo conocer  es como si se quisiera dar de comer a los muertos, y Yo nunca he tenido que ver con los muertos, sino con los vivos. Darlo a conocer y no darlo sería una burla, no sería propio de nuestra naturaleza divina. Así que, si te he manifestado tantas verdades de mi Divina Voluntad es porque quiero darte el don de su vida operante en  ti. Si así no fuera, nunca te habría dicho tanto; sólo mi decir manifiesta, lleva y contiene el gran don de mi Divina Voluntad, no sólo a ti, sino a todo el mundo. Por eso sé atenta, para que mi semilla se haga polvo en ti 

hasta volverse tu naturaleza, y entonces sentirás con hechos el bien de reinar mi Voluntad en tu alma. De hecho, ¿no hice así con mi Madre Celestial? Primero la formé, la preparé, la doté, preparé el puesto,  extendí mi Cielo en el fondo de su alma, le hice conocer tantas cosas, y haciendoselas conocer se las daba.  Podría decir que Madre e Hijo hicimos primero los hechos; cuando nada le faltaba a mi santidad, a mi decoro divino, al nuevo cielo en el que venía a vivir en la tierra, entonces le manifesté el secreto, que ya la había elegido como Madre mía; y al manifestarle el secreto, en ese momento se sintió Madre de su Creador. Ya ves entonces la necesidad de manifestar lo que quiero hacer con la criatura, para que Dios y la criatura quieran la misma  cosa. Mi misma Encarnación no tuvo lugar antes, sino en el momento mismo en que supo que Yo ya la quería como Madre mía y Ella aceptó serlo. Por eso hace falta gran atención: cuando hago conocer un bien que  quiero dar a la criatura, ella no sabe adónde va a parar mi intención. Yo no hago conocer todo al  principio, sino que voy poco a poco manifestando y obrando para llegar a donde quiero, pero si la  criatura no está atenta y no me sigue es posible que se quede a medio camino, y que Yo tenga el dolor de no poder darle mis dones y no poder realizar mis proyectos.” (Vol. 32, 14.5.1933) Este texto de los Escritos de Luisa se nos presenta en la fiesta de la Anunciación a María y de la Encarnación del Hijo de Dios, que este año la Iglesia ha celebrado el 8 de Abril, hace tres días. Con él, el Señor quiere que  comprendamos que desde el momento en que ha hecho que nos llegue la gran extraordinaria Noticia del don de su Voluntad que quiere darnos, nos está exhortando a desearlo y a crecer en su conocimiento: primero nos prepara  para luego mostrarnoslo poco a poco y, si respondemos fielmente y con deseo, nos da el poseerlo. Así hizo con Luisa: primero le dió su Querer con ocasión del “Deposorio místico”, y sólo 32 años más tarde le  explica que cuando le habla de su Querer le descubre los dones que ya entonces le había dado (vol. 13°, 5.12.1921). Lo mismo fue para María: desde el primer momento de su concepción inmaculada las Tres Divinas Personas la enriquecieron cada vez más de conocimientos y dones (ella es la Llena de Gracia) en vista de la misión única  de Madre de Dios a la que la preparaban. Así, en el momento justo, María concibió al Hijo de Dios en su seno  virginal. No fue algo que ocurrió “de pronto”, sino como culminación de un crecimiento incesante “en edad,  Sabiduría y Gracia” como Jesús. Primero lo concibió en su Corazón y luego en su seno. La gran revelación para  Ella fue con la Anunciación del Angel y, al responder con su “Fiat”, fue de hecho la Madre de Jesús.  Y el mismo proceso ocurre con la Iglesia: un largo camino de preparación, en el que Dios le va dando de siglo  en siglo nueva luz y nuevos dones, en vista del don supremo de su Reino.