Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

El hacer y el vivir en la Divina Voluntad

Enero 18, 2024

+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, primero se construye la casa para después vivir en ella: es la diferencia que  hay entre hacer lo que Dios quiere y vivir en modo Divino, tomando parte en todo lo que Dios  hace. Esta es la novedad que el Señor ha querido manifestar por medio de Luisa Piccarreta, el vivir  en su Querer Divino. + 


Queridos hermanos, la vez pasada hablábamos del vivir en la Divina Voluntad, novedad contenida en los  escritos y en la espiritualidad de Luisa Piccarreta. Pero antes de continuar debemos hacer alguna aclaración. ¿Es lo mismo la “Divina Voluntad” que el “Divino Querer”? ¿Dónde se sitúa el Amor? LA DIVINA VOLUNTAD, que Jesús en el Evangelio llama “la Voluntad del Padre”, en Dios es la cosa más  esencial, íntima, vital: “Ah, todo está en mi Voluntad. El alma, si la toma, toma todo lo que es la sustancia de mi  Ser y abraza todo en ella” (02.03.1916). 

Es decir, la Voluntad es un sustantivo (la palabra que expresa la sustancia, o sea, lo que es), mientras que todos  los atributos divinos (Amor, Bondad, Inmensidad, Eternidad, Inmutabilidad, Omnipotencia, Justicia, Misericordia,  Santidad, Sabiduría, etc.) son los adjetivos que la describen: “la Divina Voluntad es inmutable, infinita, eterna,  omnipotente, sapientísima, misericordiosa, buena, santa …” 

“EL DIVINO QUERER” es la Voluntad de Dios en acto, indica lo que hace y por eso es un verbo. La  distinción entre “voluntad” y “querer” (aunque de hecho coinciden) es la misma que hay entre “el corazón” y  “el palpitar”, o bien entre un motor y el funcionamiento del motor. Y otra cosa es, además, el efecto del palpitar,  que es la vida, o del funcionamiento del motor, como es, por ejemplo, el viajar. El efecto que produce el “querer”  es “el amor”. Así, bien puede decir Jesús que “el Amor es el hijo de la Divina Voluntad”, es decir, es su  manifestación y comunicación. La Divina Voluntad por tanto viene antes y está por encima de todas sus obras,  de las cosas que Dios quiere o no quiere o que permite. Es la fuente y la causa suprema de todo lo que Dios es, de  la Vida inefable de la Stma. Trinidad y de sus Obras de Amor eterno. Si la Divina Voluntad es como la fuente de  la que nace un río, el río es el Querer Divino, pero ¿de qué está formado? No de agua, sino de Amor. Es como “el  Corazón” íntimo de Dios, de las Tres Divinas Personas, que da vida a todo lo que Dios es, y a todas las obras que  las Divinas Personas hacen. 

Nuestro lenguaje humano se expresa como puede, pero es limitado y pobre para hablar de las cosas de Dios, y  sin embargo, con la ayuda de la Gracia, debemos esforzarnos en la lectura y en la oración para penetrar más con  la mente en estas verdades. 

Otra palabra característica de Luisa (¡hasta en latín!) es “Fiat” (“¡Hágase!”). ¿Pero qué significa para ella?  No es sólo como decir “está bien, de acuerdo, sí, ok”, sino que por su parte expresa su participación al Querer de  Dios y a lo que hace. Esta palabra resume todo lo que Luisa ha dicho y ha vivido, así como expresa todo lo que  Dios hace y la Vida misma de Dios, su Acto eterno y absoluto, expresión de su Querer infinitamente Santo. Cuando  Jesús habla del “tercer Fiat”, está hablando del cumplimiento de lo que pedimos en el Padrenuestro. 

Luisa insiste tantas veces en que se debe cumplir esta petición del Padrenuestro: “Hágase tu Voluntad, así en  la tierra como en el Cielo”. Ella la escribe en parte en latín, casi como una frase “técnica”: “…se debe cumplir mi  Fiat Voluntas tua, así en la tierra como en el Cielo”. ¿Qué significa? 

Hacer la Divina Voluntad no es una novedad; la novedad es que Dios nos está invitando a que vivamos en su  Querer, como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven su Querer eterno.  

La novedad es que la Divina Voluntad obre en la criatura y la criatura obre de un modo divino en Ella.  La novedad es esta Gracia de las gracias, este Don de los dones: que no sólo hagamos lo que Dios quiere que  hagamos, sino que su Voluntad sea nuestra, vida de nuestra vida, para vivir y reinar con Ella y en Ella. La novedad es un intercambio continuo de voluntad humana y Divina, porque el alma, temiendo de la suya,  pide que le sea sustituida para cada cosa y en cada instante por la Voluntad misma de Dios, la cual la va  inundando de goces, de amor y de bienes infinitos, devolviendole la semejanza divina perdida con el pecado y el  fin para el que el hombre fue creado por Dios, que era vivir como hijo de Dios, tomando parte en todos sus bienes.  La novedad es que Jesús, mediante el don de su Voluntad a la criatura, forma en ella una vida suya y un modo  suyo de presencia real, de manera que esta criatura le sirve de Humanidad en nuestro tiempo. Eso, lógicamente,  no por una especie de “unión hipostática” (dos naturalezas de una sola persona), sino por unión de dos  voluntades, la humana y la Divina, unidas en un solo Querer, que no puede ser sino el Divino. Esa criatura es así el triunfo de Jesús, se vuelve “otro Jesús”, no por naturaleza, es evidente, sino per un don de Gracia, según las  palabras de San Juan: “…Para que como es El, así seamos también nosotros en este mundo(1aJn. 4,17). Imaginemos una instalación eléctrica: la Voluntad de Dios es como el enchufe de la pared, la nuestra es como  nuestro enchufe con el que conectarnos. Sólo “enchufandonos” pasa la electricidad (imagen del Querer Divino),  y en nosotros produce energía, luz y calor, es decir, vida, conocimiento y amor. Otro ejemplo que ayuda a entender  la unión de ambas voluntades es la del azúcar que ponemos en el café en una taza y le damos vueltas hasta que se  vuelvan una sola cosa. 

Otra aclaración para quien lee los escritos de Luisa yendo por orden, que empiece por los tres “Llamados”, y  siga con el cuaderno de “Memorias de la infancia” que precede el primero de los 36 volúmenes (que escribió en  forma de diario). Los volúmenes ahora son conocidos como “Libro de Cielo”, pero el título completo lo dió y lo  explicó el mismo Jesús en el volumen 19° (27.8.1926), en que le dice a San Anibal: 

“Hijo mío, el título que le darás al libro que publicarás sobre mi Voluntad será: 

«EL REINO DE MI DIVINA VOLUNTAD EN MEDIO DE LAS CRIATURAS. LIBRO DE CIELO. LA LLAMADA  A LA CRIATURA AL ORDEN, A SU PUESTO Y A LA FINALIDAD PARA LA QUE FUE CREADA POR DIOS». Ves, hasta el título quiero que corresponda a la gran obra de mi Voluntad. Quiero que la criatura comprenda que el puesto que Dios le ha asignado es en mi Voluntad, y hasta que no entre en Ella estará sin puesto, sin  orden, sin finalidad; será un intruso en la Creación, sin ningún derecho, y por tanto irá errante, sin paz, sin  herencia, y Yo, sintiendo compasión de él, le gritaré continuamente: «Entra en tu puesto, ven al orden, ven a  recibir tu herencia, a vivir en tu casa. ¿Por qué quieres vivir en casa extraña? ¿Por qué quieres ocupar un  terreno que no es tuyo? Y al no ser tuyo vives infelíz y y eres el siervo y la burla de todas las cosas creadas.  Todas las cosas creadas por Mí, como están en su puesto, están en orden y en perfecta armonía, con toda la  plenitud de los bienes que Dios les asignó. Sólo tú quieres ser infelíz, pero con infelicidad voluntaria. Por eso,  ven a tu puesto; a él te llamo y te espero». Por tanto, aquel o aquella que se entregue a dar a conocer mi Voluntad  será mi portavoz, y Yo le confiaré los secretos de su Reino”. 

Una tercera aclaración: en los volúmenes de Luisa se notan como dos tiempos o dos fases:  En la primera es evidente su condición de víctima y por tanto, junto con el gran trabajo ascético-místico de la  Gracia en ella, vemos toda la formación respecto a las virtudes, la correspondencia a la Gracia, la terrible realidad  del pecado (cuando la voluntad humana se separa de la Voluntad de Dios) con todas las consecuencias, los valores  de la Cruz, etc.  

En la segunda, el tema es precisamente la Divina Voluntad y su Reino. Ahí el alma se adentra con Jesús en  la inmensa tarea universal a la que es llamada, viviendo en el ámbito del Querer Divino, para preparar y obtener  la venida y el triunfo de su Reino. 

Ambas fases tienen en cierto modo como característica, respectivamente, la Divina Misericordia, que hace  todo lo posible por salvar al hombre (incluso con castigos), y “el Reino de Dios y su Justicia” o Santidad de las  santidades. En los primeros diez volúmenes encontramos la primera fase; a partir de la mitad del 12° se desarrolla  la segunda fase. No están divididas de un modo netto, las vemos juntas en los volúmenes 11° y 12°, o sea en los  años que van más o menos del 1912 al 1919. Al final de su vida, Jesús le explica a Luisa que lo que ha hecho en  ella en los primeros tiempos y todo aquel intensísimo trabajo de la Gracia en su alma fue para prepararla a depositar  en ella las verdades de su Divina Voluntad. 

Las dos fases, se puede decir, corresponden a “hacer la Voluntad de Dios” y a “vivir en la Voluntad de Dios”.  Es come decir: “hacer una casa” y “vivir en la casa”. Antes hay que hacerla, y cuando es suficientemente  habitable se hace el traslado y se vive en ella. Por eso el Señor le dice casi al comienzo de sus lecciones: 

“Hija mía, la cosa principal para que Yo entre en un alma y forme en ella mi morada, es el desapego total  de todo. Sin eso, no sólo no puedo vivir Yo en ella, es que ni siquiera puede establecerse ninguna virtud en el  alma. Después de que el alma ha hecho que todo salga de ella, entonces entro Yo y junto con la voluntad del  alma construimos una casa. Sus cimientos se apoyan en la humildad y cuanto más profunda es, tanto más altas  y fuestes resultan las paredes. Esos muros estarán hechos con las piedras de la mortificación, cementadas con  el oro purísimo de la caridad...” etc. (Vol. 2°, 29.10.1899).  

Y así el Señor sigue explicando detalladamente el significado espiritual de cada cosa de esa casa. De ese modo  El primero quiere establecer su morada en la criatura y acostumbrarla a vivir con El, para luego revestirla de Sí  y hacer que pase a vivir con El y en El, en su morada, es decir, en su Voluntad.