Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

Guerra y Paz

Junio 20, 2024

+ ¡Ave Maria!  

Queridos hermanos, el próximo 25 de junio serán 43 años que la Reina de la Paz se manifiesta  en Medjugorje. Con ese motivo y por tantos “signos de los tiempos” que avisan que la medida  ya está llena y que un gran peligro amenaza la humanidad, Ella ha pedido una novena de particular oración por la Paz. +


Queridos hermanos, había preparado otra meditación o conferencia para hoy, pero en el último  momento me ha parecido sentir como necesario compartirles una reflexión sobre algo muy actual y urgente: la Paz. Y la escribo con mayúscula, porque debemos comprender bien que la paz que nos debe  interesar es aquella de la que habla el Señor: “La Paz os dejo, mi Paz os doy. No como la da el mundo,  Yo os la doy. No se turbe vuestro corazón y no tenga temor” (Jn 14,27), porque ya antes había dicho:  “Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras, pero no os turbéis; es necesario que todo eso suceda,  pero aún no es el fin” (Mt 24,6).  

¿De dónde vienen las guerras? “Del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los  adulterios, las prostituciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias”, dice el Señor (Mt 15,19).  Y el Apostol Santiago dice en su carta (4,1-4): “¿Y de dónde vienen entre vosotros tantas guerras y peleas? ¿No vienen acaso de las pasiones que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis;  ardéis de envidia, matáis y no alcanzáis nada, os combatís y os hacéis guerra. No tenéis porque no pedís;  pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones. ¡Gente infiel! ¿No sabéis  que amar el mundo es odiar a Dios? Quien quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios”.  

Por tanto vamos a hablar de la verdadera Paz, que es un fruto del Espíritu Santo (Gál 5,22), no de los políticos ni de la ONU, no viene del mundo. Para eso oigamos al Señor en los Escritos de Luisa  Piccarreta:  

La paz sin Dios es imposible (6-11-1922). Si las gentes quieren justicia y paz, han de acudir a la Fuente  de la verdadera justicia y de la verdadera paz (14-10-1918), porque la paz y la seguridad están solamente en el Corazón de Jesús (2-11-1900).  

La turbación ofusca la paz. La paz es la primavera del alma, es luz, es dominio de sí y de los demás;  la Paz es Jesús (18-12-1921). Y El estableció su Reino en el Corazón Inmaculado de su Madre, porque en él no había sombra de turbación (4-7-1899). Quien vive su propia vida interior no puede estar turbado (31-8-1900).  

La paz es signo de que se está en Dios (17-6-1900). La paz es luz (18-9-1906). La paz es signo de que  el alma busca a Dios, mientras que la turbación es señal de que se busca a sí misma (9-9-1904), que está llena de su propio “ego”, mientras que la paz es señal de que está llena de Dios (9-8-1905). La paz y el  descanso en la Divina Voluntad son fruto y prueba segura de que en el alma todo lo que sucede es de Dios (14-7-1909). Sentir fastidio y turbación en cosas que nos contrarían es porque el amor propio quiere reinar (22-7-1905). Si Jesús vive en el alma, ella ha de tener siempre paz y dulzura –“leche y miel”,  como dice la Escritura, no maneras resentidas o violentas o palabras agresivas ni amargas (3-12-1906).  

El alma debe tener paz para poder reflejar a Dios, como el sol se refleja en un río, si es sereno (12-4- 1904). Es necesario que las almas sean puras y pacíficas para ser como espejos para Jesús, como fuentes de agua cristalina en las que El pueda reflejarse, (3-2-1912). Y no es posible estar apegado a las criaturas  y tener paz (dice Luisa en su “Cuaderno de memorias de su infancia”).  

¿Pero cómo tener la paz? La resignación atrae la paz y las mismas virtudes de Ntro. Señor (8-8-1899).  Para tener la paz hay que unirse a Jesús, siendo El la Paz (16-7-1900). La Esperanza es paz; por eso,  turbarse o desanimarse es la locura más grande (14-10-1899) y sin la paz, que es virtud divina, ninguna  cosa, aunque sea buena, le gusta a Jesús (29-7-1909) y todas son nocivas, hasta las mismas virtudes (11-10-1901). Las tres armas contra la turbación son la pureza de intención, que la obra sea buena y hacer las  cosas por amor a Jesús (29-10-1910). La paz perfecta es fruto de la fidelidad y de la atención, que hacen tener siempre el mismo humor en el alma; y la paz la hace dominadora, por lo cual hace lo que se propone  y llega adonde quiere (13-2-1923). Dudando se pierde la paz y se hace dudar de que sea el Rey de la paz el que reina en el alma (30-10-1903). El desánimo destruye el alma (8-9-1904). Dejarse turbar es  impedirle a Jesús que descanse (9-5-1900). El alma agitada no sólo se molesta ella, sino también la vida  divina que el Señor va formando en ella (28-3-1905). La paciencia, la constancia y la paz en el alma son de Dios; por eso no debe turbar su recíproco descanso (12-9-1906). En fin, sólo quien está lleno de Dios  no siente las tempestades, ni ellas lo inquietan, sino que descansa tranquilo en su Corazón (15-3-1908). Todas estas indicaciones del Señor se refieren a la verdadera Paz, que es El mismo y que nada tienen  que ver con esa otra que le interesa al mundo y que lo preocupa. “Vosotros bien sabéis que como un  ladrón de noche, así llegará el día del Señor. Y cuando se dirá: «Paz y seguridad», entonces de repente  les llegará la ruina, como los dolores de parto a una mujer preñada; y ninguno escapará. Cuanto a  vosotros, hermanos, no viváis en tinieblas para que ese día no os sorprenda como un ladrón: porque  todos sois hijos de la Luz e hijos del día; no lo somos de la noche, ni de las tinieblas. Por tanto, no  durmamos como los otros, sino estemos despiertos y vivamos sobriamente” (1 Tes 5,2-6). “¿De qué le  sirve al hombre ganar el mundo entero, si luego se pierde o se condena?” (Lc 9,25) La guerra no es sólo de “nación contra nación”, sino de reino contra Reino, es decir, el reino del  pecado contra el Reino de Dios, una guerra que empezó en el paraíso terrenal con el primer pecado, o  mejor dicho, antes aún, nos dice el Apocalipsis, “Hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles  peleaban contra el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon, pero no prevalecieron y no hubo para  ellos lugar en el cielo. El gran dragón, la antigua serpiente, que llamamos el diablo y satanás, que  extravía a toda la tierra, fue precipitado en la tierra y con él fueron precipitados también sus ángeles” (Apoc 12,7-9).  

De esa guerra Dios ya ha establecido el resultado, de quien es la victoria, cuando dijo al demonio:  “Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya: ella te aplastará la cabeza y tú acecharás su talón” (Gén 3,15). La Mujer no podía ser Eva, ni “la mujer” en general, sino Aquella que  es la Llena de Gracia, Llena de Dios, la Inmaculada ‒por eso hace falta escribir “la Mujer” con  mayúscula‒ y su Descendencia es Jesucristo junto con su Cuerpo místico, con sus hijos. En María la  Divina Voluntad ya ha triunfado hace dos mil años; ahora está esperando su victoria en nosotros para  tener la verdadera Paz. Eso significa lo que dijo en Fátima: “al fin mi Corazón Inmaculado triunfará.  El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y al mundo se le dará un tiempo de paz”. 

“Reina de la Paz” es el último título con que la invocamos en la letanía del S. Rosario, porque es al  que todos los demás títulos van dirigidos, y no es casual que con él se manifieste en sus últimas apariciones. Pero la paz que Ella nos indica no es simplemente ausencia de guerra entre las naciones,  sino la que, a partir del corazón, de su Corazón Inmaculado, será el resultado de la destrucción del reino del pecado. 

El triunfo de su Corazón Inmaculado no será por ejemplo una gran proclamación solemne “urbi et  orbi”, hecha por un Papa desde el balcón de San Pedro, en Roma; no será por ejemplo un gran Milagro,  como el que Ella ha anunciado en algunas de sus apariciones… Esas cosas serían externas para nosotros, mientras que el verdadero Milagro del Sol (representado por aquel “milagro del sol” que vieron 70.000 personas en Fátima en la sexta aparición de la Stma. Virgen el 13 de Octubre 1917), el Milagro de su Triunfo, del Triunfo de la Divina Voluntad, ha de tener lugar en nosotros, que venga su Reino en  nosotros, en nuestra vida, y entonces desde luego se verá, lo verá quien tenga ojos capaces de verlo y lo verá porque no será externo, sino que surgirá desde dentro de cada hijo que haya acogido como su propia  vida la Divina Voluntad.