Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
Fundirnos en Jesús, no confundirnos
Junio 27, 2024+ ¡Ave María!
Carísimos, el Señor nos llama “all’orden” para formar bien su Vida y su Reino en nosotros. Por eso, antes de “hacer” hay que “ser”. Primero es “fundirnos” en Jesús para tener su Voluntad como vida +
Queridos hermanos, hemos contemplado la unión perfecta de Jesús y María: un solo Corazón, una sola Vida. Son dos personas, El divino, Ella criatura humana, perfectamente fundidos, no confundidos. Confusión es la nuestra, cuando falta conocimiento. No se ama lo que no se conoce, ni podemos hacer si primero no somos. Cuando Dios nos hace llegar una primera noticia de un don suyo, es señal de que nos lo quiere dar y que debemos empezar a prepararnos. Del conocimiento nace el deseo, del deseo viene el pedir, del pedir viene el recibir; pero ha de crecer el conocimiento para que aumente el amor. Entonces se posee ese don. Por eso, primero hace falta “ser”, después viene el “tener” y luego el “hacer”. Muchas personas enseguida quieren “hacer, hacer, hacer”, sin “fundirse” primero en Jesús, sin conocer para qué. Enseguida quieren “hacer giros”: no saben para qué. Lo toman como otra nueva devoción, como una nueva forma de oración bastante… “exótica”.
Si leemos por orden los Escritos de Luisa Piccarreta, vemos que se va pasando gradualmente de un modo de rezar como siempre a un modo nuevo de orar. Ese nuevo modo de orar corresponde en realidad a un espíritu nuevo, a una experiencia nueva de Dios, a una nueva relación con Dios: ya no es la de los siervos con su Señor, sino la de los hijos, más aún, la del mismo Hijo Jesucristo con el Padre.
Sin duda debemos orar, sí, pero no se trata tanto de rezar o decir oraciones, como de llegar a ser nosotros oración, relación viva de amor con las Tres Divinas Personas.
La primera relación que hemos de descubrir o experimentar es con Jesús, con su adorable Humanidad, que es más accesible a nosotros. Después, la relación con el Padre Celestial podremos vivirla solamente si vivimos en la persona de Jesucristo, por medio de El… Algunos se extrañan de que el Espíritu Santo sea poco mencionado en los escritos de Luisa; tal vez se explica diciendo que el “Divino Querer” en realidad lo representa la tercera Persona Divina, sin duda, pero la verdadera explicación creo que es porque el Espíritu Santo forma la relación de Amor y de Vida entre el Padre y el Hijo, y por lo tanto entre el Padre y nosotros y el Hijo y nosotros.
Ya desde sus primeros escritos, Jesús le dice a Luisa que quiere “uniformarla” completamente a El: “Hija mía, esta mañana quiero uniformarte por completo a Mí. Quiero que pienses con mi misma mente, que mires con mis propios ojos, que escuches con mis propios oídos, que hables con mi misma lengua, que obres con mis mismas manos, que camines con mis mismos pies y que me ames con mi mismo Corazón” (12.08.1899). Es la primera vez en sus escritos que dice que Jesús quiere “uniformarla” a El: ella más adelante lo llama “fundirse en Jesús”, en su Stma. Humanidad. Es lo que expresa la oración de “llamar a la Divina Voluntad en todas nuestras acciones” (“Jesús, Te amo: ven, Divina Voluntad, a pensar en mi mente…” etc.). De esa forma Luisa llegó a ser oración, la oración se volvió su misma naturaleza. Veremos como la oración, de ser algo que cumplir, se convierte en una vida que vivir. ¿Qué vida? ¡La misma Vida interior de Jesucristo! Al principio es orar (dejemos ya la palabra “rezar”) con Jesús, por ejemplo haciendo con El diferentes actos de reparación o de alabanzas, contemplando cómo El ora (Así, el 05.01.1901). Abundan los ejemplos, en los que Luisa sigue un esquema habitual: recorre las facultades, los sentidos y los miembros del hombre. A este esquema se añade otro: el de la intención de adorar, alabar, dar las gracias, ofrecer reparación, amar, etc. al Señor… Más adelante se añade un tercer esquema: el de recorrer toda clase de ofensas que recibe el Señor, de deudas de parte de las criaturas, para ofrecerle los actos contrarios y satisfacer así a la Justicia.
Es significativo lo que dice el 2 de Agosto de 1902 (Vol. 4°):
“…La Divinidad dirigía en todo a la Humanidad de Jesús y, pudiendo hacer en un solo instante todos los actos que quiere hacer a lo largo de toda la vida, y puesto que en la Humanidad de Jesucristo actuaba su Divinidad, claramente comprendía que Jesús bendito durante toda su vida rehacía, por todos en general y por cada uno en particular, todo lo que cada uno tiene que hacer respecto a Dios. De manera que adoraba a Dios por cada uno, daba las gracias, ofrecía reparación, daba gloria por cada uno, alababa, sufría, pedía por cada uno; por lo tanto comprendía que todo lo que cada uno debe hacer ha sido hecho ya antes por el Corazón de Jesús”.
Donde mejor eso se ve es en “las Horas de la Pasión”. Esa continua oración contemplativa de la Pasión del Señor, Luisa la hacía habitualmente, o sea, continuamente, como su vida, desde hacía mucho tiempo, tal vez desde los 13 años (después de que vió al Señor que llevaba la Cruz y le pidió ayuda). Treinta y tres años más tarde, San Anibal María Di Francia le pidió a Luisa que la pusiera por escrito.
No se trata de un relato de la Pasión, sino de una contemplación amorosa, a través de los ojos de Luisa, la Esposa, para unirnos y tomar parte como ella a lo que ve que Jesús hacía interiormente. Se trata de una palestra para entrenarse a hacer lo mismo que Jesús. Es copiar, mejor dicho, es reproducir en nosotros, renovar en nosotros la Vida interior de Jesús, a partir de la participación en sus diferentes actos interiores hechos en la inmensidad de la Voluntad del Padre (que es también suya por naturaleza).
Y aquí estamos ante un anuncio fundamental. El Señor habla de una novedad incluso en la oración. Si hay una novedad quiere decir que hay también una diferencia.
Por hoy nos detenemos aquí. Si Dios quiere proseguiremos este tema en el próximo encuentro. +